Capítulo 6
CAPÍTULO 6
El señor Hasting caminaba con aire distinguido con su impoluto traje gris y su camisa negra debajo. Tenía el cabello canoso y sus ojos eran de un azul intenso. Llegó hasta la sala y admiró ilusionado como un sinfín de jóvenes pintores lo esperaban allí de pié mientras se deleitaban con algunas de sus obras.
Se dirigió al centro de la sala con una amplia sonrisa admirando a aquellos 21 chicos que le devolvían la mirada.
"Cómo ya sabréis hoy comienza el proceso de selección para llegar a ser mi pupilo. He estado pensando durante mucho tiempo, en la mejor forma de hacer esto. Y creo que ya sé cómo vamos a hacer esto. – Comenzó haciendo que todos lo mirasen entusiasmados – Cómo podéis apreciar hay 20 cuadernos, uno para cada uno de vosotros... Lo que quiero que hagáis es que dibujéis para mí, que sintáis el arte y plasméis lo que os apetezca en este mismo instante"
Todos los muchachos se prepararon para dibujar, cada uno de ellos agarró un cuaderno y un lápiz y comenzó a dibujar...
- Oye... perdona – susurró Joseph hacia uno de los chicos que dibujaba – ¿Te importaría darme una hoja de tu cuaderno?
El muchacho agarró una hoja del cuaderno, y se la facilitó a su compañero, admirando después como este sacaba un bolígrafo de su chaqueta y comenzaba a dibujar.
Mientras tanto, en la otra parte de la casa, la fiesta comenzaba, la mayoría de los invitados había llegado, y ahora disfrutaban del catering y del excelente vino, mientras al otro lado del salón una orquesta de cuerda tocaba una alegre y elegante cancioncilla. La gente se relacionaba y hablaba entre ella, la señora Amelia charlaba animadamente con la directora del museo de arte sobre colecciones curiosas, Bárbara hablaba con el director de una galería artística sobre fotografías, Collins charlaba animadamente con Myung Wol y Candice sobre la mejor forma de decorar la nueva casa que se habían comprado en Miami.
- ¿No creéis que Caroline está tardando mucho? – preguntó Candice preocupada, mientras se percataba de que su hermana le había escrito un mensaje, agarró su celular y leyó "Michael no puede venir, le ha surgido un problema con la revista, iré en cuanto pueda" – Michael no viene, al parecer ha tenido un asunto con la revista. – les informaba, sin demasiadas ganas.
Mientras tanto, los pupilos habían terminado los dibujos, y ahora Josh los sostenía en sus manos, admirando el arte que los muchachos habían plasmado en ellos. Había dos de ellos que eran realmente penosos, otros 15 no estaban mal, pero no era lo que el buscaba y cuatro que habían captado en seguida la idea del ejercicio.
- ¿De quién es este? – preguntó al agarrar el último que había sido dibujado con bolígrafo en vez de con lápiz.
- Es mío – respondió Joseph, haciendo que Josh mirase hacia él.
- ¿Por qué no has dibujado con lápiz como el resto de tus compañeros? – Preguntaba el hombre con insistencia, pues a pesar de que el dibujo tenía un gran talento y reflejaba a la perfección lo que buscaba, le parecía contradictorio que lo hubiese dibujado a bolígrafo.
- Verá... lo cierto... es que olvidó darme un cuaderno y un lápiz, tan sólo había veinte... y cómo no quise molestarle, tan sólo pedí prestada una hoja y utilicé mi bolígrafo – concluyó el muchacho, haciendo que este le mirase y estallase en carcajadas, como consecuencia el resto de los jóvenes le miró sin comprender.
- Me gusta. Se te ha presentado un problema, y has sabido resolverlo por ti mismo, aunque eso no quiere decir que sea lo correcto en esta situación. – Decía el hombre cuando recuperó la compostura. – Bien, pondré los dibujos elegidos sobre la mesa, cuando termine de hacerlo, os dirigiréis aquí, si sois los dueños de los elegidos significa que habéis pasado la primera prueba. – Concluyó, mientras se dirigía a la rectangular mesa caoba para poner los cinco dibujos elegidos. – Bien chicos, ya podéis venir aquí a descubrir el veredicto, y ahora, me retiro. Recordad que tenemos fiesta de celebración para los elegidos, aunque si no habéis sido elegidos también podréis disfrutar de ella – Proseguía mientras les dedicaba una tímida sonrisa y salía por la puerta en dirección al salón.
Los jóvenes se dirigieron a la mesa, algunos sobrecogidos por saber que eran los elegidos, y otros algo desilusionados por no serlo. Joseph llegó a la mesa sin demasiadas esperanzas, pues después de lo que había sucedido, no pensaba tener el talento necesario para ser pupilo de alguien tan importante como él. Pero al llegar a la mesa, y admirar su dibujo, aquel que había dibujado con bolígrafo, le dio un vuelco al corazón y abrazó al muchacho que le había prestado el papel que curiosamente también había resultado elegido, sin parar de sonreír.
Josh llegaba al salón en ese justo instante, haciendo que su esposa se dirigiese hacia el preocupada por su salud. Pero él se deshizo de ella rápidamente, pues no quería estropear la fiesta con aquellas tonterías, y tras dedicarle una sonrisa, se dirigió hacia algunos de sus colegas pintores.
Los muchachos salieron al salón admirando a todo aquel público, estaba repleto de personas importantes en aquel mundo, había pintores, representantes, incluso periodistas de arte. En muy poco tiempo se unieron a la multitud y comenzaron a relacionarse unos con otros.
Joseph hablaba animadamente con una pintora mundialmente famosa Elizabeth Peyton, ella solía ser bastante reconocida por pintar adolescentes de forma especial.
- También pienso que el arte puede hallarse en cualquier cosa, tan sólo hay que sentirlo, hay que cerrar los ojos e imaginarlo. – Comentaba Joseph entusiasmado de tener tantas cosas en común con aquella mujer.
Joseph llevaba un caro esmoquin con una pajarita blanca que había alquilado en el pueblo, y mantenía el pelo ligeramente peinado hacia un lado. Miró hacia un lado divertido por lo que aquella famosa pintora acababa de contarle y quedó cautivado por un hermoso espejismo.
Caroline entró por la puerta, la fiesta ya había empezado, y la gente charlaba animadamente sin prestarle demasiada atención. Lucía un hermoso vestido azul hada, sobre sus hombros un manto de seda de color gris, y en sus manos unos largos guantes de seda del mismo color que el manto. Su cabello estaba recogido en un moño, dejando sólo los pelos de delante sueltos. Miraba hacia el interior, intentando encontrar algún rostro conocido, pero había demasiada gente como para encontrar a su hermana. Dio las gracias a Paulo, el mayordomo más viejo de la casa, y entró en el salón admirando a todas aquellas personas, que tan sólo conocía de vista, pues su madre no solía dejar que se relacionase con gente del mundo del arte.
Caminó despacio hacia el centro, levantando la cabeza, buscando a su hermana Candice, pero no había modo, no podía vislumbrarla, había demasiada gente bailando, moviéndose de un lugar a otro como para poder encontrarla.
Joseph se despidió educadamente de Elisabeth, agarró una copa de vino de una de las bandejas que los camareros ofrecían y lo tragó entero, para luego devolvérselo educadamente a la camarera y volver la mirada hacia aquella hermosa mujer, parecía perdida en aquella fiesta, caminó con paso decidido hacia ella y cuando estuvo lo suficiente cerca le habló...
- Hola – Comenzó, haciendo que la joven mirase hacia él. – Ahora sé que estoy soñando, porque nunca había visto algo tan bello como tú – añadió, haciendo que la muchacha pusiese los ojos en blanco y luego mirase a un lado divertida. Era un buen piropo, y le pareció divertido escucharlo de alguien tan apuesto como él, así que sonrió.
- ¿Es lo que sueles decir a las chicas? – Preguntaba la joven con ironía – Valla... ¿y te funciona?
- Eres irónica, me gusta – Respondía este sin poder parar de mirar a sus cautivantes ojos – Parece que estáis perdida en esta fiesta
- No estoy perdida – le contradijo la muchacha volviendo la cabeza hacia atrás, intentando visualizar a su hermana, y entonces lo hizo, se hallaba a escasos pasos de ellos.
- ¿Me haríais disfrutar del honor de bailar con vos? – preguntó en tono cortés, mientras agarraba la mano de la muchacha y se ponía en posición de bailar el vals.
Caroline lo miró sorprendida por su descaro, sintiendo como agarraba con una mano su cintura y se acercaba a ella, para luego con la mano libre, agarrar la mano de la joven. La joven agarró su hombro con cuidado, sintiendo que aquella penetrante mirada de ojos grises le quemaba.
- Sois realmente preciosa – La elogió nuevamente, parecía estar queriendo cautivarla con rapidez.
- ¿Siempre sois así? ¿Arrastras a las chicas a bailar contigo, sin ni siquiera esperar respuesta? – Preguntaba mientras ambos se movían al son de los violines.
- No veo que te disguste – Respondió, admirando como ella sonreía con ironía.
La muchacha quedó en silencio largo rato, sintiendo la delicada música en su interior, bailando aquella hermosa melodía junto a aquel hombre que acababa de conocer, pero que bailaba realmente bien. Por alguna razón, había quedado cautivada por su perfume, y sus ojos, aquellos hermosos ojos de un gris intenso hacía que pudiese perderse en ellos. Él sonrió, parecía que algo le divertía, y la joven pudo ser partícipe de cuan hermosa era su sonrisa.
- ¿qué os resulta tan divertido? – Preguntó, moviéndose al son de la música, dejándose llevar en los brazos de aquel apuesto hombre.
- Acabo de percatarme de que ya os había visto antes – Respondió el muchacho, percatándose entonces de aquellos hermosos ojos azules, esos ojos que podían hacer que toda la gente de la fiesta no existiese, era como si tan sólo existiesen ellos en la pista de baile dejándose llevar por el sonido de los violines. Caroline sonrió divertida.
- ¿Esa es tu forma de ligar? Ahora me dirás que me viste en tus sueños. – Decía la muchacha con ironía, admirando como la sonrisa del chico se ensanchaba por momentos.
- Podría hacerlo, sería una buena táctica, una de mis favoritas cabe añadir. Pero no sería cierto. – Respondía de forma tranquila, pues sus palabras eran difíciles de pronunciar, ello se debía por supuesto a su procedencia austríaca – Y ahora mismo, frente a ti, tan sólo quiero ser sincero. – Aclaró, haciendo que la muchacha le mirase contrariada – Os vi en el pueblo, hace unos días, vuestro cabello estaba suelto y sedoso sobre vuestros hombros, llevabais un hermoso vestido azul de flores y vuestra sonrisa era realmente maravillosa – Caroline le miró boquiabierta, pues ahora sentía que aquel hombre era sincero con ella, y entonces se paró en seco, no supo si lo hizo por la canción que acababa de terminar o el miedo que sentía a que el descubriese quien era ella realmente, por alguna razón le gustaba estar ahí frente a él, ignorando quienes eran realmente, aquello hacía que todo fuese más fácil, que su vida no fuese planeada. Era la primera vez en su vida que hacía algo que no estaba planeado, y en aquel momento se sentía libre, y a pesar de lo que había creído, aquel sentimiento no le desagradaba.
- Caroline, ¡Estás aquí! – Dijo una voz tras ellos, haciendo que la joven mirase hacia atrás y descubriese a su hermana mayor.
- Caroline... - susurró Joseph admirando la delicadeza de aquel nombre.
- Estábamos preocupados de... - proseguía su hermana, percatándose entonces de la compañía de la joven - ¿quién es este joven tan apuesto? – preguntó hacia ella, haciendo que esta se sintiese realmente avergonzada.
- Mi nombre es Joseph Mur – Aclaró haciendo una gentil reverencia – y he venido a la selección de pupilos del señor Hasting.
- Valla, y ¿ha sido usted uno de los elegidos? – Preguntó Candice entusiasmada.
- Por supuesto – Admitió el complacido y lleno de orgullo en si mismo.
- Entonces, supongo, que lo veremos por aquí a menudo señor Mur – añadió de nuevo la joven, haciendo que este la mirase sin comprender.
- ¿Qué quiere decir? – preguntó este, intentando descubrir a qué se refería con aquellas palabras, pero antes de que la muchacha pudiese responderle una tercera persona llegó hasta ellos.
- Candice, Caroline, aquí estáis. – Anunció el señor Hasting llegando hasta ellas, percatándose entonces de que uno de sus pupilos se encontraba junto a ellas. – Vuestra madre quiere hablar con vosotras.
Y en aquel momento, Joseph, lo supo, ellas eran las hijas de tan prestigioso artista, y estaban totalmente fuera de su alcance. Tan sólo podía observar como las muchachas se alejaban de él junto a su padre, en dirección a su madre, tan sólo podía mirarlas desde allí, no era digno de relacionarse con ellas.
CONTINUARÁ...
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