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17 | Volver a casa

Un último examen y por fin seré libre.

No queda nada, pero tengo la cabeza saturada. En días como este echo de menos mi estancia en Francia con Lorie. Mamá estaba en lo cierto cuando me animó a ir, era justo lo que mi mente necesitaba. Además, disfruté un montón. Recorrimos todos los rincones que pudimos. ¡Hasta subimos a la Torre Eiffel! También hicimos una pequeña visita a su tía Élise, e incluso nos quedamos a dormir una noche en su casa.

Lo pasé un poco mal con tanto olor a incienso.

Al menos despertamos con unos deliciosos Macarons.

Apenas hablé con Elijah esa semana. Le eché de menos, claro, pero necesitaba tiempo para mí. Alejarme un poco de esa rutina que rodeaba Londres. Después vinieron los exámenes y tampoco nos vimos. Es otra razón por la que quiero terminar ya, y así pasar momentos con él.

—Al día siguiente al examen, no saldré de la cama —murmura Lorie.

El cansancio hace mella. Son muchos días metidas en la biblioteca y sin vida social. Creo que yo haré lo mismo.

—Somos dos —Me uno a su plan—. Después buscaré estar un rato a solas con Elijah.

Arquea una ceja, divertida.

—Mmm... ¿Con qué intención, pillina?

Río. Al principio los comentarios de Lorie respecto a mi relación con el chico de ojos verdes me sacaban un poco de quicio. Supongo que acabé por acostumbrarme a ellos. Es mi amiga y sé que no lo hace a malas.

—Con la que surja —Le guiño un ojo—. Ahora, centrémonos en estudiar, que el tiempo apremia.

Niega con la cabeza, pero vuelve a posar su vista en los apuntes. Las siguientes horas las pasamos así hasta que el sol empieza a caer y en la habitación la única luz existente proviene de las lámparas. Guardo los apuntes en mi mochila y estiro los brazos para aliviar el entumecimiento. No puedo más. Como se suele decir: «La suerte está echada».

—¿Has vuelto a hablar con Ralen?

Mencionar su nombre me produce una mezcla de sentimientos. Echo de menos esa amistad que empezamos a forjar, pero por otro lado pienso en sus mensajes avisando de que Elijah jugaría conmigo y todas esas mierdas, que me cabreo. Tres meses han pasado desde aquella noche del planetario y el chico de ojos verdes todavía no me ha fallado, como tanto decía él.

—Nada.

Lorie abandona su silla, y me lanza una breve mirada antes de abrir su armario. Está poniendo muy en práctica su lema de «Follar ayuda a estudiar», porque durante las últimas semanas se ha estado viendo con un chico que conoció en Tinder. Sólo sexo, sin compromisos que puedan ocasionar algún problema después.

—¿Y no quieres retomar el contacto?

Veo como rebusca hasta que da con la prenda que quiere. Echa la ropa sobre su cama y voltea en mi dirección.

—En parte —suelto, no muy convencida.

—Queda con él —sugiere. Cuando ve mi cara de duda, añade—. Quizá os venga bien a ambos. Seguro que también te echa de menos.

No creo que sea buena idea. Las cosas se encuentran algo tensas entre nosotros y me asusta que un intento de reconciliación se convierta en un desastre que empeore todo. Por otro lado, sí tengo ganas de llegar a un punto intermedio. La última vez que hablamos salí de su piso llena de ira. Tampoco me gusta guardarme estas emociones.

Tras pensarlo varios minutos —estudiando las posibles consecuencias—, digo:

—Está bien. Le mandaré un mensaje para ver si podemos quedar mañana, aunque sea para desayunar —Ella sonríe, conforme—. Tampoco te hagas ilusiones, porque quizá no acepte el plan.

—No pierdes nada por intentarlo. —Agarra su ropa y se mete en el cuarto de baño.

Aprovecho para entrar en mi conversación con Ralen. Nuestro último mensaje fue en octubre del año pasado. El miedo me invade cuando comienzo a teclear. Me lo pienso mucho antes de darle a enviar.

No seas cobarde.

Como me aterra ver su respuesta, bloqueo el móvil y lo dejo en la mesilla. Los próximos minutos los paso con los ojos clavados en el teléfono. Casi perforo el aparato con la mirada. Creo que no contestará, cuando lo siento vibrar. Estiro el brazo, con el corazón a mil por hora y me atrevo a leer.

Me alegra que quieras retomar el contacto.

Acepto tu plan.

Nos vemos mañana, Siena :)

Parpadeo varias veces, para comprobar que he leído bien y que nada es producto de mi imaginación, pero no, cada palabra de Ralen sigue ahí. Mentiría si dijera que no estoy aterrada. Claro que le he visto cada vez que pasaba tiempo con Elijah en su piso, pero las conversaciones siempre se reducían a un saludo y una despedida —eso si no le pillaba en su cuarto o fuera de casa.

—¿Ya está? —pregunta Lorie nada más salir del cuarto de baño.

Admiro su look. Se ve bastante guapa y hasta se ha maquillado. No es algo que suela hacer, pero entiendo que quiera levantar un poco el ánimo tras estos días con el foco de atención puesto en los exámenes. El maquillaje y yo tampoco somos muy amigos.

—Mensaje enviado —digo—. Y como veo que te interesa, te informo de que ha aceptado.

Guarda su móvil en el bolso y se lo cuelga al hombro. Antes de abandonar la habitación, gira la cabeza y me dedica una sonrisa.

—No era tan complicado, ¿ves? Por cierto —añade—, quizá no venga a dormir.

No tengo tiempo de responder, porque cierra la puerta tras de sí y me quedo sola en mi cuarto. Aprovecho para darme una ducha y así relajarme un poco. Bajo el agua conecto con mis emociones mucho mejor.

Respira hondo y todo irá bien.

Desde que salí de la residencia, he repetido esta frase como un mantra. A cada paso que me acercaba a la cafetería, la velocidad de repetición aumentaba. Quizá parezca una tontería, pero en cierto modo me ayuda a calmar mis nervios.

Es sólo una conversación.

En cuanto entro, veo a Ralen sentado en una mesa algo apartada del resto. Todavía no me ha visto, así que tomo eso como una ventaja. Carraspeo cuando me sitúo junto a él. Alza la cabeza y me mira. Sus ojos reflejan una mezcla de sentimientos que no logro descifrar.

—Hola —saludo, ocupando el asiento de enfrente.

—Hola, Siena.

No sé por dónde empezar. Sabía que no sería fácil el encuentro, pero tenerle delante lo complica todo más. Siento que cada palabra que quiere salir de mi boca se termina atorando. Él permanece callado, estudiando cada movimiento que hago. Creo que espera que dé el primer paso. Pese a que me muero de nervios, me atrevo a hablar:

—¿Cómo estás?

Sé que mi pregunta es una mierda, pero es la mejor manera que he encontrado para iniciar la conversación. Me sorprendo un poco cuando Ralen alza las comisuras de sus labios mostrando una sonrisa. Es algo extraño en él. No le he visto sonreír en muchas ocasiones.

—Bien —Se encoge de hombros—. ¿Y tú?

No me gusta nada el ambiente tenso que nos rodea. No puedo levantarme y largarme de aquí como si nada, y en el fondo no me considero una persona cobarde, pero odio remover el pasado y cuando permanezco callada más tiempo del normal, él vuelve a hablar:

—Veo que con Elijah te va bien —afirma.

Fijo la mirada en otro punto de la cafetería, porque siento que Ralen está intentando descifrar algo. La profundidad de sus ojos clavados en los míos destruye mi tranquilidad. Froto mis manos contra mis piernas, pero aun así no logro controlar mis nervios.

—No quiero discutir sobre eso —digo—. Por eso acabamos distanciados la última vez... —Mis palabras mueren en el aire.

Niega con la cabeza.

—Yo tampoco. Aunque no esté de acuerdo con tu decisión, me gusta verte feliz.

Quiero preguntar cuáles son sus motivos para desconfiar de Elijah, porque siempre supe que esos dos escondían algo. A pesar de que frente a Jena se mostraban como amigos, cuando ella no se hallaba presente, su relación era diferente. Fría. Borro la curiosidad de mi cabeza.

—Gracias —murmuro.

Segundos después, un camarero aparece en nuestra mesa para tomarnos nota. Mi desayuno consiste en un té de vainilla y un par de tostadas con mermelada, al igual que el de Ralen, cambiando el té por un café con leche. Mientras esperamos a que nos sirvan, nos ponemos al día.

Me cuenta que ha pasado las Navidades esquiando con unos amigos y que no ha vuelto a casa aún. Yo le hablo de mi viaje a Francia con Lorie. Al principio, cuando llegué a la cafetería creí que sería una mala idea, pero con el transcurso de la conversación hemos ido limando asperezas y todo se siente como antes.

Y me gusta estar así con él.

—¿No tienes pensado volver a casa? —cuestiona de un momento a otro.

Me he hecho mil veces esa pregunta desde que mi madre me confesó lo de su divorcio, pero tengo dudas. Por una parte echo de menos a mi familia —sobre todo a mi abuela Nina—, pero por otro lado siento que pasar tiempo en Moonlight me puede hacer mal. No sólo porque extrañaré mi hogar cuando regrese a Londres, sino también porque puede que lo que halle allí me desestabilice.

Ahora soy feliz, no quiero estropear eso.

Voy a responder, pero el camarero aparece con nuestro desayuno, interrumpiendo la conversación. Aprovecho el lapso de tiempo para analizar la pregunta de Ralen. Tal vez no debo pensar mucho las cosas, si me nace hacerlo, ¿por qué dudar tanto? Las dudas nos limitan y nos alejan de momentos increíbles.

Antes de contestar doy un sorbo al té. «Delicioso» pienso. La vainilla es uno de mis sabores favoritos, recuerdo que hace un par de años tuve una fuerte obsesión con la colonia de ese olor. De nuevo me pierdo en mis pensamientos, porque cuando alzo la cabeza, Ralen me observa esperando una respuesta.

—Está bien.

Vale, quizás he sido un poco escueta con mis palabras.

—¿Eso es un sí?

Da un mordisco a su tostada sin apartar los ojos de mí. Por un segundo me pierdo en ellos. Si no estuviera con Elijah, y Ralen despertara algo más que una simple amistad, quizá podríamos ser más que amigos. Encajamos bien.

—Lo es.

—¿Puedo preguntarte algo?

Mi sonrisa se borra en cuanto noto la seriedad en su voz.

Asiento, con miedo.

—¿Qué te retiene a volver a Moonlight?

A veces odio ser tan transparente. Me gustaría controlar mis emociones para que el resto no se diera cuenta con tanta facilidad de lo que pasa por mi cabeza. Siento que estoy expuesta y eso me hace vulnerable. Y mostrar tus debilidades se puede volver en tu contra. Repaso con la mirada a Ralen y dudo antes de hablar.

—Mis padres se divorciaron hace un mes.

—Entiendo —murmura, procesando mi confesión—. Conozco ese sentimiento.

—¿Cuál?

—La impotencia —Justo da en el clavo. Así me sentí cuando mi madre me lo contó. No dejaba de pensar que era mi culpa y que tenía que buscar una solución para remediarlo antes de que fuera demasiado tarde—. Cuando estaba en el instituto, recuerdo que un día tras volver a casa de un partido de baloncesto con unos amigos, mis padres me contaron su intención de separarse.

Ralen se detiene a tomar aire.

—¿Y qué pasó?

—En aquel instante sentí que mi mundo se puso patas arriba. Sabes que tu vida va a cambiar y nunca se está preparado para eso, además, enfrentar esos cambios asusta. No me costó mucho entender que era lo mejor, que no se puede forzar el amor.

—Ahora lo sé, amo a mis padres y aunque me gustaría verlos juntos, sé que no depende de mí —digo.

Hace un mes ese pensamiento era diferente. Me habría plantado en Moonlight para tratar de arreglar las cosas entre ellos, sin conocer las posibles consecuencias de mis actos.

—¿Entonces? —pregunta Ralen, antes de dar un sorbo a su té.

No es difícil entender a qué se refiere. Quiere saber si tengo más clara la idea de volver a casa unos días. Rehuyo un poco de tomar decisiones a la ligera, pero medito varios segundos sus palabras. Echo de menos a mi familia... Nada me impide ir. Sin pensarlo mucho más porque temo arrepentirme, hablo:

—Mañana compro el billete.

¡Hola!

Espero que no me matéis por actualizar tan despacio esta historia, pero ahora mismo estoy un poco bloqueada con ella y también se junta que me hallo escribiendo otra novela a la vez. Sufro 😪

Ahora que Siena y Ralen han limado asperezas, ¿insistirá con el tema de Elijah?

¿Qué pasará en Moonlight?

Muchas gracias por leer, y aunque aún falta, cada día estamos más cerca de las 1k lecturas 🥺💙


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