04 | Olvidarme de sentir
Hacía tiempo que no lograba sentirme feliz en Londres. El primer año en la universidad fue bastante duro. Me hallaba lejos de casa, de mi familia y amigos, tan sólo tenía a Lorie y apenas nos estábamos conociendo. De igual forma, los meses pasaba y mi corazón seguía albergando ese vacío que era incapaz de llenar.
Ahora, justo varias horas después de la cena, y mientras contemplo el techo del salón del piso de los hermanos Steed y Ralen, puedo decir que las cosas están empezando a cambiar.
No me molesto en ver la hora, pero supongo que serán en torno a las tres de la madrugada. Lorie lleva dormida desde hace un rato, pero mí me está costando conciliar el sueño. Aparto la sábana y me levanto. Tomo la chaqueta y me la pongo. Opto por tomar un poco de aire antes de volver a la cama. Justo el salón cuenta con un balcón para ello. Corro el ventanal y cruzo al otro lado. El viento me acaricia la cara y no me molesto en ocultar la sonrisa.
Siento como si estuviera rozando la felicidad.
—¿Qué haces despierta?
Me llevo la mano al corazón y noto los latidos acelerados. Incluso de espaldas, reconozco la voz de Elijah. No aparto la vista del frente, pero siento como se coloca a mi lado. Apoya los brazos en la barandilla.
—No podía dormir —murmuro—. ¿Y tú?
—Igual. Ha estado genial lo de esta noche.
Mis pensamientos flotan por toda la ciudad de Londres, que por un momento desconecto por completo de la conversación.
—¿Podrías repetirlo? —pregunto algo avergonzada y aprovecho para mirar a Elijah a los ojos.
Segundos después me arrepiento cuando me topo con ese color verde perforando mi mente. Lorie tenía razón. Sus ojos pueden llegar a ser mi perdición. Permanecemos en silencio durante unos segundos, y al final me obligo a girarme. Por el rabillo del ojo observo como Elijah hace lo mismo.
—Esta noche... ha estado guay. Además, me alegra que hayas animado a Ralen a unirse. ¿Cómo lo has conseguido? —Percibo la curiosidad en su tono de voz.
—Supongo que le dije lo que necesitaba escuchar. —Me encojo de hombros.
Le veo asentir.
—Ralen es una persona reservada. Le cuesta conectar con la gente, todo lo contrario a mi hermana como te habrás fijado. —Eso último lo dice riendo.
Tiene razón. Jena es bastante extrovertida y cercana, por eso creo que ella y Lorie se van a llevar genial, las dos son muy similares en ese aspecto. Aunque su cercanía me chocó un poco, estoy acostumbrada a mi compañera de cuarto. Quizá Ralen recapacitó gracias a mi consejo, porque después de todo él y yo también somos iguales. Los dos preferimos la soledad antes que estar rodeados de gente.
Nos sentimos más seguros.
Más nosotros mismos.
—Me he dado cuenta —respondo entre risas.
Empiezo a tener un poco de frío aquí fuera, además de notar los párpados algo cansados y siento que el sueño me abraza despacio. Elijah se da cuenta de ello.
—Deberíamos volver a la cama.
Su comentario provoca que mis mejillas se tornen de un color rojizo y segundos después me golpeo mentalmente por la tontería que acaba de pasar por mi cabeza. Se refería a otra cosa. Cada uno a su cama, y no sé por qué mis pensamientos viajan a esa otra situación. Creo que no es buena idea pasar más tiempo con él. ¿Acaso el frío me está dejando tonta? Sí, debe ser eso.
—Buenas noches, Elijah —digo antes de abandonar el balcón y volver al sofá cama.
Le veo asentir en señal de despedida. Me quito la chaqueta y la dejo sobre una silla, para después apartar las sábanas y meterme en la cama. Escucho la respiración de Lorie a mi lado y me asombra el sueño profundo que tiene mi amiga. Ojalá yo tuviera esa facilidad, pero desde siempre me ha costado conciliar el sueño. El ponerme a dar vueltas a las cosas tampoco ayuda, claro.
—¿Qué hacías?
Su voz causa que pegue un bote en el colchón. Me llevo la mano al corazón y noto los latidos acelerados. ¿Cómo es posible que esté despierta? Cierro los ojos un momento para tratar de controlar la respiración y relajarme, cuando siento que todo está en orden, los abro. Lorie me mira fijamente esperando una respuesta.
—Tomar el aire —murmuro, evitando mencionar a Elijah.
—¿Con quién? —Percibo un tono pícaro en su voz.
—Conmigo misma —digo antes de girarme para darle la espalda—. Buenas noches, Lorie.
Creo que mi respuesta es suficiente para ella porque durante los próximos segundos ya no escucho nada proveniente de su parte, pero Morfeo va a tener que esperar un rato. Siento que me da un toque en la espalda. Doy la vuelta y la miro a los ojos. Ha borrado la mirada curiosa y ahora percibo otra cosa diferente... ¿Preocupación?
—¿Sucede algo?
—Ten cuidado, Siena.
Me cuesta comprender qué le ocurre a esta chica. Hace unos minutos parecía feliz y ahora es como si tratara de advertirme sobre algo. Y no sé qué narices ha cambiado para que Lorraine me esté dando una mirada de preocupación.
—No me gusta esa expresión de tu cara. —Señalo su rostro sumido en la oscuridad. Entonces comprendo a qué se puede referir—. ¿Es por Elijah? —Paso por alto que antes le mencioné que me encontraba sola en el balcón.
Lorie tarda varios segundos en contestar, pero no hace falta ser muy lista para saber que sí tiene relación con él. Lo cual me genera dudas. Cuando conocimos a los hermanos Steed casi me empujó a sus brazos y ahora pretende que me mantenga al margen. Ojalá mi amiga fuera un poco más transparente en momentos como este, sería mucho más fácil entender sus pensamientos.
—He visto las miradas que intercambias con él... Sólo, ten cuidado.
—No me gusta Elijah, además, ¿no eras tú la de «follar ayuda a estudiar»?
Veo como dibuja una sonrisa, que desaparece enseguida.
—Follar, pero no amar.
Niego con la cabeza. Lorie no dice más que tonterías. No entra en mis planes enamorarme de nadie, y menos de una persona que en algún momento va a desaparecer de mi vida, porque la universidad no es eterna y Elijah y Jena tendrán que volver a su hogar en Seattle.
—Eso no va a pasar —murmuro sonando poco creíble.
—No puedes controlar tus sentimientos, Siena. Las cosas no son así de fáciles.
No me gusta por dónde está yendo la conversación. Hace una semana mi vida estaba tranquila. Ahora dos hermanos y un chico algo misterioso forman parte de ella, y no entiendo cómo encaja en mis planes de futuro. El miedo se apodera de mí por un instante y las palabras de mi amiga se cuelan en mi cabeza y yo no hago nada para empujarlas fuera.
Me asusta terminar sintiendo algo por Elijah.
Dejar entrar a una persona a mi corazón, bajar las barreras y no estar a salvo.
—Tú y Ralen sí que haríais buena pareja —digo, cambiando de tema.
—¿Con el chiflado?
Veo como frunce el ceño. No oculto la diversión que causa sus reacciones en mí. Pero sí creo que quizá ellos dos sí puedan llegar a algo, por mucho que sean como el agua y el aceite. Tal vez es verdad eso de que los polos opuestos se atraen.
—No es un chiflado —protesto. Por alguna razón me molesta que hable así de él, siento que me ataca a mí también—. Sólo es... introvertido.
Lorie me analiza durante unos segundos antes de responder.
—Te gusta... —señala como si entendiera todo.
—Estás loca —Me giro para darle la espalda—. Buenas noches, Lorraine.
—Buenas noches, Siena.
Minutos después el salón se halla en silencio, pero en mi mente no dejan de retumbar las palabras de mi amiga. Ralen no me gusta, es sólo que su forma de ser despierta algo en mí... Me genera mucha curiosidad y no sé cómo explicarlo. Puedo entender lo que siente porque yo también he sentido lo mismo. A lo mejor me estoy volviendo loca y estoy empezando a delirar. Trato de borrar todos esos pensamientos e intento dormir, al menos lo que queda de noche.
☆
La luz solar atraviesa el ventanal del piso de los hermanos Steed, pero eso no ha causado que abra los ojos, sino varias voces a escasos metro del sofá cama. Cuando mi vista se va adaptando, dirijo mi mirada hasta los dueños de ellas. Me topo con una sonriente Jena apoyada sobre la barra de la cocina. A su lado, Lorie está removiendo algo en una sartén.
—¿Qué estáis preparando? —pregunto incorporándome en la cama.
Jena se aparta de la barra y observo como se dirige hacia un armario. Segundos después lleva varios platos en sus manos que termina dejando sobre la encimera, al lado de la vitrocerámica.
—Tortitas —responde, ya que Lorie parece estar muy concentrada en la sartén—. Te gustan, ¿no? Porque como digas que no, ya puedes coger la mochila y largarte de aquí. —Esto último lo dice apuntándome con su dedo índice.
Dejo escapar una carcajada ante su advertencia. Sé que no va en serio, y aunque no me gustaran, no me echaría de su casa. Pero volviendo al tema tortitas, ¿existe alguien en todo el planeta que no adore este manjar? Además, son un recuerdo bonito de mi infancia. Nina solía prepararlas cada domingo que la visitaba. Oculto la tristeza que me ha producido pensar en mi abuela y me centro en el ahora.
—Espero que sean con fresas y chocolate —murmuro mientras me levanto de la cama. Después camino hasta donde se encuentran ellas y echo un vistazo sobre la barra, apoyando los brazos—. ¡Qué buena pinta! —exclamo.
—Ni se te ocurra —me advierte Lorie, que ha apartado un momento la vista de la sartén.
Muestro una sonrisa inocente como si no supiera a lo que se refiere, pero mi amiga me conoce demasiado bien. En cuanto mis ojos han hecho contacto con el cuenco de chocolate caliente, la idea de probar un poco ha cruzado por mi cabeza. Pero yo no tengo la culpa de que esté tan rico. Menos mal que no he estirado el brazo, porque seguro me habría ganado un manotazo por su parte.
—¿Os puedo ayudar en algo? —pregunto, cambiando de tema.
Jena apunta con la cabeza hacia el sofá cama y el revoltijo de sábanas.
—Puedes cerrarlo y echar las sábanas a lavar, así queda espacio libre para desayunar cuando esta señorita —Carraspea mientras lanza una mirada Lorie—, termine de prepararlas.
Asiento.
—El cesto está en el cuarto de baño —añade cuando me ve mirando hacia el fondo del pasillo sin saber a dónde dirigirme.
Mientras avanzo, una idea pasa por mi cabeza. Ralen parecía estar muy a gusto anoche y tengo curiosidad por saber si se unirá al desayuno, o si, por el contrario, optará por encerrarse en su cuarto ajeno a todo. Me dolería un poco que tomara esa decisión, porque sería deshacer el camino recorrido. No quiero que eso suceda. No soy consciente de que llevo varios minutos de pie, con las sábanas en brazos y la mirada perdida.
—¿Qué haces?
Escucho una voz a mis espaldas. No necesito darme la vuelta para saber a quién pertenece, y entonces a mi mente vuelve el momento del balcón mientras las estrellas inundaban el cielo de Londres y yo era incapaz de dormir. Obligo a mi corazón a reducir la velocidad de los latidos, pero es absurdo, porque es imposible controlar lo que sientes.
—Nada —susurro, y me maldigo mentalmente por haber sonado tan idiota.
La risa de Elijah viaja por todo el pasillo y se termina colando en mis oídos. Fue una mala idea haberme quedado hablando con él anoche, me repito. Aunque ya no sirve de nada, pues no hay botón de retorno que me permita cambiar lo que hice. Sólo me aterra sentir que poco a poco vamos cogiendo más confianza. Seguro que me veo como una estúpida pensando en este tipo de cosas. «Céntrate, Siena».
—¿Seguro? —pregunta, disminuyendo la distancia existente entre nosotros.
Mis ojos se pierden por unos segundos en los suyos, y me tengo que obligar a apartar la mirada antes de que piense que soy idiota. Porque así me siento con la situación. Las sábanas se hallan en mis manos y Elijah sonríe por mi repentino silencio. Si alguien me sacara una foto ahora mismo, jamás volvería verme de igual forma. Carraspeo tratando de salir del trance.
—Seguro. Voy a llevar esto —apunto las sábanas con la cabeza.
Asiente, pero justo antes de que se pierda por el pasillo, camino del salón, digo:
—¿Has visto a Ralen?
Mi pregunta le pilla por sorpresa, porque se congela en mitad del pasillo. Aún sin darse la vuelta, y sin mostrar interés por hacerlo, contesta encogiéndose de hombros:
—Supongo que está durmiendo.
Tras decir eso, me quedo sola de nuevo. Aunque mi cabeza no para de darle vueltas a lo de anoche. Quizá Lorie tiene algo de razón y no puedo esconder mi corazón en una caja, cerrarlo bajo llave y olvidarme de sentir, porque es totalmente imposible. Sólo que el miedo nunca se va. Me aterra salir lastimada si permito que otra persona descubra a la verdadera Siena.
La que ha venido a Londres a estudiar Astronomía cuando su verdadera pasión son las letras.
La que se ha pasado los dos últimos años echando de menos su hogar sin disfrutar de la vida.
La que huye del amor para no acabar rota.
¡Hola!
Agradezco un montón tener estos capítulos escritos desde hace tiempo, porque las últimas semanas están siendo complicadas para mí en cuanto a escritura se refiere. Llevo días con el ánimo bajo y la inspiración parece no brotar, y eso me empuja a la frustración, pero volvamos al capítulo.
¿Qué os ha parecido?
Admito que me siento un poco como Siena, intentando mantener los sentimientos bajo control. ¿Os pasa lo mismo?
¿Quién os llama más la atención: Elijah o Ralen?
Nos leemos, yo espero que más pronto que tarde 🧡
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