Cap. XIII
Aoi observó a Yushiro extrañada por su inevitable tartamudeo que no se inmutó en disimular, aunque a pesar de ello, no quiso indagar más, aún sabiendo que algo estaba sucediendo con él y la antes nombrada Kamado, pues cuando nezuko llegó, se limitó a toda costa a hablar de Yushiro o hasta siquiera mencionarlo.
—¿Nezuko? —repitió ella.
—Sí, Nezuko. ¿Está aquí? Necesito verla.
—Permiteme, iré a hablarle —da un paso para después detenerse—. Ven, entremos, puedes esperarla en el comedor.
—No hay problema, aquí esperaré.
—Como quieras.
La joven de coletas se adentro en busca de su amiga. Al llegar a la habitación, tocó un par de veces, recibiendo respuesta inmediata de la pelinegra.
—¿Nezuko? —Aoi la llama mientras abre la puerta.
—Oh, Aoi, ¿qué pasa?
La Kamado giró el rostro a ella mientras se encontraba organizando su cama para dormir.
—Alguien te busca.
—¿Ahora? Es muy tarde. ¿Quién es? —volteó para tomar una sabana que se encontraba tras ella.
—Yushiro. Él está aquí, vino a verte.
Su nombre resonó en sus oídos, acariciando su frágil corazón que había sido lastimado, intentando cubrirlo de nuevo para no mortificarlo. Se detuvo de hacer sus deberes y miró dudosa a la joven médico.
—¿Q-quién?
—Yushiro, el compañero de Tamayo.
—¿De verdad es Yushiro...?
—Sí, él te espera afuera.
—¡¿De verdad?!
Sus cejas se juntaron constreñidas, y su presión aumentó de golpe, provocando a sus pies correr de puntitas a la ventana, ladeando un par de centímetros la cortina para observar al exterior en busca del chico. Miró con cautela y al tenerlo en el centro de sus iris, su piel se erizó y su corazón no paraba de rogar por verlo de nuevo, era cierto, él estaba ahí.
—¿Qué está haciendo aquí?
Nezuko con la incertidumbre se apartó de la ventana y tomó asiento en la esquina de la cama.
—¿Crees que yo lo sé?
—Agh... —gruñó por lo bajo, llevando una mano a su mejilla—. No puedo verlo. Por favor, dile que estoy dormida.
Se levantó de la cama, volviendo a acomodar la sabana, dándole la espalda totalmente a su compañera, la cual captó los movimientos abruptos de la Kamado, parecía molesta y su voz nerviosa al responder solo le hacían pensar que había un problema entre ambos, pero no estaba segura.
—Nezuko, no sé lo que pase con ustedes dos, pero es mejor que salgas de una vez antes que se haga más tarde. Recuerda que Yushiro no puede quedarse hasta el amanecer y aquí dan los primeros rayos del sol.
—Aoi —se gira a mirarla con una almohada en sus manos—. No puedo verlo después de la última conversación que tuvimos. No terminó bien.
—¿Qué sucedió?... Ah, no quiero ser entrometida, pero, ¿le gustaste o algo así?
La ojirosada desvío la mirada, apretando la almohada. Las palabras de Aoi no eran tan lejanas a lo sucedido, pero no por parte de él, y era vergonzoso aceptarlo.
Ahora, no comprendía qué hacía él esperando a verla, ¿será que olvidó algo y vino a dejarlo? No, eso no era posible después de un mes.
—¿Nezuko, estás bien? —preguntó Aoi preocupada al ver a su amiga tan sombría.
Con el corazón latente, miró a la ventana un momento, deseando por verlo de nuevo, así su dignidad se aferrara a detener el arranque de sus emociones.
—No, nada de eso... —suelta un bufido—. ¿Sabes? Iré a verlo, después te contaré todo.
La Kamado se levantó de la cama y caminó a paso rápido sin mencionar algo más. Aoi la observó y hasta perderla de vista negó con la cabeza. Nezuko ha sido su amiga más cercana desde que Kanao no está en la finca, y le interesaba saber sobre ella y lo que le sucedía, hasta si alguien le había roto el corazón, ya que sí era así, ella le daría una lección a ese chico.
Sus pasos se hacían cada vez más cortos a la distancia de la salida, y el ritmo cardíaco le incrementaba a la par que sus manos sudaban, todo se encapsulaba en una bomba de tiempo. No podía hacerlo esperar más, y no hablaba de él, sino de su corazón que exigía mirarlo. Era una sensación demasiado bochornosa para un clima tan frío.
Respiró profundamente angustiada, mirando al techo un par de segundos para calmar su cuerpo que no paraba de temblar. Al bajar la mirada, tomó el atrevimiento de abrir el cancel y salir. El frío golpeó su rostro, y al dar dos pasos afuera, lo divisó. Él estaba en medio del patio, observando su salida. Los gestos ingenuos de su cuerpo reaccionaron dilatando sus ojos al compás de la interrupción de sus pensamientos que se detuvieron ante la presencia del joven Yushiro.
—Nezuko...
La Kamado se quedó estática un momento, y después de reaccionar, bajó los escalones dirigiéndose hasta el patio.
Yushiro apresurado se acercó a ella, permaneciendo a aproximadamente un metro de distancia. No hacía falta acercarse más para apreciar nuevamente la fineza con la cual ella había sido creada.
—Yushiro, ¿qué hace aquí?
El demonio frunció el entrecejo. Aún no había pensado en qué decirle, y eso era demasiado patético por su parte. Verdaderamente se sentía mal.
El viento revoloteaba las hojas de los árboles, provocando su caída y al mismo tiempo sacudiendo los brillantes y largos cabellos de su acompañante. Ella yacía con el rostro bajo, y en esa posición no podía apreciar el sentimiento exacto que reflejaba. Esperaba verla emocionada, o tal vez sorprendida, pero no daba esa impresión.
—!¿Por qué está aquí?! —lo observa.
La fatídica voz de Nezuko lo hizo reaccionar, sacudiendo sus ideas que no llegaban a ningún lado y al mismo tiempo causando un dolor inmenso en su pecho. ¿Por qué esa emoción se presentaba ahora?
—Lo siento... Lo siento mucho. Vine porque...
Bajó el rostro renuente; cómo podía mencionar querer verla cuando por su culpa ella se fue, cómo podía estar ahí parado si rechazó sus sinceros sentimientos. Era tan absurdo que posiblemente al escucharlo ella reiría.
Angustiado y casi sin respirar la miró nuevamente, encontrando sus brillantes orbes como pequeñas cometas, atentos y examinando lo que diría. Con esa inocente imagen de ella, algo dentro de él colapsó, llenando de fuego las estancias de su sangre y revolviendo sus venas, interponiendo sus oraciones formuladas con sus más profundos sentimientos, viendo a través de las palabras como una insolación.
—Nezuko.
Aquel demonio dio un pasó más a ella, pretendiendo levantar las manos para tomar su rostro, acto que impotentemente su cuerpo no podía hacer.
—Te necesito devuelta.
En sus fieros ojos florecieron destellos, construyendo un lazo con ella, profundizando más que la noche misma lo que Nezuko sentía. Era imposible sentirse arrepentido o culpable por querer a alguien que no es como él, no era pecado desearlo.
—Extraño verte en casa, justo a mi lado... —menciona levantando su mano derecha con afán de tocarla.
Nezuko se quedó en silencio, esperando el tacto de su amante mientras repetía en su memoria lo que acababa de oir. Una forma de amor que existe en silencio, es en un pacto secreto entre dos personas.
—¡Nezuko!
Una alegre voz provino por detrás del médico, interrumpiendo su conversación. La Kamado y Yushiro no apartaron la mirada al momento, no podían dejar de mirarse el uno al otro mientras era el momento perfecto de su confesión. Pasaron un par de segundos hasta que ella dirigió su vista al nuevo integrante que se posicionó a un lado del médico. Yushiro no volteó, ya sabía de quien se trataba. Solo se inmutó a bajar las manos y relajar sus ojos que ardían levemente por las emociones encontradas.
—Buenas noches, Nezuko, y... ¿Yushiro?
—Buenas noches, Agatsuma —le dice el pintor juntando suavemente el ceño y aún sin mirarlo.
—Oh, sí eres tú. Hace tiempo no te veo.
—¿Qué haces aquí, Zenitsu?... Es tarde —menciona la Kamado bajando la mirada claramente decepcionada.
—Vine porque... —esboza una bella sonrisa mientras lleva su mano a la de ella—. Quería verte.
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