Cap. XI
El demonio no apartó su mirada de aquellos dulces ojos que brillaban por culpa de él, podían apreciarse cada vez más cristalinos, y sus finas manos pálidas temblaban. Nezuko no podía escucharlo más, tampoco quería verlo, la confundía tanto que no tenía palabras para él. Agachó la cabeza suavemente y se llevó un mechón de cabello detrás de su oreja, ocasionando que el listón rosado que lleva como accesorio cayera al piso. Yushiro al darse cuenta, enseguida se agachó para levantarlo y sostenerlo por un par de segundos en su mano.
"¿Por qué hice eso?" fue lo que se preguntó al momento de levantarse. Seguido, miró a la Kamado, que aún posaba casi estática sin mencionar nada.
—Se te cayó... —le dice él.
Yushiro extendió su mano con el accesorio y Nezuko lo recibió, rozando sus fríos dedos con la palma del joven. Yushiro al percatarse la miró curioso. Ella tenía frío, era notable, y comprendía si estaba con los pies descalzos.
—Yushiro, no puedo seguir aquí. Ya quiero irme.
Yushiro negó con la cabeza y se acercó un paso a ella.
—¿P-por qué?
—No hay una razón.
—¿Es por lo que dije sobre Tamayo?
Al terminar su pregunta, Yushiro la divisó. Nezuko incómoda, frunció el ceño, mostrando su enfado por lo antes mencionado.
—¿Qué pretende que haga aquí? ¿Acaso le ha gustado que lave su ropa? ¿Que haga el almuerzo, comida y cena todos los días?
Nezuko mantenía un tono inclemente, algo inusual en ella, jamás la había visto de esa manera y verdaderamente no le agradaba. Aunque era cierto, se ha acostumbrado a ella a causa de la ausencia de Tamayo, y no podía decirlo, no quería lastimarla.
—¡No! No es eso, Nezuko.
—He estado a su lado durante más de dos meses, y aún sabiendo que ama a Tamayo, me interesé en usted. Sabía que no podía competir contra eso, pero no me detuve y quise hablarle, quería sorprenderlo con postres, porque creí que me daría al menos un cumplido, y le hacía preguntas aunque me ignorara o fuera grosero... Pero fui demasiado lejos, y esto nunca funcionará. No entiendo por qué lo hice.
El de orbes lavanda, se quedó en silencio, repitiendo en su cabeza, una y otra vez las palabras de la azabache. Era cierto que ella siempre ha sido atenta, amable y se ha interesado por él, pero nunca la tomó en serio, hasta ahora. No podía verla con los ojos que ella lo miraba, no existía ese sentimiento para comprenderla.
Al paso de los silenciosos segundos, los sublimes y casi inaudibles quejidos de la Kamado llamaron su atención. Ella miraba el piso y sus pestañas empezaban a brillar por las lágrimas que deslizaban de sus pómulos.
—Lo lamento mucho, no me había fijado en lo que hacías o las intenciones que tenías... —menciona preocupado—. Pero en verdad, quiero que te quedes conmigo, tu compañía es... Reconfortante.
—¿No escuchó lo que acabo de decir? No piensa en nadie más que en sí mismo.
—N-no, no es así...
—Ya no tengo nada que decirle —suspira ligeramente—. Me iré al amanecer, solo olvide todo. Descanse.
La joven cerró la puerta, dejando al médico solo y sin palabras, era complejo entender todo en un momento que pasó demasiado rápido.
—Nezuko...
En su cama, el joven demonio miró a la ventana, pensando en aquella dama que lloraba por él hace un par de horas atrás. Nunca nadie había se había interesado en él de esa forma tan peculiar, quizá era la primera vez que alguien lo hacía.
Recordó el momento en que ella llegó, los días donde se quedaron solos, cuando le preparó su comida favorita y las noches que hacía postres deliciosos que llenaban la casa de dulzor, sin olvidar cuando lo visitaba en su estudio para preguntar lo que hacía y después se quedaba ahí dentro sentada detrás suyo, riendo con las revistas que compraba cada que salía a hacer compras para la comida. Hizo tanto para llamar su atención y él hizo caso omiso a todo. Aún con todo lo que recordaba de ella, no conseguía entender el sentimiento que Nezuko desarrolló por él. Quizá si él fuese más amigable, tolerante o sentimental, estaría a la par de ella, compartiendo los mismos pensamientos.
—¿Por qué me empeño tanto en arruinar las cosas? Ella tiene razón, soy patético y egoísta...
Se volteó para acomodarse en la cama, quedándose dormido al poco tiempo.
Se dice que la ausencia causa olvido, y que el verdadero y firme enamorado aún así estará. Porque la soledad aviva su sentido.
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