Cap. VIII
El joven demonio nuevamente al interior de su estudio, se sentó sobre la silla frente a los cuadros de Tamayo, no tenía expresión en su rostro, sus ojos reflejaban tristeza, estaba exhausto, obligado a vivir una vida en la pesadumbre, en los reflejos de la monotonía y la nada.
—Me miró como se mira a través de un cristal, del aire o de nada. ¿Acaso eso soy ahora sin ti?
Ruidos extraños provenían afuera de su habitación, la luz del pasillo aún reflejaba por debajo de su puerta y era extremadamente tarde, la mujer se levantó de su cama con miedo, realmente no sabía qué podía pasar estando dentro de esa casa con Yushiro caminando en la noche.
Abrió la puerta y se asomó por el descanso de las escaleras, ahora las luces de la sala estaban apagadas igual que las de la cocina y el pasillo de la entrada, a excepción del estudio de Yushiro, este estaba nuevamente con la puerta entreabierta. Ella agachó la cabeza aliviado su temor, se dio media vuelta pensando volver a dormir, pero esa diminuta curiosidad en su ser la detuvo.
Bajó lentamente las escaleras y miró a los lados, se acercó al estudio de Yushiro y al no verlo se adentró, había pintura en el suelo y tal vez agua, no sabía con exactitud qué estaba pasando dentro de la estancia de ese chico.
—¿Qué pasó aquí...? —susurró preocupada.
—¿Necesitas algo?
El chico se recargo sobre el marco de la puerta, cruzado de brazos y con un gesto molesto.
—¿De verdad te gusta espiar, cierto?
—No. Vine por todo el ruido que hace, ¿sí sabe que yo duermo en las noches?
Molesta caminó hasta salir del lugar y subir nuevamente las escaleras, pero la mano del joven la detuvo con un agarre fuerte en su muñeca izquierda.
—Oye, Nezuko...
Las emociones la envolvieron en una burbuja tan grande que solo escucha los latidos de su su corazón fuertemente golpeando sus oídos y esa capa de frío en su cuerpo. ¿Qué estaba haciendo?
—¿Puedes venir?
El rostro de Yushiro como siempre seguía igual de exánime, aunque la diferencia eran sus ojos, no parecía molesto.
El joven jaló un poco de ella y Nezuko lo siguió sin decir nada, solo mirando la mano del chico sobre la de ella con preocupación y nervios.
—Creo que no me encuentro bien...
—¿Qué pasa?
—Estoy sintiendo muchas cosas desde que estás aquí... No sé si sea bueno.
Los pómulos de la Kamado se enrojecieron repentinamente, su pulso en ese instante se descontroló.
—Extraño a Tamayo más que antes y...
Al escuchar aquello, un ruido en sus oídos se hizo presente. Se había adelantado a muchas cosas que pensó mientras estaba sola en el festival. Pensó que sería bueno pasar un momento sola para aclarar sus sentimientos que cada momento nacía con más intensidad, pero estaba equivocada. Realmente ese hombre estaba empezando a gustarle.
—Me siento triste por eso...
Yushiro la soltó y dio un paso atrás.
—Me duele el pecho y no puedo...
Levantó la mirada suavemente con ojos afligidos.
—Llorar...
Lo desesperante del momento la consumió por segundos, pero su reacción amable de consolación se activó al verlo adolorido. No podía dejarlo así. Levanto un poco la mano pero algo le impedía ir a él, una nueva emoción. Él se sentó sobre su banco de madera y se llevó las manos al rostro, sus jadeos melancólicos se escucharon repentinamente mientras al mismo tiempo negaba la cabeza. ¿Qué debía hacer ella? Se sentía decepcionada.
Dio pequeños pasos hasta él, pasó sus manos sobre su cabello y lo abrazo con fuerza, atrayendo su rostro a su estómago, acto que Yushiro inmediatamente correspondió rodeando su cadera con ambos brazos. Era estrambótico tenerlo así.
—Llorar oportunamente nos hace estar presentes y validar nuestros propios sentimientos. Nunca te cohíbes de hacerlo, Yushiro.
Las lágrimas de sus diáfanos ojos de flor lavanda humedecían la bata que Nezuko poseía, era fina, tanto así que la marca de agua salda se agrandaba mientras más lloraba sobre ella.
Escucharlo llorar por desamor le rompía el corazón. No por la empatía, sino por lo que ella sentía.
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