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Cap. V


—¿Está bien, Yushiro?

—Claro.

—Lo veo muy distraído...

Había pasado una semana. No era la mejor, pero tampoco fue mala. Simplemente Yushiro no le causaba tantas molestias. Se ha mantenido distante, al punto de ni siquiera decir nada si Nezuko se adentra a su estudio a limpiar o si toca alguno de sus materiales de pintura. ¿Qué le estaba pasando? Le preocupaba verlo así. Lo primero que le llega a la mente es que siga en mal estado de salud, pero sus defensas han mejorado de manera sorprendente. No podía ser eso.

—Llévala a la finca mariposa, por favor —le entrega al cuervo una hoja enrollada—. Que Aoi lea esto lo antes posible.

El cuervo voló rápidamente, Nezuko cerró la ventana y se recargó sobre la pared. Era tarde, casi las 9 y ahora que recordaba, la cena aún no estaba lista.

Bajó con cuidado, pasando frente al estudio del demonio, no se escuchaba un solo ruido del cuarto, pero seguro él estaba allí, pintando como siempre. Al asomarse no podía apreciar lo que estaba retratando, parecía demasiado concentrado y a la vez dudoso de lo que hacía.

—¿De verdad te gusta espiar?

Su rostro enrojeció repentinamente y sus manos se entrelazaron para consolarse así misma.

—¿Qué es eso que pinta...?

—La cena aún no está lista.

—L-lo siento. Estuve un poco ocupada con otros asuntos y...

—¿Rosas o wisterias?

—¿Disculpa?

—¿Cuál eliges?

—Ah... B-bueno, a mí me gustan más los cerezos —dijo tartamudeando.

—Solo retrato la belleza —bufa.

—Los cerezos son lindos.

Él volteó a mirarla, levantó una ceja y luego volvió a lo suyo.

—Nunca me ha gustado el rosado, es un color horrible y demasiado llamativo. El morado es un color más discreto y cálido.

Nezuko miró su kimono y frunció el ceño. Se sentía ofendida de alguna manera.

—¿es alguna indirecta? El morado también es horrible —le dice ella saliendo del estudio.

Yushiro detuvo su pincel, cerró los ojos molesto y al minuto examinó la pintura. Si los ojos morados de Tamayo son hermosos, el morado también debía de serlo. ¿Quién se creía ella para decir tal cosa?

—Tu compañera otra vez no llegó —musitó Yushiro.

—Seguro tiene mucho trabajo —le dice mientras lava los platos.

—O tal vez te abandonó.

—¿Por qué haría tal cosa?

—No lo sé. Han pasado tres semanas.

Nezuko mientras lavaba un trapo en la cocina, volteó a mirarlo discretamente, al chico se encontraba recargado en el marco del cancel y la miraba fijamente sin decir nada, como si fuera aquel felino que lo acompaña cada noche y deambula por las habitaciones, sus ojos daban miedo junto su ceño levemente fruncido y su sombra era un misterio oculto bajo lo más claro.

—Nezuko...

La Kamado finalmente lo divisó, dejando el trapo húmedo sobre la mesa.

—Diga.

—¿Alguna vez te has enamorado?

La repentina pregunta la dejó pasmada. Lo intentó procesar pero no existía tal cosa en su vida.

—Bueno, no lo creo.

Bajó la mirada pasando el trapo húmedo sobre la mesa.

—¿Por qué su pregunta? —mencionó ella.

—Quería preguntarlo.

—¿Usted estaba enamorado de Tamayo, no es así?

Ambos fijaron sus miradas, se comían entre ellas de una forma indiferente. Yushiro no estaba en su mejor momento para pensarlo y Nezuko era bastante ingenua.

—¿Por qué quieres saberlo?

—He visto algunas de sus pinturas en su estudio. No son de cualquier persona...

—¿Has estado husmeando? —levanta una ceja.

—¡N-no! No es eso... —baja la voz—. Cuando limpio las veo, por eso lo dije.

—¿Te parece hermosa? —suelta rápidamente, apartando la vista.

—A los hombres como usted, ¿qué tipo de chicas les gusta? —inquirió ella de una forma sublime.

Era una pregunta inesperada. Jamás había pensado en la clase de mujer le atraía. Quizá solo Tamayo era diferente al resto de mujeres que llegó a tratar.

—¿Qué clase de hombre me consideras?

La Kamado lo observó de reojo, y él no apartaba sus ojos de ella. Su torpeza de Nezuko al hablar tan naturalmente le parecía agradable.

—¿Soy un hombre grosero?... O tal vez... ¿Uno egoísta? —musitó.

Su voz cambió repentinamente y posó sus manos sobre la mesa, desprendiendo intimidación sobre ella. Era un tipo enojón, pero esa actitud no le iba mal. ¿Por qué lo hacía?

Él se agachó a su altura y acercó su rostro a ella de forma coqueta. No dijo nada, solo la observaba. Nezuko apretó el trapo en sus manos con nervios y giró su mentón a él. Sus ojos realmente daban miedo, uno de esos temores que generan adrenalina y quieres que te consuma.

—Yushiro...












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