Cap. IV
El sol se ocultaba de apoco, ya no pegaban los rayos sobre las paredes de la casa, ni en las ventanas. Solo se podía admirar el resplandor opaco sobre las cortinas y el color naranja sobre estas. Con su mano acarició la cortina blanca de su habitación, la calidez del sol seguía ahí, juraba que sentía la sensación del astro en su mano, como si su piel aún pudiera tocarlo. Era desesperante vivir cohibido bajo los mantos de la noche y solo poder observar las estrellas y la repetitiva luna. Era cansado, cientos de días lo mismo y nunca admirar un amanecer, caminar bajo el atardecer o salir a conocer lugares inexplorados. Se giró y salió de su habitación, bajó las escaleras y ahí la miró; parecía concentrada tejiendo, o al menos parecía intentarlo. Sus cejas fruncidas la hacían ver graciosa.
—¡Esto es imposible! —avienta la tela a su lado.
—Pareces desesperada. Deberías dejar de hacer las cosas que no sabes.
La chica levantó la mirada, encontrándose con él.
—Es un gran consejo. Por esa razón debería irme de aquí.
—Nadie te detiene —tomó la tela y observó.
De la boca de la Kamado salió un suspiro y cruzó los brazos.
—Aquí hay un nudo. Si lo deshaces podrás seguir con el tejido. Cuando cruzas por encima... —el joven deshizo el nudo y le entregó la tela—, se hará un borde y quedará mal.
—Hum... —murmuró—. ¿Sabe tejer?
—Un poco. Sé hacer muchas cosas.
—¿Cocinar?
—Me gusta hacerlo.
—¿Lavar ropa?
—Si no lo hago ¿Quien más lo hará?
—¿Todo lo ha hecho usted solo...?
—Claro —la observa.
Los ojos de Yushiro no reflejaban nada al igual que su rostro. Desde que llegó se comporta de diferentes maneras, como si no pudiera expresar toda la soledad en su interior, o tal vez su felicidad de poder hablar con alguien. No sabía con exactitud la clase de chico que es Yushiro.
—¿Quiere cenar...?
—Sí —asiente él.
La Kamado estaba en la cocina, se escuchaba la cocción de la carne y un olor agradable le inundaba la nariz al doctor. Había pasado tanto desde que su hogar se veía animado o el rico olor de comida recién hecha se colaba en la casa. Se recargó en la mesa, manteniendo su mentón en una mano mientras miraba un folleto en la mesa.
—Es del festival de verano —le deja un plato a su lado—. Cuando fui a comprar arroz me lo dieron.
—Ya veo...
—Nunca he ido a un festival.
—¿Nunca? —bufa con una ligera sonrisa.
—Cuando era pequeña, mi hermano Tanjiro dijo que miró los fuegos artificiales con mis padres, fue cuando vendíamos carbón en la montaña, en esa ocasión ellos llegaron tarde. Mencionó que eran muy bonitos, como estrellas de colores bajadas de un arcoiris. Con mucho brillo —sonrie—. Me gustaría verlos.
—¿Cuándo es...?
—En dos semanas.
—¿Vas a ir?
—Oh, no. No creo...
—¿Por qué? No siempre hay festivales.
—No tengo con quien ir...
—No tiene nada de malo ir sola.
—¿Alguna vez usted fue solo? —lo observa.
La sonrisa burlona en sus labios se deshizo. Ella tenía razón. Nunca fue solo. Le gustaba ir acompañado de su amor imposible. Cuando Tamayo se arreglaba el cabello y le sonreía de la emoción. En esos momentos se sentía afortunado de haber accedido a casi ser inmortal. Todas aquellas veces que la miraba y en sus ojos se reflejaba el brillo de la pirotecnia. Era una desgracia no poder repetir aquello.
—Su comida se enfriará... —murmura la Kamado.
—Nezuko...
—¿Sí?
—¿Por qué no vas con tu hermano?
—Está muy ocupado con su familia —se lleva un mechón detrás de su oreja.
—¿Familia?
—Está comprometido con la hermana de Shinobu, Kanao.
—Ya veo...
—Esperan un bebé desde hace cuatro meses. ¿No le ha contado? Creí que se mandaban cartas...
—Seguro que lo escribió —baja la mirada—. Pero yo no leí ninguna carta.
—Oh...
—Lo siento. Quiero descansar un poco.
—Pero no ha comido nada —se le acerca—. ¿Se siente bien?
—Quiero dormir, Nezuko.
Yushiro se levantó de la mesa, Nezuko dio un paso hacía enfrente pensando en detenerlo, pero se detuvo. Él volteó a observarla, se miraron por un momento y luego ella asintió cabizbaja. No quería insistir. Sabe que es difícil para él superar la perdida de su compañera Tamayo. Lo entiende perfectamente.
—Vaya a descansar. Si necesita algo dígame...
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