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Cap. I


Se ciegan de la vida, de sus alrededores, totalmente ingenuos a un sentimiento. Absortos por el augurio que causan entre sí. Con qué tersa y dulzura levantaba del lecho en que soñaba profundas plantaciones perfumadas. Desearía pasear nuevamente sus dedos por esa piel, dibujar su eterno amor sobre su lienzo y recrear aquellas escenas perfectas grabadas en su memoria.

¿Por qué se le debía temer al amor? Si dicen que es lo más hermoso de la vida humana.

Lo sabía, estaba conciente de lo que pasaba, de lo que sentía y lo cegado que estaba. Y si alguien le pregunta, ¿qué cambiaría de su vida hasta el momento? Él respondería con franqueza. Desearía no recordar esos instantes de mirarla discretamente mientras ella se acercaba para decirle una excusa y así admirar sus ojos, ojos que lo llevaban al mismo cielo.


Han pasado cinco meses desde la caída de Muzan, desde aquellas partidas importantes, dejando a muchas personas desamparadas por el mal destino. Aunque todo era más ameno o casi superable, habían algunos desdichados que necesitaban de otros. Las mariposas seguían trabajando en la finca de la expilar del insecto, aún tenían trabajo por hacer como enfermeras, ayudando a cazadores que aún seguían en tratamiento o ayudando a los pueblos cercanos. No podían quedarse sin hacer nada, a Shinobu Kocho no le hubiera gustado.

Los hermanos Kamado permanecían separados por sus diferentes trabajos. Al principio fue difícil tomar esa decisión, pero al paso del tiempo era lo mejor para ambos. El nuevo trabajo de Nezuko era ayudar a las mariposas y aprender enfermería. Le resultaba difícil, pero no se rendía, quería ser igual de útil que las demás.

—¡Aoi! ¡Un cuervo entró!

—¡¿Cuántas veces he dicho que no puedes gritar, Kiyo?!

—¡Pero un cuervo está en el techo!

—¿Un cuervo?

Aoi miró al techo, y el ave oscura volaba en círculos sin detenerse, abriendo una y otra vez sus grandes alas y soltando un par de plumas al momento de aletear dentro de la habitación; sobre sus patas llevaba una hoja enrollada con un listón rojo atado. La mayor se llevó una mano a la cadera y la otra la levantó en dirección al cuervo, el animal se le acercó y se quedó sobre su hombro.

—¡Dame eso y sal de aquí!

—¡Es una carta enviada por Ubuyashiki Kiriya! ¡Es de suma importancia leerla y acatar las ordenes! —Exclamó el cuervo al momento de dejar el papel su sus manos.

—¿Kiriya?... ¿Qué necesita? —murmuró Kiyo acercándose a la mujer de coletas.

—Iré a leerla a mi habitación.

—Hum, entonces le pediré a Kanao que nos ayude con la comida.

—Sí. Está bien. Tengan cuidado.

Kanzaki tenía el presentimiento de algo aterrador. No dejando de lado la idea de otra horrorosa guerra o simplemente la noticia de una muerte inesperada. Ese pensamiento no saldría de su mente por mucho tiempo después de vivir toda esa masacre.

Se sentó sobre su escritorio y desdobló la hoja. Tenía miedo de las posibilidades de lo que podría ser, la textura de la hoja se sentía desgastada, tal vez por el camino que recorrió el ave, parecía que se había mojado, las letras estaban un poco borrosas y manchadas. Leyó lentamente, y entre más bajaba un gesto inconforme se hizo presente. No esperaba tal noticia, y no recordaba que siguiera vivo el tipo mencionado en la hoja. Ella tiene muchas cosas que hacer en la finca ahora que Shinobu no está y Kanao no puede ayudar mucho en su situación.

—¡Sumi! —Exclamó Kanzaki.

La pequeña entró a la habitación después de ser llamada, Aoi se levantó y miró pensativa a la ventana. No estaba muy segura de llevar compañía, en la finca hacía falta apoyo. Soltó un pequeño suspiro y miró a la pequeña.

—Por favor, ve con Nezuko y pídele que venga.

La niña desconcertada asintió y corrió por el pasillo en busca de la nombrada. La de coletas se dio la vuelta, miró sus pertenencias, pensando en lo que llevaría. En ese preciso momento la Kamado se asomó sobre el marco de la puerta. Aunque no lo expresara tenía temor. ¿Aoi la regañaría por algo? Por la voz de Sumi, asumió que algo malo había sucedido.

—Aoi ¿Me necesita?

—Nezuko, pasa.

La joven se adentró y cerró la puerta detrás suyo.

—Lee la carta sobre el escritorio. Es algo importante.

Atontada la Kamado tomó la hoja y empezó a leer. Al terminar miró a sus alrededores y dudosa preguntó:

—¿Qué necesita que haga, Aoi?

—¿Puedes acompañarme? Iremos a cuidar a Yushiro por petición de Kiriya —La observó—. Necesito una compañera que me ayude a darle los cuidados que necesita.

—¿De verdad tiene un problema tan grave...?

—Los demonios que dejan de beber sangre por un determinado tiempo se debilitan y pueden llegar a morir si no reciben alimento a tiempo.

—¿No es peligroso? Es un demonio...

—Ubuyashiki lo ha visitado. Así que aún debe estar conciente.

—¿Y por qué tiene ese problema?

—No lo sé —se cruza de brazos.

—Yushiro... ¿Yushiro es...?

—Era el compañero de Tamayo.

La Kamado asintió lentamente intentando recordar sus vagas imágenes de ambos.

—Partiremos ahora mismo mientras aún es de día. Si llegamos antes es mejor. Aquí me necesitan y no puedo irme por tanto tiempo. Por favor, lleva lo que en verdad ocupes. Nos quedemos algunos días allá.

—De acuerdo. Iré por mis cosas.

Nezuko salió de la habitación y caminó a su cuarto. No estaba segura de ir, sus habilidades como enfermera no eran las mejores, ni siquiera sabía inyectar a una persona. Y ver a Yushiro después de tanto le preocupaba. Lo recuerda vagamente con mucho aprecio y respeto, quizá por ser quien ayudó a su hermano y a ella cuando lo necesitaban. Aunque, después de todo este tiempo siendo una persona consciente, nunca ha hablado con él, ni siquiera le ha mandado cartas para agradecerle, solo lo vio aquella vez en la que visitó a Tanjiro mientras se recuperaba de sus heridas después de la pelea contra Muzan. Aunque se veía bastante triste. 











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