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ᴜɴᴏ (ᴘᴀʀᴛᴇ ɪ)

Jimin era un omega, uno muy tierno y atractivo. Tenía las manitas pequeñas, los ojos de color café y unas cejas bien definidas de color castaño casi rubio. Su cabello era rosa natural, pero no un rosa chillón más bien un rosa suave. Ya que al venir de una familia de omegas puros su ADN era muy diferente al de los demás omegas. Por eso mismo, su aroma era uno de los más dulces y atractivos, era como fresa combinado con miel. Muchos decían que la reproducción entre omegas era imposible, pero su linaje era un claro ejemplo de que eso no era cierto. Sus padres tanto como sus abuelos eran omegas, y como su abuelo Lee Minhan le había contado, también lo eran sus bisabuelos y tatarabuelos.

Vivía en Busan, un pequeño pueblo de Corea del Sur. Allí, el clima siempre fue agradable, en el verano no hacía demasiado calor y en el invierno el frío era aceptable.

El era un omega muy codiciado, tanto por Alfas como por Betas. E incluso de omegas, un par de ellos se le habían declarado. Ir a la escuela se le empezó a ser muy difícil, no solo por los admiradores que tenía, si no por las múltiples palabras de mal gusto que le daban algunos Alfas cada vez que pasaba cerca. Palabras que con el tiempo se volvieron grandes agarrones de trasero y comentarios aun más morbosos.

Para evitar esos malos comentarios, Jimin empezó a usar neutralizador y ropa de unas tallas más grandes. Pero, aun así, había gente que lo molestaba. Más de una vez les había respondido a esos alfas imbéciles, como solía llamarles el. E incluso había llegado a pelear físicamente con Betas. Podría ser lindo, pero no por ello menos peligroso. Tenía todos sus sentidos más agudizados que los demás, era ágil, rápido, ligero y muy bueno para escabullirse. Era un perfecto mentiroso y demasiado experto en salirse de líos como también para meterse en ellos.

Con el tiempo, fue cada vez odiando más el instituto. Ese lugar que cuando pequeño le había encantado tanto, ahora era el mismísimo infierno con demonios y todo. Pero aun así no se rindió, su meta era lograr quedar en una de las mejores universidades e incluso quizás hasta ganar una beca para la universidad de Seúl. Sus calificaciones eran casi perfectas y tenía varios talentos; se le daba bien el arte, la pintura. Además, él era maravilloso bailando.

Y como todo trabajo tiene su recompensa, Jimin recibió muchas propuestas. Universidades le daban a escoger la carrera que quisiera con todos sus gastos pagos. Y como soñó, recibió una de Seúl. Por fin el sueño de ser arquitecto, para Jimin se haría realidad. Sus padres muy tristes, pero a la vez alegres le dejaron perseguir sus sueños. Le regalaron un pequeño departamento cerca de la universidad y lo trasladaron con mucho cariño. El departamento era pequeño, pero no asfixiante.

Su amiga Rosé, una Beta fuerte que probablemente sería Alfa se fue a vivir junto a él. Rosé fue una de sus pocas amigas verdaderas. Se conocieron en el jardín de niños, Jimin estaba llorando porque un Alfa le había dicho "gordo". Ya que en ese tiempo Jimin era un Omega que comía muchos dulces sin importarle el ganar peso. Rosé lo había defendido gritándole al niño que él era un feo y débil Alfa. Luego de ello ambos se hicieron inseparables, y como Rosé también había sido aceptada en la universidad de Seúl aprovecharon el momento para irse a vivir juntos.

Llegó el tan ansiado día. Jimin arribó a la institución un poco antes junto a Rosé para pasar a recepción para recibir su horario y materias asignadas. Obviamente antes de salir había rociado una botellita entera de neutralizador en él y se había puesto un suéter color crema lo suficientemente grande para que le cubriera el trasero. Unos Jeans negros levemente ajustados y unas vans negras. A pesar de arreglar su aspecto no faltaba uno que otro Alfa descarado que lo piropeaba, los cuales se dedicaba a reprender seriamente con la ayuda de Rosé. Ambos vieron sus números de taquilla y supieron que era el momento de separarse.

— Cualquier cosa, solo llámame Jimin. Nuestros horarios hoy no coinciden, pero puedo venir a buscarte luego — Rosé acarició su cabello.

— Sí — asintió — no te preocupes. Ve, no quiero que llegues tarde por mi culpa.

— Bueno, nos vemos luego cariño — Se despidió dejando un beso en su mejilla.

Jimin solo puedo ver como esta partía. Caminaba segura, con la cabeza en alto ignorando a todos. A veces, Jimin deseaba ser como ella; fuerte sin importarle los comentarios ajenos. Rosé nunca se había dejado llevar a pasar, ella siempre creía que tenía la razón y la tenía.

Se dio la vuelta y caminó viendo de reojo las casillas a su lado que cada vez iban disminuyendo en número acercándose más al suyo. Hasta que llegó a su casillero parándose en frente y asegurándose un par de veces si estaba en el correcto para luego comenzar a ordenar sus libros No quería tener que cargar las cosas todo el día. Tomó solo una de sus libretas y sus lápices. Cuando estaba a punto de cerrar la taquilla, lo sintió. Un leve aroma a chocolate y pino, que daba la sensación de estar en un bosque lleno de pinos bebiendo chocolate caliente.

Se quedó estático . No se atrevió a moverse, no podía hacerlo. En ningún momento despegó su mirada de su taquilla. Sentía sus mejillas arder y su cuerpo tiritar levemente. Cuando el aroma se fue haciendo cada vez más fuerte, giró su cabeza un poco. Allí, sus grandes ojos marrones se encontraron con unos oscuros como la mismísima noche.

El dueño de aquellos ojos era el mismo del tan atractivo olor. Un chico alto, una cabeza más grande que él. Tenía el cabello incluso más oscuro que sus ojos. Vestía un gran chaleco y vaqueros negros, ajustados y rasgados en sus rodillas. Botas militares negras y una mascarilla del mismo color. Cargaba una mochila del mismo color que toda su ropa en uno de sus hombros. En el brazo contrario traía algunos libros y tenía audífonos puestos. Pero al parecer, el chico estaba más ocupado en observarlo que en escuchar la música.

Fue como si el mundo se parara para ambos. La gente en los pasillos se limitaba a mirarlos curiosos o simplemente a huir, después de todo estaba Min Yoongi allí. Nadie los molestó, fue como si todos se dieran cuenta de la gran conexión que había creado Yoongi junto al Omega nuevo.

El Alfa estaba estático, a tan solo unos cuatro metros de él. Por lo que, aprovechando el momento, cerró su taquilla rápidamente y corrió por el pasillo. No sabía si el Alfa lo estaba siguiendo y tampoco quería girarse a comprobarlo. Chocó con algunas personas como en las películas clichés, pero tampoco le importó, ni siquiera se tomó la molestia de pedir disculpas. Después de correr un rato más y asegurarse de que el alfa estaba bien lejos mirando para atrás, caminó hasta su primera clase.

Ni siquiera procuró cambiar la contraseña de su casillero, eso era lo de menos y lo último que se le había pasado por la cabeza. Ahora esperaba que no todos tuvieran la misma y a alguien se le ocurriera hurgar entre sus cosas.

Joder, el Alfa más atractivo que alguna vez vio, con el aroma más adictivo del mundo había estado justo en frente de él. No había visto todo su rostro por la mascarilla, pero estaba seguro que el Alfa tenía un rostro tan atractivo como su cuerpo. Y lo peor, o mejor, era que el Alfa lo había notado. Por dios, ¡Se le había quedado mirando como imbécil! Era obvio que lo notaría.

Al Llegar pudo ver unas cuantas personas, pero las ignoró y se ubicó en unos de los primeros puestos, el cual se encontraba al lado de una ventana. De a poco el salón se fue llenando hasta que llegó un hombre alto, el cual se supone que debería ser el profesor. Pero Jimin en vez de poner atención a su primera y más importante clase, se encontraba pensando en el Alfa, mirando perdidamente la ventana.

El día pasó lento para Jimin, curiosamente no se volvió a topar con aquel alfa, Y en las siguientes dos clases pudo poner un poco más de atención. A la última hora, fueron unos chicos de último año a darles la bienvenida. Allí pudo conocer a Hoseok, un Alfa alegre. En ningún momento este le coqueteó o le dijo algo irrespetuoso sobre su aspecto, y eso, era genial. No todos los días encontraba un buen Alfa, Intercambian números y después de la bienvenida pudo marcarle a Rosé para que fuera por él.

Rosé y él solían fingir que eran pareja, por el bien de ambos. Ya que su amiga era la única capaz de alejar las miradas de los Alfas y él, por otro lado, evitaba que las y los omegas se le acercaran mucho. Al igual que el omega, la Beta había recibido un regalo de sus padres, un auto. El mismo en que lo fue a buscar y el mismo en que llegaron a su apartamento.

Decidieron, como era su primer día de clases, pedir pizza y obviamente Rosé como la buena amiga que era, había ido a recibir la comida. El olor a alfa se colaba por la puerta y ambos prefirieron evitar problemas. Aunque Jimin no contaba con que el chico coqueteara con Rosé, y tampoco contaba con que esta se sonrojara.

El Alfa fue tan torpe que dejó caer el cambio, y ambos al agacharse a por el - Rosé y el chico - chocaron sus cabezas.

— Lo siento — rió el Alfa.

— No te preocupes, gracias por la comida — respondió Rosé riendo igualmente.

Al final el Alfa se terminó yendo terriblemente avergonzado y Rosé llegó con la pizza en la mano y la cara ardiendo.

— Uhhhh — Canturreo Jimin — ¿Qué ha sido todo eso?.

— No sé. Dios que vergüenza — Murmuraba Rosé mientras movía una mano enviando aire a su caliente rostro — ¿Has visto lo guapo y fuerte que era ese Alfa?.

— Lo único que vi fue a un chico torpe y a una Rosé roja y avergonzada — río tomando una rebanada de pizza que estaba encima de la pequeña mesa de la sala.

— Creo que me he enamorado — Bromeó Rosé tomando una rebanada también.

— Uy, hablando de enamorados... Me topé con un Alfa hoy — Susurró esto último con las mejillas coloradas.

— ¿Te hizo algo? — Preguntó con preocupación, Jimin juraría que por un momento vio los ojos cafés de Rosé tornarse azules de un color intenso.

Eso solo significaba una cosa, la presentación de la chica se aproximaba. Pronto sabrían si es Alfa u Omega. Las personas solían cambiar el color de sus ojos a los de su lobo cuando estaban enojados o excitados. En este caso, Rosé estaba levemente enojada. Ella había sido testigo de lo mucho que él sufrió cuando pequeño por los comentarios de los demás. Ella lo amaba, era como un hermano y nunca se perdonaría que algo le pasara.

— Me robó.

— ¡¿TE ROBÓ?!

— El corazón Rosé - Suspiró

— Mierda, Jimin. Me asustaste, pensé que de verdad te habían hecho algo.

— Lo hubieras visto. Era demasiado guapo, voy a llorar — el omega finge sollozar.

— Te ha pegado fuerte el amor. Ten cuidado Jimin, sabes como es la gente. Sobre todo esos Alfas imbéciles.

— Amiga, de verdad. Sentí como una conexión con él. Tiene que ser mi pareja destinada.

— Solo te diré que tengas mucho cuidado Jiminnie. Sabes que yo te quiero mucho y si alguien te hace algo no dudare en destrozarlo.

— Oye, creo que te presentaras pronto — Dijo preocupado Jimin

— ¿Por qué lo dices? No lo he hecho en 19 años. Es un poco ilógico que lo haga ahora.

— Hace un rato, te cambió el color de los ojos. Además, hay gente que lo hace más tarde que otros.

— No lo sé. Lo único que sé ahora es que tengo sueño y mañana madrugo — Dijo la Beta levantándose y yéndose a su habitación.

— Tu primera clase es a las diez, no jodas. Eso no es madrugar.

— Eso si es madrugar Jimin, quita horas de mi sueño de belleza. Así que buenas noches — Cerró la puerta.

Jimin negó con la cabeza mientras se paraba de igual forma. Tomó las cosas y ordenó el pequeño desorden de sala antes de irse a la cama. Un insomnio horrible no lo dejaba dormir. El recuerdo del Alfa estaba literalmente bailando en su mente, repitiendose una y otra vez. Recordó su aroma, chocolate y Pino. Ronroneó. Y finalmente se durmió con el anhelo de ver a aquel Alfa mañana. Quizá y se atrevía a saludarlo.

He aquí el primer capitulo, espero y les haya gustado.

Sin más nos vemos en la próxima actualización, intentare que ello sea pronto.

- Peach

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