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10; only the brave

🌷𓏲࣪ ִֶָ﹫៹ it's a church of burnt romances & i'm too far gone to pray









En el fondo, Emma sabía que la imagen perfecta de mujer que mostraba al mundo no era del todo cierta. Había momentos en los que sentía algo más allá de la admiración por las personas a su alrededor, especialmente por algunas mujeres.

Pero siempre había ignorado esa parte de sí misma. Había crecido bajo un manto de certezas que nunca cuestionó. La vida se presentaba ante ella como una sucesión de pasos claros: estudios, carrera, matrimonio con un hombre y, por supuesto, hijos. Con la vida tradicional que parecía ser la única forma de alcanzar la felicidad.

La idea de ser diferente la aterraba, y pensaba que el amor debía ser algo sencillo, pero no le ocurría de esa forma. Había aprendido a desconectarse de esos sentimientos, a callarlos, a encerrarlos en un rincón de su mente donde no pudieran lastimarla, a comportarse, a sonreír en las situaciones correctas, a abrazar las expectativas que su familia y la sociedad le imponían. No había espacio para la duda, ni para los pensamientos que, en los rincones más oscuros de su mente, comenzaban a germinar.

La luz tenue de la lámpara de la mesita de noche iluminaba la habitación de forma suave, creando un ambiente acogedor y relajado. A través de la ventana, la luna llena se asomaba por encima del horizonte, lanzando sombras alargadas sobre el suelo.

Emma estaba recostada de espaldas, mirando el techo con la mente a mil por hora. A su lado, Chappell también permanecía en silencio, pero la rubia podía sentir la presencia de la otra chica junto a ella. Se sentía segura, pero algo dentro de ella seguía inquieta. Después de semanas de no poder dejar de pensar en ella, por fin estaban juntas, y aunque había un sentimiento de felicidad en su pecho, había algo más, algo que no podía identificar. La ansiedad, tal vez. O la emoción. No estaba segura.

El miedo la seguía acechando, como una sombra al acecho, cada vez que pensaba en lo que realmente estaba ocurriendo entre ellas. No sabía si era miedo a lo desconocido, a los sentimientos que nacían en su interior, o tal vez, si aún no estaba lista para enfrentarse a lo que su corazón le decía.

—¿estás despierta? — murmuró, incapaz de dormir.

La respuesta llegó casi al instante, como una señal de que había estado esperando a que hablara.

—Sí, ¿qué pasa?

Emma giró un poco la cabeza, buscando los ojos azules en la oscuridad. Aquella chica que parecía tenerlo todo claro, que nunca había dudado de sí misma, de lo que era, de lo que quería. Pero ella aún no tenía esas respuestas.

—Es solo que... me siento rara —, dijo, bajando la voz, casi como si temiera que las palabras pudieran hacerla más real.

Chappell se giró hacia ella, moviéndose para mirarla mejor.

—¿Rara? ¿En qué sentido? — su voz estaba suave, tranquila, como siempre, como si su presencia pudiera calmar cualquier tormenta.

La rubia suspiró, buscando las palabras correctas.

—No sé. Es como si todo fuera nuevo... y no sé si estoy preparada para esto. Para nosotras. A veces siento que estoy haciendo algo mal, o que me estoy apresurando. No quiero confundirme... ni confundirte.

La chica la miró un momento, procesando sus palabras. Emma no podía ver bien su expresión en la oscuridad, pero podía sentir su mirada fija en ella. Después de unos segundos, Chappell habló, con esa calma que siempre había admirado.

—No tienes que tener todas las respuestas ahora —, dijo, tomando su mano suavemente. —No tienes que saberlo todo. Lo que sea que estemos viviendo, está bien. Y si te sientes confundida, está bien también. Yo no tengo todas las respuestas, y aun así estoy aquí. Estoy aquí porque quiero estar.

Emma cerró los ojos, sintiendo cómo el calor de la mano de Chappell la tranquilizaba. Pero aun así, la incertidumbre seguía allí.

—Es solo que... no me había dado cuenta de lo mucho que esto me importa. Y eso me asusta.

La pelirroja se acercó un poco más, sus rostros casi tocándose.

—A veces, las cosas que más nos asustan son las que más nos importan. Pero te prometo que no tienes que tener miedo. No voy a presionarte para que seas algo que no eres. Solo... quiero que seas tú misma. Sea cual sea la forma en la que eso se vea.

La miró, viendo cómo las palabras de Chappell parecían atravesar la niebla de sus dudas. Por un momento, se sintió más ligera, como si un peso invisible se hubiera levantado de su pecho.

—¿Y si esto es solo una fase?, — preguntó, con un hilo de voz. —¿Y si solo es algo temporal?

—Solo el tiempo lo dirá. Pero lo que importa ahora es que estás aquí. Y yo también. Y no estamos solas en esto. No tienes que tener miedo de sentir lo que sientes — sonrió suavemente, su rostro iluminado por la luz de la luna.

Emma cerró los ojos, dejando que esas palabras se asentaran en su corazón. A veces, el miedo a lo desconocido era más fuerte que la esperanza, pero tal vez no necesitaba tener todas las respuestas ahora. Tal vez, solo necesitaba vivir el momento, disfrutarlo, sin apresurarse a etiquetarlo.

—Gracias —, susurró, sus palabras casi ahogadas en la cercanía de ambas —Gracias por estar aquí.

Roan la abrazó, envolviéndola en una calidez que hizo que el miedo fuera más pequeño, menos importante.

—Siempre estaré aquí. No tienes que temer.

Después de un rato en silencio, Emma se apartó ligeramente y miró a la chica con una sonrisa traviesa en el rostro.

—¿Sabes qué? A veces, cuando estoy contigo, me siento como una niña tonta.

Chappell se echó a reír, suavemente, pero con esa risa que le hacía que el corazón se acelerara.

—¿Por qué dices eso?

Emma se sentó sobre la cama, abrazando sus rodillas contra su pecho.

—Recuerdo la primera vez que me di cuenta que me gustabas. Yo no tenía ni idea de cómo reaccionar. Estaba tan nerviosa que me caí por las escaleras al intentar huir.

—¿De verdad? — se quedó en silencio por un segundo, como si no lo creyera.

Asintió con una sonrisa cómplice.

—Sí. Y lo peor fue que en lugar de sentirme avergonzada, me sentí increíblemente feliz. No podía dejar de pensar en ti durante días.

Chappell se rió de nuevo, esta vez de forma más abierta, como si esa anécdota la hubiera relajado aún más.

—No puedo creer que te caíste por las escaleras. Eso es... bastante estúpido.

Emma rió también, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba al recordar ese momento tonto, pero tan lleno de emoción.

—Lo sé, pero lo peor es que Renee estaba ahí, y le dije que todo estaba bien, como si no hubiera sido un desastre total. Fue tan vergonzoso.

La pelirroja se acercó a ella, acariciando su brazo suavemente.

—Me imagino que entonces ya sabías que me gustabas. Y que todo iba a ser perfecto, incluso si las escaleras no estaban de acuerdo.

Emma se mordió el labio, la risa desapareciendo en un susurro.

—Nunca pensé que podríamos estar aquí, ahora. Juntas, en este lugar tan... extraño, pero tan perfecto.

— Lo bueno de todo esto, es que no importa cómo llegamos aquí. Lo que importa es que estamos aquí, ahora — la miró con una suavidad que hizo que su corazón se acelerara de nuevo.

Sintió una oleada de emoción. En ese momento, todo parecía claro. El miedo y la duda seguían siendo parte de su viaje, pero algo en su interior le decía que, tal vez, valía la pena dejarse llevar por todo eso. Por Chappell. Por ella misma.

—Lo que dije la otra noche fue cierto... te quiero —, dijo, y la palabra salió tan fácilmente que ni siquiera tuvo que pensarlo demasiado.

Chappell la miró sorprendida, pero una sonrisa llena de cariño apareció en su rostro.

—Yo también te quiero. No tienes que decirlo si no te sientes lista, pero me hace feliz que lo hayas dicho.

— Nunca pensé que diría algo así. Y aquí estamos, a mitad de la noche, entre risas y algo de miedo. Pero estoy feliz — Sonrió tímidamente.

— Y yo también —, respondió, inclinándose un poco hacia ella, como si le estuviera ofreciendo todo su ser en ese pequeño espacio entre ellas.

La noche estaba llena de promesas, de risas y de un cariño que florecía lentamente, como un nuevo amanecer.

—¿Sigues despierta? —murmuró, casi en un susurro, rompiendo el silencio de la habitación.

Ella no tardó en responder. Su voz raspa, grave, pero cálida, casi como un suspiro.

—Sí. No puedo dejar de pensar en algo.

Emma giró hacia ella, encontrando sus ojos en la penumbra, brillando con una intensidad suave, como si el mundo entero se hubiera encogido a esa pequeña burbuja de espacio entre ellas.

—¿En qué?

Chappell se acomodó un poco más en la almohada, buscando las palabras.

—Es que... esto está pasando tan rápido. Me asusta, pero a la vez no quiero que se detenga. No quiero perder esto.

Emma sonrió, un poco sorprendida por su sinceridad. Sabía que era un poco reacia a abrirse, siempre tan cuidadosa con sus emociones.

—Yo también siento lo mismo—, confesó, su voz ligeramente más fuerte que la de ella — A veces me pregunto si esto es real o si voy a despertar en cualquier momento.

Roan se inclinó hacia ella, buscando su mano, tomándola suavemente entre las suyas.

—No quiero que sea solo un sueño. No quiero que esto se acabe.

Sintió el calor de su toque, y aunque su cuerpo aún estaba rodeado por la fragilidad de la duda, algo en su interior se tranquilizó.

—Creo que es real. Si no lo fuera, no sentiría todo esto... esta calma que tengo cuando estoy contigo. Como si el resto del mundo ya no existiera.

Ambas se quedaron en silencio por unos segundos, como si las palabras ya no fueran necesarias, solo el estar allí, juntas, bajo el mismo techo, compartiendo ese espacio.

—Chappell —, dijo Emma , alzando la vista hacia ella. — ¿Alguna vez pensaste que alguien como yo podría llegar a ser importante para ti?

Ella sonrió, esa sonrisa que tanto la había cautivado desde el primer día.

—No sé si lo pensaba, pero ahora lo sé. Cada vez que te veo, me doy cuenta de lo mucho que me importas. Más de lo que creí posible.

El aire en la habitación parecía haberse detenido por un momento, y Emma sintió que su corazón latía más fuerte. Sin pensarlo, se acercó un poco más a Roan, rozando su mejilla con la suya.

— Es extraño, ¿verdad? — murmuró la rubia, bajando la voz, como si compartiera un secreto —Cómo todo parece tan claro cuando estamos juntas. Como si todo tuviera sentido de repente.

Chappell la miró fijamente, con una expresión que dejaba entrever una mezcla de curiosidad y ternura.

—Sí. Es extraño, pero me gusta. Y no quiero que cambie.

—Yo tampoco. — cerró los ojos, disfrutando del momento, de la calidez de su presencia a su lado.

El silencio se alargó de nuevo, esta vez más cómodo, más natural. Ambas sabían que no necesitaban hacer más preguntas, ni buscar más respuestas. Estaban en el mismo lugar, compartiendo una conexión que era más profunda de lo que habían anticipado.

Finalmente, emma  rompió el silencio con una sonrisa traviesa — ¿Sabes qué? Creo que te acabas de convertir en mi persona favorita.

La pelirroja se echó a reír suavemente, y su risa llenó la habitación, deshaciéndose de cualquier vestigio de duda.

—¿De verdad? Bueno, en ese caso, seré muy cuidadosa con el privilegio.

Ella se giró hacia la chica, abrazándose a su lado.

—Solo asegúrate de no arruinarlo.

—Lo prometo — , dijo, y por un momento, las palabras sobraron. Solo el sonido suave de sus respiraciones llenaba la habitación. Emma cerró los ojos, dejándose llevar por la tranquilidad del momento.

—Me gustan tus tatuajes — murmuró adormilada, uno de sus dedos jugando débilmente con su cabello.

Chappell soltó una suave risa, bajando la mirada.

—Es el cumplido más extraño que me han hecho.

—Las personas no suelen notar muchos detalles— hizo una pequeña pausa para ver al rostro de la chica — como por ejemplo; tus ojos son de un color azul muy diferente a los míos.

Las mejillas de la chica se tornaron rosas bajo la atenta mirada de Emma. Con cuidado deslizo uno de sus brazos sobre su cintura, atrayéndola a su cuerpo. Chappell cerró los ojos, buscando las palabras adecuadas.

La conversación a medianoche había dejado una huella, una promesa silenciosa de que lo que estaban viviendo no solo era real, sino que era algo por lo que valía la pena esperar.

Sin embargo, algo se sentía diferente en el aire. Emma podía notar la pequeña distancia que había aparecido entre ellas, un espacio que no se podía tocar, pero que se sentía como un muro invisible. Algo pesaba sobre sus hombros, aunque no lo había dicho.

—Tengo que hablar contigo sobre algo importante — la tristeza en su voz era inconfundible.

Emma se giró hacia ella, sintiendo una pequeña presión en el pecho.

—Claro, ¿qué pasa?

—Creo que... volveré a Missouri — soltó después de unos segundos con nervios.

La sonrisa de Emma se desvaneció.

—¿Qué? ¿Por que? ¿Es por mi? — respondió rápidamente, intentando alejarse del fuerte agarre en su cintura.

—No, claro que no — negó con la cabeza, — las cosas no están funcionando, Emma. Pensé que solo era un mal momento, que casi lo lograba pero... mi carrera no está yendo a ninguna parte y vamos a ser honestas, ambas sabemos que probablemente nunca lo haga — hizo una pausa para sentarse sobre el colchón — mis padres creen que debo volver. para que lo intente allí, donde las cosas son más simples.

El mundo de Emma pareció detenerse por un segundo. Un nudo se formó en su garganta y su estómago se retorció. ¿se iba? ¿Regresaría a su pueblo natal, dejando atrás todo lo que habían compartido?

Emma suavizó su mirada, sus manos juntas en su regazo. No podía hacerle eso, sabía que era egoísta pensando de esa manera pero no podía evitarlo. No quería perderla, no ahora que por fin comenzaba a aceptarlo.

—¿Regresar a casa? — repitió, sin poder comprender por completo lo que escuchaba —Pero... ¿y nosotras?

Chappell desvió la mirada, como si cada palabra le costara un esfuerzo.

—No quiero que esto te haga daño, pero mis padres me necesitan, y no quiero dejarlo todo por seguir persiguiendo algo que tal vez no pase aquí. Quizás lo mejor sea regresar, estar cerca de ellos, y... ser realista.

Emma sintió cómo una presión creciente invadía su pecho. Quería entender, pero las emociones se entremezclaban de forma caótica.

—Pero... ¿y tus sueños? ¿Y todo lo que has trabajado por conseguir aquí? ¿Todo lo que has luchado?

La miró con ojos tristes, su rostro mostrando la lucha interna que sentía.

—Es que... no sé qué más hacer. Siento que estoy perdiendo la oportunidad. Y si me quedo aquí más tiempo, me voy a quedar sin recursos para seguir intentándolo. Mi familia... ellos lo ven de otra manera. Quieren que regrese, que lo intente allí. Y yo, tal vez, necesito eso también.

Emma se quedó en silencio, procesando lo que había dicho. Era claro que Chappell estaba luchando con su decisión, y eso la lastimaba. No quería que se fuera, no quería perderla. Pero al mismo tiempo, comprendía la necesidad de cuidar sus sueños, de volver a sus raíces.

—¿Y cuándo te irías? — , preguntó, la voz apenas un susurro, como si temiera escuchar la respuesta.

—En unos días, — respondió, con un tono resignado — todo se ha acelerado, y la oportunidad para regresar es ahora. Mis padres ya me están esperando.

Un pesado silencio llenó la habitación, y no pudo evitar que su mente comenzara a dar vueltas, buscando alguna forma de detener lo que parecía inevitable. Después de unos segundos de silencio, Emma, con una nueva determinación en la mirada, tomó la mano de la chica con suavidad.

—¿Y si no tuvieras que irte? —dijo, casi sin creer lo que estaba proponiendo — ¿Y si pudieras quedarte, aunque sea un poco más, para seguir persiguiendo tus sueños?

Chappell la miró confundida, sin entender.

— ¿Cómo podría quedarme? No tengo suficiente dinero para seguir aquí, y las cosas no van bien. Necesito regresar.

—Escucha, — continuó, su voz más firme ahora. —¿Y si te mudas conmigo? Puedo ayudarte a pagar el alquiler, compartir los gastos. Así podrías ahorrar un poco más, seguir buscando oportunidades aquí, sin la presión de tener que regresar a casa. No quiero que te vayas. Quiero que tengas tiempo, el tiempo que necesites.

La miró sorprendida, como si las palabras de Emma no tuvieran sentido al principio.

—¿Qué? ¿Estás segura de que quieres hacer eso? ¿Te parecería bien que nos mudáramos juntas?

Emma asintió, mirándola con firmeza.

—Sí. Lo estoy. Sé que esto no es fácil, pero quiero que tengas una oportunidad más. Si no lo haces ahora, quizás nunca lo hagas. No quiero que te vayas porque sientas que no puedes seguir aquí. Si te mudas conmigo, podremos ahorrar, y tú podrás dedicarte a lo que amas sin tanta presión.

Sus palabras hicieron eco en el corazón de Chappell, y ella se quedó en silencio, procesando todo lo que estaba ofreciéndole. Era una oferta inesperada, una que ni siquiera había imaginado. Pero al mirar la sinceridad en los ojos de la rubia, sintió una chispa de esperanza. Tal vez había una manera de seguir luchando por su sueño sin tener que abandonarla.

—Eso... eso sería increíble, —dijo, su voz ahora más suave, pero llena de emoción. —te lo agradezco, de verdad. Pero no quiero que esto sea una carga para ti. No quiero que pongas en riesgo tu vida solo para que yo pueda seguir aquí.

Emma la miró con ternura, apretando suavemente sus manos.

——¡No lo serás! Puedes pagarme haciendo el desayuno todos los días. — bromeó con una risa juguetona — Además, no es solo por ti. Quiero estar contigo. No quiero perderte.

La pelirroja sintió una ola de emoción, y sin pensarlo, se acercó a Emma, abrazándola con fuerza.

—Gracias. No sé qué decir. Me haces sentir que todo es posible, incluso cuando parece que todo está en contra.

La abrazó de vuelta, su corazón lleno de una calidez que la invadía por completo.

—Lo que más importa es que sigas siendo tú misma, sin miedo. Y yo estaré aquí para apoyarte cada vez que lo necesites.

No dijo nada sin embargo llevó ambas manos a la cintura de la rubia, haciéndola deslizarse sobre sus muslos. Emma soltó una suave carcajada por el repentino movimiento, ahi sentada en su regazo permitió dejarse llevar por los suaves labios sabor cereza sobre los suyos.

Era algo que la inquietaba, algo que no podía controlar.

No, Emma no era "así". Eso no existía en su mundo, o al menos eso le decía su corazón cada vez que algo le decía lo contrario. La idea de ser diferente era una sombra que siempre estaba al alcance de su vista, pero que nunca se atrevió a enfrentar.

Sus dedos se enredaron en los mechones del cabello pelirrojo, un suspiro salió de ella cuando Chappell la jaló más contra su cuerpo, juro por un instante que podía sentir su corazón latir junto al de ella.

Ambas se miraron en silencio, Emma sentía que algo la empujaba hacia ella, pero cada vez que ese impulso tomaba forma, la inseguridad la hacía retroceder. Su cuerpo se tensó al sentir la cálida mano de la chica deslizándose sobre su piel expuesta.

No podía darse el lujo de romper con la vida que conocía. Y aunque Chappell quería ser la chispa que encendiera esa llama, sabía que la lucha de Emma no era algo que pudiera ganar a la fuerza.

—Lo siento... — tartamudeo en voz baja mientras se sentaba, — no estoy lista. No para esto — abrazó sus rodillas, bajando la mirada como si admitirlo la avergonzara.

Chappell la miró con calidez, entendiendo completamente como se sentía.

—Está bien. No tienes por que disculparte — con vacilación colocó una mano en su pierna descubierta, el cuerpo de Emma se relajó — iremos al ritmo que decidas.

Sabia que, Chappell no era ajena a las luchas del amor en el armario. Sabía lo que era vivir una vida en dos mundos: uno donde todos la amaban y otro donde se escondía para proteger su esencia. Y mientras veía a Emma, un deseo desconocido nacía en ella, algo que nunca había sentido tan profundamente.

El mundo, a su alrededor, seguía girando en su dirección. Emma tenía que cumplir con las expectativas. Habia intentado salir con el chico de siempre, mantener las apariencias, seguir siendo la hija perfecta, sin embargo no funcionó,

Pero la respuesta era simple: el mundo de Emma no permitía respuestas como esas.

No era fácil, y había momentos de incertidumbre, pero ambas sabían que lo que estaba creciendo entre ellas no era solo una relación, sino una comprensión mutua, algo que nunca podrían haber imaginado al principio. Emma comenzó a caminar hacia lo que realmente deseaba, sin miedos, sin más mentiras, acompañada de alguien que la había visto tal como era, desde el principio.






























La luz del sol comenzaba a filtrarse a través de las cortinas, tiñendo la cocina con un cálido tono dorado. El reloj marcaba las ocho de la mañana, pero para ambas no había prisas. El día estaba comenzando con una calma reconfortante, una que ambas necesitaban después de la conversación de la noche anterior.

Chappell se encontraba frente a la estufa, removiendo lentamente una sartén con huevos revueltos. No podía evitar sonreír al escuchar los pequeños ruidos que hacía Emma en el fondo. La escuchaba moverse con torpeza mientras sacaba una taza del estante, luego la oía reír suavemente cuando se le caía un tenedor al suelo.

Era una risa que nunca antes había escuchado de ella, una risa tranquila y relajada, como si el peso del mundo ya no estuviera sobre sus hombros.

—¿Puedo ayudarte con algo?, preguntó desde la mesa, donde ya se había sentado con una taza de café humeante entre las manos.

Chappell la miró por encima del hombro, notando cómo se acomodaba en la silla con una ligera sonrisa. A pesar de todo lo que había pasado, parecía tan natural estar juntas, como si la vida hubiera decidido ponerlas en el mismo camino.

—No, todo está bajo control —, respondió, con una sonrisa juguetona — Solo disfruta del café. Yo me encargaré de la comida.

Emma sonrió, pero luego se levantó de la silla con una expresión traviesa.

—No me lo perdonaría si no te ayudara en algo —, dijo, acercándose a Chappell. — Voy a poner la mesa. Eso cuenta, ¿no?

Asintió, mientras Emma comenzaba a sacar platos del armario. A pesar de lo que había sucedido la noche anterior, de la incertidumbre sobre su futuro, había algo tan cálido en ese momento. Algo tan pequeño, pero significativo: el simple hecho de estar ahí, juntas, compartiendo la cotidianidad.

El sonido de los utensilios, el aroma del café recién hecho, y el suave crujido del pan tostado llenaban la cocina. La pelirroja se giró hacia Emma, que la miraba con una expresión llena de cariño. Al sentir su mirada, levantó las cejas de manera juguetona.

— ¿Qué? —preguntó, pero su tono era ligero, curioso.

Sin poder evitarlo, se acercó a ella, tocando su brazo con suavidad

—Solo... me gusta ver cómo te mueves. Lo haces con tanta naturalidad.

La rubia sonrió, pero hubo un destello en su mirada.

—Supongo que estoy aprendiendo a estar cómoda aquí, contigo.

Se sintió conmovida por sus palabras. Había algo tan honesto en la forma en que la miraba, algo tan auténtico.

—No tienes que aprender. Ya estás aquí. Esto es lo que es real.

Ambas se quedaron mirando durante un par de segundos, en ese silencio que solo las dos compartían. Luego, Chappell  sonrió y regresó a sus huevos revueltos. Emma terminó de colocar los platos sobre la mesa, pero antes de sentarse, se acercó a la pelirroja nuevamente. Esta vez, sin decir palabra, la rodeó con sus brazos desde atrás, abrazándola suavemente.

Chappell se quedó quieta por un momento, sintiendo la calidez de su cuerpo, la proximidad de la rubia, tan sencilla pero tan perfecta. Era un abrazo tierno, pero lleno de significados no expresados. El calor de su piel, el roce de su cabello contra su cuello, la respiración tranquila cerca de su oído, todo eso la hacía sentir como si estuvieran creando su propio pequeño universo, uno donde solo existían ellas.

— Te quiero —, susurró en su oído, sin previo aviso.

Se quedó en silencio por un momento, sorprendida por la sinceridad en sus palabras. Algo tan simple, pero tan profundo. Volvió la cabeza lentamente, encontrándose con sus ojos, esos ojos que ya conocía tan bien, pero que siempre podían sorprenderla.

— Yo también te quiero —, respondió, su voz suave, como un susurro compartido en la quietud de la mañana.

Ambas se miraron un instante más, y luego, como si el mundo entero hubiera dejado de importar, Emma la besó con ternura, un beso corto, casi inocente, pero lleno de cariño. Chappell cerró los ojos mientras lo recibía, sintiendo cómo su corazón se aceleraba, cómo un sentimiento de paz y felicidad la invadía por completo.

Al separarse, la rubia sonrió de una manera que hizo que Chappell sintiera una pequeña corriente de alegría recorrer su cuerpo.

—¿Sabes? Es raro —, dijo, tomando asiento en la mesa. —Nunca imaginé que algo tan cotidiano, como hacer desayuno, pudiera sentirse tan especial.

Chappell la miró mientras colocaba el plato con los huevos frente a ella.

—Lo cotidiano puede ser más especial de lo que parece, sobre todo si se comparte con alguien que realmente te importa.

Emma la miró fijamente, como si las palabras de la chica tuvieran el poder de envolverla por completo. Y sin pensarlo dos veces, tomó s mano sobre la mesa.

—Gracias por estar aquí —, dijo, su voz más baja pero llena de sinceridad — Gracias por no dejarme.

Apretó su mano, sintiendo que este simple gesto era más que suficiente para que supieran que todo lo que compartían era real.

—Nunca voy a dejarte ir —, respondió, con la firmeza de quien sabe que, aunque el futuro sea incierto, el presente estaba lleno de amor.

Ambas sabían que este era solo el comienzo de algo más grande, algo que se construía en los momentos más simples y en los gestos más pequeños, pero que las unía más que cualquier otra cosa en el mundo.

El desayuno terminó entre risas y pequeñas bromas, con Emma haciendo comentarios tontos sobre cómo Chappell no podía dejar de robarle los pedazos más grandes de pan tostado. La tarde se aproximaba lentamente, pero ellas aún seguían en la cocina, sin prisas, disfrutando de lo que era simplemente un día más juntas.

—¿Y ahora qué hacemos? —, preguntó la pelirroja, mientras se acomodaba en el sofá con una manta que había sacado del armario.

Sus ojos brillaban con esa curiosidad despreocupada que a Emma le encantaba.

—¿Vemos una película? —, sugirió, con una sonrisa traviesa —Algo divertido. ¿Te gustan las comedias románticas?

Chappell levantó una ceja y la miró de forma juguetona

—¿Comedias románticas? ¡¿Estás tratando de robarme el corazón con esas películas cursis?!

—Puede que sí, y si lo estoy haciendo, no lo siento — Se levantó del sofá y, sin esperar respuesta, buscó rápidamente en el catálogo de películas —¿Te gustaría Juno? Es divertida.

Chappell levantó una ceja, intrigada.

—¿Juno? ¿La de la chica embarazada?

Emma soltó una risa.

—Es mucho más que eso. Es genial, tiene humor negro y personajes increíbles. Es perfecta.

—¿Quién te dijo que sabes tanto sobre películas? —, bromeó Chappell, pero su tono era juguetón.

—Solo confía en mí. Es más que una simple comedia. Además, tiene un toque de romanticismo raro, pero bonito.

La pelirroja se dejó convencer, soltando un suspiro teatral y luego sonriendo mientras Emma ponía la película. Se acomodaron juntas en el sofá, rodeadas de almohadas y una manta que compartían. Justo en ese momento, el gato más travieso, Ivy, saltó sobre el sofá y se acurrucó en el regazo de Chappell, buscando atención.

—Ya no puedo más con este gato — se quejaba entre risas, mientras le acariciaba la cabeza —Es como si quisiera que le diera toda mi atención.

Emma se echó a reír y levantó la vista hacia Willow, la gata que se había subido a su propio regazo, pidiendo también caricias.

—Parece que nuestros días de 'comedia romántica' tendrán que incluir a más personas de lo que esperábamos.

Ambas se echaron a reír mientras comenzaban a ver la película. Juno empezó con sus giros inesperados y su humor irónico, y de inmediato Chappell se sintió cautivada. El personaje de Juno, con su actitud despreocupada y sus diálogos agudos, hizo que ambas se sintieran cómodas, como si todo fuera parte de una charla entre amigas.

En medio de una escena donde Juno le dice a su amigo Paulie: "¡Tienes que entender que, de alguna manera, estoy embarazada y no es lo que pensaba que sería!", Chappell soltó una carcajada.

—Esa frase es tan absurda y perfecta al mismo tiempo, — dijo Emma entre risas —quizás algún día deje que alguien me haga su Juno.

Chappell la miró por un momento, sonrojada, mientras acariciaba a Ivy.

—Sí me amas del modo correcto ¿entonces quién sabe?

Emma soltó una carcajada mientras la golpeaba suavemente en el hombro.

—Me haces querer hacer que te enamores de mí.

Chapell asintió, sabiendo que también entendía lo que sentía. No necesitaban explicarse mucho. Ambas sabían que, aunque el futuro fuera incierto, ese momento juntas era más que suficiente.

La película continuó con sus giros cómicos, y poco a poco las chicas comenzaron a comentar los diálogos de Juno. Emma, con una mirada más relajada, se giró hacia Chappell y, como si no pudiera evitarlo, se acercó un poco más a ella.

—Me haces sentir como si todo fuera más fácil, —dijo Chappell con una sonrisa suave. —Como si el mundo estuviera menos complicado, solo porque estamos juntas.

Emma sonrió de vuelta, tocando su brazo con suavidad.

—A veces, las cosas más simples son las que hacen todo más claro. Y este momento, aquí contigo, me hace sentir igual.

La película seguía, pero ya nada importaba tanto como el silencio entre ellas, solo interrumpido por el sonido de las carcajadas y los comentarios cómplices. Cada tanto, uno de los gatos se movía, buscando más atención o cambiando de lugar, pero eso solo las hacía reír más.

—Este es el tipo de día que nunca quiero que se termine, — confesó la rubia, acomodándose en el sofá, apoyando su cabeza sobre el hombro de Chappell . — No necesito más que esto. Películas, mis gatos y, sobre todo, estar aquí contigo.

La pelirroja la miró con una ternura que no pudo disimular, y luego besó su frente con suavidad.

—Nunca quiero que se termine tampoco. Y si algún día se acaba... vamos a hacer más días como este.

Cerró los ojos, sonriendo en silencio mientras la película llegaba a su fin. En ese instante, con la luz del día filtrándose suavemente a través de las cortinas, ambas sabían que aunque la vida estaba llena de incertidumbres, esos pequeños momentos juntos creaban un lazo más fuerte que cualquier obstáculo que pudieran enfrentar.

—Quédate para siempre , — susurró sin mirarla, sintiendo la calidez de Chappell cerca de ella.

Con su voz baja y suave, respondió con la misma sinceridad: —No me iré.

Y mientras la película llegaba a su conclusión, las chicas no necesitaban palabras para saber que, en ese rincón del mundo, todo estaba bien. Estaban juntas, y eso era todo lo que necesitaban en ese preciso momento.




















































it's me hi
es el último capítulo del primer acto!! gracias por todo el apoyo que le están dando, GRACIAS😭

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