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🌷𓏲࣪ ִֶָ﹫៹ what would he do if he found us out?
Los días pasaron lentamente. Emma intentaba sumergirse en su rutina diaria, intentando olvidar la ultima vez que vio a la chica de cabellos rojos, en el bullicio del trabajo y las distracciones superficiales que Thomas le proporcionaba. Él parecía estar más decidido que nunca a cortejarla, lo que, en su mente, debería haber sido la solución perfecta.
Con cada paso que daba hacia él, con cada pequeña muestra de atención que aceptaba, sentía que estaba haciendo lo correcto, como si estuviera reconstruyendo las piezas de una vida que se había fragmentado por algo que no podía comprender ni controlar.
Pero incluso con todo eso, no podía quitarse a Chappell de la cabeza. Cada vez que la cantante la miraba, incluso de forma casual, sentía una electricidad recorrer su cuerpo. No puedes seguir con esto, pensaba, mirando por la ventana de su oficina, el sol brillando y el mar a lo lejos. Estás jugando con fuego.
Fue entonces cuando su madre le mencionó el recordatorio de la comida familiar en la casa de long beach. Era una tradición, una oportunidad para que la familia se reuniera en su lugar favorito de vacaciones, pero este año, la sorpresa vino en la forma de una invitación adicional: "Renee dijo que traería a Chappell también, ¿qué te parece?" comentó su padre.
Emma se quedó paralizada, sin saber qué responder. La idea de pasar un fin de semana entero con Chappell, en un lugar tan íntimo como la casa de playa, la hizo sentirse nerviosa e inquieta. En teoría, todo estaba bien. La relación con Chappell era solo una amistad, ¿verdad? Pero el hecho de que sus padres quisieran conocerla y la invitaran a formar parte de su vida con tanta naturalidad le dio la sensación de que las cosas estaban comenzando a complicarse más de lo que había imaginado.
Solo respira. Solo es un fin de semana. Solo es una amiga. Emma intentó convencerse mientras preparaba las maletas, pero la ansiedad era palpable en el aire.
El día llegó, y con él, la tensión. Emma se encontraba sentada en el coche con Thomas, mirando por la ventana, pero en su cabeza solo había caos. Voy a tener que enfrentarme a esto. Va a ser un desastre, lo sé, mamá se va a enfadar.
El coche avanzaba por la carretera secundaria, rodeada de campos verdes que parecían estirarse hasta el horizonte. Emma miró por la ventana, intentando relajarse, pero una sensación extraña le apretaba el estómago. Estaba con Thomas, el chico perfecto, y que ella, aparentemente, debía adorar también. Pero para Emma, todo se sentía forzado.
— ¿Te gusta el lugar? — Thomas preguntó, rompiendo el silencio que había envuelto el coche. Su voz era alegre, casi despreocupada.
Emma se giró para mirarlo, esbozando una sonrisa que no alcanzaba sus ojos.
— Sí, claro. Es... bonito. — Se esforzó por sonar entusiasta, aunque su mente estaba atrapada en otro lugar, pensando en cómo sus padres reaccionarían al verlos juntos, como una pareja perfecta.
Pero en el fondo, sabía que no era tan simple. No lo era para ella.
El coche se detuvo frente a la casa de su familia: una construcción de madera grande y rústica, con ventanas que dejaban ver las montañas cercanas. Era el tipo de lugar que evocaba nostalgia, de esos donde las cenas en familia se alargaban hasta la noche y las conversaciones parecían siempre tranquilas y llenas de risas. Pero en ese momento, el lugar le parecía una prisión, un recordatorio de todo lo que trataba de ocultar.
— Aquí estamos. — Emma abrió la puerta del coche y salió, tomando una bocanada de aire fresco.
— Es increíble. — Thomas la siguió, admirando la casa. — Nunca había visto algo así antes. Es... muy acogedor.
El aroma a salitre y arena le dio una falsa sensación de calma. Era un lugar que siempre le había resultado relajante, un refugio del mundo. Pero ahora, con Chappell en la ecuación, todo se sentía diferente. La casa, que estaba siempre llena de risas familiares y conversaciones triviales, se sentía más grande, más silenciosa.
Thomas la miró y sonrió, rompiendo el silencio mientras sacaba sus maletas del coche.
—¿Estás nerviosa? Vamos, será divertido, ¿no? —le dijo con una sonrisa despreocupada.
Emma solo asintió.
—Sí, solo... no estoy acostumbrada a tener tanta gente por aquí. —respondió, forzando una sonrisa. En su interior, todo se revolvía.
Sabía lo que Thomas pensaba: esta era la típica casa de familia perfecta, con los padres perfectos, las cenas perfectas y una vida perfecta. Pero lo que él no sabía, lo que nadie sabía, era que Emma no sentía nada de eso. No con él. Mientras él admiraba el paisaje, ella solo podía pensar en lo que realmente quería: ser honesta consigo misma, aunque eso significara destruir esa imagen de perfección que tanto le había costado construir.
Cuando entraron en la casa, la familiaridad del lugar no ayudó a calmarla. Las paredes, llenas de recuerdos de su infancia, la observaban como si esperaran que ella finalmente encontrara su lugar en todo este caos emocional.
Justo como sospechaba, fueron los primeros en llegar.
—¡Mamá, estoy aquí! — exclamó, dirigiéndose a la cocina, en donde su madre pasaba la mayor parte del tiempo.
Thomas la siguió en silencio, como un cachorro perdido, hipnotizado por las fotos y la decoración de la casa. Vivienne asomó la cabeza por el umbral que separaba ambas habitaciones, una sonrisa satisfactoria apareció en su rostro cuando vio al chico.
—Ven a darme un abrazo — estiro los brazos, emma se acerco con una sonrisa tímida — tu padre llegara más tarde — comentó casualmente, antes de besar su cabello.
Emma se aclaró la garganta, regresando a su lugar inicial bajo la atenta mirada de su madre.
—Este es Thomas, es amigo de Milo — anunció, después de unos segundos.
—Mucho gusto, señora... — inició su presentación, extendiendo una mano.
Vivienne lo interrumpió con una sonrisa amigable: — Dime Vivienne. Nada de formalidades.
Bromeó, aceptando gustosa su mano.
—Esta bien, Vivienne. Gracias por invitarme, espero no estar irrumpiendo.
Emma no tardo en notar el cambio en el tono suave de su voz, como si estuviera forzándose a agradarle. Quiso rodar los ojos, sin embargo se limitó a apretar los labios en una sonrisa.
—Para nada, los amigos de Emma son familia— dijo, el chico asintió — ¿por que no te instalas en la habitación y después bajan para esperar a los demás? — cuestionó.
Emma chasqueó con la lengua, girándose sobre sus talones antes de comenzar a caminar. Vivienne le guiñó un ojos al chico con diversión, instándole a seguir los pasos de su hija.
—Tu madre parece linda — murmuró con una sonrisa divertida.
—¿Linda? Esa es una forma muy peculiar de describirla — se detuvo frente a una puerta — esta es tu habitación.
La presencia de Thomas la tranquilizaba por momentos, al menos con el a su lado, su madre no tendría el descaro de preguntarle cosas que no quisiera admitir.
— ¿Quieres un recorrido? — Emma ofreció finalmente, tratando de cambiar de tema. La respuesta de Thomas fue inmediata, con una sonrisa que mostraba lo emocionado que estaba de estar allí.
— ¡Claro! Me encantaría.
Comenzó a caminar hacia la entrada principal, mostrando cada rincón con una calma que no sentía. Había algo en la casa que siempre la había calmado, una sensación de estar en el lugar correcto. Pero ahora, en este momento, ese lugar se sentía como un campo minado, con cada paso que daba hacia la habitación principal, hacia el salón familiar, hacia la terraza donde se sentaban todos por la noche a compartir historias.
— Aquí es donde solemos pasar las tardes, — dijo Emma, señalando una gran sala con ventanales que daban a un jardín cubierto de flores. — A mis padres les encanta leer aquí.
Thomas se acercó a la ventana, mirando hacia el exterior con admiración.
— Es hermoso. Definitivamente me gustaría pasar más tiempo aquí. — Dijo él, como si ya se imaginara a sí mismo formando parte de esa rutina familiar.
Emma tragó saliva. Su rostro se tensó por un instante. ¿Más tiempo aquí? Esa frase le golpeó el pecho. No quería que Thomas fuera parte de eso. No porque él no fuera una buena persona, sino porque él no era la persona que ella quería que estuviera allí.
— Sí, es un lugar especial. — Su voz salió débil, como si le faltara fuerza para mantener la fachada.
Al continuar el recorrido, Emma la llevó por los pasillos llenos de fotos familiares, recuerdos de veranos pasados y pequeñas decoraciones hechas a mano. Pero incluso rodeada de recuerdos felices, su mente no dejaba de vagar hacia el mismo lugar: el día que finalmente tendría que enfrentar la verdad.
— ¿Y esta habitación? — Thomas señaló una puerta que se abría a una pequeña sala decorada con colores suaves, un lugar lleno de luz que parecía perfecto para relajarse.
Emma sonrió con una melancolía que no era para él, sino para lo que ella sentía. No podía mentir más, ni siquiera a sí misma.
— Es mi habitación de la infancia. — Dijo, mientras intentaba contener el nudo en la garganta. — Solía pasar mucho tiempo aquí... pensativa.
Thomas la miró con una mezcla de curiosidad y ternura. Pero Emma, al ver esa expresión en su rostro, sintió que su mundo se desmoronaba aún más. Él no tiene idea, pensó. Y yo sigo jugando un papel que no me corresponde.
La idea de seguir ocultando su verdadero ser la agobiaba. Pero lo peor de todo era que, por más que intentaba alejarse de sus propios sentimientos, no podía evitar notar la forma en que su corazón latía más fuerte cada vez que pensaba en otra persona, en alguien que no era Thomas.
— ¿Emma? — Thomas la llamó con suavidad, rompiendo el silencio que la envolvía. — ¿Estás bien?
Emma levantó la vista, forzando una sonrisa que no se sentía auténtica.
— Sí, solo... pensaba en algo. — Contestó, mientras sentía cómo el peso de la mentira seguía creciendo.
El sonido de un coche acercándose a la casa de vacaciones hizo que Emma se sobresaltara, interrumpiendo el silencio que había invadido la casa después del recorrido. Volvió a mirar a Thomas, que aún observaba la habitación con una sonrisa distraída, ajeno a la agitación interna de Emma.
— Creo que son ellos. — Emma se apresuró a decir, aliviada por la distracción.
— ¡Estamos aquí! — Gracie saltó del coche primero, con su característico entusiasmo.
A su lado, Milo, bajaba con paso lento, balanceando una mochila llena de lo que claramente era más comida de la que cualquier ser humano podría necesitar.
Emma se giró rápidamente, apenas conteniendo su sonrisa al ver a sus amigos. Por un momento, las preocupaciones sobre la situación con el chico a su lado se desvanecieron. La presencia de ellos siempre la hacía sentirse un poco más ligera, aunque el nudo en su estómago seguía presente.
La puerta se abrió de golpe, y un torrente de voces y risas llenó el aire. Primero entró Renee y Milo, seguidos de Gracie.
— ¡Emma, estamos aquí! — gritó la rubia, entrando con un brillo de energía que iluminó toda la sala.
Llevaba una chaqueta de mezclilla rota, su cabello suelto y desordenado, como si hubiera estado corriendo en el viento. Milo, más tranquilo, caminó detrás de ella.
— ¡Vaya! ¡Este lugar es increíble! — dijo Milo, mirando todo alrededor como si fuera un explorador. — ¿Tienen piscina?
— ¡Y un jacuzzi! Deberías verlo, Milo, es casi un spa. — Gracie se unió a la conversación, con una risa contagiosa, mientras se sacudía el cabello con la mano.
Emma observaba a sus amigos interactuar con familiaridad, disfrutando del momento, pero algo dentro de ella seguía tensa. Sabía que la llegada de Chappell estaba a punto de cambiar el tono de la tarde.
— ¿Vas a ser la guía turística todo el día o finalmente vas a relajarte? — Renee dijo como si hubiera estado esperando esta oportunidad para burlarse un poco de ella. Los demás la siguieron rápidamente, riendo, como si el clima tenso de la casa nunca hubiera existido.
— Deberías relajarte un poco, Em, — dijo Milo, echándose en uno de los sillones mientras sacaba una barra de chocolate. — De todos modos, aquí estamos para hacer que este lugar sea más divertido.
— ¡Ah, qué bien! Nada como una barra de chocolate para hacer que todo se olvide. — Gracie se lanzó hacia Milo y le quitó la mitad del chocolate. — Te lo había visto primero.
Emma no pudo evitar reírse. Aunque la situación seguía siendo incómoda por dentro, ver a sus amigos bromeando la hacía sentir un poco más en casa. Su madre apareció en la entrada, con una sonrisa amplia al ver a la pandilla llegar.
— ¡Renée! Milo, Gracie! Qué gusto verlos. — La señora Maxwell no tardó en abrazar a cada uno de ellos, mientras Emma observaba la interacción con una sonrisa nostálgica.
Thomas, sin embargo, parecía un poco perdido en medio de tanta energía. Estaba de pie cerca de la ventana, mirando a la pandilla con una sonrisa tímida, como si se preguntara en qué clase de tormenta había caído.
— ¿Dónde está la estrella de la fiesta? — Gracie lanzó una mirada traviesa a Emma, que había estado evitando hacer contacto visual con ellos. — ¿No nos vas a presentar a tu novio, Emma?
Emma se rió nerviosamente, buscando una forma de desviar la atención.
— Bueno, ya lo conocen... Es solo Thomas, — Su voz se oyó vacilante.
— ¡Casi no lo reconozco sin su gorra! — comentó Milo, sonriendo mientras se dejaba caer en el sofá. — ¿Cómo va tu podcast, Thomas?
Thomas sonrió ampliamente, tomando el papel de "chico simpático" al instante.
— ¡Bien! Estoy trabajando en algunas colaboraciones nuevas. Tal vez les diga en algún momento, cuando esté menos... nervioso. — Se rió con modestia, como si eso pudiera hacer que el ambiente se aligerara un poco.
Pero no podía dejar de pensar en el momento en que Chappell llegara. Y antes de que pudiera decir algo más, una nueva voz familiar hizo que el aire cambiara.
— ¿Puedo saber quién está ocupando todo el espacio de la entrada? — La voz era tranquila, pero enérgica, y Emma giró rápidamente, su corazón dando un vuelco.
Y ahí estaba Chappell.
La chica que, sin que Emma quisiera admitirlo, había logrado colarse en sus pensamientos y en sus sueños. Apareció en el umbral de la puerta con su sonrisa característica, tan cálida y deslumbrante como siempre. Su cabello, largo y pelirrojo, caía suavemente sobre sus hombros, y su mirada tranquila inmediatamente hizo que Emma se sintiera atrapada entre la sorpresa y la ansiedad.
Los amigos se apartaron para darle espacio, y Emma, por un segundo, olvidó cómo respirar. Chappell llevaba una camisa de manga larga ligeramente desabotonada, mostrando una actitud despreocupada, pero cada movimiento suyo parecía capturar la atención de todos a su alrededor.
— ¡Chappell! — Gracie fue la primera en saltar hacia ella, dándole un abrazo efusivo. — ¿Qué tal todo?
Chappell devolvió el abrazo con una sonrisa de complicidad, antes de dirigirse a los demás.
— Todo bien, solo un poco de tráfico. — Su voz era suave, pero tenía una chispa de humor que siempre ponía a todos de buen ánimo.
— Justo a tiempo para arruinar la diversión, ¿eh? — renee hablo divertida para después envolver la en un abrazo.
Chappell sonrió, devolviendo el abrazo con una risa suave. — ¿Qué tal, Renee? ¿Todo bien?
Sus ojos se encontraron brevemente con los de Emma, y sintió cómo su pecho latía más rápido, como si su cuerpo hubiera decidido delatar lo que su mente trataba de suprimir.
Se quedó inmóvil, mirando cómo sus amigos intercambiaban bromas y risas mientras Chappell se unía al grupo. Algo dentro de ella se desmoronó y luego se reconstruyó, pero no con la tranquilidad que esperaba. Estaba a su lado, justo allí, y de alguna manera todo lo que Emma había estado tratando de ignorar parecía volverse más real que nunca.
Chappell dirigió su mirada hacia Thomas, quien, por fin, dejó de ser un simple espectador de la escena. — ¿Qué tal, Thomas?
— Chappell. — Thomas respondió con una sonrisa nerviosa, extendiendo la mano.
Emma observó la interacción, el roce casual de sus dedos, y por un segundo, todo lo que pudo pensar fue en cómo sería si las manos de Chappell fueran las que tocaran las suyas, si ese roce fuera el que realmente importara. Pero no podía. No ahora. No frente a todos.
¡Cálmate, Emma! se dijo, mientras trataba de sonreír cuando Chappell se acercó a saludarla. La cantante la miró de manera cálida, pero Emma no pudo evitar el torrente de pensamientos que se apoderó de ella en ese momento. Todo va a estar bien. Solo actúa como si todo fuera normal. Solo como si fuera una amiga.
—Qué bueno verte —dijo, sonriendo mientras le daba un abrazo, un abrazo que, aunque corto, parecía hacer que Emma se desmoronara por dentro. La suavidad de su voz, el toque de su piel, la cercanía. Todo le resultaba tan abrumador.
—Hola, Chapps. —respondió, su voz algo quebrada, intentando mantener la compostura. —Me alegra que hayas venido.
Solo es un abrazo, solo es una amiga, solo es una amiga, se repetía, mientras Thomas, que había estado detrás de ella, se unía al grupo con su usual sonrisa. Todo parecía en orden, como una tarde cualquiera, pero dentro de Emma, los nervios seguían creciendo.
— Bien, creo que ya que todos estamos aquí, es hora de que Em se suelte un poco. — Renée bromeó, mirando a Emma con una sonrisa burlona. — Lo bueno de estar con todos ustedes es que siempre hay una excusa para no hacer nada.
Chappell se acercó al grupo, y todos comenzaron a charlar animadamente, pero Emma apenas podía escuchar lo que decían. Su mente estaba llena del sonido de su propio corazón latiendo con fuerza cada vez que Chappell se acercaba o hacía un comentario casual. Mientras Thomas hablaba con entusiasmo sobre sus planes, Emma no podía evitar notar cómo Chappell la observaba de vez en cuando. Aquellos breves intercambios de miradas parecían llenos de algo no dicho, algo que Emma trataba desesperadamente de ignorar.
— ¿Nos enseñas la piscina ya, Emma? — preguntó Renee, riendo. — O por favor, dime que hay algo divertido aquí, o me iré directamente a la barra de bebidas.
— O..., ¿qué tal si nos vamos a dar un paseo por ahí? Tal vez podríamos encontrar algo interesante en el jardín... o una excusa para escapar.
Chappell miró a Emma con una sonrisa traviesa, como si supiera que eso era exactamente lo que Emma necesitaba para romper la tensión en el aire.
— Vamos, Emma, ¿no nos vas a mostrar dónde podemos pasar la noche de la forma más divertida posible? — La forma en que Chappell dijo esas palabras, con esa mirada fulgurante, hizo que el estómago de Emma se retorciera de una manera extraña.
— Eh, claro. — se obligó a tomar una respiración profunda, tratando de salir de su propia burbuja de confusión. — Les mostraré el lugar.
Pero en el fondo, mientras guiaba a sus amigos se preguntaba cuánto más podría seguir ocultando lo que sentía.
Todo parecía desdibujado, como si estuviera viendo todo desde lejos. Gracie y Milo estaban discutiendo sobre qué película ver, mientras Renée bromeaba sobre la falta de wifi en la casa. Sin embargo, era la presencia de Chappell lo que había detenido todo en su mente. A pesar de la conversación que seguía a su alrededor, Emma sentía una tensión palpable cada vez que sus ojos se encontraban con los de Chappell.
Thomas, por su parte, estaba intentando encajar en el grupo, pero Emma podía notar su incomodidad. El grupo era difícil de manejar, especialmente cuando estaban todos juntos. Así que, en un intento de escapar de la mirada inquisitiva de todos, Emma levantó la mano.
— Bueno, si les parece, les puedo mostrar su habitación — dijo con tono ligero, pero internamente estaba ansiosa por salir de la zona de conflicto.
—¡Por favor! Si me quedo otro minuto más en estos zapatos, moriré — Milo exclamó en tono exagerado.
—Pero primero; parada en la habitación de Emma — gracie levantó la mano ganandose la mirada confusa de más de uno — ¿Que? Olvide mi cámara la vez pasada.
Renée levantó una ceja.
—¿Su habitación de la infancia? ¿Todavía guardas esas cosas raras de cuando eras pequeña?
Emma le dio una mirada fulminante, pero la sonrisa en su rostro era genuina. — Sí, ¿por qué? Mi cuarto es un clásico, lo sabes.
Gracie, siempre dispuesta a un buen recorrido, asintió inmediatamente. — Vamos, quiero mi cámara.
Emma guió al grupo por el pasillo hacia su habitación. Todos entraron al cuarto, un lugar que había estado plagado de recuerdos desde que era pequeña: una pared con fotos de su familia, viejos trofeos de deportes y un estante lleno de libros que nunca dejaba de coleccionar. Había una sensación de nostalgia, pero también de incomodidad, como si ese cuarto estuviera atrapado en una versión de ella misma que ya no era.
— Todavía tienes esos peluches de cuando tenías 10 años — Renee se acercó a una estantería con ositos de peluche, tocándolos con una sonrisa burlona.
Emma suspiró y se recostó en el marco de la puerta, observando cómo sus amigos exploraban el cuarto. Gracie y Milo comenzaron a revisar el viejo equipo de música, mientras Renée la miraba con una sonrisa irónica.
—¿En serio, Em? ¿Esto es todo? ¿No tienes algo más... interesante por ahí? — Milo se acercó a Emma, bajando la voz. — ¿O ya estás pensando en, Thomas?
Emma lo miró rápidamente, sin saber cómo responder. Por un momento, el espacio se llenó de una quietud incómoda, hasta que Chappell, que había estado mirando la habitación desde la puerta, rompió el silencio.
— Esto tiene su encanto, ¿verdad? Es como un pedazo de tu historia, Emma. — sonrió suavemente, dirigiéndose hacia Emma, pero sin parecer demasiado preocupada por la reacción de los demás.
Había algo en su presencia que siempre la hacía sentirse más relajada, como si todo fuera más fácil cuando estaba cerca.
Emma sonrió aliviada, por fin encontrando algo de confort en la voz de Chappell. — Sí, es un poco raro, ¿no? Pero bueno, es lo que hay.
— A mí me gusta — Chappell respondió, dando un paso más hacia ella. — Todo el mundo tiene esas cosas. Yo también tengo mis recuerdos extraños.
Renée la miró de arriba abajo y luego a Emma, un brillo travieso en sus ojos. — Hmm, ¿recuerdos extraños? Eso suena intrigante, Chappell.
Emma sintió cómo sus mejillas se ruborizaban al instante, pero antes de que pudiera reaccionar, Gracie los interrumpió.
— Chicos, la música de Emma es una pesadilla — Gracie giró una perilla en la radio. — Vamos a ver si hay algo decente en esta reliquia.
El resto de los amigos siguió con la broma mientras Emma y Chappell compartían una mirada silenciosa. Para Emma, esa breve interacción fue un respiro, una chispa de algo más, de algo que había estado evitando durante mucho tiempo.
Finalmente, Emma dio un paso adelante, tomando una respiración profunda.
— ¿Les parece si vamos a dar un recorrido por la casa? La sala está llena de fotos viejas de la familia.
Los amigos comenzaron a seguirla, pero Chappell permaneció un poco atrás, caminando lentamente. Emma la esperó un momento, consciente de la mirada que le lanzó. Finalmente, Chappell se acercó y susurró.
— ¿Te gustaría mostrarme el resto de la casa... tú y yo solas? — su voz fue suave, casi como una invitación, y Emma no pudo evitar sentir cómo su corazón se aceleraba.
El momento se alargó, y sintió que todo el peso de su identidad y sus sentimientos estaba al borde de salir a la luz. Por fin, tras un instante que pareció eterno, asintió.
— Claro... vamos — dijo, su voz un poco más baja, pero llena de una emoción que no podía ocultar.
Con un último vistazo a sus amigos, que ya se habían dispersado por la casa, Emma guió a Chappell por el pasillo, hacia una parte más privada de la casa. Mientras caminaban, el silencio entre ellas era cómodo, pero cargado de una tensión palpable.
Emma abrió una puerta que llevaba al jardín trasero, una terraza amplia con sillas y una pequeña mesa.
— Aquí es donde pasába las tardes, cuando éra más pequeñas — Emma explicó mientras señalaba las viejas sillas de madera.
Chappell observó el lugar, su expresión tranquila, pero su mirada dirigida hacia Emma era diferente. No era casual ni amistosa; había algo más. Algo que Emma no se atrevía a nombrar.
— Es hermoso — susurró. — Te gusta este lugar, ¿verdad?
Emma la miró, sintiendo cómo su pecho se apretaba. — Sí... es como... mi refugio.
Chappell dio un paso hacia ella, más cerca de lo que Emma esperaba. Sus ojos se encontraron, y por un segundo, el mundo a su alrededor se desvaneció. Emma sintió una punzada en el corazón, un deseo profundo de decir lo que llevaba dentro, pero las palabras nunca llegaron.
— Creo que lo entiendo — Dijo Chappell suavemente, sus labios casi tocando los de Emma en la cercanía. — Este lugar es... importante para ti.
Emma asintió, pero algo en el tono de Chappell le hizo sentir que ella sabía más de lo que estaba dispuesta a admitir.
El sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo de colores cálidos que reflejaban una paz que Emma sentía lejana, casi imposible de alcanzar. El aire fresco rozaba sus rostros, pero lo único que Emma podía sentir era la cercanía de Chappell, el suave perfume de su cabello y la forma en que sus ojos brillaban con una intensidad que Emma no podía ignorar.
Chappell rompió el silencio, su voz suave pero clara.
— Tiene algo especial — Chappell dio una vuelta por la terraza, admirando la vista, pero Emma notó que su mirada siempre volvía hacia ella.
Emma se abrazó a sí misma, intentando calmar el temblor que sentía en su interior. Había algo en la forma en que Chappell la miraba, algo que la hacía sentir vista de una manera en la que nunca antes se había sentido. Era como si todo lo que había estado guardando dentro se estuviera manifestando de una manera que no podía controlar.
— Sí, siempre me ha gustado este lugar. Mis padres y yo venimos aquí siempre que necesitamos desconectar... — trató de sonar casual, pero su voz traicionó la tensión que sentía.
Se dio cuenta de que era difícil hablar con Chappell como si todo estuviera bien, como si no hubiera nada más entre ellas.
La pelirroja dejó escapar una pequeña risa, que hizo que el corazón de Emma diera un vuelco.
— A mí también me encanta. Es tan... cálido. Diferente a cualquier lugar al que haya ido.
Emma sintió el peso de las palabras. "Diferente", pensó. ¿Por qué no lo he notado antes? ¿Por qué todo en este lugar parecía diferente ahora que estaba con ella?
— Lo es, — susurró, mirando al suelo por un instante, evitando los ojos de Chappell. Sabía que si miraba a esos ojos, no podría disimular lo que sentía.
Chappell se acercó un paso más, tan cerca que Emma podía oler su perfume, algo dulce y fresco, como el aire después de la lluvia. Por un segundo, Emma dejó de respirar, el mundo de repente reducido a esa distancia mínima entre ellas.
— ¿Sabes, cariño?— Chappell comenzó, y la rubia levantó la vista hacia ella. — He estado observándote. Y me pregunto... ¿por qué siempre pareces tan... cerrada? Como si estuvieras atrapada en un lugar que no quieres estar.
Emma se tensó al escuchar esas palabras. Era como si Chappell hubiera tocado el nervio más sensible que tenía, el que había estado ocultando durante tanto tiempo.
— No sé de qué hablas — la respuesta salió más dura de lo que quería, como una defensa instintiva.
Chappell la miró fijamente, pero sin juzgarla. Era como si pudiera ver más allá de las palabras, como si pudiera leer sus pensamientos, sus miedos, su angustia.
— Sé que algo no está bien — Chappell la observó con esa expresión tranquila y serena que tenía, como si todo lo que decía estuviera cargado de una comprensión silenciosa — no tienes que ocultarlo. No estoy aquí para presionarte. Solo... quiero que sepas que no tienes que hacerlo todo sola.
Emma sintió que su corazón latía más rápido. No era solo la cercanía de Chappell, ni su presencia, era esa suavidad en su voz, esa mirada que parecía atravesarla y que la hacía sentir tan vulnerable. Era como si supiera exactamente lo que había estado guardando: no solo la presión de ser quien no era, sino también el miedo de ser descubierta, el miedo a enfrentar la verdad.
— No es tan sencillo — finalmente habló, su voz más suave. — No es solo que no quiero estar aquí... es que no sé quién soy... ni siquiera sé si puedo ser quien realmente soy aquí, con todos ellos... — hizo una pausa, tragando saliva — y con ustedes... con todos ustedes, siempre siento que soy... la otra versión de mí misma. La que no encaja.
Chappell la miró sin apartar la vista de ella, sus ojos reflejando una calma que hacía que Emma se sintiera aún más expuesta.
— ¿Y quién es esa otra versión de ti misma? — Preguntó, su voz suave, casi como si estuviera animando a Emma a sacar lo que había estado guardando.
Emma no sabía cómo responder. Cada palabra que salía de su boca era una batalla interna, una lucha por decir lo que siempre había callado. Pero al estar ahí, con Chappell tan cerca, algo en ella comenzó a romperse, a salir a la superficie.
— Es... — cerró los ojos un momento, intentando encontrar las palabras. — Es la parte de mí que no encaja en lo que los demás quieren que sea. Es la parte de mí que nunca les he mostrado a mis padres... ni a nadie.
La más alta , con una calma que parecía infinita, dio un paso hacia ella, casi como si quisiera reducir la distancia que todavía existía entre ellas.
— Lo que estás buscando, Emma, no es una aceptación externa. Es la aceptación de ti misma.— la voz de Chappell era tan tranquila, tan segura, que hizo que Emma sintiera una calma extraña en su interior, como si fuera posible por fin dejar caer la carga que había estado llevando durante tanto tiempo.
Emma la miró, y por un segundo, sus ojos brillaron con una vulnerabilidad que jamás había mostrado antes.
— ¿Cómo sabes eso? — susurró, su voz quebrada por la emoción.
Chappell sonrió suavemente, acercándose un poco más. — Porque todos tenemos algo que ocultar, Emma. Todos tenemos algo que sentimos que no podemos mostrar. Pero cuando encuentras a alguien que te entiende, que te acepta sin necesidad de explicaciones... eso es todo lo que realmente necesitas.
La rubia sintió que sus piernas vacilaban bajo ella, pero de alguna manera, las palabras de Chappell la anclaban. Y por un instante, solo por un instante, sintió que podía ser ella misma, sin miedo, sin dudas.
Pero la realidad de su situación regresó con fuerza: las palabras aún no podían salir, no podía admitir lo que sentía por Chappell. No allí, no frente a ella. Así que, en lugar de decir lo que realmente quería decir, solo dio un paso atrás, intentando mantener la compostura.
— No sé si estoy lista para eso — dijo con suavidad, sus ojos evitando los de la chica.
Chappell, sin embargo, no se movió. En su mirada había una mezcla de comprensión y paciencia, como si supiera que el tiempo sería el que diría las palabras que Emma no podía decir.
— Lo sé.— respondió, con una suavidad que hizo que Emma sintiera una pequeña chispa de esperanza, aunque estuviera tan lejos de poder abrazarla completamente.
La conversación ñ había sido como una burbuja, aislada del resto del mundo, un momento que Emma había estado esperando, pero que al mismo tiempo la dejaba vulnerable.
Pero justo cuando Emma pensaba que podrían compartir más de ese espacio sin interrupciones, el sonido de pasos se escuchó desde la puerta principal.
— Em, cariño, ¿puedo hablar contigo un momento? — La voz grave de su padre, rompió el silencio.
Emma giró rápidamente hacia él, dándose cuenta de que había estado tan inmersa en la conversación con Chappell que ni siquiera había escuchado que él se acercaba.
— Papá... — reaccionó al instante, intentando ocultar su nerviosismo. Miró a Chappell, que estaba de pie cerca de ella, y no pudo evitar sentir cómo la situación comenzaba a complicarse aún más. Los nervios se acumularon en su pecho. — Un momento...— se adelantó hacia su padre.
Richard se detuvo en el umbral de la terraza, mirando a su hija con curiosidad, pero su atención pronto se desvió hacia Chappell, que estaba de pie un poco más alejada de Emma.
— Oh, ¿y esta es...? — levantó una ceja, su mirada cálida pero ligeramente inquisitiva, como si esperara que Emma lo introdujera adecuadamente.
Emma, al notar la incomodidad de la situación, dio un paso adelante. Se aclaró la garganta, tratando de sonar lo más casual posible. — Papá, te presento a Chappell — Señaló a la chica junto a ella, tratando de controlar sus palabras. — Chappell, este es mi padre, Richard.
Chappell, con una elegancia natural, extendió la mano hacia el Sr. Maxwell. — Mucho gusto, señor. Es un placer conocerlo.
El hombre estrechó su mano con una sonrisa genuina, pero no podía evitar mirar con curiosidad a la joven. — El placer es mío, Chappell. Estaba escuchando de ti antes. ¿Cómo te ha estado yendo por aquí?
La rubia, sintiendo que la situación se estaba alargando demasiado, dio un paso hacia el interior de la casa. Fue entonces cuando notó a Thomas, que estaba sentado en el salón, observando la escena desde el fondo. Con un pequeño suspiro, Emma se giró hacia su padre.
— Y este es Thomas, — dijo, señalando al chico con una ligera sonrisa, aunque su mente estaba aún ocupada con la incomodidad del momento — Thom, este es mi papá, Richard. ¿Recuerdas que te hablé de él?
Thomas se levantó del sillón, un poco nervioso, y extendió su mano hacia el Sr. Maxwell. — Mucho gusto, Sr. Maxwell. Encantado de conocerte finalmente.
El padre de Emma tomó su mano con un apretón firme, pero no pasó por alto la ligera inquietud en Thomas. — Igualmente, Thomas. He oído hablar mucho de ti, aunque no tan bien como me gustaría, ¡pero ya me contarás! — Su tono era amistoso, pero un poco bromista, como si intentara aligerar el ambiente.
Emma notó la tensión en el aire. Mientras su padre y Thomas intercambiaban algunas bromas, observaba con atención cómo Chappell permanecía callada, con una calma que solo aumentaba la sensación de que había algo más entre ellas que no se había dicho. Su corazón latía con más fuerza de lo que hubiera querido.
Richard, al ver que los tres estaban en la terraza, se aclaró la garganta y miró hacia la casa. — Bueno, supongo que es hora de que todos nos pongamos cómodos. La comida ya está lista, y no quiero que se enfríe. ¿Qué les parece si cenamos todos juntos?
Emma sintió un pequeño alivio al escuchar esa sugerencia. Era una forma de salir de la tensión del momento.
— Claro, papá. Vamos adentro, entonces.— Respondió rápidamente.
Cuando entraron en la casa, todos se dirigieron hacia el comedor. Gracie, Milo y Renée ya estaban sentados, conversando animadamente. Emma sintió la familiaridad de la escena, pero también la presión de mantener la fachada de normalidad.
Mientras se sentaban, Thomas se ubicó junto a Emma, y Chappell se sentó frente a ella. La conversación durante la cena fue ligera, llena de bromas y comentarios triviales, pero Emma notaba cómo su mente se desviaba una y otra vez hacia la silenciosa conexión con Chappell, que estaba justo al frente, participando de la conversación, pero sin perder la mirada atenta que solo Emma parecía notar.
La mesa del comedor estaba llena de risas y conversaciones animadas, los platos servidos con comida casera que olía increíblemente bien. Todos parecían estar disfrutando del momento, pero Emma no podía evitar sentirse un poco desplazada en su propia casa. La energía de sus amigos siempre había sido reconfortante, pero esta vez, con Chappell y Thomas allí, había algo más en juego.
Chappell, parecía encajar perfectamente, pero Emma notaba que su madre la observaba con detenimiento, como si estuviera evaluando cada palabra que decía.
Mientras tanto, Renée, no dejaba de hablar de sus últimas aventuras.
—¡No lo van a creer! — levantó la copa en un gesto exagerado. — Milo, ¿te acuerdas cuando intentamos hacer senderismo en aquel parque nacional y terminamos perdidos por tres horas?
Milo, quien estaba más callado de lo habitual, levantó las cejas y dejó escapar una pequeña risa.
— No, no lo recuerdes. Fue traumático. — Hizo una pausa antes de agregar: — Aunque lo bueno fue que nos dimos cuenta de que Gracie podría ser una excelente guía de supervivencia.
Gracie, que estaba tomando un bocado de su cena, dejó escapar un sorbo de risa.
—¿Excusa para no cargar con la mochila, tal vez?
Milo levantó las manos en señal de rendición. — Bien, admito que sí me ayudaste un poco con la mochila, pero ¡tú también te perdiste!
Los tres comenzaron a reírse, y la conversación continuó en un tono relajado. Emma observó cómo sus amigos se llevaban bien, riendo como si no hubiera nada que los separara. Aun así, no podía evitar notar cómo sus padres, sentados al otro lado de la mesa, intercambiaban miradas de vez en cuando.
— Es gracioso cómo todos parecen tan cómodos entre ellos, — comentó su madre, con una sonrisa suave, pero un tono que no pudo descifrar. — ¿No es cierto, cariño? Es como si estuvieran todos tan... unidos.
Emma se tensó un poco al escuchar la insinuación de su madre, que siempre había tenido una forma peculiar de hacer comentarios aparentemente inofensivos, pero con una intención detrás.
— Sí, mamá, — respondió rápidamente, mientras trataba de desviar la conversación. — Siempre lo hemos sido. Nos conocemos desde hace años.
Su madre, sin embargo, parecía no estar satisfecha con la respuesta y continuó mirando a Thomas, quien estaba sentado junto a Emma, intentando sonreír y participar.
— Entonces, Thomas, — comenzó su madre, con una sonrisa tan amplia que Emma la reconoció como la típica sonrisa "de madre orgullosa". — ¿Cuánto tiempo llevas conociendo a Emma? ¿Unos...?
Thomas, algo nervioso, asintió, pero al darse cuenta de que todos lo miraban, agregó rápidamente: — ¡Sí, sí! Algunas semanas... aunque Emma siempre ha sido la más difícil de convencer.
La respuesta causó una risa generalizada, incluso de parte de Emma, que trató de disimular un leve rubor. Pero su madre no dejó de insistir, viendo la oportunidad para hacer otro comentario.
— ¿Y qué tal las cosas entre ustedes? — Su tono cambió ligeramente, más inquisitivo. — ¿Están, ya sabes... pensando en algo entre ustedes?
Emma casi se atraganta con un bocado de su comida. La pregunta de su madre había caído en el ambiente como una piedra en un estanque tranquilo, causando un leve silencio en la mesa.
Chappell, que estaba sentada frente a Emma, levantó una ceja con una sonrisa divertida, mientras que Thomas, totalmente ajeno al subtexto, se mostró un tanto incómodo pero trató de mantener la calma.
— Bueno, yo diría que estamos en ese tipo de etapa... — Thomas comenzó, pero Gracie, interviniendo para salvarlo, añadió rápidamente.
— ¡Ah! La famosa etapa de no hablar demasiado sobre el futuro y vivir el presente ¡Una excelente opción! — dejó escapar una risa burlona, pero amistosa.
La tensión se disipó un poco mientras todos se reían, pero Emma sentía que su madre no estaba satisfecha. Había algo en sus ojos que no podía identificar, pero sabía que no era completamente inocente.
Emma desvió la mirada hacia Chappell, buscando algo de consuelo en sus ojos. Chappell, por su parte, sonrió de vuelta, como si todo lo que estaba sucediendo fuera parte de un juego que ella entendía mejor que nadie.
Vivienne, sin embargo, no dejó de lanzar un par de miradas en dirección a Chappell. Y cuando la conversación volvió a centrarse en algo menos personal, fue cuando la madre de Emma decidió hacer un comentario que hizo que toda la mesa se quedara en silencio por un segundo.
— Entonces, Chappell, — comenzó con un tono curioso, pero sutilmente condescendiente. — ¿De dónde eres?
Chappell, sin perder su compostura, respondió con una calma que sorprendió a todos.
— Soy de un pueblo pequeño en Missouri, pero he estado en Nueva York por un tiempo. Y, bueno... he viajado bastante.
Emma notó la manera en que su madre asintió lentamente, evaluando cada palabra de la pelirroja.
— Ah, entiendo — sonrió, pero había algo en su voz que sonaba a juicio — , claro. Un lugar muy... interesante. Debe ser difícil adaptarse a un lugar tan... distinto, ¿no?
Emma pudo notar cómo la incomodidad se apoderaba de la mesa. Los amigos de Emma se quedaron en silencio, incómodos con la insinuación, mientras que Chappell, siempre serena, no permitió que su expresión cambiara.
— No es difícil adaptarse si uno está dispuesto a aprender, — respondió, su tono firme pero educado. — Y a veces, el lugar no define tanto las experiencias como lo hacen las personas.
—¿A que te dedicas...
—Chappell es cantante— la rubia la interrumpió con una sonrisa orgullosa — su voz es... hermosa. Deberías escucharla, mamá, en el escenario es como una estrella de rock — finalizó, sus mejillas se tornaron rosas.
—Bueno, nunca habias descrito a nadie así. Debe ser muy impresionante ¿eh? — su padre se burló, Chappell soltó una risa.
El silencio que siguió fue pesado, pero luego Gracie intervino para romper la tensión, cambiando de tema rápidamente.
— ¡Así que! ¿Qué tal si después de cenar vamos todos al mirador? — preguntó Gracie, con un tono demasiado animado para ser natural.
Emma, aliviada por el cambio de tema, asintió rápidamente. — ¡Sí, eso suena genial!
Pero, por un momento, antes de que la conversación cambiara, Emma vio cómo Chappell la miraba con una ligera sonrisa, como si supiera lo que estaba pasando por su mente: el agobio de la situación, la presión de las expectativas familiares, y la incomodidad de sus propios sentimientos.
Emma, sin poder evitarlo, devolvió la sonrisa.
El padre de Emma, animado por la compañía, hizo una broma sobre las excursiones familiares, y todos se rieron. Pero Emma solo sentía la presión de estar atrapada entre dos mundos: uno lleno de expectativas y otro lleno de deseos reprimidos.
Emma notaba cómo sus amigos interactuaban con total comodidad, lanzando bromas y chistes como si no hubiera ninguna preocupación en el mundo. Sin embargo, mientras su madre observaba desde el extremo de la mesa, Emma sentía una especie de presión creciente. Su madre parecía estar observando cada detalle con atención.
Milo se aclaró la garganta, buscando en romper el hielo
— ¿Les dijo Renee que ella sera la nueva Regina George?— se rió
Richard hizo una expresión de asombro.
—¿En serio? Eso es genial ¿cómo lograste tener el papel, Renée?
Renée hizo una exagerada mueca de horror.
— No fue tan difícil, estuve interpretándola en Broadway. Definitivamente eso ayudo en algo— el ambiente se sintió más relajado por un momento.
—¡Lo recuerdo! Emma fue una maravillosa Cady — gracie se rio.
Emma, aliviada por la distracción, dejó escapar una pequeña sonrisa. Aunque la historia de Renée era absurda, lo que más le divertía era ver a todos tan cómodos, a excepción de su madre, quien ahora parecía estar prestando mucha atención a lo que Thomas decía.
— Entonces, Thomas, — comenzó su padre, interrumpiendo la diversión de Renée, pero con un tono amable. — ¿Qué te trae por aquí exactamente?
Emma apretó los dientes discretamente. Su padre solía hacer ese tipo de preguntas, tan sutiles pero llenas de capas, que podían ser un poco incómodas. Thomas, sin embargo, parecía no darse cuenta de la tensión. Sonrió y respondió con calma.
— Si soy sincero, no me puedo quejar de lo que me trae aquí. Siempre es bueno ver a Emma fuera de su entorno de trabajo. Es un descanso. — Rió nerviosamente.
Emma se sintió un poco avergonzada. No era la primera vez que su padre hacía preguntas directas, pero algo en el tono de su voz la hizo sentir incómoda.
— ¿Un descanso? — repitió con una sonrisa astuta. — ¿Eso significa que no hay planes en el futuro cercano, Thomas?
Un escalofrío recorrió la espalda de Emma. Ella sabía que no dejaba escapar una oportunidad para hacer preguntas más personales, pero el tono con el que lo hacía ahora parecía más incisivo de lo habitual.
Renée, siempre alerta a la tensión en la habitación, fue la primera en intervenir.
— ¡Oh, por favor, no hagas preguntas tan difíciles! Es tan incómodo como cuando Emma me pide que la ayude a estudiar para sus papeles— Renée rió, y la tensión en la mesa disminuyó un poco.
Milo, que normalmente era callado, agregó con tono juguetón: — Lo cierto es que las preguntas de tu padre son como un examen de historia: siempre difíciles y con respuestas complicadas.
La mesa se llenó de risas nuevamente, pero la madre de Emma, lejos de relajarse, observaba a Thomas con una mirada curiosa. Emma notó cómo su madre no dejaba de mirar la copa de vino frente a ella, como si estuviera pensando en lo siguiente que diría.
Mientras tanto, Gracie, que había estado quieta durante toda la cena, finalmente rompió el silencio con un comentario inesperado.
— ¿Alguien más tiene la sensación de que Emma va a organizar algo... importante, pronto? — dijo con una sonrisa traviesa.
Emma casi se atraganta con el vino. — ¿Qué? ¿Qué dices, Gracie? — intentó sonreír, pero no pudo evitar la incomodidad en su rostro.
Gracie, con su típica actitud desinhibida, continuó: — Solo digo que con toda esta gente aquí, parece que va a pasar algo... ya saben, importante... o algo así — hizo una pausa dramática y todos comenzaron a reír.
Thomas, aparentemente ajeno a las implicaciones, se unió a la broma.
— ¡Vaya! No me esperaba que fuera tan rápido...
Emma se sintió completamente roja, pero al ver la cara divertida de Chappell, decidió no dejar que la situación la abrumara más. Chappell, siempre tranquila, le dedicó una sonrisa cómplice, como si supiera exactamente lo que estaba pasando por su mente.
Pero la madre de Emma, aprovechando la oportunidad, volvió a intervenir, con un tono aún más sutil, pero que no pasaba desapercibido.
— Bueno, no es que quiera presionar, pero... — comenzó, mirándose las uñas antes de fijar su mirada en Thomas y Emma. — Siempre he creído que las cosas importantes deberían ocurrir cuando las dos partes están realmente comprometidas. ¿No es así?
La pregunta colgó en el aire, como si hubiera un peso adicional en cada palabra. Emma no sabía si su madre hablaba de algo tan inocente como la relación con Thomas, o si tenía en mente algo más.
Pero antes de que la conversación pudiera volverse más incómoda, Milo intervino rápidamente, como si hubiera sentido la tensión.
— ¡Yo solo quiero decir que Emma siempre será la reina de las escapatorias! — dijo con una sonrisa descarada. — La conozco desde hace años y jamás la he visto tan evasiva.
Todo el mundo comenzó a reír, y aunque Emma seguía sintiendo la presión de su madre, no pudo evitar reír con ellos.
Gracie, siempre la más aguda, hizo su contribución final con una sonrisa traviesa: — Si algún día Emma se decide, estoy segura de que organizará una boda tan grande que nos dejará sin aliento... pero por ahora, sigamos comiendo.
La conversación se volvió más ligera y divertida después de eso. La risa flotó en el aire, y aunque Emma no podía dejar de sentir la mirada penetrante de su madre, intentó relajarse.
Chappell, por su parte, parecía disfrutar de la situación, observando a todos con una ligera sonrisa en su rostro. Sin embargo, cada vez que sus ojos se cruzaban con los de Emma, la conexión no pasaba desapercibida. Sentía que, a pesar de la broma y la ligereza de la mesa, algo más estaba ocurriendo entre ellas, algo que no se podía expresar con palabras.
Emma se dio cuenta de que Thomas encantaba a su padre con sus palabras, haciendo un punto para reírse de sus chistes, aferrándose a cada historia que contaba. Cuando la conversación se volvió hacia la política, tuvo que contener rodar los ojos, y básicamente de reírse de él, cogiendo el mantel mientras esperaba a que terminara la noche.
Escuchó débilmente a Thomas hablar sobre las aspiraciones de seguir los pasos de su padre, el señor Maxwell diciendo algo sobre respaldar su carrera. No iba a mentir, le dolió saber que si él fuese una mujer, su padre probablemente la desaprobaría en todos los aspectos, minimizando sus sueños.
Emma apenas podía concentrarse, atrapada en su propio torbellino emocional.
— ¿Emma? — La voz de su madre la sacó de su ensueño. — ¿Qué pasa? No hablas mucho hoy.
Parpadeó, tratando de disimular su incomodidad. No podía contarles la verdad. No podía decirles que el chico que estaban tratando de ver como su futuro compañero no era el que realmente le interesaba. No podía decirles que su corazón estaba en otro lugar, en alguien que jamás se atrevería a traer a casa.
— Estoy bien, mamá. Solo... estoy un poco cansada, supongo. — Sonrió, pero la sonrisa era frágil.
Thomas, ajeno a la tormenta interna de Emma, continuó hablando animadamente, mientras su madre se sumergía en la conversación, satisfecha con cómo iban las cosas.
Pero no podía escapar de la mirada intensa de su padre, que la observaba desde el otro extremo de la mesa. A pesar de su silencio, sus ojos parecían preguntar algo que no estaba dispuesto a decir en voz alta. ¿Lo sabía? ¿Lo había notado?
Sus otros amigos charlaban sobre sus vidas con ánimo, mientras Emma intentaba sumergirse en la conversación, aunque en su mente solo había ruido. ¿Lo notas? Ella te observa. Te está observando.
Cada vez que sus ojos se encontraban con los de Chappell, un estremecimiento recorría su cuerpo. Sabía que no debía darle importancia, pero no podía evitarlo. La miraba, y algo en esa mirada era diferente. No era como antes. No era casual, ni siquiera amistosa. Había algo ahí que Emma no podía identificar, algo que la hacía sentir como si estuviera en una cuerda floja, a punto de caer.
—¿Y... harán algo interesante para Halloween esta año? — Vivienne preguntó.
—Pues, tenemos esta pequeña tradición de hacer una fiesta de disfraces— renee asintió — el año pasado, Emma la organizó en su apartamento, este año es el turno de Milo.
—¡No es justo! ¿Por que no lo sabia?
—Por que sabía que ibas a decir que no.
—Las fiestas de su hija siempre son las mejores— gracie comentó con una sonrisa — el año pasado contrato strippers... — Emma se aclaro la garganta, escuchando la debil risa de su padre —¡Oye! — exclamó cuando sintió un golpe en su pierna.
—¡Gracie! Era un secreto— renee soltó una carcajada.
—Eso debió ser divertido... — Vivienne le lanzó una mirada acusatoria.
—Entonces... ¿que hacemos para navidad?
Intentó cambiar el tema, hablar de cualquier otra cosa, pero cada vez que se deslizaba de nuevo hacia el grupo, su mente volvía a centrarse en Chappell. No puedo seguir con esto. No puedo seguir engañándome. Pero, ¿qué pasa si lo hago?
Chappell, por su parte, parecía disfrutar del ambiente relajado, sonriendo y hablando con los padres de Emma como si estuviera en su propia casa. Eso solo hacía que la distancia entre ellas pareciera más insostenible.
¿Cómo puede estar tan tranquila? ¿Cómo puede estar tan cómoda en este lugar, sabiendo lo que está pasando dentro de mí? pensó Emma, mientras se obligaba a centrar su atención en su plato.
Después de la cena, el grupo se trasladó al salón, donde la conversación se relajó aún más. El mar resonaba en el fondo, y Emma pudo ver las olas iluminadas por la luz de la luna.
Esto no es real. Esto no puede seguir así. Sin embargo, cuando Chappell se acercó a sentarse junto a ella en el sofá, la ansiedad volvió a recorrer su cuerpo, y su mente se llenó de pensamientos contradictorios.
—¿Estas bien? — cuestionó dulcemente.
—¿Por que todos siguen preguntando eso?
Chappell se encogió de hombros.
—Pareces distante — guardo silencio — asi que... contrataste strippers ¿eh? ¿Estaban disfrazados de policías o de ghostface? — golpeó su hombro con delicadeza.
Emma soltó una pequeña risa.
—Ninguno... eran jugadores de futbol americano — admitió con vergüenza.
—¡No te creo! — exclamó en un susurro — no es tan raro. ¿Sabes? Siempre te he imaginado como una animadora.
—¿Como en esa película de Natasha Lyonne?
—Mhm — afirmo — ahí esta, creo que encontramos nuestros disfraces.
—Eso suena como uno de mis sueños.
No puedo seguir ignorando esto. Ya no puedo.
La tarde en la casa de playa continuó como un torbellino de risas y conversaciones, pero Emma no podía deshacerse de la sensación de estar atrapada en su propia mente. Solo unos días. Solo unos días más y todo esto pasará.Pero a medida que el sol se ocultaba y la noche caía sobre la costa, la atmósfera de la casa parecía volverse más densa, más impredecible.
Sus amigos estaban dispersos por la sala, algunos de pie junto a la chimenea, otros sentados en los sillones alrededor de la mesa de café. Emma se encontraba entre ellos, tratando de encajar, pero su mente seguía desviándose hacia Chappell. La cantante estaba en una conversación animada con sus padres, su risa llenando la habitación. Emma, desde su rincón, no podía evitar observar cada gesto de Chappell, cada movimiento que la hacía parecer tan despreocupada, tan libre.
Pero no podía quedarse ahí, perdida en sus pensamientos. Actúa normal, Emma. No puedes seguir así. Thomas se acercó, interrumpiendo su espiral de pensamientos, y se sentó a su lado con una sonrisa. Emma no pudo evitar notar cómo él, con su usual naturaleza extrovertida, intentaba hacerla reír.
—¿Sabes, Emma? —comenzó Thomas, sacando una cerveza del refrigerador y entregándola a Emma. —Eres muy tranquila para ser una persona tan genial. ¿Cómo es posible que no sepas divertirte más a menudo?
Emma forzó una sonrisa, pero en su interior, un nudo se iba formando.
—No lo sé, Thomas. Creo que a veces mi cabeza está ocupada en otras cosas.
—¿Y qué cosas? —preguntó él, en tono juguetón, sin darse cuenta de la inquietud que Emma sentía.
Emma miró alrededor, buscando una salida. No puedo seguir en esto. No ahora. En un esfuerzo por desviar la conversación, se apoyó en el respaldo del sillón y miró hacia el grupo, donde algunos amigos estaban conversando sobre un tema trivial, pero como siempre, la presencia de Chappell parecía consumir todo a su alrededor. No estaba tan cerca, pero Emma sabía que, de alguna manera, estaba conectada a ella, aunque no lo estuviera buscando. Ella no me ve así, no lo hará nunca. No quiero que lo haga.
Sin embargo, a pesar de sus intentos por escapar de sus pensamientos, Emma no pudo evitar sentir una tensión creciente entre ella y Chappell. Aunque la cantante seguía con sus bromas, de vez en cuando sus ojos se encontraban con los de Emma. Había algo en su mirada que parecía más profunda, más cautelosa, algo que no podía descifrar. ¿Lo noté, o fue solo mi imaginación?
Thomas, percibiendo el silencio que se había formado, cambió de tema.
—Deberíamos salir a caminar por la playa, ¿no? —dijo, mirándola con una sonrisa amplia. —Me siento como si estuviera atrapado aquí dentro, con tanta gente.
Emma, agradecida por la distracción, asintió rápidamente. —Sí, buena idea. La brisa del mar siempre me calma.
Ambos se levantaron y caminaron hacia la puerta, saliendo al patio trasero. La casa estaba justo al borde de la playa, y la arena, bañada por la luz de la luna, se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Los dos caminaron en silencio por un momento, el sonido de las olas chocando contra la orilla llenando el espacio entre ellos.
—¿Por qué tan seria? —preguntó Thomas, rompiendo el silencio, mientras caminaba a su lado. —¿Todo bien?
Emma se obligó a sonreír, aunque sabía que no podía ocultar por completo lo que sentía.
—Solo... he tenido mucho en la cabeza, supongo. Es difícil desconectarse.
Thomas la miró con una expresión más seria ahora.
—Ya sabes, no tienes que cargar con todo sola. Si alguna vez necesitas hablar, aquí estoy. No siempre tenemos que hacer todo perfecto. A veces, las cosas solo son como son, y eso está bien.
Emma lo miró, sintiendo una mezcla de gratitud y confusión.
¿Por qué me dices esto? No quiero hacerte daño. Pero, al mismo tiempo, el consuelo de sus palabras la hizo sentir culpable. ¿Era eso lo que necesitaba? ¿Una distracción de lo que realmente quería? Quizás debería darle una oportunidad a Thomas. Tal vez eso me ayude a olvidar.
De repente, un grito de risa lejana rompió sus pensamientos. Volvió la mirada hacia la casa y vio a Chappell asomándose por la ventana, riendo con Milo y Renee.
¿Por qué siempre está en mi mente? ¿Por qué no puedo simplemente dejarla ir?
Thomas notó la dirección en la que Emma miraba y sonrió de manera juguetona.
—¿Qué pasa? ¿Te está mirando?
Emma no pudo evitar sonrojarse. —No... solo... no sé. —respondió rápidamente, sintiendo cómo la tensión volvía a apoderarse de ella.
—Claro... —Thomas se rió—. No te preocupes, no me voy a poner celoso. Deseaba que me miraras a mi — suspiró bajando la mirada —pero me di cuenta que no dejabas de verla a ella.
—Thomas...
—No. Esta bien, no te puedo obligar a gustarte, y tú me enviabas estas señales contradictorias... creí que podía haber algo entre nosotros.
—Lo siento, estoy confundida. — bajo la mirada avergonzada, se sintió asqueada de su comportamiento — se que eso no lo justifica, pero no sabía que hacer... estoy tan asustada.
—Lo entiendo. Pero si necesitas hablar sobre cualquier cosa, ya sabes que puedes contar conmigo. No tienes que lidiar con esto sola.
Emma asintió, agradecida por su apoyo. Pero su mente seguía corriendo en círculos. ¿Por qué no puedo parar de pensar en ella? ¿Qué significa todo esto?
Decidieron regresar a la casa, y mientras caminaban hacia la puerta, Emma se sintió atrapada entre dos mundos.
Uno, el mundo en el que intentaba seguir las expectativas de su familia, de su vida, donde Thomas parecía ser la solución perfecta a su caos interno. Y el otro, el mundo en el que Chappell, con su risa y su mirada profunda, era la constante que la perseguía, desafiando todo lo que pensaba saber sobre sí misma.
Cuando entraron de nuevo, se encontraron con Chappell, que ahora se había acercado a la mesa donde el resto de los amigos se reunían. Emma, a pesar de sus esfuerzos por mantenerse alejada, no pudo evitar sentir una vez más esa extraña electricidad al cruzarse con la mirada de Chappell.
Y en ese momento, supo que no importaba cuánto intentara cambiar las cosas, la tensión entre ellas dos era imposible de ignorar.
La mañana después de la confrontación en la playa fue tensa. Thomas se había ido temprano, sin decir mucho, dejando a Emma con un nudo en el estómago. Las palabras de él seguían resonando en su cabeza, como un eco que no podía silenciar. Pero lo que más le pesaba no era lo que Thomas había dicho. Era lo que ella misma se estaba negando a ver.
Se levantó temprano, como si el movimiento pudiera hacer que todo se desvaneciera, pero las horas no pasaban rápidamente. La casa estaba en calma, sus padres aún dormían, y Emma se sentó en la terraza mirando el horizonte, tratando de poner en orden sus pensamientos.
¿Qué hago ahora? se preguntaba, mientras sentía cómo su mente volvía una vez más a la misma conclusión: la chica de ojos azules y cabello castaño.
A lo lejos, vio a la cantante caminando por la orilla, como si nada hubiera cambiado. Chappell parecía ser la única en paz, y eso irritaba a Emma. ¿Por qué ella no se ve afectada? Pensaba, pero rápidamente se regañó a sí misma. No puedes esperar que ella lo sepa. No sabes ni siquiera si ella te ve de la misma manera.
De repente, Chappell levantó la mirada y sus ojos se encontraron. Emma sintió una oleada de ansiedad, como si en ese mismo instante todo se estuviera precipitando. Sin pensarlo, se levantó y caminó hacia la playa, hacia ella.
Chappell la esperaba cerca del agua, el viento levantando su cabello rizado y desordenándolo de manera perfecta. Cuando Emma llegó a su lado, la chica sonrió, pero había algo diferente en su mirada, algo que le indicó a la rubia que quizás ella también lo sabía, que quizás ya no había espacio para más evasivas.
—Buenos días. —dijo, su voz suave, como si estuviera tratando de sonar casual, pero Emma notó el trasfondo de tensión.
—Hola. —respondió, aunque su tono no fue tan seguro como normalmente lo habría sido. La cercanía de Chappell la hizo sentir vulnerable, expuesta.
Hubo una pausa incómoda. Emma no sabía cómo empezar, cómo romper el silencio que se había formado entre ellas.
—¿Te sientes bien? —preguntó, notando la expresión tensa en el rostro de Emma. —Ayer parecías... distante.
La rubia espiró profundamente, preparándose para lo inevitable. Ya basta de esconderlo. No puedes seguir así.
—No lo estoy. —dijo Emma finalmente, sin rodeos, su mirada fija en la de Chappell. —No estoy bien, porque... porque siento algo por ti. Y lo he estado ignorando todo este tiempo.
Chappell la observó en silencio, sus ojos tan intensos como siempre, pero con una suavidad que Emma no esperaba. Sabía que había algo que no estaba bien en sus palabras, que lo que acababa de decir era como un grito desesperado por algo que no podía controlar, pero al mismo tiempo, era la verdad.
—Lo siento mucho. No quería que esto sucediera. No quería que esto afectara todo lo demás. Pero no puedo seguir pretendiendo que no está ahí, que no te veo de otra forma. —Emma apretó las manos contra sus costados, como si intentar detenerse pudiera detener todo lo que estaba sucediendo. —Pensé que podría ignorarlo, pero no puedo.
Chappell no respondió de inmediato. Emma vio cómo sus ojos brillaban con algo indefinible, algo que no podía leer. La cantante dio un paso hacia ella, pero con cautela, como si estuviera midiendo las palabras con mucho cuidado.
—Emma... —la miró fijamente, una expresión que no había visto antes. —No voy a mentir, lo he sentido, pero no quería que las cosas se complicaran. Sabía que estaba ocupada con Thom, y no quería ser... la otra persona, si sabes a lo que me refiero.
Emma sintió un peso en su pecho. Ella lo sabía. Y al mismo tiempo, sentía una especie de alivio al saber que no era la única que había estado reprimiendo todo eso.
—Entonces... ¿qué hacemos ahora? —preguntó, sin saber realmente lo que esperaba escuchar —porque no sé qué esperar de todo esto. Todo lo que puedo hacer es ser honesta, pero no sé si eso es suficiente.
Chappell la miró por un largo momento, y cuando habló, su voz fue baja pero clara.
—No sé qué va a pasar entre nosotras. Pero sé que lo que siento por ti no es algo que pueda ignorar. Y no quiero que sigas sintiendo que tienes que esconderlo. —sonrió, con una dulzura que hizo que el corazón de Emma se acelerara. —Pero no quiero que esto sea algo que te cause más dolor. No quiero que te sientas atrapada.
La rubia sintió un alivio inmediato al escuchar esas palabras, pero al mismo tiempo, la incertidumbre del futuro la abrumaba. Todo es tan incierto. Pero por primera vez en mucho tiempo, se dio cuenta de que no todo tenía que estar resuelto de inmediato. A veces, la verdad era todo lo que necesitaba para empezar a sanar.
Chappell tomó su mano, suavemente, sin prisas.
—Sea lo que sea, quiero que lo descubramos juntas, ¿te parece? —preguntó.
Emma asintió lentamente, con una sonrisa tímida que apenas pudo contener.
—Sí, me parece. —respondió, con una mezcla de miedo y esperanza. —no quiero seguir escondiéndome.
Los dos se quedaron allí, de pie frente al mar, las olas rompiendo suavemente contra la orilla, mientras una nueva etapa comenzaba a tomar forma entre ellas. Había mucho por hacer, muchas preguntas sin respuesta, pero por primera vez, Emma dejó de lado el miedo y se permitió ser honesta consigo misma, sin importar lo que el futuro les deparara.
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