¡¿QUÉ HICIERON CON LA EDITORIAL?!
El taxista se perdió 30 minutos, ¡30 minutos! desde que salimos del aeropuerto para la editorial.
El viaje de negocios fue uno de las más pesados que tuve hasta el momento. Ceder a tratos con la imprenta, verificar la nueva sucursal en Nicaragua y ubicar a mi viejo equipo en ese país, no fue lo más relajante en mi vida.
Quería llegar a la editorial; tomar un baño, escuchar la radio Arrowy mientras tomaba una taza de café y mientras contemplaría la magnífica vista de Perú, ¡claro!, desde mi oficina.
Solo que, al parecer, primero tendría que librar a los bomberos que rodeaban el edificio Arrowy que se consumía en llamas, ¡en llamas!
Ya con las rodillas clavadas en el piso y tratando de controlar mi respiración, busqué mi maleta para sacar mi celular y así averiguar que estaba pasando.
—¿Buscas esto?
Giré y vi a Schakal, quien tenía mi maleta en mano.
—Dime, por favor, ¿qué ocurrió? —me levante resoplando un mechón de mi frente.
—Vamos, te llevaré al sótano.
Y sin darme tiempo de responder, en un parpadeo ya estaba rodeada con montones de vasos de precipitado, condimentos extendidos en una mesa y una estufita (anafre) con una olla de barro en un rincón.
—¡Fresc! —gritó Gisela dejando unos tubos de ensayo en la mesa— Que bueno que llegaste.
—Pe-pero... ¿Qué está pasando?
En un rincón del sótano secreto de la editorial, estaba recostada Rubí y a su alrededor, dos pequeños niños que la abrazaban de los brazos.
—Ella esta bien —me dijo Gisela— Tuvo un episodio de stress, pero ya la estabilicé.
Suspiré aliviada.
—Logré controlar el fuego, pero llegué algo tarde —comentó Schakal sentándose en otro rincón.
—Gracias...
—¡Mami! —Uno de los niños gritó cuando Rubí comenzó a despertarse.
—Estoy bien —les sonrió.
—¿Cómo te sientes? ¿Qué ocurrió? —pregunté tomando asiento para recibir lo que imagine serian malas noticias al ver que Rubí evitó verme a la cara.
—Lo siento Fresc, no pude evitarlo, utilicé por mucho tiempo mis poderes...
—Tranquila —la consoló Gisela sobando su hombro.
—¡Eso!, tranquila, pero por lo que más quieras...Por favor, cuéntame lo que pasó.
Un foquito parpadeó en una computadora cercana y Gisela se acercó a ver.
—Siento interrumpir, pero creo que las explicaciones tendrán que dejarse para después —comentó Gisela mirando a Rubí—. Ya llegaron al último piso.
—No voy a poder —explicó Rubí, viendo con cejas fruncidas sus manos.
—No me vengas a decir "No puedo" —dijo de repente Gisela—. Con ese súper poder, siempre lograrás lo que quieras.
—¿Cuál poder?, esto más bien, parece una maldición.
—¡¿Qué cual poder?! —interrumpí. No permitiría que se siguiera viendo de esa manera—. Tu poder es nunca darte por vencida.
Rubí apretó los puños, miró con ternura a los niños y su rostro se llenó de coraje, sobó sus cabecitas y luego me sonrió. Enseguida, asintió viendo a Schakal.
<<¡Que alguien me expliqué por favaar a que viene todo esto!>>, grité internamente.
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