7
Travis había entrado siguiendo los pasos y el contoneo de Olimpia en el bar, hacía ya casi una hora. La chica había pasado de él para quedarse en aquel rincón junto a sus amigos. El motero la observaba desde la barra en silencio y con una cerveza en la mano. La chica hablaba animada con sus amigos y su hermana, incluso con Max quien se paseaba de vez en cuando a hablar con él, para luego volver al lado de Diana. Un grupo de adolescentes tocaba ahora versiones de los clásicos de rock para divertir al personal que ahora llenaba el bar. Travis agradeció a aquella pequeña banda de aficionados la actuación, pues era mucho mejor que estar escuchando las mismas canciones estridentes y en bucle una y otra vez.
Tras un rato de hablar, la chica a la que no podía dejar de observar fue arrastrada por sus amigos para bailar en medio de aquella pista llena de gente. Su cuerpo se movía al ritmo de aquella música invitándolo a acercarse a ella. Travis agarró con fuerza el botellín de cerveza tratando de controlar sus impulsos. No entendía que le pasaba desde que la había conocido. Aquellos ojos verdes, aquellos labios de los que ansiaba averiguar cómo sabían, aquellas caderas en las que deseaba undir sus uñas desde que bailara con ella la vez anterior. Tras un par de canciones, el grupo anunciaba que la siguiente canción estaba dedicada a la cumpleañera. Tras eso, el vocalista, un chuico moreno de nariz aguileña y extremadamente delgado comenzó a cantar "it's my life" de Bon Jovi.
Travis pudo ver cómo Olimpia, con una amplia sonrisa y completamente rígida por los nervios, disfrutaba de aquella canción. Parecía ser una de sus favoritas. Travis no quería acercarse a la muchacha, por miedo a perder el control de sí mismo; aún no entendía muy bien qué le pasaba, pero estaba cansado de observar. Llevaba más de una hora parado, siendo ignorado por la persona que lo había invitado. Era el momento de acercarse a ella.
Cuando estuvo cerca de la chica, tan cerca que casi podía oler su perfume, alguien lo empujó para coger a Oli de la cintura y comenzar a bailar con ella. Era un chico delgaducho con gafas, moreno y con la piel tan blanca que Travis se pensó que llevaba sin que le diese el sol media vida. Frunció el ceño, no le hizo ninguna gracia la intrusión. Pero menos aun, el hecho de que la chica que con él era tan borde y antipática, se dejase toquetear por ese empollín. Al mirarla a la cara de nuevo, se percató de que sonreía relajada. Una punzada de algo desconocido se clavó en su pecho, deseaba esa sonrisa para él. Aunque al llegar ella le había sonreído, Travis no sentía que fuera igual. A ese muchacho le sonreía casi cómplice, como si compartieran un secreto del que nadie más era consciente. El motero no podía moverse, estaba clavado en el sitio observando a aquella pareja bailar. No entendía porque aquello le molestaba tanto, sólo era una chica bonita que nunca había tonteado con él, seguramente ese chico fuera su novio. Ese pensamiento hizo que una corriente eléctrica le subiera por la columna hasta clavársele en el corazón. No entendía qué le pasaba, ¿es que acaso ahora le gustaban las crías de instituto? No, aquello no podía ser así.
Oliver tenía a su amiga por la cintura, bailaban pegados, no era la primera vez. Acercó sus labios a la oreja de la chica y le susurró.
─¿Ha venido?
Oli sonrió y asintió, se acercó a su cuello y le dijo quién era. De forma que pudo ver cómo Oliver lo observaba por encima de sus gafas, sin separarse de su rostro. Olimpia se sintió algo incómoda, no por la cercanía de Oliver, pero si por saber que todos sus amigos podían verles bailar muy pegados.
─¿Ese? es un viejo Oli, ¡por favor!
─No me importa, me ha llamado borde y no me da la gana, voy a vengarme esta noche ─Olimpia sentía como las tres cervezas que se había tomado en toda la noche se apoderaban de ella.
─Bien, pues te voy a ayudar, ¿quieres ponerlo celoso? ─Oliver le soltó una sonrisa pícara y besó a su amiga en el cuello.
─¡Oliver no!, están todos nuestros amigos delante y Anne también ─Olimpia apartó a su amigo con un rápido movimiento. Su corazón se aceleró y tras eso, miró a su alrededor preocupada por si alguien les pudiera haber visto. La canción había terminado justo en ese momento.
─Ha funcionado, se ha largado a la barra, espero que no me dé una paliza luego. Corre, ve y demuéstrale que nadie se mete contigo ─respondió Oliver con una sonrisa malévola en el rostro. Olimpia le apretó en la mano y le dio las gracias moviendo los labios. Respiró hondo y se dirigió a la barra.
Travis estaba apoyado de espalda, esperando al camarero. A su lado había un taburete vacío y sin saber cómo había aparecido, Olimpia lo ocupó sentándose en él. Se miraron y aunque la chica le sonrió inocentemente, éste la miró con indiferencia. El camarero pasó por su lado y pidió un whisky.
─¡Qué sean dos! ─gritó la chica y se bajó del taburete.
Travis la miró serio y ésta le volvió a sonreír. Cuando el camarero sirvió las copas y las pagó, Olimpia se adelantó para cogerlas y marcharse con ellas hasta un sofá cerca de dónde estaban Max y Diana. A regañadientes, Travis la siguió, trató de calmarse por el camino. Aquel muchacho había marcado su territorio en el cuello de Olimpia con un beso, y con una sonrisa triunfal se había reído de él en sus propias narices. Debía alejarse de ella, no estaba de humor para juego de niñas de instituto.
Travis se sentó en una esquina del sofá, cogiendo después uno de los vasos que la chica le ofrecía con una sonrisa. Estaba incómodo y molesto, pero no podía dejar de observar aquellos ojos verdes que lo ipnotizaban. La forma en la que la muchacha se sentó a su lado, tampoco ayudaba a que la tensión que acumulaba en su cuerpo se disipara. Travis no podía dejar de mirarla, se había sentado sobre sus rodillas, apoyando los codos en el respaldar del sofá, quedando completamente frente a él. La camiseta blanca que llevaba dejaba al aire la piel de sus hombros, una piel suave que Travis deseaba probar. Desvió rápidamente los ojos hacia otro lugar, y le dio un sorbo rápido a su Whiscky, deseando que la lujuría que iba calmando la ira de su cuerpo y haciéndose con el control de su mente, no fuera percibida por Olimpia. Sacudió su cabeza, aquella chica tenía novio, aquel detalle no podía olvidarlo. La ira volvía a envolverlo de nuevo.
─¿Qué te pasa? ─la voz de Olimpia lo sacó de sus pensamientos, volvió a mirarla, pero sus ojos se paseaban ahora tímidos por el vaso que la chica tenía en las manos─. Estás muy serio.
El rostro de Olimpia se contrajo en una mueca de asco tras darle un sorbo a su Whiscky. Seguramente no estaba acostumbrada a una bebida tan fuerte, se dijo el motero. LA muchacha lo miraba con una sonrisa que a él le pareció muy dulce, y levantó las cejas invitándolo a hablar. A pesar de querer rozarla, aquella chica estaba jugando con él, y esa certeza lo enfureció. De forma que siguió guardando silencio, desviando la mirada de nuevo a la pista de baile. Tras un rato en silencio, la muchacha se levantó del sofá, acercándose a su hermana y tirando de ella para llevársela al aseo.
***
─No me hace caso, solo me ignora ─Olimpia se cruzó de brazos mientras apoyaba la cadera contra el lavamanos del aseo y miraba a Diana retocarse el maquillaje.
─¿Qué le has dicho? ─Diana la miraba con una ceja en alto.
─Nada... Bueno, Oliver me ha besado mientras bailábamos.
─¡Olimpia! ¿Pero en qué estabas pensando?
─La idea era comprobar si lo pondría celoso ─respondió rápidamente tratando de excusarse. Aquello había sido una mala idea, como casi todas las que Oliver planteaba. Se llevó una mano a la sién para ejercer presión y tratar de relajarse un poco, la noche no estaba saliendo como esperaba.
─Pues la habéis hecho buena hermanita. Seguramente cree que es tu novio y por eso prefiere mantener las distancias.
─¿Y ahora qué hago? Vamos, ayúdame, tú eres la que sabe más de estas cosas –le rogó a Didi. Deseaba poder vengarse de Travis como fuera, y deseaba que fuera esa noche.
─Pues es que no lo sé Oli, has metido la pata hasta el fondo
Al oír el comentario, Olimpia asintió y cambió su expresión. Comenzó a reírse, sabía lo que tenía que hacer. Si había metido la pata, ya estaba atrapada en la trampa, así que si la metía un poco más no importaba.
─Bien, sé lo que tengo que hacer –y de un trago se tomó el wishky que tenía, notó como le quemaba y le nublaba la mente. El alcohol le atontaba los sentidos y la embotaba, le costaba pensar, y se dijo, que así sería mejor.
─¿Qué vas a hacer?
─Haré lo que dijo Oliver, iré a bocajarro, se acabó tanta tontería.
Diana la miraba incrédula y sorprendida; abiró la boca para decir algo, pero antes de que pudiera hacerlo, Olimpia se dio la vuelta y salió del aseo. El calor de la sala la envolvió. Le costaba enfocar. Se acercó al mismo sofá donde un rato antes había estado sentada junto al motero, pero ya no estaba allí. Fue Max quien le indicó que había salido a tomar el aire fuera, añadiendo que parecía molesto. Olimpia se encogió de hombros ignorando el consejo que el rubio le daba; según le decía, era mejor alejarse de Travis cuando estaba molesto, pero a ella se le había metido en la cabeza la idea de vengarse de aquel hombre cabezota que se empeñaba en molestarla, y lo iba a conseguir, fuera como fuera.
Al salir a la calle, el aire fresco de la noche la envolvió, haciendo que la piel se le erizase y parte del embotamiento que sentía a causa del alcohol, se evaporase. Buscó a Travis con la mirada, y dio con él justo a unos metros de dónde ella estaba. El hombre se dejaba caer con la espalda sobre la pared y miraba la lejanía con un cigarro en las manos; no se había percatado aún de su presencia, lo que le daba a Olimpia la oportunidad de observarlo bien.
Era alto y fuerte, y la camisa gris hacía que se le marcasen los músculos de los brazos. A pesar de que le resultaba guapo, no tenía unas facciones como las de Oliver, sus rasgos eran más varoniles que los de su amigo y tenía la barba más cerrada. Hasta ese momento, la chica no se había percatado de que hacía unos días que Travis no se afeitava; tal vez por eso Oliver había pensado que era muy mayor. Seguramente el motero fuera mayor que ella, pero no creía que fuera excesivamente mayor. Finalmente, y tras tirar la colilla al suelo, el motero se percató de la presencia de Olimpia. Una sonrisa torcida y malévola apareció en los labios de la chica, que elevó el rostro orgulloso y miraba con los ojos entornados como aquel hombre se acercaba a ella con paso tranquilo.
─¿A ti que te pasa, imbécil?
La paciencia era una virtud que Olimpia no poseía. Había tratado de comportarse como lo hacía su hermana con Max y no había servido de nada. Era una borde con los chicos y no podía evitarlo; ella era así y si a alguien no le gustaba, podía meterse su opinión dónde quisiera.
Los ojos de Travis se toparon con los suyos, se acercó aún más a ella. Se apoyó en la pared con una mano, dejando caer su peso. Acercando aún más el rostro al de ella, Travis había conseguido acorralarla entre él y la pared. Olimpia sentía cómo su corazón se aceleraba, podía percibir el aroma del motero, se mordió el labio inferior a la espera de que él hablase.
–¿A mí? ¿Qué te pasa a tí?... ¿De qué vas? Me mandas mensajes por las noches para invitarme a salir y luego resulta que tienes novio... ¿A qué juegas?
Oli abrió los ojos, no esperaba esa respuesta, se quedó estupefacta, no sabía que decir, el alcohol le mermaba el cerebro y no era capaz de pensar. Ella no jugaba a nada, había sido él quien dio el pistoletazo de salida a aquel tira y afloja, ella sólo había continuado con su pantomima. Los ojos azules del motero se clavaban en los verdes de ella. Tragó saliva y sin pensárselo dos veces, lo agarró por el cuello y salvando la distancia que los separaba, acercó sus labios a los de él.
─No es mi novio ─susurró justo antes de fundirse en un beso largo y húmedo. La barba incipiente de Travis le rascaba, pero sus labios cálidos la invitaban a seguir con aquel beso. Tras un par de segundos, los labios del motero comenzaron a seguir el movimiento que ella marcaba, invadiendo con su lengua los recovecos de su boca. Las manos del motero la rodearon por la cintura, atrayéndola más hacia él. El calor de aquel cuerpo grande y fuerte la hacía sentirse protegida, pero sobretodo, se notaba deseada de una manera que nunca había sentido. Enredó sus dedos en el cabello negro del motero, aumentando la pasión de aquel beso. Sin poder evitarlo, le mordió el labio inferior, provocando que gimiera para ella, y la acercase aún más a él.
–Esto es una estupidez... ¿qué estamos haciendo? –preguntó más para sí misma que para aquel hombre; pero Travis, volvió a besarla, esta vez, más lentamente.
─Vámonos de aquí, tu y yo solos –le susurró a los labios. Olimpia sonrió malévola y se separó de él. Lo había conseguido, a pesar de que él la consideraba una borde, ahora lo tenía entre sus manos, rogándole su compañía.
–Debo volver con Didi a casa –el motero asintió con resignación. Y la soltó para volver a entrar en el bar.
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