58
Travis daba vueltas por la casa como si de un león encerrado en una jaula demasiado pequeña para su tamaño se tratara. Aquello no podía haber pasado, no podía estar pasando. Todo era demasiado surrealista. Hacía dos días que Olimpia le había dejado. Su mundo se había vuelto a venir abajo.
Había tratado de mantener la calma, pero fue imposible. Necesitaba verla, hablar con ella de nuevo, hacerla entender que aquello era un error. Pero ¿cómo? Había tratado de llamarla y le había dejado varios mensajes, pero no obtenía respuesta. Estaba desesperado, pronto se marcharía.
Esa mañana durante el descanso para el café había tratado de hablar con Anne. Era su amiga, seguramente sabría algo, pero había sido imposible. La pelirroja decía que no la había visto en varios días, pero Travis sabía que era mentira; aquella chica no sabía ocultar nada, su rostro la delataba porque se ponía roja y le temblaba la voz.
El motero salió de aquella casa, necesitaba aire. Los pensamientos y recuerdos le martilleaban la mente.
***
Olimpia pintaba en silencio. Todo estaba organizado y listo, sólo debía dejar pasar los días uno tras otro. Dos días habían pasado y ya no lo soportaba. Al principio estaba muy segura de lo que hacía, pero ahora dudaba. Tal vez... Un beep que indicaba un mensaje entrante la sacó de su ensoñación haciendo que diera un pequeño bote sobre su taburete.
Dirigió sus ojos verdes hacia la BlackBerry violeta que estaba a su lado. La pantalla confirmaba sus sospechas, era otro mensaje de Travis. Olimpia podía oír el crujido de los pedazos de su corazón al resquebrajarse y hacerse aún más pequeños. Cada mensaje, cada llamada era un hierro candente al rojo vivo que se clavaba en su alma. Ella era la única culpable, había destrozado aquello que habían creado, era justo que pagara por todo.
Eliminó el mensaje sin siquiera leerlo. Si lo leía, si respondía a sus llamadas, incluso si se atrevía a salir de su casa y poner un pie cerca de aquellos lugares donde tanto había compartido con Travis, no lo soportaría, caería en aquel pozo que amenazaba con arrastrarla a los brazos de aquel hombre.
─Lo siento Travis. ─Susurró al teléfono móvil mientras paseaba sus dedos sobre el teclado.
***
La vibración de su BlackBerry negra en el bolsillo hizo que su corazón le diera un vuelco. Un pellizco de nervios mezclados con esperanza en las mismas proporciones apresuraba a Travis a buscar en la pantalla aquella señal que le dijera que todo lo que estaba viviendo no era más que una pesadilla, y que, al despertar, Olimpia estaría a su lado, sonriéndole dulce, más enamorados que nunca.
[[De: Olimpia
Por favor Travis, olvídame]]
Los ojos del motero se empañaron. La esperanza desapareció y su tez se ensombreció. Si ella le pedía que lo olvidara, es porque aquello ya no tenía vuelta atrás. No era idiota, sabía bien que todo lo que empezó como un juego, una fantasía propia de su edad se le había ido de las manos; pero estaba claro que a ella no. Olimpia lo tenía todo claro desde el principio, sólo era un juego para ella. Quería enfadarse con ella, odiarla por lo que le estaba haciendo. Lo había ilusionado, enamorado y ahora lo apartaba a un lado con la estúpida excusa de... ¿qué?
Travis repasó mentalmente lo que la chica le había dicho dos días atrás.
─... Quiero entregarte mi corazón, Travis, quiero amarte como tú me amas, pero no podré entregártelo hasta que me pertenezca de nuevo, y para ello debo amarla a ella antes. Debo entregarme a mi arte...
¿Entregarse a su arte? Travis no la comprendía, trataba de hacerlo, no había dejado de darle vueltas a lo que ella le había dicho. Pero no lo entendía, ¿cómo era posible que para amarlo a él antes tuviera que abandonarlo y romperle el corazón?
El motero se metió las manos en los bolsillos de la cazadora de cuero y en el derecho sintió algo frío y pequeño. Lo sacó para observarlo, era el pequeño anillo que la chica le había devuelto. Se paró en seco y lo observó durante un momento, aquel anillo lo había estropeado todo. Desde que ella lo encontrara todo se había estropeado. Cerró el puño alrededor de la pequeña alianza. Quería tirarlo lejos, deshacerse de aquello que le había robado la felicidad. Pero no podía, era una vieja reliquia familiar, y, sobre todo, era de Olimpia. Él se lo había dado, esperando que aquello los uniera en el futuro.
Travis miró su reloj, había quedado con Max en una hora, sería mejor que volviera a su casa. Llevaba mucho rato paseando sólo con sus pensamientos y no le había servido de mucho. Tal vez hablar con el muchacho lo ayudase. Él salía con Didi, seguramente sabría decirle algo de Olimpia. ¿Cómo estaría? Sus pensamientos pronto volaron alrededor de la imagen de aquella muchacha sarcástica y de ojos verdes... ¿Estaría sufriendo tanto como él?
***
Max estaba en la entrada del edificio apoyado contra la pared. Vio llegar a su amigo y torció la boca en gesto de disgusto. Nunca había visto a Travis tan hecho polvo. Andaba cabizbajo, con las manos en los bolsillos, unas ojeras marcadas y una tristeza enorme en sus ojos azules. Max tragó saliva y trató de sonreírle, pero no tuvo éxito en su empresa.
Lo siguió en silencio hasta el apartamento y se sentó en el sofá negro a la espera de que su amigo se desahogara. Esperó y esperó, pero Travis no hablaba, sólo bebía de su cerveza y miraba el vacío. El rubio quiso hablar, pero sabía que no era el momento, si hablaba tal vez lo estropease. Siguieron en silencio un rato más, hasta que por fin el motero arrancó a hablar. Contó todo lo que la chica le había dicho, sus ojos se empañaron y la voz se le quebraba cada vez que pronunciaba su nombre, pero la historia que le contaba no era desconocida para Max. Entre Diana y Max no había secretos ya. Aun así, guardó silencio y dejó que Travis hablara cuanto necesitara.
─Por favor Max, eres mi amigo, tienes que ayudarme a hablar con ella.
Los ojos de Travis le suplicaban su ayuda. ¿Qué hacer? Sí, era su amigo, pero le estaba pidiendo algo que no podía ser. Olimpia no quería verlo y Diana le había hecho prometer que no le diría a Travis nada. Tragó saliva y desvió los ojos hacia su cerveza. Suspiró fuerte.
─Escúchame Travis. Eres mi amigo, y te debo mucho. Lo que te voy a decir hará que me busque un problema grande con Didi, pero... quiero ayudarte. Nunca te había visto así, y no me parece justo lo que Olimpia te está haciendo. ─Una sonrisa cansada se dibujó en los labios de rubio que pudo ver cómo su amigo se relajaba dejando caer los hombros ─. Pasado mañana Diana y Roger han organizado una pequeña fiesta de despedida para Oli, estarán todos.
Travis le sonrió agradecido. Aquello era más de lo que esperaba, podría tener una última oportunidad para hacer que ella recapacitase.
─Gracias Max, eres un buen amigo...
Una punzada de culpa se coló en el corazón de Max. Si él lo hubiera escuchado en aquel momento, seguramente Travis no habría salido con Olimpia. El motero tenía razón, aquello era una estupidez y él lo había animado a salir con Olimpia sabiendo que seguramente todo terminaría mal.
─No, no lo soy Travis. Estás así porque yo te animé a que salieras con ella. Lo siento, joder. Si no te hubiera dicho aquella gilipollez de dejarte llevar, seguramente no estarías hecho polvo.
Travis le sonrió cansado.
─No Max, esto no es culpa de nadie.
***
Los amigos y la poca familia que los Cooper tenían habían llegado ya, eran pasadas las ocho y todo estaba listo. Las hermanas habían preparado muchos platitos para picar y una tarta; los padres de Anne habían llevado filetes, hamburguesas y carne hecha en la parrilla del restaurante. Había cerveza, refrescos y vino a partes iguales. Unas bonitas guirnaldas hechas por Anne, Didi y Oliver pendían de las paredes, globos y una preciosa pancarta deseando suerte a Olimpia en su viaje era toda la decoración.
Olimpia se miró en el espejo que Diana tenía frente a su escritorio y suspiró. Su hermana se acercó a ella y colocó sus manos sobre sus hombros.
─Tranquila hermanita, todo saldrá bien.
Oli acarició la mano derecha de Diana con la suya y tragó saliva a la vez que asentía dubitativa. Siguió con la mirada como su hermana la dejaba sola.
¿Cómo iba a salir bien? Todo se había estropeado, ella era la culpable de que todo estuviera patas arriba. Travis no estaría allí abajo, no la llevaría al aeropuerto y tampoco la recogería cuando volviera. No volvería a besarla. Se maldijo a sí misma. ¿Por qué había tenido que dejarlo?
En un acto reflejo, Olimpia llevó una de sus manos al cuello buscando su colgante. Ya no estaba, se lo había quitado y lo había guardado. El peso de aquel símbolo de amor eterno que Travis le había regalado le quemaba en la piel. ¿Cómo iba a llevarlo si había pisoteado todo lo que ese colgante representaba?
─¿Olimpia?... ─El rostro de Roger se colaba por el hueco de la puerta entreabierta ─. Tesoro... ¿estás bien? ─Olimpia asintió y se forzó a sonreír ─. Vamos, todos están esperándote.
Su padre le tendió una mano y ella la agarró con fuerza y se dejó guiar hasta el salón dónde todos los invitados fueron acercándose para besarla y darle la enhorabuena por su viaje.
***
Travis aparcó la moto frente por frente de la casa. Al lado de la camioneta vieja de Max. Había varios coches que no reconocía, pero entre ellos conocía bien la camioneta de los dueños del restaurante, la motocicleta de Oliver, y el coche de Roger. Habría mucha gente, dudó antes de bajar de la moto y quitarse el casco.
Se acercó a la puerta lento y sin dejar de cuestionarse qué le diría en cuanto la viera. Se paró, oía el murmullo y las risas de la gente que había en la casa. Cuando añoraba su risa, ¿estaría ella riendo rodeada de tanta gente? Llamó al timbre, e inmediatamente Diana abrió la puerta. Sus ojos lo miraban entre enfadada, asustada y compasiva.
─Hola, quiera ver a Oli.
Diana miró a su alrededor y salió al porche, cerrando la puerta tras ella. Agarró al motero por el brazo y lo llevó entre los coches, lejos de las ventanas.
─¿Qué haces aquí?
─Ya te lo he dicho, vengo a hablar con Olimpia.
Diana se cubrió el rostro con las dos manos y esperó unos segundos. Travis intuía que la chica trataba de calmarse.
─Esto es un error, márchate.
─El error es el que está cometiendo ella. Deja que la vea. ─Travis estaba cada vez más enfadado, poco a poco elevaba la voz. Pero eso no hacía que Diana se achantara. Su hermana había tomado una decisión, la mejor de todas y no dejaría que ese hombre la hiciera cambiar de opinión.
─Se lo que estás sufriendo, pero ella no está cometiendo ningún error. El error sería quedarse contigo Travis.
Travis cada vez entendía menos, estaba frustrado y muy enfadado, se llevó las manos impotente a la cabeza mientras comenzaba a pasearse para soltar un poco de adrenalina. ¿Cómo se atrevía a decirle que el error sería quedarse con él? La respiración del motero aumentó a la par que su ansiedad, se acercó a Diana y la cogió fuerte de las manos.
─Diana, por favor, tengo que hablar con ella.
─Escúchame Travis. ─La vos de Didi era ahora conciliadora y suave, su mirada cálida y amable. Aquel hombre estaba enamorado y desesperado. Sentía lástima por él, pero sabía que la decisión de Olimpia era la correcta ─. Olimpia te quiere. Me lo ha dicho y... yo la conozco, soy su hermana. Pero...
─Pero ¿qué?
─Olimpia es un alma libre, necesita hacer esto sola. Si tiras de ella, si le pides que te quiera ahora, abandonará sus sueños por ti, aunque no sea eso lo que le pidas ella lo hará. Nunca la he visto enamorada de nadie, no ha querido a nadie como te quiere a ti. Pero... tarde o temprano te culpará Travis, o peor, se culpará a sí misma. Y entonces... ¿qué pasará? ─La voz de Diana era ahora triste y suplicante ─. Por favor Travis, déjala ir. No se lo pongas más difícil. Volverá, estoy segura. Pero antes debe marcharse, ser libre y vivir su sueño, y cuando lo haga y vuelva podrás amarla y ella a ti como os merecéis.
Travis dejó caer las manos y los hombros; asintió cansado. Si él le pedía que aquello siguiera adelante si le pedía que le entregase su corazón, tarde o temprano aquello terminaría mal. No comprendía bien las razones de Olimpia, pero sentía que tenía razón. Debía hacerlo sola, él solo podía ser un espectador rezagado al final de la sala, esperarla en las sombras hasta que volviera a él.
─Lo que tenga que ser, será.
Las palabras de su padre se le vinieron a la mente. Sí, aquello debía pasar, pasaría. Tarde o temprano ella volvería a él. Aunque no lo entendiera, la quería con toda el alma, si eso era lo que ella necesitaba para poder entregarse a él. Él lo aceptaría. Tenía que hacerlo, aunque eso le costase el alma de nuevo.
Travis se acercó a la moto en silencio y buscó su casco en la alforja. La mano cálida de Diana se posó en su hombro.
─Travis, su vuelo sale el próximo miércoles a las cinco de Atlanta.
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