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A la mañana siguiente Peter y Luke vuelven a pasar por el restaurante para despedirse de Olimpia. Eran las ocho y media de la mañana, y no había casi nadie, aun estaban colocando las sillas de nuevo en su sitio y preparando las cafeteras.

─Buenos días jovencita.

─Buenos días, Travis llegará a las diez, pero ya está abierto el taller.

Oli les sonrió mientras bajaba una de las sillas. Se acercó a la barra y sacó la cafetera.

─Siéntense, les serviré café.

─Gracias, pero no te molestes ─, era Luke quien se disculpaba ─. Nosotros nos marchamos ya a Atlanta, hay un par de horas de camino en coche y nuestro vuelo sale antes de comer.

El rostro de Oli se ensombreció, acababan de llegar y ya se marchaban, ella esperaba que se quedasen un par de días más, ya que por fin se habían reconciliado con el motero. Peter fue quien tomó las riendas de la conversación.

─Vamos, sal de la barra y dame un beso, nos pasaremos por el taller y ya nos iremos.

Oli le sonrió e hizo lo que le decía. Salió de detrás de la barra y el hombre la acunó entre sus brazos como lo hace un padre, luego le dio otro sonoro beso en la mejilla y le sonrió.

─Espero volver a verte, no sabes lo que mi esposa y yo agradecemos lo que has hecho por nuestro hijo.

Olimpia se sonrojó y se encogió de hombros un poco ante su agradecimiento. El hombre la volvió a estrujar entre sus brazos.

─Hablaré con Travis para que te lleve a nuestra granja. Abigail quiere conocerte y nosotros estamos muy contentos de que hagas tan feliz a nuestro hijo.

La mirada de Olimpia se entristeció ante el comentario del hombre. Sin poder evitarlo una lagrima furtiva cruzó su rostro. Travis era feliz y ella también, pero lo que ese hombre no sabía, era que la felicidad que ella le daba a su hijo, sería ella misma quien se la arrebataría.

─Vamos muchacha ¿por qué lloras?

Peter la miró sorprendido y acongojado. No le resultaba cómodo cuando las mujeres lloraban, eso era algo que nunca había sabido tratar y se ponía muy nervioso. Olimpia se separó de él y se secó la lágrima con el delantal. Negó con la cabeza y se forzó a sonreír de nuevo.

─Lo siento, me da pena que se marchen tan pronto ─mintió.

Luke la abrazó y le dio un beso de despedida. Los dos hombres se marcharon hacia el taller, y una vez entraron Olimpia ya no los volvió a ver.

Continuó trabajando, mientras la idea de su marcha le daba vueltas a la cabeza. El tiempo fue pasando sin que casi se diera cuenta de la hora.

─Hola, ¿vas a servirme ya o tengo que llamar a Anne?

Travis la sacó de su ensimismamiento, eran las diez y tenía al moreno delante de ella. Lo miraba con los ojos azules limpios y despejados, una sonrisa preciosa y su lunar dónde siempre. Oli le sirvió su café.

─¿Qué vas a hacer cuando salgas de trabajar?

─Pues no lo sé Oli, he quedado ¿sabes?

La chica se desilusionó un poco y desvió la mirada hacia la cafetera que acababa de colocar en la barra. Se volvió a encerrar en sus pensamientos y se encaminó de nuevo para servir a una pareja que la llamaba. Al pasar por delante del motero una vez había tomado nota, éste la agarró de la mano.

─Oli ¿estás bien? ─La chica miró sus manos entrelazadas y asintió.

─Si, estoy bien, es que... me apetecía estar contigo luego.

El motero rio travieso, al parecer estaba tan concentrada en sus cosas que no se percató de la broma que le había gastado antes Travis.

─¿Quieres que me pase por la casita del jardín?

─Vamos a tu casa.

En ese momento, mientras la chica le sonreía juguetona, la señora Ofelia aparecía con la escoba entre las manos, se había quedado parada al lado de la pareja y miraba sus manos entrelazadas. Fue entonces cuando Olimpia se dio cuenta de que no estaban teniendo todo el cuidado de siempre, estaban en medio de la cafetería cogidos de la mano hablando de ir a casa del motero después de salir de trabajar. Olimpia soltó la mano de Travis y miró a Ofelia asustada, rogando que no dijera nada, pero sabía por la expresión de esta que era tarde, que la mujer no iba a quedarse callada. Travis era muy mayor para ella, y sabía que esa noche tendría una larga charla con su padre.

─Ofelia, por favor.

─Vosotros dos, venid un momento a la trastienda.

Ofelia estaba más roja que de costumbre, su voz fue cortante y seria, no admitía discusión alguna. Abrió la marcha hacia la trastienda seguida de la pareja que se miraban acongojados. ¿Qué pasaría ahora?

─¿¡Qué se supone que estáis haciendo?!

Ofelia levantaba las manos al cielo y los miraba a los dos enfadada. Olimpia se encogía por momentos, la mujer no le había reñido así desde que de niña había roto una de las figuras de la casa de Anne jugando con ella y Didi.

─Travis, eres un buen muchacho, pero esto no tiene perdón, es una cría ¿en qué piensas?

─Ya no soy una cría, tengo dieciocho años, se lo que estoy haciendo, además ¿a quién le importa? Didi también tiene novio y a ella no le gritas.

─Es diferente, ella sale con un chico de su edad, no con un hombre hecho y derecho que debería estar casado y con hijos.

Ofelia miraba a Travis todo el tiempo. Él era el mayor y ella sólo una pobre niña pérdida en la vida, estaba claro que la culpa era solamente de ese hombre.

─Señora, por favor, tranquilícese, no pasa nada, estamos saliendo juntos, pero...

─Cállate muchacho, no quiero oír ni una sola palabra. Ya se me hacía a mí muy extraño que la recogieras a diario en esa moto tuya. A saber, las cosas que le has hecho.

Oli la miraba con los ojos como platos. Ofelia estaba fuera de sí. Se quedaron en silencio unos instantes en los que la mujer se recompuso un poco el delantal.

─Cielo, tengo que hablar con tu padre sobre esto. No está bien que salgáis juntos, hay una diferencia de edad muy grande entre los dos y Roger no lo va a aceptar.

El comentario de Ofelia, aunque con un tono de voz más calmado y tranquilo no admitía réplica. La mirada de Olimpia se endureció, se encaró a la mujer que le hablaba.

─Tú no eres mi madre, no lo has sido y no lo serás. ¿Quieres hablar con mi padre? Adelante, habla con él, pero eso no hará que lo deje.

Olimpia se sorprendió de sus duras palabras, nunca le había hablado a la mujer que tan bien se había portado siempre con ella y Didi de esa manera. Reflexionó un poco sus palabras frías y duras cuando vio en los ojos de la mujer las lágrimas salir y recorrer sus rechonchas mejillas.

─Ofelia, lo siento ─tartamudeó ─. No quería hablarte así...

─No, pequeña, tienes razón, no soy tu madre, pero me preocupo por ti como si lo fuera. No lo olvides nunca, tú y tu hermana sois dos hijas más para mí.

─Ofelia, por favor, si eso es cierto, déjame tranquila, soy feliz con Travis, no ha hecho nada que yo no le permitiera hacer.

Ofelia miró al motero, éste le devolvió una mirada seria y distante mientras se acercaba de nuevo a Olimpia y la abrazaba otra vez para remarcar sus palabras. A Travis poco le importaba lo que esa mujer pensara, y tampoco el padre de la chica, aunque sabía que con él debería tener más cuidado. Ofelia asintió y se secó las lágrimas con el dorso de la mano.

─Muy bien, si eso es lo que quieres, adelante. Pero...─Ofelia levantó un dedo para enfatizar lo que iba a decir a continuación ─. Si en una semana no habéis hablado con Roger sobre esto, se lo diré ¿me habéis entendido?

─No se preocupe señora. ─Era el motero quien serio respondía a su amenaza ─. Yo hablaré con Roger.

Más tarde, ya en casa de Travis, Oli se paseaba por el pequeño salón del muchacho con los brazos cruzados sobre el pecho y si parar de pensar en cómo se lo iba a tomar su padre. Travis estaba sentado en el sofá con una cerveza fría en la mano.

─Oli relájate, ¿quieres sentarte? Me vas a hacer un surco en el salón con tanto pasearte de un lado para otro.

La chica lo miró y puso los ojos en blanco. Se sentó a su lado y le quitó la cerveza de las manos para darle ella también un sorbo largo. La frialdad le refrescaba la garganta, pero no le calmaba como lo hubiera hecho un buen café.

─¿Qué vamos a hacer? Mi padre va a matarnos.

Travis se mesó la barba de tres días pensando. La chica tenía razón, aquello iba a salir mal, lo hiciera como lo hiciera. La miró de arriba a abajo, estaba agitada, el pelo revuelto de todas las veces que se había llevado las manos a la cabeza pensando en todo lo que había pasado y estaba a punto de pasar. Nunca la había visto tan vulnerable. Ella que siempre era dura y distante, fría y sarcástica, ahora estaba mostrando su faceta más emotiva y sentimental. Por puro instinto Travis la acercó a él, la obligó a recostar la cabeza en su pecho, la abrazó y comenzó a acariciarle el pelo con una mano mientras con la otra se llevaba el dorso de la mano de la chica a los labios. Se quedaron en silencio un rato, Travis la consolaba y ella se dejaba consolar.

Olimpia se sentía arropada, protegida y querida por ese hombre de ojos azules como el mar en el que se sumergía cada vez a más profundidad. Oía el latir de su corazón, eso la tranquilizaba aun más. Tras un rato, Oli se había olvidado de sus preocupaciones; era increíble el efecto que tenía sobre ella Travis que con un simple abrazo era capaz de calmarla y vaciar su mente de todo.

La chica buscó su cuello, absorbió su perfume, frotó su frente contra su mentón para sentir su barba incipiente, le gustaba mucho cuando no se afeitaba. Luego, un beso furtivo se posó sobre la base del cuello de Travis, otro un poco más arriba, y así hasta llegar al lóbulo de su oreja. Antes de que Olimpia capturase entre sus dientes esa pequeña parte del motero, éste buscó sus labios dulces y cálidos. Sus lenguas jugaban la una con la otra, ya se conocían bien, conocían los recovecos, los tiempos y la calidez de cada uno, aquello era como una danza que sabían de memoria. Las manos de Travis se pasearon traviesas por la camiseta de la chica y las de Olimpia por las de su pantalón. Los besos dieron pasos a los mordiscos y gruñidos, y estos a la pasión de un amor que está aun fraguando. Se dejaron llevar allí mismo, en el sofá, sin prisas, sin pausas. Con cariño al principio y salvajes luego. Ya no importaba nada, sólo el momento, el aquí y el ahora. Ya pensarían luego cómo afrontarlo todo, en ese momento sólo importaba una cosa, el placer de estar juntos, de ser un mismo ser. El clímax les llegó estando Olimpia a horcajadas sobre Travis, éste estaba sentado en el centro del sofá y la agarraba por la espalda y la acercaba hacia él, hundiéndose en un beso largo y dulce. La chica se dejó caer sobre el hombro del motero lánguida. Con la respiración agitada, la piel de gallina ante el contacto de los dedos ásperos del hombre y luego, un susurro llegó a los oídos de Olimpia.

─Te quiero. 

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