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El martes por la mañana, Didi entró corriendo y gritando por la puerta del dormitorio de Oli, estaba muy ilusionada y llevaba con ella una caja envuelta en papel de regalo, de un salto se sentó en la cama con su hermana y comenzó a achucharla.

─Vamos marmota, despierta de una vez, ya eres oficialmente una adulta hecha y derecha. ¡cumples dieciocho! esto es genial, ¡vamos despierta ya! ─le dijo sonriendo.

Oli se incorporó restregándose los ojos y mirándola con el gesto torcido. Diana puso los ojos en blanco, no entendía como le hacía siempre más ilusión a ella que a la propia Olimpia el día de su cumpleaños. Le tendió la caja orgullosa del regalo elegido; lo había envuelto meticulosamente con un precioso papel rosa y un lazo amarillo chillón, a sabiendas que lo odiaría nada más verlo. No se equivocó cuando Olimpia la miró con una ceja en alto.

─¿Qué es esto? ─preguntó aun adormilada.

─¿Qué va a ser? mi regalo de cumpleaños, me ha costado un riñón, así que cuídalo ¿vale? ─respondió mientras la animaba a abrir el regalo. Era un nuevo móvil de color violeta, Diana sabía que ese era su color favorito. Al trabajar sólo los veranos, apenas contaba con dinero suficiente para poder regalarle una nueva, de forma que Olimpia debía contentarse con un teléfono de segunda mano; pero Diana sabía que esas cosas no importaban a Olimpia, podría tener muchos defectos, pero no era una desagradecida. El enorme abrazo que le regaló su hermana menor la sacó de su ensimismamiento, realmente le había gustado su regalo. Diana sonrió satisfecha.

─Muchas gracias, es de mi color favorito.

─Así podrás mandarte mensajes con Travis, porque supongo que tendrás su número ¿no? ─le guiñó un ojo a su hermanita, algo le decía que entre ellos había conexión.

─¿Para qué le iba yo a querer mandar mensajes a Travis? ¿es que tú le mandas mensajes a Max acaso? ─Olimpia la miraba con el ceño fruncido y claramente sorprendida de su comentario.

─Tal vez. Voy a vestirme, te espero abajo.

Diana le sonrió cómplice antes de salir de su habitación.

Ya en el instituto, los amigos de Olimpia la felicitaron y le dieron su regalo de cumpleaños en el descanso entre clases. Estaban en el patio, sentados al sol, cuando Oliver habló.

─Oli, prepárate, porque este año te vamos a regalar tu mejor fiesta de cumpleaños. Hemos pedido al Turqoise permiso para cercar una parte de la sala en plan zona VIP y llevar tu tarta de cumpleaños ¿qué te parece? ─preguntó acercándose al rostro de la chica peligrosamente.

Olimpia le sonrió poniendo los ojos en blanco. Oliver era uno de los pocos amigos de la infancia. Era alto, flacucho y desgarbado, un empollón en toda regla, pero con un gran carisma y siempre hacía reír a su amiga. Era del todo conocido que estaba algo colado por ella, y tampoco el chico no hacía por esconderlo. Olimpia le tenía cariño, pero nunca había visto en él nada más que un gran amigo.

─¿Habrá cerveza? ─preguntó la chica mirando a su amigo y apartándolo con indiferencia fingida.

─¡Por supuesto!¡Este viernes la vamos a coger madre todos! ─exclamó Didi.

Olimpia sonrió a su hermana y paseó sus ojos verdes por todo el grupo que sonreía y hablaba de la fiesta de cumpleaños que llevaban un par de semanas planeando. El grupo no era muy grande, seis o siete amigos a lo sumo, y casi todos eran amigos de Diana, a excepción de Oliver y Anne. Olimpia sonrió a sus dos mejores amigos, estaba feliz y orgullosa de todos y cada uno de ellos. Sabía que los extrañaría mucho a ambos, una punzada de dolor se coló en su pecho, pero se deshizo de ella en el momento que Anne le contaba que habían convencido a un grupo de rock para que tocara en su fiesta; al parecer unos alumnos de tercero habían formado una banda que había estado pegando muy fuerte ese año en el instituto.

Tras las clases, Olimpia subió a su dormitorio, pero mientras comenzaba a cambiarse para ponerse algo más cómoda, su hermana entró y se sentó en la cama.

─Max te manda un saludo y te felicita por tu cumpleaños ─dijo mientras miraba la pantalla de su teléfono móvil.

─¿Cómo sabe ese tío que hoy es mi cumpleaños? ─Olimpia la miró con una ceja en alto, pero rápidamente se dio cuenta de lo que pasaba─. ¡¿Te mandas mensajitos por móvil con él?!

─Shhhh, no grites, no quiero que papá se entere, estamos tonteando, nada más ─Diana la miró asustada.

Olimpia sonrió traviesa y comenzó a ponerse unos vaqueros anchos que le quedaban por la pernera y su jersey de hilo ancho con el que pintaba.

─¿No te bastó con meterle la lengua hasta la gargantilla? ─le preguntó mientras ordenaba la ropa que acababa de quitarse. De repente, sintió como uno de los cojines de su cama le golpeaba la nuca. Se dio la vuelta para mirar exasperada a su hermana.

─¡Eres idiota! ¿No has probado a tontear con nadie? Es divertido, además Max cree que le gustas a Travis ¿por qué no le mandas un mensaje? ─Olimpia se fijó en cómo su hermana trataba de dar caza y captura su BlackBerry, sin querer Olimpia redirigió sus ojos a la esquina del escritorio, consiguiendo así que Diana la localizara y se lanzara a por ella. No le dio tiempo a nada.

─¡Oh vamos! le mandaremos un mensaje para darle las buenas noches e invitarlo a tu cumpleaños ─los ojos de Diana brillaban ante la idea que estaba formulando. Oli la miró mordiéndose el labio inferior preocupada por lo que su hermana pudiera hacer, pero pronto recuperó la compostura; no tenía el teléfono de Travis, de forma que se relajó y siguió ordenando el dormitorio. De repente, un beep procedente de su BlackBerry violeta indicaba que un mensaje había sido enviado.

─¡¿Cómo lo has hecho?! ¡No tengo su teléfono! ─Olimpia miraba incrédula a Diana y se acercó a grandes zancadas a ella para retirarle el teléfono de las manos y comprobar estupefacta el mensaje que había sido enviado.

─Pero yo sí, Max me lo dio. Lo introduje en los contactos esta mañana antes de darte el móvil ─el pecho de Diana se hinchó de orgullo por lo que acababa de hacer. Olimpia no sabía qué hacer, sólo podía releer el mensaje una y otra vez con la boca abierta. Una punzada de un sentimiento desconocido se coló en su estómago.

La voz de Roger sacó de su ensimismamiento a la chica, para indicarle que bajara a cenar. Olimpia dejó el teléfono sobre la mesilla, al menos su hermana no había escrito ninguna estupidez, se contentó. Con un poco de suerte, tal vez no le respondiera. 

***


La BlackBerry negra de Travis vibró a la entrada de un nuevo mensaje de texto. Normalmente sólo recibía mensajes de Max, y sabía que ese día estaba liado en la universidad, por lo que era muy extraño que enviase a esas horas uno. Cogió el teléfono extrañado, pero pronto se fijó en que no conocía el número, eso aumentó su curiosidad. Lo abrió rápidamente y su mandíbula cayó suelta al leerlo.

De Desconocido:

Soy Oli, este viernes unos amigos

y yo damos una fiesta por mi

cumpleaños, en el Turqoise a

las 22.00pm.

Una sonrisa vivaracha se dibujó en sus labios. No creía que volviera a saber más de aquella chica de ojos verdes y olor almizcleño; sin embargo, allí estaba, quería jugar al gato y al ratón, y él no se quedaría atrás.

"Si quieres jugar a esto Olimpia, jugaremos."


***

Roger había sentado a sus hijas a la mesa para cenar, felicitando a Olimpia una vez terminaron de comer.

─Olimpia, eh...no estaba muy seguro de qué podrías querer o necesitar, así que hablé con tu profesora... ─al decir eso, los ojos de la chica se abrieron de par en par, las palmas de las manos comenzaron a sudar. No sabía que quería regalarle su padre, pero esperaba que lo siguiente que fuese a decir no tuviera nada que ver con su beca, aun Didi no sabía nada. Desvió la mirada de su padre a su hermana y luego volvió a los ojos de éste que proseguía con su discurso─. Para ver que necesitas... ─Olimpia contuvo el aliento durante unos segundos que se le hicieron eternos─. Y me dijo que había una exposición de una pintora que te gusta mucho en Jacksonville a finales de junio y que estabas muy interesada en ir, por eso te he comprado esto.

Roger le tendió un sobre que Olimpia tomó en sus manos y abrió. Eran dos entradas para la exposición de Frida Kahlo que se realizaría en el museo de arte en Florida. Olimpia soltó todo el aire que había contenido en los pulmones y miró a su padre. En parte feliz, por el regalo que había recibido y en parte, aliviada. Se levantó tirando la silla en la que estaba sentada para abrazarlo.

─¡Gracias papá! ─las lágrimas de la emoción amenazaban con salir, pero sorbió por la nariz y aumentó la fuerza del abrazo para evitarlo.

─Me alegra haber acertado –los ojos de su padre la miraban con tristeza y alegría. Olimpia sabía que se debía a su marcha inminente. Desde que ella hablase con él sobre la noticia de su beca, esa aura de nostalgia no lo abandonaba nunca─. Recuerda que tendrás que ir con Diana, podréis ir en bus o coger mi coche, eso no me importa, pero las dos juntas.

Oli asintió y volvió a darle las gracias por el regalo antes de levantarse junto a su hermana para recoger y ordenar la cocina y el comedor. Roger por su parte, las dejó solas para disfrutar tranquilo de un poco de televisión y el último cigarro de la noche.

Olimpia volvió a besar a su padre antes de subir a su dormitorio. Cerró la puerta tras de sí, se puso el pijama y se metió entre las sábanas; pero antes de apagar la luz de la mesita, cogió su BlackBerry para colocar la alarma. Fue entonces cuando vio el nuevo mensaje que le había llegado.

De Travis:

¿Eso es una cita? ;)


***


No se lo podía creer, ese tipo era un sinvergüenza hasta en los mensajes de texto. ¿Qué debía responder? Por supuesto que para ella aquello no era una cita. Dudó en decirle que todo fue idea de su hermana y desentenderse de todo, pero un cosquilleo nacía en su estómago. Tal vez podría reírse de él un poco.


***


Travis sintió el vibrar de su teléfono de nuevo entre las sábanas. Estaba tirado en la cama leyendo una revista cuando el mensaje de respuesta llegó, hacía más de una hora que había enviado el suyo. Comenzaba a pensar que Olimpia no le respondería, tal vez su mensaje era demasiado agresivo. Sonrió a la par que se sorprendió de la respuesta de la muchacha.

De Olimpia:

¿Eso te gustaría? ;)

Tras unos segundos sintió como la confusión se apoderaba de él. No estaba seguro de si aquella chica estaba interesada o se estaba riendo de él. Debía averiguarlo pues.


***

De Travis:

No me gustaría repetir la experiencia,

la última vez resultaste ser una borde.

El rostro de Olimpia se torció al ver el mensaje. No había existido nunca una última vez, porque aquello no era una cita. Quiso dejárselo bien claro.

De Olimpia:

¡Tú y yo no hemos tenido ninguna cita!



De Travis:

¿No?... que raro, yo había contado dos.

Una doble el viernes y otra en la cafería

el sábado.

Olimpia estaba casi en shock, Travis estaba deformando la realidad para reírse de ella. La ira la invadía, aquello había dejado de ser divertido. Tragó saliva y en un impulso buscó entre los contactos su número para llamarlo y cantarle las cuarentas. Pero luego lo pensó mejor, respiró profundamente varias veces para tranquilizarse. Al fin y al cabo, estaba segura de que aquello era lo que Travis quería, molestarla y enfadarla. No le daría esa satisfacción, le seguiría el juego. El orgullo se apoderó de los dedos de Olimpia que escribían a gran velocidad la respuesta. 


***


De Olimpia:

¿Tanto te gusto que llamas cita a pasar

un rato conmigo?

Travis leyó un par de veces el mensaje. Claro que le gustó estar con ella, rápidamente el recuerdo sus ojos y el olor de la chica abordaron sus pensamientos. Rápidamente zarandeó la cabeza para limpiar su mente de aquellos recuerdos. Trató de volver en sí y recuperar la cordura.

¿Qué estaba haciendo? ¿Estaba tonteando con una niñata de dieciocho años? Lo peor de todo, pensaba el hombre, es que aquello le estaba gustando. Debía aclararse las ideas, una cosa era incomodar a esa chica para divertirse, y otra muy diferente era aquello que sentía que nacía en su interior al pensar en ella. Travis se levantó de la cama y dio un paseo por el piso, aunque no había mucho por donde andar. Aquella chica le atraía un poco, pero no era más que una niña, ¿por qué entonces no podía dejarla en paz? 


***

De Travis:

Mañana trabajo y tú tienes clases.

Buenas noches.

─¿Qué demonios significa eso? ─las palabras salieron de la boca de Olimpia casi en un grito; se tapó la boca con la mano y rezó en silencio para que nadie la hubiera escuchado.

Leyó de nuevo el último mensaje de Travis, la estaba plantando con un "buenas noches" sin más, sin responder a su pregunta o tratar de molestarla. Olimpia estaba confundida, y la respuesta de Travis la había cabreado y mucho. Tal vez era predecible, Diana había empezado todo aquello, y cuando recibió el primer mensaje en vez de cortar por lo sano había continuado; era evidente que buscaba una forma de incordiarla y al no conseguirlo, había decidido que lo mejor era retirarse del tablero.

Maldijo a su hermana por enviarle el mensaje a Travis. Apagó la luz y el rostro del motero se le vino a la mente. Era guapo, eso no lo negaba, y tenía algo que le gustaba, tal vez la pinta de tipo duro; siempre le habían atraído los rebeldes. Además, era algo mayor que ella, cosa que no le importaba; de todas formas, no creía que Travis fuera mucho mayor que ella. Optó por ignorarlo, dejar correr toda aquella historia. Seguramente no volvería a verlo más, aunque el que pensara que era una borde aun le seguía molestando, era algo que no había dejado de repetirle una y otra vez.

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