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35


La semana continuó algo agitada. El sábado las hermanas se pasaron el día preparando la maleta y arreglando la casa. Ese lunes tendrían que estar en casa de Anne muy temprano para que Arthur las llevara a Jacksonville a pasar una semana con los abuelos de la chica. Didi estaba muy nerviosa, estaba sufriendo constantes cambios de humor, feliz a ratos por pasar una semana con su hermana y una de sus mejores amigas en la playa, y triste o enfadada por el hecho de que no vería a Max durante esos días. El domingo las hermanas se marcharon cada una por su lado. Didi se fue con Max al lago y Oli decidió pasarse por casa de Travis.

Llegó al bloque dónde vivía y pasó la verja de entrada. Se dispuso a llamar, pero por suerte una señora mayor salía en dirección a la calle, de forma que, tras saludarla amable, la chica aguantó el portalón y entró. Subió en el ascensor las dos plantas y atravesó los tres metros que la separaban de la puerta del piso del motero.

Llamó a la puerta, un par de toques. Sin respuesta. Tras un rato, presionó el botón del timbre, esperó. Nada. Ya desesperada cogió la BlackBerry y llamó a Travis.

─¿Oli?

─Hola... ¿podrías abrirme la puerta, por favor?

Olimpia oyó movimiento dentro de la vivienda. La puerta se abrió y delante de la chica estaba Travis, tenía el pelo alborotado, un bóxer azul y un par de calcetines blancos, uno de los cuales estaba estirado hasta casi llegar al gemelo. Olimpia no sabía si esa imagen le daba risa o vergüenza. Levantó las cejas e inclinó la cabeza esperando a que la dejara pasar.

─¿Qué haces aquí? ─preguntó Travis mientras se apartaba a un lado dando paso a la chica.

─Venía a despedirme...─La chica se paseó por el salón, dejando su bolso sobre el sofá. Se giró tranquila y volvió a mirar de arriba a abajo a Travis mientras éste se restregaba los ojos─. ¿Aun dormías?

─Anoche llegué tarde.

─Vete a la ducha, por favor.

Travis se acercó a la chica y la abrazó sugerente, le sonrió y acercó sus labios lentamente. Oli lo frenó colocando la mano abierta en su cara.

─Tú no te has mirado al espejo hoy ¿verdad?

Travis parpadeó descolocado. La chica le lanzó una sonrisa mordaz. Terminó dándole un beso en la nariz.

Al salir de la ducha, Travis se puso unos vaqueros y una camiseta sencilla. Un delicioso olor a café le llegó desde la cocina, se dejó caer con los brazos cruzados sobre el marco de la puerta del dormitorio y se quedó embobado mirando a la chica que estaba de espaldas a él. Llevaba su vaquero viejo y una camiseta de hilo muy ancha, una de las mangas le caía por el brazo dejando al descubierto su hombro desnudo. Travis sonrió, podía pasarse el día entero mirando cómo la chica se movía por la cocina con soltura.

Oli se giró y se encontró de frente con los ojos azules del motero. Sonrió arrugando un poco la nariz y levantó las manos a Travis mostrando la cafetera y la taza que llevaba en cada una de ellas.

─¿Café solo?

El motero asintió y cogió la taza que la chica le ofrecía. Ésta se sirvió otra, pero con leche. Se sentaron en el sofá y encendieron la tele. Era domingo por la mañana, aunque ya casi se era la hora de comer, y por esa razón no había nada que ver, dejaron un programa aburrido sobre música y comenzaron a hablar de lo que las chicas tenían pensado hacer la semana siguiente.

Pasaron así bastante rato, hasta que las tripas de la chica rugieron ferozmente.

─Creo que deberíamos pensar en comer algo.

Se levantaron perezosos y se dirigieron a la cocina. Oli abrió uno de los muebles superiores en busca de algo, estaba casi vacío. Miró a Travis y suspiró.

─¿Qué? No he podido hacer la compra.

La chica desvió la mirada y siguió buscando, lo único que había encontrado era un paquete de pasta, algo de verdura a punto de estropearse, queso, latas en conserva, algunas salchichas y tomate en bote a punto de caducar.

─La cocina no es lo tuyo ¿verdad?

─No ─suspiró Travis mientras abría de nuevo el frigorífico para coger una cerveza.

Oli comenzó por coger la parte que aun queda útil de los tomates, pimientos y cebolla que encontró al fondo del cajón del frigorífico. El motero cortó las salchichas a tacos pequeños tal y como la chica le había dicho. Pusieron a cocer la pasta y sofrieron las salchichas con la verdura, al final, tras escurrir la pasta, le añadieron la verdura con las salchichas, un par de latas de atún, o eso esperaba Olimpia que fuera, el resto del tomate de bote que quedaba y ralló algo de queso.

Orgullosa de su plato lo colocó en la mesita central que tenía el chico delante del sofá. Travis acercó un par de tenedores y abrió dos botellines más de cerveza. Oli se sentó en el suelo con las piernas entrelazadas, era más cómo comer así que desde el sofá. El programa de música había terminado mientras cocinaba y ahora daban una película de esas soporíferas en las que aparecía una bonita pareja feliz con una casa preciosa y una vida de ensueño, pero que al final siempre uno de los dos termina arruinando por tener un lío. La chica habló mientras miraba fijamente la tele.

─Al final la mujer terminará por perdonarle y serán la pareja más feliz del mundo de nuevo. Menudo bodrio.

Travis la miró y sonrió.

─Esto está muy bueno ─admitió cuando iba por la mitad de su plato.

─Gracias...pero eso no hará que te libres de fregar.

Travis la miró entre fastidiado y sorprendido. A veces no entendía cómo era posible que esa chica se adelantase a sus pensamientos. Optó por no decir nada, al fin de cuentas, era ella la que por primera vez había tomado la iniciativa de ir a visitarle y no quería arriesgarse a que la chica no volviera sólo por negarse a fregar unos platos. Si hacía memoria, todos los encuentros que habían tendió había sido porque, bien Max le había llamado o él se había colado en casa de la chica. Estaba contento.

Terminaron de comer en silencio. A pesar de que la película era bastante predecible ambos la habían estado siguiendo con interés. Recogieron la mesa y Travis se quedó fregando, mientras Olimpia se tumbaba en el sofá para terminar quedándose dormida. No pudo barrer el sopor que siempre entra después de comer.

Cuando Travis terminó de fregar se acercó al sofá, la chica estaba profundamente dormida, recostada sobre el costado derecho, un brazo caía del sofá, y su pelo estaba alborotado. Su pecho se movía lento y rítmico, su respiración era profunda y suave.

Se sentó a su lado y le acarició lentamente, la chica abrió los ojos y le sonrió.

─Al final ha terminado como te he dicho.

─Vamos a la cama ─le respondió Travis en un susurro antes de besarla en la frente.

La pareja entró en el dormitorio y se quitaron los vaqueros. Oli estaba aun somnolientas, y se metió entre las sábanas, estaban frescas, el sol que entraba por la ventana le daba directamente en la cara. Travis fue a correr las cortinas.

─No, déjalo.

La chica le sonrió dulce, y se recostó. Travis se quitó la camiseta, no estaba acostumbrado a dormir en pijama, y por la cara que la chica mostraba, no creía que fuera a hacer otra cosa. De forma que se acopló a ella, entrelazó sus piernas, y apoyó la cabeza sobre su brazo. El sol del verano les daba directamente y calentaba sus cuerpos, el sueño les inundaba poco a poco. Oli volvió a dormirse rápidamente, a Travis le costó más, pero acabó por rendirse.

Una hora o tal vez dos, Oli no estaba segura de cuánto tiempo había dormido, y tampoco le importaba mucho. Se quedó mirando al motero. Seguía dormido, no pudo evitar el impulso de apartar el dichoso mechón de pelo que siempre le cae en la frente. Al contacto con sus dedos, Travis suspira y se mueve en sueños. Olimpia se levantó de la cama con cuidado, salió del dormitorio y cogió su BlackBerry que había dejado en el bolso, eran pasadas las seis de la tarde. Habían dormido bastante, se dijo.

Se paseó por la cocina, Travis había fregado, pero no había recogido los cacharros, se puso a ello, los ordenó, guardó lo que había sobrado de la pasta en el frigorífico y se preparó otra taza de café. Con ella en las manos se paseó por el salón. Dio con la foto de los padres de Travis y volvió a mirarla. Era muy tiste que no volviera a su casa si todo estaba olvidado. La chica se sentó en el sofá con el marco en las manos. La madre de Travis la miraba con una preciosa sonrisa. Dejó lentamente el portafotos en la mesita baja que tenía delante y se percató que la BlackBerry negra del motero estaba allí.

La cogió y desbloqueó la pantalla principal. Miró rápidamente hacia la puerta del dormitorio, estaba abierta. Se acercó lentamente, su corazón palpitaba cada vez más fuerte, se sentía como un ladrón en una casa ajena listo para llevarse todas las joyas. Travis seguía dormido, ni se había movido. Cerró la puerta lentamente y miró de nuevo el móvil negro.

Se apartó de allí y se acercó al enorme ventanal del salón, abrió la hoja y la brisa veraniega le dio en el rostro. Suspiró fuerte, no estaba segura de si lo que iba a hacer era lo más correcto, pero sentía lástima por Travis, ella no podía recuperar a su familia, pero el sí podía volver a tenerla.

La chica buscó entre sus contactos, no encontraba ninguno que pusiera "mama", "papá" o simplemente "casa", siguió buscando, repasó el listado un par de veces, y finalmente encontró un nombre que sí le sonaba: Luke.

¿Apretaría el botón de llamada? Oli comenzó a sudar, las piernas le temblaban, no estaba segura de que fuera correcto meterse así en la vida de nadie. Tras unos instantes de duda, Oli presionó el botón verde de llamada. Oyó un tono, dos ... tres, cuanto más pasaba más se arrepentía de lo que estaba haciendo, cuando estuvo a punto de colgar, una voz habló al otro lado del teléfono.

Travis se había despertado, la cabeza le pesaba bastante, no tenía por costumbre dormir después de comer, trató de incorporarse, todo le daba vueltas. Buscó a Olimpia en la cama, y luego miró hacia el baño, tampoco estaba allí, tal vez se hubiera ido.

El pomo de la puerta del dormitorio giró y se abrió. Travis se relajó al verla entrar. Oli le sonrió y luego se mordió el labio, dejó algo en el aparador que había al lado de la puerta y se acercó sugerente a él.

La chica se sentó al borde de la cama y lo miró, le acarició el rostro y le dio un beso dulce y largo. El motero la abrazó respondiendo a su beso.

─Travis, son más de las seis, me iré pronto.

El motero asintió y volvió a besarla mientras levantaba la camiseta de la chica con intención de quitársela. Olimpia se dejó hacer.

─Voy a echarte de menos estos días.

Travis la miró dulce y le acarició el hombro.

─¿y eso? Travis puedes hacer lo que quiera con quien quiera, no sólo conmigo, somos libres ¿recuerdas?

La chica le sonrió sincera y sin esconder nada. Travis tragó saliva, esa respuesta le dejó muy claro que, si a ella se le presentase la oportunidad de otro hombre, no la dejaría pasar y le estaba diciendo que él debía hacer lo mismo. Eso le dolió, pero antes de que en su cara se reflejase, atrajo a la chica hacia él, y se hundió en su pelo y en su olor.

Sobre las ocho, Travis dejó a la chica en el cruce de siempre, junto a los arbustos grandes para que nadie los viera. Si la llevaba hasta su casa un domingo, seguramente podría tener problemas con el padre de Olimpia. 

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