29
El camarero les sirvió lo que habían pedido. Un par de hamburguesas con tomate, lechuga, pepinillos y mucho queso, patatas de guarnición y un botellín de cerveza para cada uno. Habían pasado más tiempo del que creían en el museo, y al salir sus estómagos rugían como fieras. Por suerte a sólo un par de calles estaba uno de los barrios más pintorescos de toda Jacksonville. Tenía muchas tiendas extrañas y por supuesto, muchos pequeños restaurantes diferentes con Buenos precios. Tras un largo paseo, se decantaron por una pequeña hamburguesería donde no había mucha cola y tenía un par de mesas hechas con barriles en la puerta, que llamaron la atención de Olimpia.
Comieron de pie, disfrutando de sus cervezas heladas bajo la sombra que les daba una de las enormes sombrillas de terraza que tenían puesta, evitando así el calor directo del sol de las tres de la tarde.
─Está rico ─dijo la chica con la boca llena. Travis le daba un sorbo a su cerveza mientras miraba al rededor. LA gente paseaba tranquila mirando los escaparates llenos. La calle era estrecha y muy larga. Un par de chicas con unos shorts excesivamente cortos pasaron por el lado de la pareja. Travis se quedó mirando sin darse cuenta de que Oli lo observaba.
─Vamos, es guapa, dile algo ─le soltó al motero, guiñándole un ojo.
─¿qué dices? ─
Oli desvió su mirada hacia las chicas que se habían detenido en el escaparate de la pastelería que había al lado. Una era alta y rubia, la otra con más curvas, morena de piel, tal vez mulata. Estaban decidiendo qué iban a pedir cada una.
─¡Eh! Vosotras, las de los shorts ─Las chicas y media calle se giraron para ver a la mujer que gritaba con la boca llena. Las amigas se acercaron un poco recelosas.
─¿Sí?, nos has llamado ¿qué quieres?
Oli engulló lo que tenía en la boca y respondió.
─Pues, depende...si os va el pescado, quiero vuestros números de teléfonos para mí, y si os va más la carne, los quiero, pero para mi hermano aquí presente ─y le propinó una palmada a Travis en la espalda tan fuerte que hizo que éste casi se atragantase. Aunque no estaba muy seguro si era por la palmada en la espalda o por la impresión que le causaba lo que Olimpia estaba haciendo.
Las chicas se miraron entre ellas, y luego la rubia, que parecía la más decidida de las dos miró descarada a Travis de arriba a abajo.
─¡Eh! Si lo vas a escanear con cara de loba hambrienta al menos dile tu nombre o dale un beso ¿no? ─
Travis miraba a Olimpia con los ojos abiertos y sin saber qué decir. Estaba bloqueado ¿cómo era posible que hiciera eso cuando hacía solo un rato estaba llorándole en el hombro y le había besado de aquella manera? Esa cría estaba completamente pirada.
La chica rubia que desnudaba a Travis con la mirada se presentó mientras se acercaba con una sonrisa traviesa y le daba un beso en la mejilla.
─Mi nombre es Tina, y esta de aquí es Lupe ─El motero las miró a las dos y se apartó de ella.
─Oye lo siento, pero mi hermana ─y puso un énfasis especial en la palabra mientras miraba a Oli ─está de broma, disculpadla, por favor seguid con vuestro paseo, lo siento, de verdad ─El comentario ofendió a Tina, que pestañeó un par de veces y con una sonrisa nerviosa se dio la vuelta, cogió a su amiga por el brazo y se largó.
La pareja vio cómo se marchaban las chicas, una algo sorprendida y la otra evidentemente molesta por el rechazo. No parecía estar acostumbrada a que la rechazasen de esa manera. Oli se rio y cogió una patata.
─¿por qué has hecho eso?
─¿el qué? ─preguntó inocente la chica ─sólo estaba ayudando a un amigo a ligarse a una tía buena ─
─Ya ─le respondió Travis poniendo los ojos en blanco.
─De todas formas esa tía no te conviene─
─¿y eso?
─Pues porque no, no te pega nada.
─¿qué significa que no me pega nada?
─pues que no te pega, ahora que has estado en un museo eres un tipo culto, no te pega salir con una bailarina de striptease.
─¿y con qué clase de mujer me conviene salir?
─No sé, una chica lista, con gafas, como esa de allí ─Y Oli señaló a una señora mayor de más de sesenta años con gafas pequeñas y redonditas, un moño recogido en la cabeza, vestido de flores por debajo de la rodilla y un periódico entre las manos. La señora estaba sentada en la terraza de enfrente, con una pequeña taza de café a un lado y rellenaba o eso parecía, uno de los pasatiempos que tienen los periódicos en la parte trasera.
─piénsalo, es perfecta para ti ─le dijo sin poder contener la risa. Travis miró a la señora y luego desvió la mirada hacia Oli.
─Una chica lista con gafas ¿no? ─y el motero paseó sus ojos por los de la chica. Fijándose luego en sus labios húmedos por la cerveza y en la sonrisa traviesa que formaban.
No podía negar que las ocurrencias que tenía le divertían. Olimpia era la chica perfecta para él, se decía a sí mismo, era inteligente, dulce cuando quería, con carácter, independiente, a veces peleona y cabezota, pero sensible y cálida. No, no necesitaba otra chica, ni quería otra, la necesitaba y sobre todo la quería a ella. Quería sus caricias, sus besos, sus cambios de humor, quería verla tranquila, quería hacerla reír, consolarla cuando llorase, como había hecho hacía un rato, quería sus silencios y sus gritos, quería sus labios, sus miradas, sus manos entrelazadas en las de él, quería enredarse en su cuerpo, oler su perfume por las mañanas, lo quería todo de ella. En ese momento lo supo, se dio cuenta, has vuelto a caer Travis, se dijo así mismo, y esta vez has caído de verdad.
─¿qué te pasa? ─le preguntó la chica.
─Nada ─desvió nervioso la mirada. No quería que la chica se percatase de sus pensamientos.
─tienes cara de psicópata, empiezas a darme miedo ─le dijo torciendo el gesto, en señal de disgusto. A veces Travis la ponía nerviosa, no entendía esas miradas, o tal vez, no quería entender. No quería pensar en lo que podían significar porque le daba miedo. Lo mejor era no pensar, si, olvidarlo, seguir adelante. Cogió la cerveza y le dio un sorbo largo.
Salieron del bar un rato más tarde, con el estómago lleno y la cabeza embotada por las dos cervezas que se tomaron cada uno. Atravesaron la calle, y se desviaron por el primer callejón que encontraron. Era estrecho y estaba algo más vacío, por lo que podían caminar más tranquilos. La calle estaba adoquinada, pero hacía tiempo que nadie la reparaba, porque faltaban de vez en cuando algunos adoquines por allí, otros rotos por allá. Los edificios eran algo viejos y destartalados. Eran viviendas antiguas, pero un escaparate llamó la atención de la chica, era una librería, probablemente tuviera el mismo tiempo que la calle aquella y todo lo que en ella había.
─¿podemos entrar? ─preguntó tirando de Travis.
─No tenemos otra cosa que hacer─
La pareja entró, era una pequeña librería de segunda mano, los libros se amontonaban en las estanterías y en los rincones. Libros nuevos y viejos, con las cubiertas llena de polvo, otras desgastadas, páginas amarillentas y raídas. La chica se paseaba mirando los estantes, examinando los libros uno tras otro. Uno en concreto le llamó la atención, era Viejo, pero aun estaba en buen estado, era violeta, con la tapa en lo que parecía piel, con dibujos pintados en dorado, rosas se entrelazaban a los ases de picas y esos a su vez con los ases de corazones, en el lomo un precioso flamenco dorado escondía entre sus plumas el título del libro. "Alicia en el país de las maravillas". Era su libro favorito.
─¿qué has encontrado jovencita? Parece interesante.
Oli se asustó y se giró con el libro en la mano. Era el tendero, un señor mayor, calvete con un enorme bigote blanco, su nariz redonda y chata junto con unas gafas cuadradas de carey le daban al rostro del anciano un aspecto amable. El librero cogió el libro que tenía Oli entre las manos y lo llevó al mostrador. Lo limpió un poco con un trapo Viejo y se acercó bien para mirarlo. Travis centró su atención en la pareja.
─Vaya, vaya ¿qué tenemos aquí? ─Lo cogió y lo acercó a la luz para verlo mejor, luego con una sonrisa continuó─ Sombrerero, temo que no vuelva a verte nunca.
Oli le sonrió conocía de memoria esa parte, era una de sus favoritas.
─Mi querida Alicia, nos veremos en los jardines de la memoria y en el palacio de los sueños, ahí es donde tú y yo nos veremos.
─Pero un sueño no es la realidad ─continuó el librero.
─Y ¿quién dice cuál es cuál? ─respondió la chica, terminando así la conversación. ─Bueno, tenemos que irnos ─Y con un ademán de cabeza se despidió del anciano, para luego salir por la puerta.
El librero dirigió la mirada hacia Travis que volvía a colocar el libro que tenía en las manos en su lugar.
─No se encuentran chicas así todos los días ─dijo el anciano mirando por encima de sus gafas a Travis.
El motero desvió la mirada hacia la puerta y sonrió.
─Y que lo diga, abuelo.
Olimpia abrió los brazos y puso los ojos en blanco cuando apareció el motero.
─Por fin, ¿dónde estabas?
─No me di cuenta de que te habías marchado.
─¿cómo no te ibas a dar cuenta? Esa librería era muy pequeña.
Siguieron caminando un rato más, cruzaron la calle y giraron un par de veces más, entrando así en la enorme avenida que daba al paseo de la playa más abajo.
─¿de qué hablabais en la librería?
─Ah, eso, nada, es un fragmento del libro de Alicia en el país de las maravillas ─Travis le sonrió─. Me encanta ese libro, por eso llevo una de sus frases tatuadas.
─Estás fatal.
─Si, estoy loca, majareta, como una cabra ─Oli comenzó a recitar en voz cada vez más alta hasta terminar casi gritando mientras giraba sobre ella misma y terminaba delante de Travis ─pero te diré un secreto ─se acercó, tiró de la camiseta del motero para acercar su rostro y le susurró a los labios─ las mejores personas, lo están.
Sin poder resistirse al momento, y dejándose llevar, sabiendo que todos los estaban mirando, pero sin importarle lo que pudieran pensar, Travis la besó, y la chica se dejó llevar por el beso.
─¿eso también es del libro?
Oli asintió divertida, y volvió a besarlo. No sabía qué tenía ese hombre, pero tiraba de ella, hacía que se rindiera a sus besos y caricias, aunque quería apartarse, no podía. El miedo y la confusión de la noche anterior volvieron a asolar su pecho, pero las manos de Travis sobre su cintura, su olor, su sabor, la embriagaba y la empujaban a besarle, a morderle, a lamerle y provocarlo. ¿qué le estaba pasando? ¿se estaba enamorando de ese hombre? No, eso no podía ser así.
Siguieron hasta casi llegar al paseo de la playa. Allí pararon en una heladería. Hacía calor y terminaron sentándose en un banco frente al mar con una granizada cada uno. Era más refrescante que los helados.
La tarde transcurrió tranquila entre paseos y bromas. Ambos se contaban historias de sus vidas, de lo que habían hecho antes de conocerse, aunque era Oli sobre todo la que hablaba. Intentaba sonsacarle a Travis, pero éste no parecía querer hablar mucho.
LA chica se paró en el paseo y señaló un Puente de madera que había al final que se adentraba en el mar unos metros. Desde allí la gente se tiraba cuando la marea estaba alta al agua, y por las noches parecía un bonito lugar para los encuentros de las parejas enamoradas. Oli señaló el lugar, el sol estaba bajo, aun faltaba rato para que anocheciera, pero se acercó seguida del motero. Llegó hasta el final, se apoyó en la barandilla. Era un lugar bonito, miró a los lados y dio con un grupo de surfistas con sus tablas nadando en grupo, buscando las mejores olas en el atardecer. Travis se apoyó en la barandilla con los codos mirando el horizonte.
─Te gusta pintar mucho ¿no? ─Preguntó Travis tras unos minutos de silencio.
─Si, es lo único que se hacer bien, además de otras cosas ─respondió traviesa mientras dejaba de caer su cabeza en el hombro de Travis.
─¿cuándo empezaste a pintar?
─Cuando murió mi madre ... tenía unos cinco o seis años, no me acuerdo, pero a tomármelo en serio, creo que fue cuando cumplí los diez años o así ─
─¿piensas estudiar arte el próximo año?
─Claro, no he conseguido una beca para la UAL para ahora decir que no.
─¿qué es eso? ─preguntó extrañado.
─La UAL es la Universidad de Arte de Londres.
─¿vas a marcharte?
La chica se separó de él y se fijó en cómo la expresión de Travis cambiaba en cuestión de segundos. Hasta ese momento, Oli no se había dado cuenta que nunca le había dicho nada sobre su intención de irse. Se empezó a sentir mal por ello.
─Si...
Travis la miraba desconcertado y triste. Eso había sido un mazazo muy fuerte, la cabeza le daba vueltas. Desvió la mirada y la paseo por el horizonte, la brisa marina le daba de frente, olía a sal y a verano.
─Por eso no quiero una relación con nadie... ─Oli lo miraba intentando explicarse, intentando que él la comprendiera y procurando no hacerle daño ─...no es que no me gustes Travis, lo cierto es que...Bueno, me gustas mucho, pero en las relaciones siempre se acaba sufriendo, y no quiero sufrir
─No tienes porqué sufrir.
─Claro que sí, si tuviéramos una relación y me quedo, dejando atrás mi sueño y mi esfuerzo, sufriré el resto de mi vida, y seguramente termine culpándote para luego dejarte, en cambio si me marcho, serías tú quien sufriría, y yo después por abandonarte...
Se quedaron en silencio durante unos minutos.
─Travis, creo que deberías pensarte mejor todo esto...
─No ─La respuesta rápida y directa del motero la cogió desprevenida. ─no tengo nada que pensar, sólo somos amigos ¿verdad? ─
La chica asintió un poco desconfiada.
─Eres mía cuando estemos juntos, luego, eres libre de hacer y estar con quien quieras y yo también, todo está bien ─Y Travis sonrió intentando esconder su tristeza. Oli respondió a su sonrisa con otra, parece que ha funcionado.
─Gracias por acompañarme ─le susurró la chica. El motero la miró, la brisa marina hacía que su vestido ondease un poco, movía algunos cabellos, más bien la despeinaban.
─Ha sido divertido ─Y de forma inconsciente comenzó a buscar entre sus bolsillos.
─¿qué buscas?
─Nada ─recordó entonces que el último paquete de cigarrillos se lo había dado a Oli y ésta había hecho una bola con ellos y lo había tirado a la basura.
─Buscabas tu Tabaco ¿verdad?
Travis no respondió, volvió a mirar el horizonte apoyándose de nuevo en la barandilla.
─No lo entiendo, nos has sentido la necesidad en todo el día ¿por qué ahora sí? ─El motero se encogió de hombros. No quería responder, había pasado todo el día tranquilo y relajado a su lado, no sentía la necesidad de fumar porque ella en sí era para él como una droga, lo tranquilizaba y lo alteraba, pero en ese momento, después de saber que se marcharía, el miedo se apoderó de él, y ya ni siquiera la mirada dulce de esa mujer podía calmarlo. ¿cómo lo iba a calmar? Perdería esos ojos tarde o temprano, se marcharían y el terminaría olvidándola. La chica se acercó mucho más, y terminó por colocarse entre la barandilla y él, entre sus brazos, le acarició el mentón lentamente con una mano, mientras con la otra lo atraía por el cinturón hacia ella. Le sonrió con el rostro pegado al suyo, dejando caer su frente en la de él.
¿Qué haces Oli? Te estás pasando, esto no era lo que habías planeado, se dijo a sí misma, ¿por qué no paras? volvió a preguntarse. Abrió los ojos y miró los de Travis, azules como el cielo, como el mar, infinitos, acuosos, llenos de miedo, nerviosos. Se perdía en ellos sin poder evitarlo. Oli, eres idiota, se reprendió a sí misma, y finalmente se armó de valor.
─Creo que deberías pensarte esto otra vez Travis, por favor─
El motero asintió, ella tenía razón, debía volver a pensárselo, eso no estaba yendo por buen camino. Debía poner en orden sus ideas.
─Tal vez, hemos pasado mucho tiempo juntos, y estamos confundiéndonos, dejemos pasar unos días ¿vale?
La pareja se separó a regañadientes, pero sabían que era lo mejor, al menos eso creía Olimpia, ella estaba hecha un lío, quería separarse, espacio entre los dos. Buscó su BlackBerry en su bolso y llamó a Didi.
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