28
Oli se levantó muy temprano, se dio una ducha y se sentó a desayunar en el porche. Roger salió de la casa a recoger el periódico de la mañana y se la encontró, tranquila y relajada, con su café entre las manos. Se sentó a su lado y le acarició en silencio el pelo. Suspiró triste.
─Voy a echarte de menos ─le dijo a su hija casi en un susurro. Oli se dejó caer sobre el regazo de su padre. Aun estaba en pijama, con sus pantuflas viejas. Sonrió para sí misma, pensando en los tres pares de zapatillas que ella y su hermana le habían regalado, y que se habían quedado olvidadas en el fondo del armario, su padre siempre cogía las mismas, sin importarle lo viejas o rotas que estuvieran. Eso siempre le hacía mucha gracia a su hija. Se levantó lentamente, dejó a un lado la taza de café y abrazó a su padre, apoyó su cabeza contra el pecho y se quedó allí, escuchando su corazón.
─Yo también te echaré de menos papi, pero no te preocupes ─y al incorporarse miró a su padre con sus ojos al borde del llanto ─volveré siempre a casa con vosotros.
Roger le acarició el mentón y luego atrapó con su pulgar una lágrima furtiva que se negaba a quedarse en su lugar.
─estoy muy orgulloso de ti.
─Y yo de ti papá ─
Didi salió en ese momento al porche en busca de su hermana, ya estaba lista, con bolso en una mano y las llaves del coche en la otra.
─¡Eh! Yo también quiero un abrazo ─dijo fingiendo enojo mientras se acercaba a su padre y su hermana. Ambos la miraron y la chica con una sonrisa y su habitual alegría, saltó en medio de los dos para terminar en un abrazo enorme. Olimpia vio como su padre cambiaba de expresión, ahora estaba más feliz, ese era el efecto que causaba Diana, con una sonrisa era capaz de iluminar hasta la noche más oscura, ella era el rayo de felicidad de esa casa, y eso la tranquilizó y a la vez la entristeció.
─Bueno, ¿nos marchamos Oli? ─preguntó Didi mientras se levantaba y daba un abrazo de oso a su padre. Oli se levantó más lentamente ─Papá volveremos por la tarde, pórtate bien.
─Portaos bien vosotras y disfrutad del paseo ─Diana volvió a sonreírle.
─Descuida, te aseguro que nos lo pasaremos muy, pero que muy bien ─Y dicho eso, se marcharon.
Diana paró el coche frente al Turqoise, dónde esperaban tanto Travis como Max.
─Hola cielito ─dijo mientras se lanzaba a los brazos del rubio de un salto. El chico la besó apasionadamente y sin pudor.
─¡Eh! Para eso se inventaron los hoteles ─soltó Oli poniendo los ojos en blanco. La pareja se separó un poco, y luego de la mano se metieron en el coche, Max en el lado del volante, listo para conducir y Didi en el del copiloto, obligando a Travis y a Olimpia a sentarse en el asiento trasero.
El camino se hizo ameno mientras los cuatro charlaban y discutían por la emisora de radio. Max quería una más movida, Didi una romántica con baladas, Travis prefería escuchar las noticias y Oli, simplemente prefería dormir durante el camino.
Una hora y media más tarde, Max paró frente al museo.
─Bueno parejita, nosotros pasaremos el día en la playa, ¿sabéis cómo llegar verdad? ─Decía desde la ventanilla con el brazo apoyado en la puerta. Travis asintió. ─portaos bien, y llamadnos si queréis, aunque no pasaremos a buscaros ─y sin más arrancó de nuevo el coche, y saludando con la mano se alejaba con Diana dirección a la playa.
Travis y Oli se miraron, y la chica habló la primera:
─Antes de entrar, quiero hacerte una pregunta ¿qué es el arte para ti?
─¿el arte? ...para mi "helarte" es morirte de frío ¿no?
Ese juego de palabras provocó que Oli pusiera los ojos en blanco, pero, aun así, no pudo evitar sonreír ante la ocurrencia del motero.
─eres imbécil, vamos hoy te enseñaré qué significa el arte ─se giró sobre sus talones y se quedó mirando hacia la puerta del museo, feliz y algo nerviosa, se dirigió hacia él, un par de pasos atrás la seguía Travis. Oli entregó las dos entradas al chico para que les dejase pasar. Había un enorme pasillo central con algunas obras modernas, Oli las ignoró, las conocía de sobra, eran obras de la colección fija del museo, llegó al fondo del enorme pasillo y se dio la vuelta para mirar a su acompañante.
─Bien, hay dos exposiciones una es la de Frida y la otra son las obras más famosas de la historia ¿por cuál quieres comenzar?
Travis la miró y sin saber qué responder. Se encogió de hombros y al ver que la chica se impacientaba respondió:
─Ni idea, seguramente no conoceré ninguna
─Yo creo que sí, vamos empezaremos por las famosas ─Y se dirigió hacia el pasillo de la derecha. Era un pasillo más largo y estrecho. Los cuadros estaban por todas partes, eran de diferentes tamaños, años y corriente artística.
La chica fue pasando de uno a otro, Travis la miraba, era como un niño con un juguete nuevo, nerviosa al principio, sin saber a dónde dirigirse, ni que hacer, pero pasado un rato, se fue relajando, andaba más lenta, y su mirada era ahora escrutadora. El motero apenas prestaba atención a los cuadros, no le llamaba la atención, nunca le habían interesado mucho los museos, incluso llegó a preguntarse por qué estaba allí. Se paró al lado de Oli que observaba un cuadro extrañamente pintado en tonos celestes y naranjas, el motero pudo distinguir lo que creía que parecía ser un barquito con un hombre remando, al fondo una esfera naranja.
─Impresión, Sol naciente, es de Monet ─le dijo sin apartar la mirada del cuadro ─este cuadro dio nombre al movimiento artístico que nació con su pintor, el impresionismo ─
─Es bonito ─mintió, para él simplemente eran unas cuantas pinceladas sin sentido.
─Es falso ─
─¿cómo lo sabes? ─se sorprendió y se acercó un poco más para intentar descifrar aquello que Olimpia veía, pero que él no acertaba a saber que era.
─Porque el auténtico está en Francia, esto es sólo una copia, como todos los cuadros de la exposición ─Sonrió de nuevo y señaló la pequeña leyenda que había debajo del cuadro dónde indicaba "imitación de: Impresión, Sol naciente" ─además, lo pone aquí ─
─Eso es trampa ─
─No, no lo es, vamos, veamos otro ─y la chica lo cogió de la mano y siguió andando por el museo con él. Le enseñaba cuadro a cuadro, le contaba curiosidades de todos y cada uno, a veces sobre su pintor, otras sobre la obra en sí. Travis la escuchaba atento, anonadado. ¿cómo era posible que esa chica supiera tanto?
Tras pasar en ese pasillo más de una hora y media mirando cuadro a cuadro, la pareja se sentó en un banco, frente a una copia a tamaño real de "El nacimiento de Venus" de Sandro Botticelli. Oli comenzó a hablar del cuadro, de lo que significaba y sobre la vida de Botticelli. Este cuadro gustaba más a Travis, por un lado, porque no era ni impresionismo, ni cubismo ni ninguna de esas extrañas Corrientes artísticas de las que la chica le hablaba, esa obra era realista era una mujer hermosa pintada tal cual, y, por otro lado, le gustaba porque era de las pocas obras que fue capaz de reconocer sin que la chica le dijera nada. Tras un rato, Oli se quedó callada, se levantó dando la espalda al motero. Éste la miraba, llevaba un bonito vestido sencillo de mucho vuelo y tirantes finitos, el pelo suelto le colgaba hasta por debajo de los hombros, ligeramente ondulado. Se levantó y desde detrás le acarició suavemente el hombro, para terminar la caricia con un cálido beso en el cuello. La chica sonrió y se encogió.
─Vamos, aun nos queda lo mejor ─Y tiró de él. Atravesaron corriendo el pasillo, hasta terminar de nuevo en la bifurcación de la entrada del museo. Oli se dio de bruces con el guardia de seguridad, que la reprendió por ir corriendo.
─Señorita, es usted un poco mayor para ir corriendo. Haga el favor de comportarse.
Oli se sonrojó y se disculpó desviando su mirada hacia el suelo. Cuando el guardia se dio la vuelta para continuar con su camino, la chica le hizo burlas, sacando una carcajada a Travis que la miraba entre divertido y avergonzado por su comportamiento infantil, la cogió de la mano antes de que intentara de nuevo salir corriendo, de forma que la obligó a ir más lenta.
─No hay que tener prisa ─Le dijo y dejó que la guiase de nuevo con sus dedos entrelazados a los suyos. Pasaron por otro pasillo largo con más cuadros y esculturas. Esta vez la chica no se paró en ninguna, iba directa hacia lo que estaba deseando ver desde hacía tiempo.
Ocho cuadros originales de la pintora Frida Kahlo. Todos expuestos en una pequeña habitación, separados por unos cristales gruesos para proteger las pinturas. La habitación estaba casi en penumbra, sólo iluminados los cuadros por unos focos que se encontraban encima y a los lados de cada uno de ellos. Oli soltó la mano de Travis lentamente, su pecho se movía arriba y abajo, agitado al principio por la carrera, nervioso después por dónde se encontraba, era un sueño al alcance de sus dedos. El motero la dejó, estaba preciosa, igual que cuándo pintaba, se dijo.
Oli se paseó por todos y cada uno de los cuadros, deteniéndose, tomándose su tiempo. Ésta vez, en silencio, sin explicar nada a Travis, sólo centrándose en las pinturas que tenía delante, en no perderse ningún detalle, disfrutando cada Segundo con aquella exposición, pero poniendo especial atención concretamente a "Henry Ford Hospital", "La columna rota", "Autorretrato con el pelo suelto" y el que más impactaba a Oli, "Diego en mis pensamientos".
Ésta última, fue dónde la chica más se detuvo, los ojos de Frida tristes, el rostro de Diego, su esposo, sobre su frente evidenciaba el amor que ella aun sentía por su ex-marido a pesar del fracaso de su matrimonio. Por un instante sintió el pesar y la pena que debía sentir su padre por la pérdida de su madre, el sufrimiento que le acarreaba vivir día tras día sin la persona que amaba. Sus ojos se empañaron y sin poder evitarlo, las lágrimas abandonaron sus ojos para surcar su rostro en busca de su barbilla. Un espasmo dio paso a un llanto silencioso.
Travis se paseaba por la habitación mirando de vez en cuando a Oli, hasta que parada, la vio estremecerse, se acercó lentamente hacia ella. Secó con su pulgar la mejilla húmeda de la chica, y con un suave movimiento la acercó hacia él, para fundirse en un abrazo íntimo. Un abrazo de esos que consuelan.
Olimpia sintió la calidez de su cuerpo grande y fuerte, los latidos de su corazón junto a su oído, sus manos suaves sobre la piel de su espalda. Respondió a su abrazo colocando las manos sobre la cintura del motero y apretando su cuerpo aun más contra el de él. Y sin poder ni querer evitarlo, dejó que todo lo que sentía, tristeza por su próxima marcha, lástima por su padre, soledad por la ausencia de su madre, miedo por lo desconocido y alegría por lo el hecho de estar allí, por poder disfrutar de esas pinturas. Todo ese amasijo de sentimientos que la oprimían salieron uno a uno con cada lágrima derramada, todos iban desapareciendo en la camiseta blanca de Travis. Los minutos pasaron y la chica se relajó, el llanto se apagó, se había ido lentamente, igual que había aparecido, dando paso a la tranquilidad que llega después de la tormenta. Se separó lentamente del pecho del muchacho, sin dejar de abrazarlo, lo miró a los ojos y le susurró:
─El arte es sentimiento ─y sin más, se puso de puntillas y le regaló un beso, cálido y dulce, un beso cargado de ternura, de miedo, de tristeza y alegría, uno de esos que se dan sinceros, sin esconder nada, un beso dónde se regala el alma a la otra persona. Un beso que Travis correspondió de la misma forma.
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