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27


Los días de la semana avanzaban uno tras otro, todos por igual, Oli se levantaba y se marchaba a la cafetería, comenzaba su jornada colocando las mesas y preparando las cafeteras, o bien limpiando el suelo y los aseos, todo dependía del día, luego, a las diez, llegaba Travis y la chica le servía su café, un par de miradas cómplices y alguna que otra sonrisa furtiva, una vez se marchaba, seguía trabajando sonriendo a los clientes habituales, charlando de las mismas cosas aburridas, cómo va el trabajo, qué tal los nietos... luego paraba para comer con Anne, disfrutaba oírla hablar sobre lo bien que estaba con Oliver, se sentía feliz por saber que sus dos mejores amigos eran mucho más que amigos y que la cosa marchaba hacia adelante, luego terminaba ayudando al señor Arthur en la cocina o bien recogía y limpiaba las mesas, para terminar sobre las cinco, cambiarse de ropa y pasear hasta la cabina telefónica que había más abajo de la calle, allí esperaba unos quince o veinte minutos a que Travis saliera del taller y pasara a buscarla. Se montaba en la moto rauda y veloz, se agarraba a su cintura y disfrutaba del paseo hacia su casa, la dejaba al principio de la calle, junto al cruce en la esquina de una enorme casa, detrás de los enormes setos que hacían de valla para que no pudieran verles. Pero el viernes no fue así, el motero se desvió de su ruta habitual, y terminó aparcando en uno de los caminos que iba hacia el lago. Oli se bajó y se quitó el casco para devolvérselo a su dueño, éste lo guardó en una alforja e hizo lo mismo con el que llevaba puesto y le puso el candado a la moto.

Oli se desperezaba de espaldas a él, con los brazos bien en alto, entrelazando los dedos de sus manos con las palmas hacia el cielo. Vestía una camiseta larga muy ancha, unas mallas negras estilo pirata y sus converse viejas, el bolso lo había dejado en una de las alforjas para que no le molestara durante el trayecto. Travis se acercó por detrás y le dio una palmada en la nalga derecha.

─¡Eh! ─Le dijo mientras se volvía hacia el lado dónde se encontraba, luego rápidamente trató de propinarle un golpe en la nuca con la mano abierta, pero el motero fue más rápido y se apartó a tiempo. Tras eso, la chica volvió al ataque, y esta vez le propinó un derechazo en el hombro izquierdo, no muy fuerte, pero si lo suficiente. La chica se dio cuenta de que se había pasado un poco, y tras mirarlo divertida salió corriendo adentrándose en el camino que atravesaba el pequeño bosquecillo hacia el lago. Travis la siguió, la chica oía sus pasos detrás de ella y decidió alejarse entre la maleza, en mitad del camino seguramente daría con ella muy pronto, pero si se metía por medio de los árboles podría esconderse de él. Pasaron así un rato, tal vez recorrieran doscientos o trescientos metros entre los árboles, Oli tenía un fuerte dolor en el pecho, sentía cómo la falta de aire le quemaba, era demasiado para ella. Paró y se apoyó contra un árbol ancho, aguzó el oído, silencio, no oía nada, tal vez lo había despistado. Miró con cuidado hacia el lugar por dónde ella había llegado, lo más lógico es que él estuviera por allí, y así era. A unos quince metros, andando y mirando hacia los lados estaba el motero, parecía perdido, la buscaba, pero ya no con el mismo ímpetu, parecía algo cansado, igual que ella. Con tranquilidad y haciendo el mínimo ruido posible se quedó rezagada esperando a que Travis pasara a su lado, para así abordarlo desde atrás. A medida que él iba pasando por el lado del árbol que ella usaba para esconderse, lo iba rodeando, hasta que finalmente consiguió lo que quería, colocarse a la espalda del motero. Cogió una pequeña piedrecita del suelo, no más de un centímetro, tampoco quería hacerle daño, y se la tiró suavemente a la espalda, lo justo para llamar su atención.

Travis sintió que algo pequeño le golpeaba en la espalda, se giró y justo en frente encontró la presa que intentaba cazar desde hacía un rato. Respiraba fuerte y entrecortada, estaba cansada por el esfuerzo de la Carrera, aunque no tanto como él. Ya soy mayor para estas cosas, se dijo. La miró de arriba a abajo, sus ojos verdes tenían las pupilas dilatadas, sus mejillas rosadas y sus labios rojos se le antojaron muy sensuales. Intentó acercarse lentamente, pero la cervatilla decidió que era mejor alejarse, y de un salto, Olimpia se apartó colocando entre ellos el enorme árbol.

─¿es que no te has cansado? ─le preguntó el motero intentando dar la vuelta al árbol lentamente, procurando que no se oyeran sus pasos.

─Puedo seguir todo el día así, pero tú estás hecho polvo ─se rio.

─estoy bien, solo tengo que esperar un poco y tarde o temprano te cazaré ─

─¿cazarme? ¿es que ahora soy un ciervo? ─

La pareja seguí rodeando el ancho árbol, los dos hacia el mismo lado.

─Más bien un jabalí...─Travis la oyó parar en seco ─porque roncas igual ─y mientras decía estas palabras se abalanzó sobre su presa que distraída no lo esperaba. La agarró por los brazos para que no se escapase y dejando caer el peso de su cuerpo la empujó contra el árbol.

─Te cacé.

Olimpia lo miró molesta, pero al instante le regaló una sonrisa dulce, luego, más seductora. Acercó sus labios a Travis, casi rozándolo, lentamente las manos del motero fueron cayendo lánguidas por sus brazos, haciendo que la piel de la chica se erizara a su contacto, al llegar a la altura de las muñecas Olimpia entrelazó sus dedos a los de él, y acercó su cuerpo más, separándose del árbol que la aprisionaba. Lo miraba a los ojos azules cuyas pupilas se dilataban a causa del deseo que lo invadía, era imposible no darse cuenta, luego, pausadamente, Oli le dio un beso en el labio inferior, y otro más abajo, luego otro más, hasta terminar en su barbilla, estaba áspera a causa de la barba de tres días. Eso no le importaba, le gustaba cuando no se afeitaba, le recordaba que no era un crío, tras un par de besos lentos, terminó mordiéndolo, haciendo que Travis gimiera, en parte por placer y en parte por el dolor que le provocaron sus dientes.

─El cazador cazado ─le susurró a los labios antes de regalarle el último beso. Se quedaron allí un rato fundidos en ese beso largo y húmedo.

Tras un paseo, la pareja terminó sentada en uno de los bancos que daban a la parte del lago más cercana al pueblo. Travis sacó de uno de los bolsillos un paquete de cigarrillos y se encendió uno. La chica lo miró con mala cara.

─¿qué? ─preguntó con el cigarro en la boca mientras acercaba el mechero encendido con una mano.

─pues, que deberías dejar de fumar, es un vicio asqueroso.

─Me relaja, así que no me vengas con esas chorradas tú también ─y aspiró el humo de la primera calada.

─No es ninguna chorrada, además...no me gusta besar a un tipo que sabe a cenicero.

─¿qué?

─ya me has oído, tus besos saben a colilla y no me gustan ─La chica se cruzó de brazos y le dio la espalda haciéndose la ofendida. Travis se la quedó mirando, nadie nunca le había dicho algo así.

─así que mis besos saben a colilla.

La chica permaneció callada y en la misma postura. Travis se quedó mirando su cigarrillo encendido en su mano, lo sostenía con tres dedos delante de él, le daba vueltas mientras meditaba. Era la excusa más estúpida que le habían dado para dejar de fumar, pero le gustaba, tal vez fuera verdad, tal vez un pretexto para convencerlo. Qué más le daba.

─Si dejo de fumar ¿me besarías más?

─Tal vez

En un impulso, Travis tiró la colilla al suelo y la apagó con el zapato. Luego tendió el paquete de cigarrillos a la chica colocándoselo delante de la cara.

─Muy bien, a partir de ahora dejo este vicio asqueroso.

La chica se giró para mirarlo a los ojos con una sonrisa de oreja a oreja y un brillo en los ojos que Travis no supo identificar, abrió la boca para intentar hablar, pero éste fue más rápido y le colocó un dedo en los labios para callarla y continuó hablando.

─Pero, como te he dicho, fumar me relaja, tendrás que ayudarme a calmar mis nervios... ─Y una sonrisa lasciva afloró en el rostro de Travis ─tendrás que besarme cuando te lo pida.

Oli se lo pensó un poco, no era un mal trato, Travis besaba bastante bien, tal vez no tan bien como Oliver, pero le gustaba. De forma que cogió el paquete de cigarrillos con las dos manos y lo arrugó, cerrando así el trato.

Esa noche cuando Oli se tiró en la cama, los recuerdos del paseo por el bosquecillo volvieron a su mente y con ellos una leve ráfaga de un sentimiento extraño que no supo identificar. Ya eran la segunda vez que accedía a algo que le pedía Travis. ¿se estaba encariñando de ese hombre? Tal vez debería parar, dejar de una vez todo aquello. Pero por otro lado se sentía segura y tranquila entre los brazos del motero. Tal vez le estaba dando demasiadas vueltas, tenía lo mismo que con Oliver, sólo que Travis era diez años mayor, estaba más experimentado que su amigo, pero a la vez era como un niño pequeño, era fácil jugar y manejarlo, hacerlo enfadar y provocarlo. Oli comenzaba a liarse con sus sentimientos, tal vez si hablase con Didi... no, no podía hablar con ella, sabía lo que le diría, pero... ¿sería cierto lo que sabía que su hermana le diría? ¿le gustaba realmente Travis? No... sí... ¿sí o no? Comenzaba a liarse con ella misma. Sentimientos contrapuestos. Demasiado tiempo juntos, se dijo así misma. Si, debía ser eso, se ha pasado las dos últimas semanas con él. Le pediría un poco de espacio para organizarse, sí, eso haría, al día siguiente cuando volviera de la exposición. 

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