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25


El fin de semana ha pasado, y el lunes a las diez entra de nuevo Travis en el bar. Las chicas se miran, y Oli se acerca con la cafetera al lugar que el chico ocupa a diario, duda antes de hablar, y finalmente decide no hacerlo. Simplemente coge una taza, se la coloca delante y le sirve su café solo en silencio, sin mirarlo. Sin embargo, él sí la mira; Oli siente como la taladraba con aquellos ojos azules tan intensos, se pone nerviosa, y comienza a temblarle la mano con la que sostiene la cafetera. La chica intenta sonreírle, pero él no responde a su sonrisa.

─Disculpa, señorita ¿puede atendernos? ─Un señor mayor y su esposa se han sentado en una de las mesas y la llaman con la mano en alto. Oli los mira y asiente, desvía de nuevo la mirada al motero y sigue con su trabajo.

Travis la sigue con su mirada unos segundos y luego, deja unas monedas por el café en la barra y se marcha sin probarlo.

En el vestuario, Anne pregunta:

─Oli, ¿qué ha pasado esta mañana?

─¿A qué te refieres?

─¿Pues a qué va a ser? A Travis y a ti, estabais muy serios y se marchó sin probar el café.

─No sé, tendrá un mal día. ─Se encogió de hombros y terminó de desabrocharse la camisa.

─Oye... no entiendo mucho de esto, pero ¿estás segura de que él sabe cómo funciona? Porque a mí no me lo ha parecido.

─¿Por qué os preocupáis tanto por él? ¿Es que no os preocupo yo? ─Bufó enfadada contra su amiga.

─Sí que nos preocupas, por eso creo que te estás equivocando ... ─

─Sé lo que hago Anne, no quiero una relación ¿entiendes? Me quiero a mí misma, no quiero estar sufriendo por nadie. ─Dijo tirando la camisa contra la bolsa que tenía en el suelo con rabia.

Anne se calló, era mejor no seguir con el tema. Su amiga estaba bastante enfadada y sabía que cuando se cerraba de esa manera era imposible hacerla entrar en razón.

Oli terminó de vestirse, cogió sus cosas y salió disparada hacia el taller mecánico. Se paró en la puerta, y miró hacia adentro. El taller era bastante más grande por dentro de que lo que aparentaba. Entró algo intimidada, todo estaba en silencio y no parecía haber nadie. Había un par de coches en un lado, otro subido en una especie de ascensor y podía ver la parte baja, y un cuarto a otro lado con el motor en el suelo hecho piezas. Se acercó a la oficina que tenía Daniel, abrió la puerta con cuidado, pero nada, todo vacío y en silencio. Al salir y girarse se asustó, no esperaba encontrar a Travis tras ella, apoyado en uno de los coches mirándola fijamente y en silencio.

─Por dios Travis, me has asustado ... ─dijo llevándose una mano al pecho y sintiendo cómo se le aceleraba el corazón ─. ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

El motero le sonrió travieso y la repasó de arriba a abajo. Esta vez, estaba vestida con unos vaqueros y una camiseta sencilla, pero, aun así, para él siempre estaría perfecta.

─El suficiente, ¿qué te pasa?

La chica desvió la mirada, realmente no sabía por qué había ido allí, ¿quería verlo? ¿preguntar cómo estaba? No, eso no podía hacerlo, él lo aceptó todo, así que mejor no remover nada. Lo miró y meciéndose sobre sus talones, mientras guardaba las manos en los bolsillos de la parte trasera de su vaquero habló:

─Pues, ...había pensado, que tal vez... podrías acompañarme a casa, si quieres.

El motero se acercó a una caja de herramientas que había por medio del taller para coger una llave, luego se dirigió al coche que estaba en alto para comenzar a repararlo.

─Tengo que terminar de desmontar este coche, así que hoy no te podré llevar, espero que no te importe.

─No, claro ... en ese caso, me voy antes de que salga el bus.

La chica se marchó cabizbaja, esto no funcionaría, estaba enfadado con ella por lo del sábado, no debía haberle propuesto nada, ella tenía la culpa de todo y eso hacía que se sintiera fatal.

─¡Eh! ─Le gritó antes de que ella llegase a la puerta ─. Si quieres, puedo pasarme luego por tu casa, al fin y al cabo, sé cómo entrar ─sugirió mientras le sonreía pícaro y le guiñaba un ojo. Oli le respondió con otra sonrisa y asintió.

─Dejaré la ventana abierta.

Llegó a casa, dejó el bolso y se dirigió a la cocina, allí estaba su padre sentado con un café. Se acercó a él y le dio un beso.

─Hola papa ¿qué tal el día?

─Bien tesoro, aburrido como de costumbre ¿y tú?

─Normal, ya sabes, servir cafés y limpiar mesas no es lo mejor del verano.

─¿Y qué es lo mejor del verano? ─Le preguntó su padre levantando una ceja y acercando la taza a sus labios.

─¿Pues qué va a ser? Lo mejor del verano es tu regalo de cumpleaños, es este sábado. ─La chica volvió a acercarse a su padre y lo abrazó ─. Te quiero papá, os quiero a los dos.

Le regaló el último beso y se alejó camino de la puerta hacia el patio trasero, para, desde allí, añadir:

─Por cierto, papá, hoy pasaré la noche pintando en la casita del jardín ¿vale?

Su padre asintió.

─Está bien, pero cuando vayas a dormir cierra con llave por dentro.

La chica salió al jardín, hacía calor, pero le reconfortaba el aire. Se acercó a la casita y entró. Sacó un lienzo nuevo y lo colocó en el caballete central, luego se paseó por la habitación. Todo estaba en orden, los libros donde los había dejado, sus lienzos tapados todos con una vieja sábana, la cama estaba hecha y el baño presentable. Se quitó los vaqueros y la camiseta, y se puso la vieja camiseta de baloncesto de su padre, dentro de la casita hacía mucho calor y los focos no ayudaban mucho.

Se pasó pintando bastante tiempo, no sabía decir cuántas horas, tal vez dos o tres. Se quedó mirando su nuevo cuadro, era un retrato de su artista favorita, Frida Kahlo, lo había pintado usando tonos azules, verdes y violetas en contraste. No era un retrato muy original, se dijo a sí misma, ya que estaba de frente, con el rostro girado hacia un lado, como siempre aparecía en sus autorretratos, sólo que Oli le había dado su toque personal. No estaba terminado, por su puesto, un cuadro y sobre todo un retrato necesitaba muchas horas de trabajo, pero estaba cansada y pronto se haría de noche. Recogió y limpió los pinceles. Cogió un libro que tenía por ahí y se tiró en la cama, y en la espera, terminó por rendirse al sueño.

La moto entró de la misma forma que la última vez que la dejó allí. Nadie la veía, al menos no a simple vista. Se bajó de ella y saltó la valla, igual que la última vez. Se agachó y miró al frente, la casita del jardín estaba iluminada. Miró a la casa principal, no parecía que hubiera mucho movimiento, además ya era de noche y eso hacía que resultase difícil localizarlo desde el otro extremo del jardín. Cruzó los tres metros que lo separaban de la casita y entró por la ventana. Tal y como le había dicho Olimpia, estaba abierta. Entró con cuidado, seguramente la chica estuviera pintando, y quería permitirse el lujo de mirarla, pocas veces la había visto tan relajada como la última vez que entró allí. El recuerdo amargo de esos momentos le atravesó; ella asustada, el tipo canijo a medio vestir, Olimpia declarando que se había acostado con él, pero eso había pasado. No podía reprocharle nada. ¿Nada? Si, exacto, nada, ni siquiera lo del sábado, ella había sido sincera y clara desde el principio y él había vuelto a ponerse celoso, hasta el punto de llevarse a su casa a la primera mujer que encontró, exactamente como la última vez. Debía controlarse, entre ellos no había nada, al menos, de momento.

La puerta del aseo estaba abierta de par en par. Los focos que estaban frente a los caballetes estaban apagados. La luz que había era tenue y procedía de un rincón de la habitación. Travis entró en la estancia y miró a su izquierda, dónde sabía que estaba la cama de la chica, lo primero que encontró fue un enorme biombo de flores, parecía pintado a mano, no le interesó. Lo segundo que vio, fue el origen de la luz, era una pequeña lamparita, podía verse a través de la tela del biombo, estaba en el suelo. Se acercó y pasó por el lado, colocándose en los pies de la cama, y allí la encontró. Estaba tumbada sobre su lado derecho, con un libro abierto debajo de su mano izquierda, la derecha debajo de la cabeza. Estaba completamente dormida, serena y tranquila. Travis se subió a la cama sobre sus rodillas y gateando se colocó sobre ella, la giró lentamente hasta colocarla bocarriba.

Oli sintió que una mano grande sobre su brazo la giraba, abrió los ojos, durante unos segundos no sabía dónde estaba ni podía enfocar. Pero algo le decía que no pasaba nada, que todo estaba bien. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz vio otros azules mirándola, un lunar colocado en un lugar estratégico y unos labios deseosos de encontrarse con los suyos.

─Hola ─le dijo aun adormilada.

─Hola ─le respondió Travis en un susurro, para luego besarla sin prisas.

Sus labios se unieron en un beso tranquilo, que poco a poco, iba dando paso a otro más húmedo, sus lenguas jugaban y se acariciaban la una con la otra, el ritmo subía y, los besos que al principio eran lentos pasaron a ser apasionados y salvajes. Oli mordía su labio inferior, se había dado cuenta que eso lo excitaba mucho. Marcaba con los dientes con la fuerza exacta. Él, le acariciaba lentamente por debajo de la enorme camiseta. Tras un rato de besos y caricias, dieron rienda suelta a una pasión salvaje incapaz de ser contenida.

Travis se despertó, sin quererlo se había quedado dormido. No era de extrañar pues había estado trabajando hasta tarde. Buscó su ropa interior, estaba en el suelo, justo a su lado, se colocó además el vaquero sin terminar de abrochárselo y se quedó sentado en los pies de la cama mirando a Olimpia.

Ella estaba de espaldas, pintaba un cuadro algo extraño, el arte no era para él, no le interesaba. Sólo ella. Tenía el pelo recogido con un pincel, como siempre, y ésta vez llevaba su camiseta gris, le quedaba algo más pequeña que la que tenía puesta antes de que él llegara y la abordara en la cama. Sentada sobre sus piernas en el taburete, estaba concentrada, pero a la vez relajada. Así era cómo deseaba verla. No pudo evitar acercarse por detrás y darle un beso en el cuello, para luego rodearla con sus brazos fuertes y quedarse ahí, parado. Travis sentía el perfume de la chica, más fuerte que de costumbre, aunque sabía que en parte era por las pinturas que tenía delante.

Olimpia sonrió, se sentía bien, tranquila y protegida bajo los brazos de Travis. Con Oliver nunca se sintió así, y de pronto, sintió miedo. El motero volvió a besarle el cuello lentamente, mientras subía sus manos de su vientre a sus pechos. Notaba su calor y cómo el deseo de éste iba en aumento. El hombre giró el taburete para tenerla delante, cara a cara, y volvieron a fundirse en un beso largo.

─Esta vez no has desaparecido. ─Le susurró.

─¿Cómo voy a desaparecer? Estoy en mi casa ¿recuerdas? ─La chica se deshizo de él y bajó del taburete, cogió los pinceles y se fue al lavamanos a limpiarlos. Mientras Travis se quedó mirando su obra. Luego se paseó un poco y levantó la sábana para seguir mirando sus pinturas. Una llamó la atención del motero. Era otro retrato, sencillo pero que rezumaba tristeza por todos lados. Lo cogió y siguió observando. Oli se acercó por detrás y mientras terminaba de secar los pinceles que tenía en la mano, le habló.

─Era mi madre. ─Dejó los pinceles en su sitio y le quitó con suavidad el cuadro para devolverlo al rincón de dónde lo había sacado y taparlo con cuidado. ─Nos dejó cuando yo era una niña, apenas me acuerdo. ─Le cogió de la mano ─. Vamos a la cama, es tarde.

Se tumbaron, Travis la miraba sin hablar, cosa que comenzó a poner nerviosa a la chica. Ésta desvió la mirada y seria continuó hablando.

─Creía que estabas enfadado conmigo, por lo del sábado.

─Al principio lo estaba, pero no puedo reprocharte nada, tú has puesto tus condiciones y yo las he aceptado.

La chica le sonrió y le acarició la mejilla lentamente.

─Podemos dejar esto Travis, si es muy difícil para ti ...

─No, no quiero dejarlo, es sólo que tengo que acostumbrarme, esto es nuevo, nunca había estado así con nadie... ─El motero agarró la mano de la chica y le besó la palma, la miró a los ojos y en un rápido movimiento se colocó encima de ella ─. Sólo prométeme una cosa ... ─Oli asintió ─. Cuando estés conmigo, serás sólo mía ¿entendido?

La chica sonrió, era muy difícil pensar en otra persona cuando estaba con él. Se había dado cuenta desde el primer momento.

─Si, seré tuya y tú serás mío, cuando estemos juntos, sino, somos libres ─Un beso tierno selló esa promesa mutua.

─Oye, Travis... ─La chica se separó un poco del motero, pero éste haciendo un mohín, siguió besándola por el cuello mientras ella trataba de hablar ─. Éste sábado voy a Jacksonville a una exposición.

El motero no la dejaba hablar, así que la chica algo molesta, lo empujó hasta colocarse encima de él.

─¡Escúchame! ─Y Travis se cruzó de brazos poniendo los ojos en blanco ─. Así mejor, como te decía, hay una exposición de Frida en Jacksonville y mi padre me ha regalado un par de entradas, iba a ir con Didi, pero... ¿te gustaría venir?

─¿Eso es una cita? ─Le dijo divertido. La chica puso los ojos en blanco y luego lo miró.

─No, no es una cita, iríamos tú y yo... y Didi con Max, sólo que ellos no podrían entrar y tendrían que esperar fuera.

Travis se lo pensó, no le gustaban los museos, la verdad es que siempre le resultó muy aburrido, pero sería pasar un día los dos solos y esa idea sí le gustaba. Podría tener su oportunidad, sólo tendría que deshacerse de Max y la hermana, pero eso no sería muy difícil.

─Está bien, te acompañaré, será la primera vez que disfrute en un museo.

La chica le sonrió y le dio un beso inocente en la nariz, a lo que él respondió con otro menos inocente. 

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