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Tanto las clases como el día avanzó normal. El tema del incidente con el coche quedó enterrado. Ambas hermanas se prometieron que no hablarían de ello con su padre, al menos hasta saber que no tendrían que rellenar el parte del seguro. Cosa que Didi esperaba arreglar con sus dotes femeninas.
Las chicas se arreglaron para salir. Didi se había puesto un bonito vestido negro con escote y falda muy corta, unos enormes tacones, y se había maquillado mucho los ojos; Olimpia en cambio, se puso su vaquero favorito con roturas en las rodillas, unas converse negras y una camisa blanca.
─No pensarás ir así ¿verdad? ─preguntó Didi al verla.
─¿Qué pasa? ─contestó Oli girándose─. Es lo mejor que tengo.
─Está bien, los vaqueros puedes llevarlos, pero te prestaré una camiseta negra de encaje que tengo y unos tacones, vamos ─contestó Didi mientras miraba entre sus cajones en busca de las prendas.
Cuando Oli se la puso se sintió un poco extraña.
─Diana, esta camiseta tiene demasiado escote, me siento rara, y no pienso ponerme esos tacones de drag queen ¿me oyes? ... ¡y me llevaré la camisa!
─Está bien, pero no te la abroches, recuerda que la idea es no tener que rellenar el parte del seguro ─. Le dijo su hermana mientras la arrastraba hasta su tocador para pintarla un poco.
El bar Turqoise, era el antro al que todos los jóvenes iban a tomar algo. No era gran cosa, simplemente el típico bar de carretera lleno de camioneros, pero al que habían acoplado un local nuevo al lado con un aire más moderno, o esa era la intención del dueño. Era un local amplio, y tenía unas zonas con sofás viejos que el dueño había re-tapizado en colores neón con cojines en negro. Había una bola de discoteca como en los años sesenta, una tarima alta para el dj; que no era más que el sobrino del dueño quien ponía una lista de reproducción una y otra y otra vez desde un ordenador de sobremesa.
─Este lugar es deprimente ─gritó Olimpia al oído de Didi mientras entraban. La música sonaba estridente y demasiado alta. Ésta ignoró el comentario y miró el reloj.
─Tienen que estar por aquí, ya son las diez. Vamos, coge uno de los sofás que yo te llevaré una cerveza.
La chica se fue abriendo paso entre la muchedumbre. Era increíble la cantidad de gente que había a las diez de la noche. Cuando llegó al sofá que se encontraba más alejado de todo el ruido, un tipo con una chaqueta negra se tropezó con ella, haciéndola caer de bruces.
─¡Eh!
El tipo que la había hecho caer era Travis. Olimpia se quedó mirándolo con los ojos entornados mientras vislumbraba como el muchacho trataba de esconder una sonrisa. En ese momento, la mano de su compañero la agarró por el codo para ayudarla a levantarse, y comenzó a disculparse. Didi, apareció tras él al instante con una cerveza en una mano y un coctel en la otra.
Los cuatro se sentaron; Max y Didi charlaban entre ellos, mientras Olimpia repasaba todo a su alrededor. De reojo pudo observar a cómo Travis bebía aburrido del botellín de su cerveza, bufó molesta. Al rato, se percató de que en las paredes había algunos cuadros colgados. Sin darse cuenta, se había levantado y los observaba más de cerca. La música se desvanecía, y en su cabeza sólo estaban esas obras tan extrañas. No era arte moderno, ni mucho menos, era como si un niño hubiera hecho muchos trazos al azar con colores chillones, se decía torciendo el gesto. Siguió paseándose lentamente y embobada, el bar estaba repleto, como si de una vieja galería de arte se tratase.
Diana se percató de que su hermana ya no estaba, la buscó disimuladamente. La encontró a lo lejos, era imposible para ella no sonreír ante la imagen de su hermana concentrada delante de un cuadro.
─¿Qué hace? ─los labios de Max estaban muy cerca de su oreja. Sentía el aliento a menta y ron del aquel chico tan atractivo. Se estremeció.
─¡Ah! Oli ... le encanta el arte. No puede evitar ponerse a mirar los cuadros que encuentra por todos lados. La pintura es su pasión ¿sabes?
Diana giró el rostro para encontrarse cara a cara con Max; estaba demasiado cerca de ella. Sus labios rosados y gruesos la invitaban a besarle. Echó un rápido vistazo a Travis, y se percató que aquel gesto no pasó desapercibido para el rubio, que sonrió con malicia. Le había entendido a la perfección. Max miró a Travis, que miraba bailar a unas chicas cerca de la barra; le dio una patada para atraer su atención.
─Travis, la hermana de Didi está un poco sola ¿por qué no la acompañas?
El motero puso los ojos en blanco. No escondía su aburrimiento, y siguió pesadamente la mirada hacia donde le indicaba su amigo. Se levantó con desgana y fue a buscar a la chica y dejando a la pareja sola, tal y como Diana quería.
Travis se levantó molesto al ver cómo su amigo le hacía señas con la cabeza para que se esfumara en busca de la hermana bajita. Siguió la dirección que le indicaban y dio rápidamente con ella.
La chica estaba en una especie de trance, observaba uno de los cuadros. Se permitió observarla mientras sorteaba a la gente hasta llegar a ella. Sostenía el botellín de cerveza sobre sus labios con la mano derecha, mientras mantenía en el bolsillo de la parte trasera del vaquero la otra. Un vaquero que la estilizaba y marcaba su precioso trasero, redondo y bien formado. La chica no estaba delgada, pero tampoco le sobraba nada. Aunque la rubia que Max se había pedido antes de entrar en el bar era más guapa y agradable, ésta parecía más independiente y tenía un cuerpo perfecto a sus ojos. Paseó su mirada rápidamente antes de pararse a su lado, tenía el pelo recogido en lo que parecía un pincel, llevaba una camisa blanca desabotonada que mostraba una camiseta de encaje negra muy sexy, dejando al aire un generoso escote. Tragó saliva. Aquella chica no estaba mal después de todo, echó una rápida ojeada a su amigo, sólo para darse cuenta de que estaba muy pegado a Diana. Si Max podía ligarse a esa hermana, él podría tontear un poco con la otra se dijo así mismo, armándose de valor.
─¿No estás algo sola? ─le susurró al oído desde detrás, absorbiendo su aroma almizcleño, y de paso volviendo a recrearse con aquel escote.
─¿Qué quieres? ─la chica se giró, quedando muy cerca de su rostro. Travis no se apartó, esperaba ver qué reacción tenía. Pero sólo consiguió que la mirase exasperada mientras dejaba caer el peso de su cuerpo sobre uno de sus pies.
─Nada, solo hablar un rato ─se encogió de hombros, mientras resignado se dejó caer sobre la pared. Volvió a mirarla de arriba a abajo, por alguna razón aquello le funcionaba a Max, esperaba que a él también le sirviera.
La chica miró por encima de su hombro, y tras un par de segundos, lo miró a los ojos con una sonrisa que Travis no pudo distinguir. Tal vez traviesa, tal vez malévola, no estaba seguro, pero de lo que sí estaba completamente seguro era de que aquellos ojos verdes tiraban de él poco a poco. Tragó saliva cuando la chica se acercó peligrosamente hasta su oído. Podía sentir el calor de su cuerpo menudo, su olor tan particular impregnó el ambiente. Sin poder evitarlo, desvió sus ojos hasta su escote por tercera vez. Se acercó a ella deseando agarrarla de las caderas y clavar las uñas en su piel.
─Tu amigo te ha echado de la mesa ¿verdad? ─aquella sentencia cayó sobre el motero como un jarro de agua fría, no creía que fuera tan evidente. La chica se separó de él y la miró con diversión perversa en sus ojos. Estaba disfrutando de lo lindo, pues sabía que había acertado─. Vamos, eso de "¿no estás algo sola?" no te pega para nada, está claro que esto te aburre y que lo de ligar no es lo tuyo.
La chica dio un paso atrás, y siguió observando el cuadro, ignorándolo. Travis se quedó allí parado, sin saber qué hacer o decir; aquella cría tenía razón, su amigo lo había liado para ir a ese antro, porque le había gustado la rubia y pensaba que podría pasar un verano entretenido. Además, había acertado, a él no se le daba bien coquetear como lo hacía Max; él se limitaba a esperar a que la chica se emborrachase y luego le liaba con ella, así lo había hecho desde siempre, y a sus veintiocho años, ya no pensaba aprender. Pero, aunque Olimpia tuviera razón, estaba allí, y no pensaba quedarse mirando como su amigo se liaba con la rubita mientras él se aburría sobremanera. De repente algo en su cabeza se accionó. Levantó la mirada y volvió a acercase a la chica.
─¿Siempre eres tan borde? ─si no podía ligar con ella, al menos la molestaría un poco para divertirse.
─¿Yo? no, cuando me lo propongo puedo ser aun más borde ─respondió sarcástica antes de salir andando en dirección a la calle. Travis sonrió divertido, no podía negar que estaba preciosa cuando se enfadaba.
El aire fresco de la noche le golpeó en la cara despejándola casi al instante. Ese tipo no la dejaba en paz y parecía disfrutar molestándola. Lo mejor era salir de su lado. Echó a andar por la acera en busca de un trozo de bordillo libre de coches y motos para poder sentarse y relajarse.
No tuvo que buscar mucho, pues a sólo unos metros de la entrada había un aparcamiento vacío, por lo que pudo sentarse. Estiró las piernas y se dejó de caer sobre sus manos. Bufó para sacar el resto del enfado que tenía dentro. Travis no había dejado de mirarla de arriba a abajo como si de un buitre hambriento se tratase, odiaba cuando los hombres hacían eso.
Unos minutos después, aquel que había estado molestándola, se sentó a su lado y empezó a encender un cigarrillo. La chica lo miraba sorprendida por tenerlo a su lado de nuevo, creía haberle dejado claro que no lo quería cerca con aquel comentario. Una vez le dio la primera calada a su cigarrillo, le tendió a Olimpia uno de los botellines de cerveza que traía.
─¿Tratas de emborracharme para que me líe contigo? ─le preguntó mientras cogía el botellín y se lo llevaba a los labios.
─No, no pienso emborracharte, no me liaría contigo ni loco ─contestó con indiferencia, mientras cogía su botellín y bebía─. Eres una borde ¿quién iba a querer estar contigo?
Ese comentario hirió su orgullo. Sabía que en cierta forma se lo había buscado, pues no había dejado de ser grosera con él. Por alguna razón que no llegaba a averiguar y por mucho que lo intentase, no era capaz de comportarse con la mayoría de los chicos como Diana y eso hacía que no consiguiera ligar muy a menudo. Su mirada se oscureció mientras aquellos pensamientos la asaltaban.
─Llevas razón... ─susurró mirando con tristeza el suelo─. Por eso me van las tías ─añadió divertida y resuelta. Aquellas palabras salieron solas, provocando que Travis se atragantara con la cerveza. No pudo evitar reírse hasta que las lágrimas asomaron por el rabillo de sus ojos. El rostro incrédulo de aquel hombre no tenía precio.
─¿Eres...? ─comenzó a preguntarle Travis mientras se limpiaba la boca. Sin dejar de reír, y dándole un par de palmadas en la espalda Olimpia comenzó a desmentirlo.
─No, no, no, sólo lo he dicho para ver tu reacción... ha sido divertido.
Sintió que la mirada de Travis la atravesaba, pero no le importó. Le había ganado la batalla; estaba segura que no volvería a molestarla. Tras unos segundos, desvió su mirada al suelo y aquellos pensamientos volvieron a asolarla. Seguía sin entender por qué no podía parecerse a Diana en cuanto a chicos se refería.
Ambos se quedaron callados un rato. Cuando entraron de nuevo al bar, vieron como Didi y Max se besaban abrazados en aquel sofá. Ambos se miraron sin saber si interrumpir o no. De forma que, cansada de la compañía molesta de Travis, lo abandonó en la barra para seguir mirando los cuadros por dónde los había dejado.
Fue cuando llevaba la mitad de la segunda cerveza que comenzó a darse cuenta de que el alcohol le estaba afectando. Se sentía pesada y le costaba pensar. En ese momento, comenzó a sonar una canción que le gustaba y le impulsaba a bailar al son.
Travis seguía en la barra y ya no era cerveza lo que bebía, sino whisky con hielo. No estaba borracho, aun tenía buen aguante, o eso se decía. Las chicas de la barra eran guapas, pero no le hacían caso. Se apoyó con los codos y la espalda en la barra y se puso a mirar a la gente que bailaba. La sala estaba en pleno auge y en un rincón frente a uno de los cuadros estaba la chica borde con la que Max le había obligado a estar.
Bailaba sola; estaba como una cabra volvió a pensar el muchacho, pero sin darse cuenta, vació su vaso de un trago y se abrió paso entre la multitud. Tenía a la morena de espaldas a él; bailaba lacia y relajada, no era una canción con mucho ritmo, de forma que sólo era un vaivén. Estaba preciosa se dijo, un codazo lo sacó de su trance haciendo que se diera cuenta de dónde estaba. No supo qué hacer, pero ya había llegado hasta allí; se acercó un poco más, hasta tenerla justo delante, posó ambas manos en sus caderas, y olió su pelo, ese olor extraño que le comenzaba a atraer.
El calor de la chica contra su cuerpo hizo que un escalofrío placentero le recorriera la columna de principio a fin. Tuvo el impulso de hundir sus dedos en aquellas caderas. Durante una fracción de segundo, sintió como el cuerpo de Olimpia se tensaba bajo sus manos, deseó en silencio que no se girase y le gritara. Estaba disfrutando de aquel vaivén. Su deseo se concedió en cuanto la cabeza de la chica se apoyó lacia en su pecho; gesto que aprovechó para hundir su rostro en su melena negra. Tras un par de minutos en los que se sentía flotar, la chica levantó las manos girándose y buscando su cuello. Se abrazó a él sin levantar aquellos ojos verdes que ahora deseaba tener delante. Dejó que se acomodara en su abrazo, para luego subir las manos desde sus caderas a la cintura de la chica.
Siguieron así un par de canciones. De repente, Travis sintió cómo la chica se despegaba de él. La observó serio, estaba disfrutando y parecía que ella también, no había motivo para aquello. Olimpia miraba a la lejanía; siguió su mirada y dio con aquello que llamaba su atención, Diana y Max. Ahora la pareja bailaba animada en un rincón de la pista de baile. La mano de Olimpia se posó suave pero firme en su pecho, empujándolo hasta deshacer completamente el abrazo. Molesto quiso acercarse para preguntarle qué le pasaba, pero antes de que pudiera despegar sus labios, la chica andaba en dirección a su hermana; para decirle algo al oído y acto seguido desaparecer por la misma puerta por la que habían entrado.
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