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18


Max pasó a recogerlas, llegando los primeros sobre las diez al Turqoise, en la camioneta mohosa que éste tenía. Al bajar de ella, Olimpia paseó los ojos por su hermana y su amiga. Didi lleva un precioso vestido marrón de tirantes anchos y falda de vuelo con una rebeca de media manga verde agua a juego con los tacones; Anne, más discreta, se ha puesto el top que se compró en tela vaquera que le ceñía a la figura delicada y esbelta que tenía, acompañándolo con unos pantalones blancos de pinzas estrechos y unas balerinas rosas que le había prestado Didi. Ella, sin embargo, había optado por la preciosa falda de cuero de la que se había enamorado en la tienda aquella mañana, con una camisa blanca anudada en la cintura y unas botas de tacón que las chicas le habían obligado a llevar, alegando que aquella falfa no podía combinar con sus Coverse, por mucho que ella quisiera; como guinda a su conjunto, se había puesto el chocker que su hermana le había regalado.

El segundo en hacer su aparición sobre las diez y media era Oliver en su Vespa estilo italiana que sus padres le regalaron para ir y venir a clases por sus notas. Olimpia sonrió a su amigo, que se había quitado las gafas y se había puesto las lentillas, haciendo que sus preciosos ojos marrones destacasen.

Ya dentro, y tras un rato de conversación, Anne, Oliver, Max y Diana se acercaron a un sofá para tener algo más de intimidad, dejando a Olimpia sola en la barra con la excusa de pedir otra cerveza.

Olimpia los miró y un pellizco de envidia se coló en su estómago. Ella estaba completamente sola, en la barra de un bar, con una cerveza caliente en la mano, mientras su hermana y su amiga, tonteaban con dos chicos estupendos. Tras tantear un poco a su alrededor, y sentir como el aburrimiento la asolaba, echó mano de su bolsillo y buscó su BlackBerry.

De: Olimpia

Como amigo eres pésimo,

¿piensas llegar o tengo que buscar

a otro que invitar a cerveza?

Tras pulsar enviar y levantar la cabeza de su teléfono, pudo ver cómo uno de los chicos que había sentado al otro lado de la barra le sonreía dulce al tiempo que se acercaba a ella. Le sonaba su cara y tras unos segundos, sonrió al recordar que lo había visto por los pasillos del instituto. Era un chico poco más alto que ella, con el pelo castaño y los ojos negros; bastante atractivo, se dijo, sobre todo con aquella sonrisa torcida que seguramente usaba para ligar. Lo miró disimuladamente de arriba abajo, mientras comenzó a jugar con un mechón de su pelo, tal y como había visto a Didi hacer miles de veces. El chico llevaba una camiseta blanca debajo de una camisa de cuadros estilo leñador.

─Hola, te estaba mirando desde allí y... me suena tu cara.

Olimpia le sonrió, sintiendo cómo se sonrojaba un poco. Aquella era una excusa muy tonta, pero, aun así, le gustaba.

─Si, nos vemos por las mañanas en los pasillos del instituto.

─Soy Andrew ─le sonrió antes de darle un sorbo a su bebida─, creo que esa cerveza que tienes en la mano ya está más que pasada, te invito, si quieres.

La chica miró su botellín; Andrew no se equivocaba, la cerveza estaba caliente de todo el tiempo que lleva esperando a Travis. De forma que Olimpia asintió y aceptó la oferta del muchacho con una sonrisa traviesa en los labios, sentía que podía acostumbrarse a esas atenciones por parte de los chicos.

Tras terminar la cerveza que había acompañado con un poco de conversación aburrida, Andrew le tendió la mano a Olimpia invitándola a bailar. Ésta tragó saliva y desvió la mirada hacia la entrada del bar, Travis aun no había llegado y ella estaba disfrutando mucho de la compañía de aquel chico; de forma que aceptó bailar con él.

Mientras era guiada a la pista, pudo localizar a Anne y Oliver hablando en una esquina del bar. Sonrió y trató de darle ánimos a su amigo. La mano caliente de Andrew posándose en la parte baja de su espalda y atrayéndola hasta él, la sacó de sus pensamientos. Tenía el rostro del chico muy cerca del de ella, sentía su calor, y la tensión de los músculos de su pecho bajo las manos que ahora reposaban suaves sobre él. Sin darse cuenta, los labios de Andrew se acercaron peligrosamente a su cuello.

─Tú eres la que ha conseguido una beca para estudiar fuera ¿verdad? ─Olimpia asintió, sentía su aliento sobre la curva de su cuello, y al hablar, pòdía sentir como sus labios cálidos le rozaban el lóbulo de la oreja, haciendo que le recorriera un escalofrío por la espalda─. Es increíble, enhorabuena... aunque por otro lado me da lástima que tengas que marcharte cuando acabo de conocerte.

Olimpia le sonrió, era agradable bailar y hablar con él; pero tanta cercanía comenzó a agobiarla, por lo que trató de separarse un poco de él, empujándolo suavemente. Andrew le cedió algo de espacio, pero no la soltaba del todo. 

***


Travis dejó la moto aparcada algo lejos de la puerta, dejó el casco en la alforja y se mesó el cabello para tratar de peinarlo un poco antes de entrar. El local estaba lleno, pero rápidamente pudo localizar a Max al fondo abrazado a Diana, quien le sonreía traviesa. Travis sonrió para sí mismo, y luego siguió su escrutinio por la barra del bar en busca de la chica que lo estaba volviendo completamente loco desde que la conociera. Para su mala suerte, la localizó en medio de la pista; un chico poco más alto que ella, con pinta de leñador la agarraba por la cintura y le hablaba demasiado cerca de aquellos labios que él deseaba volver a probar. Una punzada de celos le atravesó el corazón, aquel tipo debía desaparecer y él se iba a encargar de ello.

Se acercó buceando entre la gente, hasta colocarse justo a la espalda del muchacho; lo llamó dándole un par de toques en el hombro. Rápidamente el chico giró la cabeza y le regaló una mirada poco amable, lo estaba molestando y Travis lo sabía.

─¿Qué quieres tío?

─¿Yo? Nada, pero esta chica me prometió invitarme a cerveza, así que si no te importa... ─con un gesto de cabeza, Travis esperaba que aquel tipo le entendiera y se retirara sin armar escándalo. Aunque no le gustaban las peleas de bares, estaba dispuesto aquella noche a meterse en una.

Travis esperó a que aquel muchacho que apenas superaba los dieciocho, decidiera qué hacer. Travis se irguió un poco, tratando de intimidarlo; consiguiendo así, que, tras dedicarle una rápida mirada a Olimpia, aquel muchacho se marchase por donde había venido. Pero, cuando aquel joven pasó a su lado, no pudo evitar pararlo, agarrándolo del hombro y acercando su rostro a su oído para susurrarle una sutil amenaza, que seguramente entendería.

Una vez aquel niño con pinta de leñador desapareció de su vista, pudo relajarse y centrar su mirada en los preciosos ojos de Olimpia, que no daban crédito a lo que estaba viendo. La chica lo empujó para abrirse paso hasta la barra.

─¡Eh! Vamos ¿qué te pasa?

─¿A mí?... ¿De qué vas, Travis?

─Me debes una cerveza, me lo has puesto en el mensaje, vamos, págala y luego te vas de nuevo a bailar con ese niñato con pinta de leñador.

La chica puso los ojos en blanco, pagó una cerveza y antes de que el camarero la sirviera se marchó para sentarse en uno de los sofás. Travis la siguió con la cerveza en la mano y se sentó a su lado. La miró de arriba a abajo y bebió un sorbo.

─¿Qué? ¿Me estás haciendo escáner o qué?

─Sólo te miro, deja de ser borde.

─El borde eres tú, ¿por qué lo has espantado? ─sus ojos verdes se clavaron en los suyos, estaba preciosa incluso enfadada.

─Ya te lo he dicho, me debías una cerveza, vete a bailar de nuevo con él.

Bajo su atenta mirada, la chica comenzó a buscar al patán con el que estaba bailando; aquello fue peor que una patada en el estómago. Pero para su suerte, terminó recostándose con los brazos cruzados en el sofá haciendo un mohín. Travis tuvo que hacer un gran esfuerzo por contener una sonrisa de triunfo, pues al parecer había conseguido lo que quería, tenerla para él.

La observaba de reojo mientras, haciéndose el distraído, se tomaba aquella cerveza fría. Tras un rato de silencio, siguió la mirada de Olimpia hasta la pista de baile. No creía lo que veían sus ojos, el empollón canijo estaba bailando muy cerca de otra chica, mientras Olimpia estaba allí sola. Aunque le relajó saber que esa noche no se acercaría a Olimpia, le extrañó que aquel muchacho fuera capaz de ligarse a una pelirroja tan linda como aquella.

Se acercó a Olimpia mientras seguía observando a la pareja bailar, la tenía tan cerca que podía oler su perfume fresco mezclado con aquel particular olor a barnices. Hacía tantos días que no disfrutaba de aquel aroma, que no se había dado cuenta hasta ese momento de cuánto lo había extrañado. Señaló a la pareja con la misma mano que sostenía la cerveza y se acercó, tal vez más de lo que debería, al oído de la chica.

─¿Ese no es el canijo con él te acuestas?

La chica abrió los ojos sorprendida por la pregunta y giró el rostro para enfrentarse a él. La tenía tan cerca, a sólo unos centímetros. No se alejó de ella, pero, aunque deseaba romper aquella distancia, tampoco se acercó.

─Ya no, como puedes ver. Eso se ha terminado.

Olimpia se separó de él y suiguió observando a sus amigos bailar con una sonrisa en los labios. Aquel comentario eliminó parte de la presión que sentía en el pecho desde que ella le confesara que se acostaba con su amigo. Volvió a mirarla de arriba abajo, tenía el pelo recogido en una coleta alta, los labios tenían un ligero brillo y sus ojos enmarcados por un lápiz negro, estaba increíble, se dijo. Pero, lo que de verdad le volvía loco de ella, era aquella falda de cuero negra.

Travis se mordió el carrillo interno tratando de controlarse. Siempre le habían excitado mucho las mujeres con faldas de cuero, y a Olimpia aquella le sentaba de vértigo. Rápidamente, unas cuantas imágenes pasaron por su cabeza, subiéndole la temperatura. No podía dejar de mirarla, y tampoco quería. Se quedó ensimismado con sus piernas, percatándose así de un tatuaje que se dejaba entrever. "Para soportar tanta realidad" era lo que decía. Sin darse cuenta, una de sus manos se posó en la pierna de la muchacha, sentía curiosidad por descubrir aquel tatuaje.

La mano de Olimpia frenó su avance suavemente, despertándolo y trayéndolo a la realidad. Travis levantó los ojos, avergonzado por lo que estaba haciendo, sintió miedo por lo que la chica le podría decir, y sabía que lo tendría bien merecido. Pero, para su sorpresa, una sonrisa tímida y una mirada dulce le recibieron, mientras con delicadeza, Olimpia apartaba su mano.

Travis se apartó por completo, poniendo algo de distancia entre ellos y tragó saliva. Sentía como sus mejillas se enrojecían por la vergüenza.

─Lo siento, había visto tu tatuaje y...

─Tranquilo, no pasa nada, no eres el primero que lo intenta.

Travis desvió la mirada, incómodo. Se sentía un idiota, pero, por otro lado, agradeció que Olimpia no le tirara los trastos a la cabeza, ya que, después del numerito en su casa, aquello era la guinda que coronaba el pastel.

Olimpia volvió a mirar a sus amigos por tercera vez. No podía creer lo que sus ojos captaron en ese momento. Oliver estaba besando a Anne. Una punzada de felicidad la recorrió desde los pies al a cabeza. Y, sin poder contenerse, saltó del sofá para buscar a su hermana. Tras unos minutos, fue Didi quie la localizó a ella, regalándole una sonrisa enorme que dejaba a la vista todos y cada uno de sus dientes. Didi también los había visto.

─¡¿Los has visto?!

Olimpia asintió nerviosa, mientras cogía de las manos a su hermana. En ese momento, Max hizo su aparición, acercándose por la espalda a Diana y susurrando algo a su oído antes de regalarle una sonrisa pícara.

─Oli, Max quiere que vayamos a dar un paseo ¿te importa quedarte por aquí? Te llamo cuando volvamos ¿vale?

A Olimpia no le hizo mucha gracia, pero al fin y al cabo era su hermana y parecía bastante ilusionada con ese muchacho. Asintió aceptando el hecho de que se quedaría sola un rato más.

─Está bien, pero no tardéis mucho ¿vale?... Dos horas.

─Tres ─respondió su hermana, colocando las manos como si fuese a rezar y haciendo pucheros para darle pena. Olimpia puso los ojos en blanco, Didi siempre conseguía lo que quería cuando la miraba así.

─Dos horas y media.

Didi sonrió y le regaló un beso justo después de decirle que la llamaría para recogerla a ella y Anne. Y tras despedirse, Olimpia se quedó sola en medio del Turqoise, sin saber muy bien qué hacer.

Miró a su alrededor en busca de Anne y Oliver, pero ya no los veía; y tampoco a Travis. Se encogió de hombros y resignada pidió otra cerveza. De un trago se bebió la mitad y se metió en la pista de baile sola.

Coincidió con Andrew de nuevo, y le dedicó una sonrisa, se contoneó un poco pensando que tal vez podía volver a bailar con el chico dónde lo habían dejado. Pero éste la miró serio y luego miró al rededor como buscando algo. La chica siguió su mirada con la de ella.

─Oye ¿qué te pasa? ¿Ya no quieres bailar conmigo?

El chico se acercó a ella, y en tono serio le respondió:

─No me apetece que tu novio me parta las piernas, así que aléjate de mí ¿vale? ─Oli se quedó de una pieza. Y la imagen de Travis agarrando a Andrew por el hombro y susurrándole algo al oído, apareció como de la nada en su mente.

El alcohol le estaba nublando la mente, haciendo que se sintiera mareada. De forma que fue a los aseos, entró en uno de los cubículos, cerró el pestillo y se sentó para pensar en todo lo que había pasado.

Travis había amenazado a ese chico para que no se acercase a ella. Por un lado, Olimpia no se lo creía, le enfadaba el atrevimiento del motero, pero, por otro lado, le gustaba. No entendía por qué, pero lo que Travis había hecho, asustar a ese tío para alejarlo de ella, para marcar su territorio, era algo que simplemente le excitaba.

Olimpia movió la cabeza para despejarla, pero solo consiguió marearse más; tenía que hablar con Travis. Se tomó el resto de la cerveza que le quedaba, salió del baño, se miró al espejo y se colocó la falda; la bajó tirando de ella para que no se le viera el tatuaje, pero al hacerlo enseñaba el ombligo. Suspiró, era una u otra cosa, así que decidió por enseñar el ombligo. Abandonó el botellín de cerveza vacío en el lavamanos y salió fuera. Buscó al motero y dio con él en los sofás, estaba sentado de espalda a ella. La chica sentía que el alcohol la dominaba y sin darse cuenta pasó por detrás de él acariciándole el cuello, llamando su atención.

Le regaló una mirada de soslayo y una sonrisa traviesa, esperando que entendiera su mensaje. Al verlo levantarse, sonrió para sí misma. Le había entendido y la seguía como le siguen los perros falderos a los dueños.

Olimpia se fue hacia la pista, una voz en su cabeza la preguntaba qué demonios estaba haciendo, pero su cuerpo respondía ignorando todo razonamiento lógico. Comenzó a bailar lenta y pesadamente. El alcohol la había embotado; y tal y como pasó en la primera noche que salió con Travis, este la agarró desde detrás. Tras un par de canciones, el motero la obligó a darse la vuelta enfrentándola a él, y acercándola todo lo posible.

La chica se dió cuenta de lo cerca que estaban, tenía el cuello del motero casi en los labios. Olía a cuero, a tabaco y a aftershave. Inclinó la cabeza de forma que pega su rostro en la mejilla de Travis, está suave, esta vez se había afeitado. Sentía el impulso de besarlo de nuevo, estaba rozando con los labios su cuello, sintiendo el calor de su cuerpo contra el de ella. Sus manos fuertes la agarraban, evitando que pudieran separarse. Olimpia llevó sus manos hasta sus bíceps. Eran grandes y marcados, cosa que la excitaba aun más. Sentía un cosquilleo extraño en su cuerpo, y el deseo de besarlo no desaparecía.

No sabía el tiempo que llevaba bailando agarrada a él, pero de lo que estaba segura, era que todo ese tiempo lo había pasado debatiéndose con ella misma. Deseaba besarlo y lamerle el cuello, morderle los labios y jugar con su cuerpo. Suspiró, dejando pasar un poco más el tiempo. Tal vez una hora, al vez unos minutos más, no lo sabía; pero el efecto del alcohol se estaba pasando. Poco a poco, sentía que la cabeza se le despejaba, que su cuerpo le volvía a responder, recuperando así el control sobre ella misma.

Pensó quela mejor decisión sería apartarse de él. Le atraía, no sólo físicamente, lo que había hecho esa noche, hacerse pasar por su novio, también le había gustado, se excitaba sólo pensarlo. Se mordió el labio inferior para tratar de bajar aquel calor que comenzaba a asolarla. Tras lo de Oliver, lo mejor era pasar un tiempo en soledad. De forma que comenzó a apartarse de él, lentamente, para salir directa a los aseos de nuevo.

***


En cuanto Olimpia hubo desaparecido de su vista, Travis se dirigió a la calle. Necesitaba aire, había estado a punto de perder el control varias veces esa noche.

Se acercó a una enorme camioneta, apoyándose de espaldas mientras se encendía un cigarrillo. El aire fresco de la noche que anuncia la llegada del verano lo ayudaba a despejarse. Volvió a reprenderse a sí mismo, por haberse dejado llevar y tocar a Olimpia como la había tocado. Aunque su intención no iba más allá de la curiosidad de ver aquel tatuaje, y sentía que la chica se había dado cuenta, no podía evitar sentirse fatal. No debió hacerlo.

Tras unos minutos de tranquilidad y mirar la nada, pudo vislumbrar a Olimpia al salir del bar. Miraba hacia los lados, y una punzada de alegría nerviosa se coló en su estómago, lo estaba buscando a él. Siguió observándola mientras se acercaba abrazándose a sí misma. Estaba increíble, aquella falda le sentaba genial y las botas estilizaban sus piernas. Era la viva imagen de la sensualidad, estaba sexi y exuberante. No podía dejar de mirarla.

Olimpia se apoyó de espaldas a la camioneta y de un salto se sentó en ella. Travis sentía cómo lo observaba.

Se quedan en silencio, mirando el vacío.

─¿A cuántos tíos has enseñado tu tatuaje? ─no pudo evitar preguntar, aunque sabía que la respuesta, fuera la que fuera, no le iba a gustar.

─Solo a uno... ¿A cuántos has amenazado desde que me conoces?

Travis supiró aliviado, sólo había estado con aquel canijo empollón, eso lo tranquilizó. Pero la pregunta que continuó lo puso en alerta. La miró de soslayo y sonrió con chulería, tratando de evitar responder.

─¿De dónde has sacado eso?

La chica se encogió de hombros arrimándose más a él. Una mano pequeña y delicada se paseó sobre sus labios, quitándole el cigarro con suavidad. Aquello era una invitación para aproximarse a ella, de eso estaba seguro. Y no se lo pensó mucho, pues rápidamente, se colocó frente a ella, posando sus manos en el capó del coche, a cada lado de la muchacha. Acercó su rostro al de ella, deseaba aspirar su perfume, lamer sus labios y hacerla suya. Con una lentitud exasperante, Olimpia le dio una calada a su cigarro, chasqueó la lengua y soltó todo el humo en su cara, aquello le encantó. Sus labios entreabiertos, jugosos y húmedos, sus ojos cerrados y aquella mueca de placer malvado en su rostro hizo que todo el cuerpo de Travis se removiera en un escalofrío.

─Si vas a ir diciendo por ahí que eres mi novio, al menos deja de fumar. Todos saben que no soporto a los tíos que fuman.

Travis se acercó aun más, tanto que casi podía rozar los labios de la chica. Se quedó ahí, unos segundos. Sonriendo. Sentía el aliento de Olimpia caliente mezclarse con el suyo, casi podía oir el latir de su corazón. Deseaba besarla, y en los ojos verdes de ella, podía ver que ella deseaba lo mismo. Sus pupilas se dilataban por el deseo, y su rostro adquiría una expresión suplicante.

Sí, Olimpia le suplicaba con la mirada y con aquellos labios que la besara. O eso deseaba creer él. Se acercó un poco más, acomodando su rostro, mientras veía cómo ella hacía lo mismo. La tenía, era suya, podía besarla, porque ella lo deseaba tanto como él.

En ese momento, una música de fondo lo despertó, la canción de it's my life de Bon Jovi sonaba de fondo. Repasó el rostro de Olimpia, sus ojos entrecerrados, sus labios suplicantes, su rostro inclinado a la espera de aquel beso. Travis sonrió travieso.

─Oli, te están llamando al móvil.

La chica se separó de él, sin esconder una mueca de enfado que sacó una sonrisa de triunfo y satisfacción al motero. Tras contestar a la llamada, una camioneta tocó el claxon. Max saludó desde la ventanilla del conductor, llamando la atención de Olimpia y llevándosela con él a casa.

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