12
No sabía cuánto tiempose había quedado allí mirando el techo en la oscuridad. No dejaba de repetirse en su cabeza lo que había pasado en esa habitación una y otra vez, como si de una película se tratase. De pronto, una perdida, Diana había vuelto y la esperaba al final del callejón para volver a casa. Pesadamente, salió de la casita del jardín, saltó la valla y se acercó a la camioneta de Max. El chico le había pasado un brazo a Didi por el hombro y ella estaba muy acurrucada a su lado. Los saludó con un tono más cortante de lo que esperaba, sintiendo sus miradas curiosas sobre ella.
─Oli ¿te encuentras bien? ─preguntó Didi.
─Sí, vamos, quiero irme a dormir.
Max dio la vuelta a la calle y dejó a las chicas frente a su casa, pero antes de que arrancase, Oli dio la vuelta a la camioneta y se acercó a la ventana del conductor.
─Dile a tu amigo que es imbécil ─y tras eso, se fue corriendo para entrar en casa seguida de su hermana. Subió las escaleras, entró en su dormitorio y sin saber por qué rompió a llorar.
Didi entró detrás de ella, cerró la puerta del dormitorio, le acarició la cabeza dulcemente y dejó que se desahogara. No lloraba casi nunca, era la fuerte de las dos, pero a veces las cosas le podían y explotaba de esa manera sin poder controlarse.
Pasaron varios minutos así, hasta que se comenzó a calmarse.
─No tienes que contármelo si no quieres ─la voz de Diana era serena y amable, tanto, que a la mente de Olimpia venía el recuerdo de su madre.
─Vamos a tu cuarto, quiero contártelo.
Tras ponerse el pijama, Olimpia entró en el cuarto de su hermana y se metió en su enorme cama. Cuando Didi salió del baño, apagó la luz, dejando la habitación iluminada sólo por la pequeña lamparita que tenía en la mesita de noche. Se sentó en el borde de la cama y sonrió a su hermana con dulzura.
─Pues sí que tiene que ser seria la cosa, porque hace mucho que no vienes a dormir conmigo.
Olimpia suspiró y contó todo lo que le había pasado un par de horas antes de que llegara su hermana con Max.
─¿¡Que hizo qué!? ─Didi se tiró en la cama boca arriba con una expresión de incredulidad en el rostro─. No me lo puedo creer .... ¿y Oliver se marchó? ¿Sin más?
─Sí ... pero ese no es el caso, Didi, el que aquí importa es Travis. Las dos sabemos cómo es Oliver ─respondió molesta.
─La verdad es que el comportamiento de Travis tampoco tiene desperdicio, ¿no te ha dado ninguna explicación?
─No, cuando le pregunté, simplemente se marchó.
La chica se encogió de hombros y se recostó en la cama sobre un costado. Ambas se miraron.
─Creo que le gustas ─susurró Didi con una sonrisa en los labios ─le pregunté, y no me respondió, pero se lo noté.
─Menuda tontería estás diciendo ─Olimpia bufó antes de desviar la mirada al techo.
─Oli... ¿a ti te gusta?
─No lo sé ... es guapo, pero no lo conozco de nada. Supongo que me atrae... pero no más que cualquier otro chico guapo.
***
Travis salió hecho unos zorros de la casita del jardín, saltó la valla sin mucho problema, sacó la moto del callejón y se montó en ella. No era capaz de pensar con claridad. Sin darse cuenta su moto lo guio de nuevo al Turqoise. Estaba fatal, necesitaba relajarse, un par de wiskys y si encontraba a alguna chica lo suficientemente borracha, tendría la noche redonda.
Entró en el bar, estaba hasta arriba, no había pasado mucho rato en casa de Olimpia, una hora a lo sumo desde que salió por primera vez de allí. Pero Max y Didi no se encontraban ya, para su suerte. Tal vez su amigo tuviera suerte esa noche, pensó acercándose a la barra y pidiendo la primera copa de la noche. A su derecha había un par de chicas algo ebrias que no dejaban de reírse y mirarlo de arriba abajo; se acercó y las invitó a un par de copas. Eran altas las dos y bastante guapas. Una de ella llevaba extensiones postizas y la otra demasiado escote. Muy maquilladas, tal vez demasiado artificiales para su gusto, pero sólo quería un echar un polvo y si una de las dos se prestaba a ello, él se conformaría.
La mañana llegó y todo le daba vueltas a la par que la boca le sabía a colillas. No estaba seguro de cómo había llegado, pero estaba en su casa, en su cama. La luz entraba por el ventanal, era más de medio día. Se puso boca arriba, no recordaba nada de aquella noche, excepto los ojos verdes y asustados de Olimpia. De pronto, la puerta del baño que daba a su habitación se abrió; era la rubia de extensiones, estaba allí, con una toalla alrededor de su cuerpo y el pelo húmedo pegado al cuello. Le sonrió y se acercó hasta la cama, se quitó la toalla y dejó un cuerpo casi perfecto al alcance de él. Travis le devolvió una falsa sonrisa, le acarició lentamente la figura con los dedos y tiró de su mano hasta que la sentó en la cama. Acercó sus labios al cuello de la chica que ronroneó y colocó una de sus manos en la entrepierna del motero.
─No sé tu nombre y no quiero saberlo, así que vístete y lárgate de mi casa. ─y dicho esto, volvió a tirarse en la cama. La chica se levantó muy molesta, se vistió y dio un portazo al salir del piso.
El motero se quedó allí, mirando por la ventana, pensando en lo que había pasado la noche anterior. No era capaz de quitarse de la cabeza el rostro de Olimpia mientras le decía que tenía un ataque de celos. Pero no era eso lo que le había hecho irse a un bar y liarse con la primera que se había encontrado; el detonante de todo era la imagen que Travis tenía en la cabeza. Se estaba repitiendo, y lo peor de todo, era lo que esa imagen significaba.
Tras un rato de darle vueltas, se levantó, cogió los pantalones que había tirados en medio del salón. Buscó su BlackBerry dentro del bolsillo trasero e hizo una llamada.
Max apareció por la tarde con unas cervezas. Entró, saludó a su amigo y metió los botellines en la nevera bajo la mirada seria y silenciosa de Travis.
─Vete a la ducha tío, yo recojo un poco aquí. ─Se dio la vuelta y comenzó a ordenar el salón un poco ─. De verdad Travis, eres un desastre ¿cuándo vas a empezar a ordenar tu vida? ─gritó.
Travis estaba ya en la puerta del baño. Ordenar su vida era algo que deseaba hacer desde hacía tiempo, y sentía que casi lo había conseguido, hasta que los ojos verdes de Olimpia se cruzaron. El agua caliente le caía por la nuca y le bajaba por su musculada espalda; por mucho calor que hiciera siempre se ducha con el agua muy caliente, casi sin abrir el agua fría. La temperatura alta del agua le ayudaba a relajarse y despejar la mente, que era lo que, en ese momento, más falta le hacía.
Casi una hora después, y sólo en el momento en que se fijó en las arrugas marcadas de las palmas de las manos y en lo rojo que tenía el pecho, decidió salir. Cogió la toalla que la chica de esa mañana le había dejado colgando del pomo de la puerta del baño. Olía a ella, a una mezcla de perfume empalagoso, tabaco y suavizante de Marsella. Arrugó la nariz en gesto de disgusto, no le agradaba ese olor; y por un segundo se imaginó oliendo el aroma almizcleño de Olimpia en su toalla. Su olor a barniz y colonia fresca, sí que le gustaba. Miró la toalla y la dejó caer en el cesto de la ropa sucia, para finalmente coger una limpia del armario del baño. Se puso unos vaqueros ajustados y la primera camiseta que encontró en uno de los cajones de la cómoda, para salir al salón, al encuentro de su amigo.
Max estaba en el sofá con la tele de plasma encendida con un programa de deportes donde se comentaba un partido pasado. Llevaba una de las cervezas que había traído en la mano. Sus miradas azules se cruzaron.
─Tío ¿qué ha pasado? ¿Te has dormido ahí dentro o qué? ─dijo con sorna en su voz.
Travis se acercó al frigorífico y cogió otra de las cervezas ignorando las burlas de Max, antes de sentarse a su lado. Tras un rato de observar el vacío en silencio, Travis percibió cómo su invitado carraspeaba varias veces molesto tratando de llamar su atención. Lo volvió a ignorar, no estaba seguro cómo plantearle a Max lo que rondaba por su cabeza desde hacía unos días. Aquella idea era completamente ridícula, y sin embargo, noera capaz de quitársela de la cabeza; era la única explicación que podía dar a todo lo que se removía dentro de él desde que conocieran a aquellas hermanas.
─Vamos Travis, podría estar tirándome a Didi ahora mismo, y estoy aquí contigo porque me has pedido que viniera, así que empieza a largar qué coño te pasa ─soltó irritado.
Travis apoyó los codos sobre las rodillas, se rascó la nuca y respondió.
─Creo que me gusta una cría de dieciocho años.
Era la primera vez que Travis se oyó decir aquello en voz alta, y eso, lo terminó de descolocar del todo. No sabía qué pensar, él era mayor para esa chica, pero, aunque era una idea ridícula y mal vista por la sociedad, no le parecía del todo descabellado una vez se había oído. Pasó unos instantes que a Travis se le hicieron eternos, se giró para mirar a su amigo a la cara.
─¿Y bien?
Max lo miró serio, para luego comenzar a desternillarse en su cara.
─Joder tío, pensé que era algo peor... ¿sólo es eso?
Travis no se lo creía. Miró de hito en hito a su amigo, éste le miraba con una sonrisa en los labios que mostraba sus dientes blancos y alineados.
─Se te veía desde el primer día. ¿Desde cuándo has bailado tú con una tía en plan pegaditos? ...¿Eh?
─Fue ella quien se acercó ─trató de defenderse y dio un sorbo a su cerveza.
─Se te han acercado tías más despampanantes antes y no has bailado con ellas. Eres de los que siempre las emborrachas, no bailas, tío, tú no conquistas.
─¿Conquistar? ¿Qué pasa, ahora estamos en pleno siglo quince?
─Tú me entiendes, Travis. De los dos, tú eres el duro, el malote, tú gustas porque eres inaccesible, y yo... las conquisto ─le respondió mientras se recostaba en el sofá con aires de grandeza, como si tuviera el mundo a sus pies en ese momento.
─Ya... tú conquistas y yo las emborracho, menuda forma de plantearlo ─agregó mientras ponía los ojos en blanco. Pero sabía que era la verdad. Él no las hacía rendirse a sus pies, no las enamoraba como lo hacía Max. Y mucho menos se enamoraba. ¿Enamorarse? Aquel pensamiento hizo que el corazón le diera un vuelco. No, para nada estaba enamorado, sólo era un cuelgue, una fantasía típica de los tíos a su edad, se decía─. ¿Qué debo hacer? Es sólo una cría.
─¿Y qué? ─respondió Max ─. Es mayor de edad, no hay ninguna ley que te prohíba salir con ella.
Travis se quedó pensando, eso no era lo que quería oír. Ya sabía que no había nada que se lo impidiese, por eso necesitaba que alguien le dijera, le convenciera, de lo estúpida que era su fantasía.
─De todas formas, aunque quisiera, Olimpia no se interesará por mí; anoche la asusté y no creo que quiera volver a verme ─le dio un sorbo a su cerveza y se fijó en la curiosidad con que lo miraba Max. De forma que le contó todo lo que había pasado desde que se despidiera de él la noche anterior─. ¿Entiendes ahora? He sido un capullo integral. Así que, aunque quisiera, no creo que pueda hacer gran cosa ya para salir con ella.
─Pues sí que la has liado... ¿en qué estabas pensando? Sólo fue un beso joder... aquí el crío has sido tú... Tío, ni que fuerais a casaros ─respondió su amigo sorprendido por su comportamiento.
Travis se levantó del sofá con cara de hastío. Ya sabía cómo se había comportado, no necesitaba que se lo echaran en cara. No le respondió. Se acercó a la ventana del salón y se puso a mirar la calle; eran más de las seis de la tarde y la gente paseaba tranquilamente.
─Creo que la he asustado ─dijo casi en un susurro, más para él que para su amigo ─. La dejaré en paz Max ─y se terminó la cerveza de un sorbo.
─Y... ¿ya está? ─preguntó su amigo con los ojos como platos ─. ¿Vas a abandonar sin saber si te gusta realmente?
La cara de incredulidad de Max no tenía precio, incluso se había puesto de pie y miraba a su amigo de arriba a abajo.
─Sí, es una cría y después de lo de anoche ¿qué posibilidades iba a tener yo? ─negó con la cabeza y se marchó a la cocina para tirar el botellín vacío y coger otra cerveza fresca del refrigerador, al volver los ojos azules de Max lo miraban serio, obligándolo a explicarse─ Es sólo un cuelgue Max, una fantasía, me hago mayor y es normal, es decir ¿a qué tío no le gustaría tirarse de vez en cuando a una colegiala bonita?
─¿Y qué?... Tíratela, si eso es lo que quieres... ¿Qué hay de malo en ello?
Su amigo se acercó para coger también él otra birra.
─Pero no es lo que quiero Max, joder. ─le soltó con más irritación de la que pretendía─. lo que yo quiero es una relación, estoy cansado de polvos de una noche.
Travis se estaba enfadando más con él mismo que con su amigo. Hasta ese momento, cuando lo había dicho en voz alta, no se había dado cuenta de que lo que buscaba era eso, una pareja.
─...Vaya, pero... aun te quedan un par de años para la crisis de los treinta y para sentar la cabeza ─respondió Max intentado relajar la tensión que se respiraba en el aire. Travis lo miró serio, aquel intento de broma lo había molestado aún más─. Está bien, si eso es lo que quieres, olvídala, pero creo que es una estupidez rendirse antes de intentarlo.
Travis se quedó unos minutos en la cocina, mirando su cerveza. Su amigo tenía razón, aun era joven y ella aunque menor que él, no era una niña, precisamente. No había nada malo ni ilegal en divertirse con esa chica un poco. Pero, algo en su interior hacía que aquella idea no le pareciera correcta del todo; tal vez fuese miedo a la reacción de la gente, o tal vez, a lo que Olimpia pudiera pensar de él. No sabía qué era lo que le hacía dar un paso atrás frente a su idea de salir con una estudiante de instituto que, además, ya estaba algo experimentada, así que no había mucha diferencia con las chicas que ya había conocido él. Se relajó un poco y se acercó al sofá para sentarse de nuevo.
─¿Qué harías tú?
─Me dejaría llevar, y que pasase lo que tenga que pasar ─se encogió de hombros y siguió viendo el programa de deportes.
Travis se quedó pensando en lo que su amigo le había dicho. Dejarse llevar no implicaba tomar las riendas, por lo que, tal vez no fuera mala idea. No tendría que pasar nada; al fin y al cabo, era un cuelgue y esas cosas mejor dejarlas seguir su curso, la mayoría de las veces no pasa nada.
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