Capítulo 62
El molesto zumbido se extiende más allá de mi campo auditivo y esta vez es acompañado por un peculiar sonido que roza lo hostil, es el sonido del agua...
Cada gota que cae resuena en mis tímpanos como una lúgubre sinfonía que me incita a cubrir mis oídos, es entonces cuando descubro que me cuesta mover mis articulaciones. Mis brazos se sienten pesados y con dificultad alcanzo a elevar uno de mis dedos, mi garganta arde ante la sequedad y un gemido ronco emana de la misma cuando intento emitir palabra. Con gran esfuerzo alcanzo a abrir mis pesados párpados, cerrándolos en el instante en que una cegadora luz fluorescente se estampa con brusquedad contra mis pupilas, anulando mi vista momentáneamente.
Mi pecho duele levemente cuando suspiro frustrada y me mentalizo para abrir mis ojos de nuevo. Esta vez lo hago con cuidado, despacio, hasta que lentamente se acostumbran a la intensa iluminación de la habitación en la que me encuentro. Cuando creo poder discernir con claridad lo que acontece a mi alrededor, me dispongo a observar el entorno…blanco, todo es absolutamente blanco.
Con una inmensa dificultad consigo sentarme sobre la superficie en donde me encontraba recostada, es una cama de sábanas tan níveas como las paredes de la habitación y el pijama que cubre mi cuerpo. Me quejo por lo bajo cuando una punzada en mi brazo hace que mi piel arda en una zona en específico, entonces desvío mi vista a dicho lugar encontrándome con la intravenosa perforando mi carne. Siguiendo la estructura tubular que se pierde en el interior de mi vena hasta un costado de mi cama, diviso el líquido transparente deslizarse dentro de la venoclisis e iniciar su recorrido en el gotero que cuelga de la bolsa en el porta suero.
Mi atención se pierde en las gotas de solución salina que caen con parsimonia, y entonces asocio ese irritante sonido con uno de los causantes de mi despertar, al igual que el zumbido proveniente de uno de los bombillos en la lámpara de techo que parece que desfallecerá en cualquier instante. Junto a la cama hay un humificador y unos cuantos juguetes que reconozco al instante, sin embargo no recuerdo haberlos traído…a decir verdad ni siquiera sé cómo terminé nuevamente en esta habitación de hospital.
Con mis temblorosos dedos intento tomar a Luna, pero en cuanto noto que la intravenosa limita mis movimientos no dudo en desprenderla de mi brazo. El abuelo se molestaría, pero en realidad no me gusta tener esa cosa dentro de mi piel.
Luna es muy bonita, fue un regalo de mi madre el día de mi cumpleaños…hace solamente un mes.
"Belleza plateada"
Ese sería el verdadero significado de mi nombre…recuerdo que mamá solía decir que era muy hermoso porque le recordaba a la luna, así que acordamos darle ese nombre a la muñeca. Eso fue lo último que hicimos juntas, antes del incendio…
Este lugar me asusta, cuando estoy sola el hospital no es tan acogedor como cuando Jin o el abuelo me acompañan, y el zumbido de la lámpara mezclado con el sonido de las gotas retumbando en el silencio podría jurar que acabarán con mi cordura en cualquier instante. Bajo mis pies y los dejo colgando de la cama mientras que con la mirada busco mis zapatos, pero no soy capaz de verlos incluso cuando reviso con ahínco. Así que resignada y sin intenciones de permanecer un segundo más aquí, termino por apoyar las plantas de mis pies en las frías y pulidas losas del suelo para salir en busca del abuelo.
La gélida sensación que perfora mi piel en el acto hace que un escalofrió recorra mi columna, así que tomo a Luna y la arropo entre mis brazos buscando calor antes de colocarme de puntillas para abrir la enorme puerta y salir al exterior del corredor.
Reconozco el Corredor B, porque es donde Jin trabaja y a veces vengo a pasar tiempo con él cuándo el abuelo está ocupado. Como de costumbre está prácticamente vacío, así que al no saber qué dirección seguir, avanzo hacia el despacho de Seokjin para ir en su busca.
—Ataques de pánico, ansiedad, pesadillas constantes, insomnio, depresión, dificultad para concentrarse y alimentarse correctamente…—me detengo en seco cuando escucho la voz del abuelo enumerar una serie de síntomas y percibo el impacto de lo que parecen ser papeles en la cima de un escritorio.—Ya no sé cómo resolver esto.—suspira con pesadumbre.
Frunzo mi seño al notar el cansancio y la tristeza en la voz de mi abuelo, me acerco más a la puerta entreabierta y miro por la hendidura hacia el interior de la habitación. Seokjin está sentado en su silla con su cabeza gacha, mientras reorganiza los papeles que, efectivamente, el abuelo había lanzado sobre la mesa…es entonces cuando me percato de que se trata de mi historia clínica, no es la primera vez que la veo.
El abuelo permanece con su torso curveado hacia adelante y sus manos apoyadas en la madera mientras niega con su cabeza repetidas veces.
—Señor Sang…no debe perder la templanza de esa forma, ya lo hemos hablado.—le tranquiliza Jin con respeto.—Son las consecuencias de un trauma infantil tan reciente, aún es temprano para observar mejorías.
—Cómo no voy a perder la templanza…—ríe con amargura mi abuelo.—Eun Mi ni siquiera está comiendo como debe… ¿Te imaginas cómo me sentí cuando llamaron de la escuela porque se había desvanecido a causa de deshidratación y posible desnutrición severa?
Bajo mi cabeza apenada, entiendo que está preocupado y he hecho mal al saltarme solo un par de comidas…pero es que en realidad no tengo apetito desde hace mucho. El abuelo no lo entiende.
—Lo sé, es difícil para todos verla así.—concuerda Jin.—Pero justo ahora lo que Eun Mi necesita es que nosotros seamos fuertes por ella…apenas iniciamos el tratamiento hace unas pocas semanas.
—Sabes…es irónico.—mi abuelo se yergue e introduce sus manos en la bata de médico que porta.—Soy un prestigioso doctor, presidente de este condominio, he visto y tratado con los peores problemas de salud que puedas imaginar en tu corta estancia como interno. Pero cuando se trata de mi familia, de Eun Mi…nunca estoy seguro de lo que debo hacer.
—Es comprensible señor Sang, es su nieta…solo quiere lo mejor para ella.
—Ella no está bien.—niega el abuelo ignorando las palabras de Jin.—incluso me cuesta dejarla sola en la escuela, propensa a sufrir otro ataque de pánico, o de hacer cualquier locura…—suspira y se pasa sus dedos por el canoso cabello.
No me gusta ver al abuelo triste por mi culpa, pero no puedo evitar ser así. No controlo los ataques de pánico, tampoco el que no pueda concentrarme en clases y sentirme cansada de todo a diario…no es mi culpa que ya no me interese hablar con los otros niños, que prefiera estar sola, que no tenga amigos, que me cueste contarle lo que pase por mi mente a alguien más.
No es mi culpa estar tan triste y que cada vez que cierre mis ojos el sonido de las sirenas y el insoportable olor del humo se reproduzcan una y otra vez en mi cabeza hasta que siento que debo gritar para que todo se detenga.
—Las terapias han tenido buenos resultados y…—Jin cesa su explicación cuando el abuelo vuelve a interrumpirlo.
—Si yo hubiese llegado un poco más tarde…o antes de que todo pasara, quizás las cosas habrían resultado diferentes. Mi hijo y nuera estarían vivos…y Eun Mi no habría tenido que presenciar cómo sacaban los cadáveres calcinados de sus padres fuera de su casa reducida a las cenizas. Lo único que quedó de sus pertenencias fue esa muñeca que se había llevado consigo…
Los cadáveres calcinados de sus padres…
Los cadáveres calcinados de sus padres...
Los cadáveres calcinados de sus padres...
Mi corazón comienza a palpitar con frenesí apenas escucho esa frase y los dedos envolviendo el pequeño bracillo de la muñeca tiemblan de forma descontrolada.
Sí…olían muy mal, la carne quemada olía realmente mal.
La piel encarnada y roja, chamuscados los cabellos y las cuencas de los ojos, agujeros en las extremidades y ausencia de cabello en sus cráneos reducidos. No quedó nada de humano en su esencia, y a pesar de que yo no debía de haber hecho eso, logré esquivar los reclamos de los presentes y pararme enfrente de sus cuerpos… en frente del montón de carne sin forma en el que se que convirtieron las personas que más amé alguna vez en mi vida.
Entonces los recuerdos me azotan con tanta fuerza que ni siquiera advierto cuándo mis pasos por su cuenta comienzan a alejarse y el aire empieza a escasear en mis pulmones. Me muevo con apremio y rapidez mientras tiro de los bordes de mi pijama en la urgencia por poder respirar mientras que mis pies descalzos resuenan por las baldosas del suelo mientras corro sin rumbo aparente.
Ese día había vuelto a casa luego de un paseo con el abuelo por mi cumpleaños, nunca entendí porqué mis padres me exigieron en ese entonces salir de casa antes, pero hasta el día de hoy me arrepiento de no haber insistido en quedarme.
Quizás no habría podido salvarlos, pero me hubiese quedado a su lado hasta el final…y morir en aquel entonces habría sido preferible antes que vivir la tortura que a diario enfrento.
Recuerdo que incluso a kilómetros de distancia, mientras iba en el auto con el abuelo, se escuchaba el ruido de las sirenas. Por si fuera poco, un camión de bomberos había pasado justo por nuestro lado como una clara señal de que algo no iba bien…
¿Pero cómo podría imaginar en ese momento que se dirigían a mi casa?
Cuando llegamos recuerdo que sentí la necesidad de cubrir mis oídos, porque el ruido en el ambiente era ensordecedor…yo no podía comprender nada de lo que estaba sucediendo. Hasta que divisé a unos metros mi casa… completamente quemada y deshecha, mientras que los profesionales se encargaban de mermar las febriles llamas. El abuelo antes de correr hacia el lugar me había ordenado quedarme en el interior del auto, pero yo no podía.
No cuando una única cuestión se repetía en mi cabeza...
Yo tenía que asegurarme de que mis padres estuviesen bien.
Entonces salí, y en medio del tumulto y la urgencia, nadie se percató de la pequeña niña que yacía frente a los cadáveres apilonados en una esquina de la calle, recién sacados de la infernal construcción. Y me costó reconocerlos, me costó asimilar que esas masas sangrientas y deformes que ya jamás volverían a la normalidad eran mis padres, pero más aún me costó aceptar que su partida fue así de trágica y que su muerte era un hecho.
No volvería a verlos nunca.
Al parecer... "no pudieron apagar el fuego a tiempo."
"Nadie avisó…"
"Nadie vio nada."
"Nadie supo nada hasta que fue demasiado tarde para impedir la catástrofe."
"El fuego se expandió demasiado rápido y ellos no pudieron salir..."
O al menos eso fue lo que dijo la policía.
No imagino qué se siente morir quemado, cuánto dolor es capaz de soportar el cuerpo antes de colapsar por completo…cuánto debieron sufrir mis padres en medio de eso.
Desde ese momento el aterrador fantasma de ese recuerdo me persigue a diario, ya no me siento como antes…soy incapaz de volver a ser feliz de nuevo.
Sigo oliendo esa fétida esencia de la carne calcinada, sigo viendo sus rostros deformes culpándome por no haber llegado antes o por haberme ido siquiera, sigo pensando en que hubiese sido preferible arder en las llamas que vivir este infierno de frustración.
"¿Qué tan fuerte debió de influenciar lo sucedido para que una niña de diez años tenga pensamientos tan drásticos y dolientes?"
"Trauma infantil."
Así lo llamo Seokjin en la consulta luego de que el abuelo le hiciera esa pregunta.
Quizás sí se trate de un trauma, pero tanto él como el abuelo se equivocan en la causa de su diagnóstico.
Acepto que la imagen visual de aquel momento fue suficiente para alimentar mis miedos y pesadillas, pero esa no es la principal razón por la que mi comportamiento y forma de vida se han visto afectados.
El abuelo no lo sabe, nadie lo sabe…pero yo lo escuché. Aquella tarde sin que ninguno se percatara, mientras el detective a cargo de la investigación hablaba con el abuelo sobre el veredicto del caso, escuché claramente esa palabra que jamás seré capaz de borrar de mi mente…
"Suicidio."
Según el informe de criminalística, el incendio no fue provocado por un tercero o un factor externo. Fue un suicidio.
Entonces…¿Cómo quieren que esté bien?
¿Cómo quieren que viva luego de haber visto lo que vi y saber que ellos causaron eso?
Que decidieron algo tan drástico y dejarme…me dejaron.
A diario me pregunto… ¿Por qué?
¿Qué fue lo que hice para que me abandonaran?
¿Acaso ya no me querían?
¿Fui una mala hija?
Tal vez tuve que hacerle caso a mi madre cuando me pedía que organizara mis juguetes, tal vez no debí contestarle a mi padre de mala manera luego de que me reprendiera por no comer toda mi cena…tal vez no fui suficiente y simplemente se cansaron de mí.
Yo no tuve una advertencia, una explicación. Simplemente se fueron y antes de morir me regalaron el peor recuerdo que un hijo podría albergar en su memoria.
Y a pesar de todo…no puedo odiarlos.
Soy lo suficientemente mayor como para saber lo que implica esa palabra, quitarse la vida por voluntad propia…pero aún así no entiendo el motivo.
Aunque justo ahora no los culpo, a mi también me daría asco convivir con alguien como yo.
Ni siquiera sé en qué momento termino en la azotea del hospital o cómo he llegado hasta esta parte del condominio perdida en mis pensamientos. Cuando el frío aire se cuela en mis pulmones comienzo a toser y a inspirar con frenesí, hasta sentir que mi cuerpo regresa a su antigua templanza…y sé que eso solo ha sido el inicio de un ataque de pánico que no alcanzó a manifestarse.
No suelo venir sola a esta zona del hospital, no hay nada que hacer aquí y el abuelo siempre dice que es un lugar peligroso restringido para los pacientes…así que no hay forma de que me encuentre. Ahora quiero estar sola.
Me siento terriblemente mal, quizás peor que nunca. Ver al abuelo y a Jin intentando ayudarme en vano, preocupados y acongojados por mi causa…me hace sentir egoísta. A pesar de que yo no puedo controlar mi mejoría, me agobia demasiado que otros sufran por mí cuando no lo merecen. Sinceramente creo que solo le hago daño a las personas a mi alrededor.
Mis padres, el abuelo, Jin…las únicas personas que me consideraban y quizás yo he lastimado a todos sin percatarme.
¿Acaso esto es una señal?
Que mis padres hayan decidido irse de esa forma… ¿Significa que cuando me convierta en una amenaza para alguien más o ya no soporte las circunstancias debería hacer lo mismo?
Incluso si voy con ellos ahora… ¿Me aceptarán donde quiera que se encuentren?
No lo sé, no sé nada. No tengo idea de qué hacer…solo quiero que este dolor pare, quiero dejar de sentirme un poco menos culpable.
Mi agarre sobre la muñeca se debilita dejándola caer a un costado de mi cuerpo, y mis pies descalzos de arrastran por la superficie rasposa y cementada hasta que el muro del barandal colisiona con mi vientre. No pienso en nada, mi mente está completamente en blanco con un único objetivo reproduciéndose, porque he llegado a la conclusión de que no hay otra solución para terminar con todo mi tormento.
No reparo en cómo logro subir el muro y deslizarme al otro lado del barandal, eso no importa ya…solo el final. Sorbo mi nariz cuando esta gotea y las lágrimas hacen nebulosa mi vista.
Lo siento abuelo, espero que puedas perdonarme por esto…y que una vez ya no esté, dejes de preocuparte tanto y vuelvas a sonreír como antes de que tu nieta se volviera un desastre…
Estiro mi pierna derecha hacia adelante y cierro mis ojos, solo para no pensar en la altura, divisar los autos en la autopista y las personas bajo mi cuerpo con el mismo tamaño que pequeñas hormigas en un jardín. Entonces suelto mis manos del barandal, y justo cuando la sensación de vértigo al sentir mi torso curvarse hacia adelante se hace presente, abro mis ojos y sollozo sonoramente.
No puedo, tengo demasiado miedo…no quiero morir de esta forma, no aún.
Y sollozo aún más fuerte, porque sé que aunque mis pensamientos hayan cambiado a causa del miedo, ya es demasiado tarde. No tengo nada que me sostenga y evite que caiga desde el último piso de la colosal construcción.
Un fuerte tirón en el cuello de mi pijama regresa repentinamente mi torso a su posición inicial, y casi que ahogando un grito horrorizado, logro entrelazar mi brazo con uno de los barandales. Entonces siento unas manos sostenerme por debajo de mis axilas y con gran dificultad intentar impulsarme hacia arriba.
Pero soy demasiado pesada, así que me ayudo de mis piernas hasta que logro posicionarlas nuevamente sobre el muro y aquellas manos con un enorme esfuerzo se las arreglan para arrastrar mi cuerpo del otro lado del barandal, cayendo ambos a la vez en el pavimentado suelo.
Lloro más fuerte y me abrazo a mi cuerpo al sentirme a salvo, y me cuesta asimilar lo que ha sucedido.
Estuve a segundos de morir…
Escucho la respiración jadeante y errática de la persona frente a mí en el suelo, pero ni siquiera me atrevo a mirarle, estoy demasiado asustada y alterada para discernir algo más que mi propia secreción nasal.
—Estás bien…—jadea de forma entrecortada.—Ya no llores.—el extraño habla, pero sus palabras no hacen más que despojarme otro sollozo desgarrador.
—No, no llores.—pide con apremio y en un tono visiblemente nervioso. De reojo lo observo removerse hasta que regresa a mi lado y coloca algo frente a mi rostro. Es Luna, mi muñeca.—Mira, no llores o ella también se pondrá triste.
Paso mi antebrazo por mis mejillas húmedas y limpio mi nariz con la punta de la tela de mi pijama antes de hiperventilar a causa del llanto y tomar la muñeca con mis temblorosos dedos, arrullándola en mi pecho. Es justo entonces cuando me planteo observar con claridad el rostro de la persona que me ha salvado la vida.
No evito ocultar mi desconcierto cuando mis ojos se encuentran con unas pupilas marrones, una piel nívea sonrojada a causa de la adrenalina del momento y un cabello negro y coposo meciéndose con la brisa. Es el mismo chico que conocí hace unas semanas en el cementerio.
—Tú…—balbuceo y ladeo mi cabeza intentando buscar una explicación lógica.
—¿Eun Mi, verdad?—el chasquea sus dedos con asombro luego de analizar mi rostro, asiento desconcertada y aún algo sobresaltada.—¡Te recuerdo! Nos conocimos hace poco, somos amigos.
—¿Amigos?—niego con mi cabeza. Me cuesta asimilar cómo es posible que actúe con tanta confianza y naturalidad después de lo sucedido.
—Sí, hicimos la promesa ¿No recuerdas?—frunce su ceño y un tierno puchero se dibuja en sus labios.—Qué raro…se suponía que nos veríamos en el parque central de nuevo, pero terminamos encontrándonos aquí.—señala con aparente asombro y total tranquilidad.—Supongo que es el destino.
—El destino…—murmuro con la mirada perdida, aún tendidos ambos en el suelo.—¿Por qué estás aquí?
—Vengo cada semana a consulta con el interno Kim y me estaba escondiendo de él aquí.—responde restándole importancia, y a pesar de que me gustaría saber más sobre la razón por la que viene a consulta, él no da más detalles.—¿Y tú? ¿Por qué hiciste eso?
Me sorprendo y comienzo a inquietarme en cuanto pregunta. No sé qué debería responder ante eso. Él no lo entendería…
—Fue…un accidente.—me excuso bajando la mirada.
—Entonces fue una suerte que yo estuviera aquí para salvarte.—habla con un tono grave fingido y coloca sus puños a cada lado de sus caderas, como si de un superhéroe se tratase.
Río por su tierna acción y recuerdo también la ocasión en el cementerio cuando sucedió algo similar. Llego a la conclusión de que no importa qué tan grave o triste sean las circunstancias, él siempre podrá sacarme una sonrisa en medio de todo.
—Gracias.—le respondo con sinceridad y un poco más calmada.—Eres mi superhéroe.
—No.—me corrige de inmediato elevado su dedo índice frente a mi rostro.—Mi mamá dice que los superhéroes como los de las películas no existen, quienes en verdad salvan a las personas son los ángeles.
—¿Entonces quieres ser mi ángel?—le pregunto dudosa por su revelación.
Él asiente feliz y me extiende su mano para levantarnos a la vez. Entonces sacude las rodillas de su pantalón y yo hago lo mismo con mi pijama de hospital.
—Ten más cuidado la próxima vez y no vuelvas a hacerlo ¿Bien?—me reprende en un tono tierno y sobreprotector que me hace devolverle la sonrisa, y nuevamente me siento tranquila.
—Ahora tienes que quedarte conmigo, porque eres mi ángel.—declaro con convicción y una ola de confianza repentina.
—Me quedaré a tu lado y te protegeré.—afirma acompañando sus palabras de un asentimiento de cabeza.
Y toda la actuación infantil nos hace reír a la vez. El sonido de su risa es certeramente tranquilizador y hermoso…podría escucharlo durante mucho tiempo si fuese necesario. Porque me reconforta tenerlo cerca.
Pasamos un tiempo más en aquella azotea, simplemente hablando, jugando y compartiendo promesas que sin duda nos esforzaríamos por cumplir en lo adelante. Hasta que Jin aparece y nos reprende a ambos por perdernos durante tanto tiempo…aunque yo estoy consciente de que mi reprimenda apenas está por llegar en cuanto el abuelo y él sepan lo que realmente ha pasado conmigo aquí arriba.
Ese suceso trajo consigo una dependencia emocional hacia él que nunca imaginé que se manifestaría. Me sentía perdida, culpable, sola…simplemente necesitaba un ancla para aferrarme por más tiempo a la vida y cuando él salvo la mía… eso significó que se convertiría en esa ancla.
Y eso no fue bueno, porque sabía que me costaría separarme de él, porque pensaba que siempre estaría para protegerme justo como esa vez. Y por alguna razón él también se aferró a mí, aunque yo nunca supe su verdadero motivo.
Entonces el círculo afectivo y dependiente que se consolidó entre nosotros nos absorbió de tal forma que más tarde no necesitábamos de nadie más para sentirnos felices y completos, porque solo con nuestra amistad y protección mutua era suficiente.
En ese momento él fue mi ángel y mi motivo para seguir viviendo, soportando las terapias y todos los costos que trajo consigo el drástico cambio en mi estilo de vida. Yo volví a ser feliz por unos años más.
Y a pesar de la corta edad de solo diez años, me di cuenta de eso, pero realmente no me importó. Porque no predije cómo sería nuestro futuro cuando uno de los dos tuviera que irse…y como siempre, esa no fui yo.
—¡Ustedes dos se quedan aquí!—Jin ruge con desespero mientras nos toma a cada uno de nuestro brazo y nos exige sentarnos en una de las incómodas sillas de la sala de espera.—Buscaré a tu madre.—señala al chico.—Y a tu abuelo, Eun Mi. Procuren seguir aquí cuando regrese o los pondré a limpiar los baños con la lengua.
—¡Ugh!—nos quejamos con una expresión de asco al unísono.
Jin nos señala con su jorobado dedo por última vez antes de partir a su despacho.
—¡Ah!—suspira con exageración.—No quiero ir a la consulta del interno Kim.—Se cruza de brazos y hace un puchero mientras juega con sus pies colgando de la silla, debido a su reducida altura.
—¿Y si nos escondemos?—sugiero de repente envalentonada y divertida por la situación…lo real es que tampoco me siento con ánimos de enfrentar a mi abuelo.
—¿Dónde? Nos van a encontrar fácilmente, el hospital está poblado.—profiere.—Por eso me escondía en la azotea, ahí no va nadie.
—No es el único lugar solitario del hospital.
—¿No?—inquiere dudoso.
—¿Qué hay del Corredor C? Nunca hay gente ahí y Jin no puede entrar.—propongo, sé que esa zona del hospital es solo restringida para determinados doctores y Jin siendo un interno no tiene permitido ir allí.
Él abre sus ojos con sorpresa repentinamente y niega con su cabeza con frenesí, confundiéndome.
—No ¿Estás loca?—espeta desconcertado.—Ese lugar da miedo.
—Pero no hay nadie.
—Sí pero…
—¡Sang Eun Mi!—cierro mis ojos cuando el llamado de mi abuelo hace eco en el pasillo.—¿Se puede saber dónde estabas y por qué saliste de la habitación sin avisar?—con rapidez se acerca a revisar mi brazo, en el que estaba la intravenosa, y suspira aliviado al ver que no se ha formado ningún hematoma.
El abuelo continúa reprendiéndome a la par que una mujer a nuestro lado hace lo propio con el chico, debe ser su madre. Seokjin permanece frente a nosotros con un rostro impasible, igual de molesto que nuestros familiares…y en un final no nos queda más remedio que despedirnos para partir cada uno por su cuenta.
Cuando el abuelo vea las cámaras de grabación de la azotea me espera una ardua y exhaustiva jornada de explicaciones.
—¿Nos veremos de nuevo?—pregunta en un susurro el chico, aprovechando que su madre ha volteado para disculparse con Seokjin y con el abuelo.
Sin dudarlo asiento y correspondo al gesto cuando eleva su meñique para sellar juntos una nueva promesa.
—Espera.—le detengo antes de que se coloque de pie y se posicione junto a su madre.—¿Cómo te llamas tú?
Justo ahora me percato de haber omitido tan importante detalle. Él sonríe con empatía antes de entreabrir sus labios.
—Mi nombre es…
—¡Eun Mi! ¡Despierta! Despierta por favor…—un sollozo externo a mis pensamientos perfora cada centímetro de mi cabeza y la imagen de ese niño se desvanece de apoco.
No comprendo qué sucede, no entiendo dónde estoy, qué ha pasado…porqué esa voz sigue llamando mi nombre con tanto desespero. Pero mis párpados aletean inmersos en su propia lucha por ver la luz y en un final terminan por abrirse.
—Jungkook…
Su rostro lloroso y enrojecido adquiere una expresión inquieta y desgarradora en cuanto aquel rasposo sonido emerge de mi garganta…o al menos a mí me ha parecido que he podido mencionar su nombre.
Y todo es un completo caos que daña mi visión, luces por todas partes, rojas, azules…el ruido de las sirenas y miles de murmullos y rostros desconocidos levitando a mi alrededor. Puedo distinguir sus gritos y sus súplicas, exigiéndome que permaneza despierta, pero no entiendo lo que sucede y me cuesta tanto mantener mis párpados abiertos…
No puedo mover mi cuerpo, y el nublado escenario que se dibuja frente a mis perdidas pupilas es muy similar a ese de hace siete años atrás. Salvo que en esta ocasión no hay fuego o cadáveres calcinados en medio de la calle…solo frío, mucho frío…
Y el cadáver sobre la acera esta vez es el mío.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro