Capítulo 11
Me limito a retirar la sangre de mis magulladuras sin siquiera mirar mi reflejo, no me apetece enfrentar a la chica de ojos húmedos y dolidos que me reprende por ser tan cobarde y a la vez llora por no saber qué hacer.
No deseo ver mis heridas, tanto las externas como las internas. Quiero fingir que por una vez nada es real, que yo soy feliz y que todo es solo un mal sueño que pasará tan pronto como el sol decida iluminar mi habitación.
Suspiro saliendo del baño, y luego de colocarme ropa limpia, me recuesto en mi cama. Dormir es lo mejor, porque al menos en el microcosmos de mi subconsciente puedo ser feliz, puedo verlo a él, puedo soñar que mi vida es hermosa y que en cuanto despierte todo será justo como en mis fantasías.
No es la primera vez, pero aún así no podría acostumbrarme nunca a ello, al dolor, a la sensación de que realmente estoy jodida, sola, y que nada ni nadie podrá salvarme de este martirio...
"Quería saber cuánto estás dispuesta a hacer por salvarte a ti misma."
-Salvarme a mí misma...-Río un poco para disipar las inmensas ganas de llorar que me inundan.
Ni siquiera sé porqué pienso en las palabras de Jungkook, es solo un comentario estúpido que seguramente hizo para molestarme, porque eso es lo que él hace en mi presencia.
-Kwan Chul tiene razón, nadie puede salvarme.
¿Entonces como podría hacerlo yo misma?
¿Cómo cuando estoy tan rota y herida por dentro?
¿Cómo cuando nada parece ir a mi favor? Cuando lo he perdido todo...
-¿Cuánto estoy dispuesta a hacer por salvarme a mí misma? Nada, esa es la respuesta. No hay nada que pueda hacer. Porque desde hace mucho he decidido rendirme, porque me ha quedado claro que la esperanza es un sentimiento estúpido al que el ser humano se aferra para no tener que aceptar que todo ha perdido sentido en la vida. Que las cosas no mejorarán y que quizás esa persona por la que esperamos nunca regresará a nosotros. Entonces, no puedo hacer nada, no estoy dispuesta a decepcionarme más conmigo misma de lo que ya estoy, porque sé que no podre salvarme.-Resoplo y golpeo el colchón.
Me siento estúpida hablándole a una almohada, a un objeto inanimado, solo me recuerda lo malditamente sola que estoy.
Pero entonces rememoro sus ojos oscuros y brillantes, su sonrisa singular y contagiosa que disfrutaba ver cuando estábamos juntos, su cabello lacio y castaño que tanto me gustaba despeinar solo por el simple placer de molestarlo y bromear sobre eso.
Recuerdo su melodiosa voz que de tantos apuros y tristezas fue capaz de sacarme, cada vez que caía en el profundo y acongojado pozo de mis pensamientos él estaba ahí para levantarme, brindarme su mano y sus sonrisas.
Sabía que no estaba bien, sabía que algo le pasaba, y aún así siempre fue lo suficientemente astuto como para ocultármelo.
Niño tonto... ¿Si me hubiera percatado antes de lo que querías mantenerme ajena habrían sido diferentes las cosas?
¿Me hubieras contado?
¿Te habrías quedado a mi lado?
Quizás nunca lo sepa, quizás nunca lo vuelva a ver... y entonces pensándolo bien el hecho de hablar con mi almohada no se siente tan descabellado ahora. Porque por muy estúpido que parezca, es lo más cercano a su recuerdo que puedo hacer.
Porque desde esa frase en el cementerio comprendí que todos necesitamos una almohada, un lugar de confort en el que despojarnos de nuestras penas. Mi lugar eran sus brazos, y ahora que se fue tendré que conformarme con este simple objeto...
La vibración excesiva y molesta en la planta baja penetra por las débiles paredes de este viejo cobertizo, haciendo que se refleje en mi pecho y tímpanos, obligándome a abrir los ojos.
La música está en su máximo volumen y no me deja otra opción que desperezarme y abandonar mi estado adormecido y de letargo.
No sé cuánto tiempo ha pasado desde que me quedé dormida, tampoco puedo decir con exactitud desde qué hora ha comenzado la fiesta. Pero los vítores, murmullos y pasos en la planta baja evidencian que está en todo su esplendor. Verifico la hora en mi teléfono y apenas son las 10 y media de la noche, suspiro con pesadumbre, aún falta mucho para que esto acabe.
Me coloco de pie y camino hacia el pequeño baño de la habitación con la intención de humedecer un poco mi rostro para refrescarlo.
Ahogo un jadeo de impresión en cuanto noto mi reflejo en el espejo. Mi labio inferior tiene una herida abierta y todo su alrededor se encuentra inflamado de forma insana, mi pómulo izquierdo posee una enorme mancha que va degradando desde morado oscuro hasta un color cetrino enfermizo. Una de mis cejas se encuentra rasguñada a un costado, y por último en mi nariz descansan restos de la sangre seca proveniente de la hemorragia que aún no había cesado, seguramente mientras dormía.
Es justo cuando presiono mis labios para observar mejor la herida, que me percato de cuanto duele la misma y la contracción que hacen mis mejillas adoloridas con el acto, me hace sisear y maldecir en voz baja.
Abro uno de los pequeños cajones para extraer el botiquín de primeros auxilios improvisado que he creado yo misma con las pocas cosas que me ha dado Jin en el hospital, según él, siempre debo tener algo como esto para casos de emergencia.Si tan solo supiera...
Destapo la caja de galletas vieja en la que descansan unos cuantos apósitos, gasas, un poco de alcohol y una extraña crema para los músculos o algo así. No es mucho, pero es lo necesario para solucionar un poco el problema.
Me dispongo a soltar mi cabello para atarlo de una forma más cómoda que aparte esos mechones que se esparcen en mi rostro y así poder maniobrar en mis heridas con mayor facilidad. En el proceso, percibo algo adherido a mis hebras. Al principio pienso que es un insecto o algo así, pero en cuanto siento su textura mis sentidos se relajan, no es eso.
Me quejo cuando aparto aquel objeto de mi cuero cabelludo y este se enreda un poco entre mis hebras, aún me duele la cabeza de los tirones de cabello que me dio Kwan Chul, otro dolor más para la lista.
Frunzo mi ceño en cuanto lo tengo en frente y una extraña sensación de calidez y a la vez pánico se instala en mi cuerpo. Esto no es normal...y me confunde hasta el punto de no saber discernir si es algo bueno o malo.
"La capacidad del ser humano no se rige por sus habilidades o fortalezas, sino por la entereza de sus propios pensamientos. Las mayores hazañas no las logra el más fuerte, sino el que más confía en su aptitud, en sus creencias. Porque podemos ser lo deseemos, podemos hacer lo que nos propongamos, solo basta con creerlo, sentirlo y ser capaces de luchar por ello. No pienses que no podrás, no obstaculices el camino tú misma. Te sorprendería saber el inmenso poder que tiene tu mente. Cree en ti, hay alguien que aún quiere seguir viendo tu sonrisa."
Releo las líneas de la escueta nota una y otra vez. Sobre todo esa última frase...
"hay alguien que aún quiere seguir viendo tu sonrisa"
Y ahí está de nuevo, ese presentimiento extraño que se cierne sobre mí, esa sensación de que está cerca, de que hay algo más allá de todo esto...
No sé cómo debería reaccionar o sentirme, es espeluznante saber que alguien está escuchando mis conversaciones con mi almohada y se ha tomado la molestia de dejar una respuesta a cada uno de mis monólogos. Sin embargo, no me siento asustada, más bien...reconfortada.
Porque esas palabras definitivamente logran algo en mí, esas palabras tan hermosas hacen que la poca esperanza y fortaleza que había decido a enterrar en lo profundo de mi ser, comiencen a germinar nuevamente.
No sé quién sea, pero...algo me hace querer pensar que podría ser él. Y si aferrarme a esa idea me hace sentir un poco mejor, porque siento que a pesar de todo no me ha abandonado, entonces lo haré. Seguiré creyendo eso a pesar de que sé con certeza que no volverá.
Guardo la nota junto a las otras y no me contengo en releerlas.
"No porque no puedas ver su luz significa que las estrellas han desaparecido"...
Sonrió de forma inconsciente al leer. Tiene razón, quizás no puedo verle, pero eso no significa que se haya ido por completo de mi vida.
"¿Cuánto tiempo deberás correr? Eso depende solamente de ti."
Ojalá fuera así de sencillo, ojalá yo pudiera decidir cuándo detener el tormento. Supongo que en esta ocasión las notas misteriosas se equivocan.
Suspiro y guardo nuevamente todo en su lugar.
Intento desinfectar mis heridas, pero hacerlo correctamente yo misma me está costando más de lo que creí, sobre todo por el ardor en las mismas y dolor que me provoca el simple hecho de mantener elevados mis brazos magullados por mucho tiempo.
Como puedo coloco un poco de alcohol, con suerte no se infestaran, y regreso a la semioscuridad de la habitación.
Me agobia el incesante martillear de la música por todo el lugar, y las estruendosas y risas no hacen más que acrecentar mi molestia. De repente me siento asfixiada en la pequeñez de este espacio, así que hago algo que sé que calmará un poco mi ansiedad; sentarme en el alféizar de mi ventana.Así puedo huir un poco del bullicio confundiéndolo con los ruidos nocturnos de la ciudad y tomar un poco de aire fresco.
Suspiro ensimismada mientras entretengo mis ojos con la visión de los autos pasando por la avenida cercana y por un instante me vuelvo a sentir en paz y tranquila, por un segundo me permito divagar olvidándome por completo del resto del mundo.
-Lo sé, pero cariño tienes que entender que....
Una voz irreconocible desvía mi atención de las luces neón de la cuidad para centrarla en la persona que la emite.
Mis pupilas se encuentran con una cabellera castaña, corta casi al nivel de los hombros. No puedo ver su rostro puesto que esta de espaldas y desde mi ángulo a penas se observa la cima de su cabeza, pero distingo a la perfección el sonido de su voz y la conversación que mantiene por teléfono, al parecer.
Sostiene en una de sus manos un níveo sobre, y al instante lo identifico como el que entregué esta tarde en el apartamento cuatro. Sí, el apartamento justo debajo del mío, el apartamento que antes le pertenecía a él y ahora quien lo habita al parecer es una señora de cabellos castaños y piel clara que se ahoga en sus propios sollozos.
Su voz es casi un resuello irregular debido a sus obvias intenciones de ocultar el llanto. Y aunque sé que no debo y que está mal, permanezco en mi lugar observándola. Porque por alguna razón desconocida, aquella mujer implanta una sensación familiar en mi pecho. No sabría decir si por el mero motivo de que me embarga una sensación maternal cuando la veo, o es que quizás existe otra razón...
-Ya lo hemos hablado y...-Hace silencio para escuchar lo que le dice la otra persona en la línea.
-Ya ha pasado mucho tiempo, cariño, es momento de que terminemos con esto. -La escucho sollozar más fuerte, y por como niega con su cabeza, deduzco que la otra persona en la línea no se encuentra muy conforme con sus palabras.
-Por favor, comprende que ya...-Hace una pausa nuevamente.-Está bien, hablaremos a tu regreso. Cuídate mucho, te amo.
Mi corazón se oprime al escuchar la calidez y sinceridad con la que murmura aquellas últimas palabras. Y no puedo evitar sentirme un poco celosa de la persona a las que se las dedica, porque a pesar de que no conozco a ninguno, lo que me hace pensar así es el sentimiento. Yo también quisiera tener a alguien que pronunciara con tanta devoción esa frase para mí. Yo también quisiera tener a alguien que me ame de esa forma.
Decido entrar a la habitación en cuanto el frío comienza a incomodarme, y cerrando la ventana, soy capaz de escuchar aún muy débilmente cómo los sollozos de esa mujer se convierten en un llanto desgarrador.
La vida es difícil para todos en un final, solo que quizás la diferencia radique en que algunos sufrimos más que otros, y eso no nos hace menos humanos, pero si seres más conscientes y sensibles. Nadie soporta el dolor de la misma manera. Entonces no somos aptos para juzgar las elecciones ajenas, para criticar sobre lo que decidieron hacer con su existencia, porque después de todo, ponerse en los zapatos de los demás no es sencillo y nunca sabremos con exactitud por cuánto pasó cada quien, y cuánto soportó para llegar al punto en el que está, incluso si eso se refiere a los extremos.
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