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Capítulo 9.

—¿Adónde vas?—preguntó una voz demandante.

El azabache volteó y se encontró con una peli-púrpura que lo miraba inquisitivamente. Estaba cruzada de brazos, lo cual asemejaba que estaba ofendida.

—Voy a estudiar, tengo examen.

—No, no tienes—lo señaló con el índice—. ¿Qué me estás ocultando?

Su rostro reflejaba completa indiferencia, por lo que su amiga decidió no indagar más.

—¡Qué difícil eres, Yuu-san!

—Tú eres la que imagina cosas.

A pesar de que quería que sus amigos conocieran a Mikaela, a la vez no lo quería. Era completamente egoísta consigo mismo.

Temía que el karma le diera una mala jugada. Sentía que no podía arriesgarse, aunque también pensaba que lo merecía.

—Hace mucho no te veo, ni siquiera en el almuerzo. ¿Acaso te estás escondiendo? ¿O el pervertido de Yuu-san se lo saltea para hacer cosas indecentes?

Era una desventaja no estar en la misma clase que Shinoa, aunque le sorprendía que el novio de ella no le dijera que Yuuichirou estaba perfecto.

—No—rodó los ojos.

La enana se acercó a él y comenzó a darle palmadas en el estómago y en la espalda. Quiso tocar su frente, pero su altura no se lo permitía.

—¿Estás comiendo bien?

—Sí.

—Mi novio y yo te esperaremos en diez minutos en el comedor, sin excepción.

Siempre tan exigente, en verdad era una buena líder.

Su amigo bufó pero siguió su camino a la biblioteca. Escucharía las quejas de su amiga más tarde, probablemente por los audios que le mandaría.

Al llegar se sentó al frente de Mika, quien estaba con la cabeza metida en un libro. Esta escena ya se volvía parte de una rutina que no tenían idea de porqué la cumplían.

—¿Hoy qué tienes?—preguntó Mika. Sorprendentemente, ya podían hablar más fluidamente, incluso después de los momentos incómodos que pasaron.

—Dos horas de voleyball, tenemos que practicar mucho para llegar a las finales.

Comenzó a desenvolver su almuerzo. Mika casi nunca comía, por un tema de voluntad pero el azabache siempre lo obligaba. Al parecer Shinoa le había contagiado una parte de ella.

—¿Juegas para mantener tu físico o para llegar lejos?

Los esmeraldas se dirigieron a él, lo cual lo estremeció por unos segundos. A pesar de que sus miradas siempre eran suaves, no podía evitar sobresaltarse.

—En verdad me gustaría poder dedicarme a eso, aunque sea como profesor.

—Al menos tienes tu futuro planeado...

—¿Y tú? ¿No tienes anhelos?

El rostro del rubio pareció oscurecerse y su voz se apagó.

—¿No es obvio?—esbozó una sonrisa incómoda—. Quiero caminar.

Pero la reacción de Yuuichirou era una que nunca nadie le había brindado. Solo lo miraba incrédulo, como si hubiera escuchado algo de lo más absurdo.

—¿Pero no puedes recuperarte? Sé que debe ser difícil, pero lo vas a lograr.

—Estuve haciendo terapia física, pero con suerte sólo logro mantenerme de pie...no me gusta ser una carga.

—¡Sé más positivo!

—No puedo si me haces hablar de eso.

—Bien, entonces, —suspiró con pesadez—. ¿Qué lees?

No sabía que en realidad volvía al tema anterior.

—Se llama Maze Runner... la ciencia ficción nunca fue lo mío pero me atrapó la descripción.

Enarcó una ceja.

—¿La descripción?

—Sí, el principio el protagonista comienza a correr desesperadamente. Es por eso, su descripción me transporta a lo que sentía cuando era hábil—rió, incrédulo—. Estúpido ¿no?

—¿Si te digo algo no te ofendes?

—No creo...—respondió el rubio, desconcertado.

—Suena muy tierno.

—¿Tierno?

—Sí, tierno... ¡Soy gay, tendrás que acostumbrarte a ese tipo de vocabulario!

Mikaela rió. Le parecía irónico pasar tiempo con un homosexual. Juntos, probablemente representaban a uno de los pares más discriminados del mundo. Porque solían ser el centro de los índices, y sus nombres pasaban a los oídos de otros, causando cierta sorpresa y comentarios toscos.

A pesar de ser diferentes, aunque sus "defectos" sean distintos, era lo que de alguna manera los hacía sentir unidos.

Bueno, el azabache siempre había sentido cierta atracción hacia el de los ojos zafiros, pero ahora parecía ser casi mutua. Mantenían una relación amistosa casi bien correspondida.

Y Mikaela se alegraba, porque a pesar de que hace tiempo no podía entablar una conversación, ahora tenía un nuevo amigo con el cual ya podía hablar fluidamente.

Horn había dicho que Yuuichirou de alguna manera cambiaba su carácter; algo que no era para nada malo. Al contrario, era sumamente bueno, porque el de ojos esmeraldas parecía absorber toda esa aura depresiva que rodeaba al rubio.

Quizás por una vez, podría lograr que Mikaela mirara el mundo con otros ojos.

—¿Sabes? Hoy tengo mi primera clase de basket—contó Mika.

—¿En serio?

—Sí, ya sabes, basketball sobre ruedas, se ve interesante.

—Es probable que te lastimes continuamente—Yuu rió—. Tendrás que esforzarte en ser el más fuerte.

—Sí, pero es bueno. Fortalece los brazos, y también el abdómen, puedo mantenerme en forma a pesar de estar allí.

Un rojo arrebol invadió las mejillas del azabache, quien intentó ocultarse tras su almuerzo. Recordó con bochorno aquella noche en la casa de Mika, donde él fue digno de mirar su cuerpo. No podía sacar el recuerdo de su cabeza por más que lo persiguiera, aunque también quería conservarlo.

—¿Mmm? ¿Yuu-chan?

Y ese apodo le hacía peor, porque intensificaba el sonrojo.

—¡Me tengo que ir!

Repentinamente se levantó, cabizbajo, en un intento de ocultar el rubor. En realidad no era del todo mentira, ya habían pasado diez minutos y Shinoa lo esperaba.

Aunque también le preguntaría dónde estaba, en ese caso ¿qué respondería? Le diría que fue a cualquier lugar menos a la biblioteca, porque allí podrían encontrar a Mika.

Y temía lo que pudiera pasar si lo conocían, sentía que se lo robarían, aunque no eran nada. Sólo una simple amistad, no muy profunda, que poco a poco mejoraba.

Y sólo la única persona que sabía de la existencia de Mikaela, era Akane. Y él confiaba plenamente en su hermana, tampoco le debía nada para no sentirse culpable.

Sí, era sumamente egoísta; tratando de tener a cada persona en sus manos pero era algo que no podía evitar.

Salió por la puerta de la biblioteca, saludando al rubio con una mano y se tropezó con Akane.

—¡Yuu-nii! Debes dejar de ser tan torpe cuando corre—sregañó mientras intentaba equilibrarlo—. ¿Por qué estás tan apurado?

—Voy con mis amigos... ah, por cierto ¿aún conservas los juegos del campamento?

La castaña enarcó una ceja, ¿a qué se debía esa pregunta tan repentina?

—Creo que sí, deben estar en mi habitación...

—¡Perfecto! Gracias.

La abrazó rápidamente para después salir corriendo por los pasillos. Creyó que conservar algo tan viejo no le serviría de ayuda, mucho menos que podía causarle alegría a alguien.

Qué suerte que estaba equivocado.

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♢Les quería agradecer de corazón a todxs lxs que votaron algunas de mis historias en el concurso Mejor Fanfic ♡♡ Significa muchísimo, no sé cómo podría agradecerles por todo su apoyo <3 En serio, mil gracias ♧

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