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Capítulo 8.

Yuuichirou se removió en la cama al percatarse de los rayos de sol chocando contra su piel.

Se incorporó. Al abrir los ojos, pudo percatarse de que no estaba en su cama improvisada, sino en la cama de Mika. Y también que el rubio ni siquiera estaba en la habitación.

Volvió a acostarse y abrazó la almohada. El aroma del rubio estaba impregnado en cada esquina de aquella habitación.

—Así que ésta es la fragancia de Mika...

Bostezó para después ponerse de pie. Agarró el celular y suspiró aliviado al no ver ningún mensaje de sus padres; Akane les habría informado sobre todo.

Salió de la habitación, de manera que dio con la sala de estar. Allí, las chicas estaban viendo televisión y rieron a carcajadas al ver a Yuu.

—¿Qué sucede?—enarcó una ceja pero luego captó—. ¡Agh! ¡No es cierto!

Se dirigió hacia al baño de la casa. Una vez en el espejo, pudo ver cómo tenía dibujado un bigote y un pene en la sien.

Sí, esas chicas por más inocentes que parecían habían dibujado un pene en su rostro.

Luego recordó que su hermana también formó parte de aquello. Y conociéndola, siempre dejaba mensajes subliminales en todo lo que hacía.

Comenzó a rebuscar por todo su cuerpo algún dibujo o escritura, hasta que dio con unas palabras en su abdomen.

Parece que Mikaela no es el único que necesita silla de ruedas. ¿No, Yuuni?
(~˘▾˘)~

El azabache solo se preocupó por borrar eso primero. Su hermana siempre se burlaba por su papel en las relaciones.

Una vez que tenía el rostro libre de atrocidades, salió del baño y se dirigió a la cocina. Su estómago rugía y esperaba que haya algo de comida para él.

Al entrar al comedor se encontró con Mika, desayunando junto a sus padres.

—¡Buenos días, Yuu-kun!—saludó Ferid—. ¿Qué quieres para desayunar? ¿Té, chocolatada, capuccino, yogur..?

—Buenos días... un yogur estaría bien, si no es mucha molestia.

El peli-plateado asintió y se puso de pie.

—¿Dormiste bien?—preguntó Crowley.

—Sí... pero, ¿cómo llegué a la cama de Mika?

El rubio rió y decidió responder a su pregunta.

—Me desperté antes, junto a mis hermanas y ellas querían que durmieras más cómodo. Así que, ellas te levantaron.

Jamás confesaría que al principio sus hermanas agarraron el cuerpo de Yuu y se lo colocaron encima hasta que despertó. Por suerte, parecía que el azabache no se había percatado de aquello.

Odiaba que sus hermanas sean tan fuertes, pero esa fuerza la adquirieron desde el accidente de Mikaela. De alguna forma, era su culpa.

El pelinegro se sentó para por fin disfrutar de su desayuno.

Y se maldijo al ver que me el rubio ya estaba vestido, ¿había sido su culpa? En verdad esperaba poder vestir a Mika una vez más, antes de irse. Ese tipo de oportunidades no la conseguiría todos los días.

El timbre sonó, lo cual sobresaltó a todos los presentes.

—¿Huh? ¿Esperabas a alguien, Ferid?

—No, no ¿por qué?

Crowley, quien aún tenía la bata dde dormir puesta, caminó hacia la puerta principal. Mikaela decidió seguirlo, hace días había pedido un libro por internet y debían traerlo.

Abrió la puerta y se encontró con una pareja hetero.

—Disculpen, ¿usted es el señor Eusford?—preguntó una castaña. Se trataba nada más y nada menos que Sayuri.

—Sí, ustedes son la familia de Yuu-kun ¿no?—ellos asintieron—.  YUU-KUN, TU FAMILIA ESTÁ AQUÍ—gritó.

Crowley no gritó solamente para que Yuuichirou lo escuchara, sino porque también quería que su marido escuchara aquello. No sabían cómo sería la familia de ese chico, y si eran homofóbicos preferían no descubirirlo en ese momento.

El azabache al escuchar esas palabras se atragantó. Él dijo "tu familia", por lo que Guren también habría ido a buscarlo. Al menos eso significaba que estaba bien, pero no lo tranquilizaba.

¿Por qué no fue solamente su madre? Si era así podría estar más tranquilo,  no tenía idea cómo reaccionaría su padre si se enteraba.

Yuu se levantó para ir a la habitación a vestirse. Se percató de que Ferid aún seguía en la cocina, sin inmutarse, y pudo comprender la situación. Sabía que quizás en un futuro pasaría por lo mismo y eso le aterraba.

En su camino a la habitación del rubio, pudo oír los comentarios de su madre pero decidió que preguntaría más tarde.

Sayuri al ver quien estaba detrás de Crowley, su corazón se conmovió. No conocía a ese chico, pero al parecer tenía la misma edad de Yuu. ¿En verdad había criado tan bien a su hijo para que no le importara tener un amigo discapacitado? Era más bondadoso de lo que pensaba...

—¡Disculpe causarle tantas molestias!—la mujer se inclinó levemente—. En serio no sé cómo agradecerles por cuidar de nuestros hijos.

—¡No es nada!—el pelirrojo alzó las manos, como si tratara de justificarse—. De hecho, sus hijos se comportan muy bien, no fue ninguna molestia.

—En serio, muchas gracias—ahora era Guren quien hablaba—. Algún día podríamos invitarlos a cenar para pagar nuestra deuda.

—No es necesario...—volteó a ver si su marido estaba alrededor, pero no había señales de él—. Yuu-kun estaba vistiéndose, ya vendrá.

Akane despidió a sus amigas y fue hacia la puerta. Su hermano en verdad se tomaba su tiempo.

Con algo de timidez, despidió a Mikaela quien se percató de los sonrojos de la castaña. Decidió ignorarlo, aunque eso despertó su conducta fría.

El de ojos esmeraldas salió con rapidez de la habitación. Saludó desde Ferid hasta las hermanas del rubio, con cierto apuro. Una vez en la puerta, se despidió a Crowley y Mika, quien se sobresaltó al establecer contacto físico.

Yuu siempre lo tomaba desprevenido, era sigiloso y luego atacaba, al igual que un animal salvaje. Y a decir verdad, esa comparación le aterraba.

Una vez que la familia estuvo reunido, se disculpó por tercera vez y subió al auto.

—¿Estuvieron bien?

—¡Sí! ¡Cocinaron curry!—exclamó Yuu con su típica emoción.

—¿Eh? ¿Oíste, Guren? Tu hijo nos reemplazará.

—Por mí que se vaya.

Su padre siempre tan frío.

—¿Y a ti cómo te fue, Akane?—ahora Guren se interesaba en la menor.

Ella solo infló sus mejillas.

—Bien pero ¿cuándo me van a crecer más los pechos? El pijama de Chess me quedaba enorme y...

Siempre era tan sincera.

—Aún estás en etapa de desarrollo—la tranquilizó Sayuri—. Además tienes pechos normales, no tendrías porqué preocuparte.

—¡Pero yo quiero como los tuyos, mamá!

Su hermano se golpeó mentalmente. ¿Por qué las mujeres siempre se preocupaban por lo mismo? Ya era suficiente con escuchar a Shinoa todos los días.

Bueno, jamás comprendería porque no era hetero. Pero los hombres casi ni se quejan por su físico, al contrario, la mayoría se cree perfecto al verse al espejo.

Su padre aparcó el auto frente al banco y a los hijos no les fue necesario preguntar. Siempre solían sacar el dinero poco a poco, ya que creían que allí estaría más seguro.

—Dime, Yuu-nii—habló Akane una vez que estaban solos—. ¿Te gusta Mika?

Las mejillas del pelinegro se tiñeron de un fuerte carmesí, por lo que se limitó a mirar por la ventana para que su hermana no lo viera.

—No sé...es lindo—suspiró—. Ni siquiera sé su sexualidad, no habla mucho de él...

—Pero si tuvieras la oportunidad de salir con él, lo harías, ¿verdad?

Titubeó unos segundos antes de responder. Qué más daba ser sincero, al fin y al cabo todos sabían que su comportamiento era sospechoso.

—Supongo que sí—los esmeraldas se concentraron en ella—. ¿Y tú? ¿Lo harías?

Ahora era su hermana la que estaba roja, pero no podía ocultarlo.

—¡No, no! Tú lo viste primero, Yuu-nii.

—Entonces... ¿te parece guapo?

—Claro que sí, me sorprende que pocas lo conozcan.

Su hermano esbozó una sonrisa y la abrazó por los hombros.

—Tienes buen gusto.

Y esa era la ventaja de tener un hermano homosexual; compartir gustos. Claro, se refería a la gente popular que nunca se fijaría en ellos, pero si hablaban de una persona que los rodeaba, lo tomaban en serio.
Robarse el territorio de otro era imperdonable, y Akane siempre sería presa de aquella promesa,  por más que en un futuro causara roturas en un órgano vital.

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