Capítulo once
Ya era prácticamente hora de marcharse para la fiesta y Dante y Nathan aún no estaban listos. Luego de mucha insistencia, el mayor consiguió que Dante aceptara asistir. Se encargó de comprar los disfraces. Él iría vestido como un clásico vampiro y al rubio le había comprado un disfraz de gatito muy tierno.
—¿En serio me has comprado un disfraz de Chat Noir? —dijo el rubio señalando la etiqueta que identificaba el paquete como parte de la colección «Miraculous Ladybug».
—¿Eh? ¿Qué es eso? Yo solo lo escogí porque tenía un chico bonito dibujado y se me pareció a ti.
—¡No me voy a poner esto! Es demasiado ajustado.
—¡Comienza a vestirte, Montgomery! Nos estamos tardando mucho y Glorianna pasará por nosotros dentro de media hora.
Dante resopló, pero no le quedó más remedio que obedecer. Se dirigió hasta el baño y se cambió.
Alrededor de diez minutos más tarde, el rubio salió con el atuendo puesto. Consistía de un traje de cuero negro bastante ajustado, guantes y orejas negras. Terminaba con un cinturón que servía de cola y un cascabel que iba alrededor del cuello. También incluía una peluca rubia, pero Dante consideró que no le hacía falta.
Nathan quedó impresionado con su rubio. Se veía increíblemente adorable en aquel atuendo que, ciertamente, era muy provocativo. El cuerpo del menor se adivinaba a través de la tela elástica y el de ojos verdes solo podía pensar en cuánto amaba cada una de sus líneas. Repasó a su novio desde arriba, desde la hermosa cabellera despeinada que traía. Siguió paseando su mirada por su cuello y torso hasta llegar a las caderas del menor. Su vista solo lograba desconcentrarlo y, aunque no quisiese aceptarlo, le estaban comenzando a entrar deseos de él. Deseos de amar aun más fuertemente a Dante.
—¿Y bien? —interrumpió el rubio las fantasías de Nathan con su voz tímida.
El de ojos verdes aterrizó en el planeta Tierra y miró a Dante durante el tiempo que tardó en reaccionar.
—Vale, sí. Está demasiado ajustado.
—¡Te lo dije! ¡Y ahora ya no tenemos tiempo!
—No voy a dejar que salgas así a exhibirte. Ponte un pantalón negro sobre eso —decía Nathan a la vez que alguien tocaba la puerta—. ¡Corre, avanza!
Por mucho que el atuendo del rubio le parecía increíblemente interesante y atractivo a Nathan, velaba por él. No era la ocasión para usarlo así. Quería evitar todo tipo de miradas que hicieran sentir incómodo al menor, sabía que eso sería terrible para él. Además de eso, nadie quería conocer a un Nathan celoso, ¿cierto?
Ya en el lujoso auto de Glorianna, Dante y Nathan se agarraban de la mano en el asiento trasero. El menor miraba distraído por la ventana mientras la mirada esmeraldina de Nathan le acariciaba el rostro. La felicidad de uno pasó al otro, como si entre sus manos existiera un cable de conexión mágica. Empezaron a sonreír tontamente y compartieron algún que otro beso. Pronto Dante estaba recostado sobre el pecho de Nathan y este pasaba los dedos por su cabello.
—Te quedan bonitos esos lentes de contacto.
—Prefiero mis gafas, la verdad —dijo el menor con un bostezo.
Glorianna, que hasta ahora había permanecido callada, no pudo contenerse. Había contemplado toda la escena a través del espejo retrovisor y no podía dejar de repetirse que eran sumamente adorables. Aquella chispa tan pura evocaba en ella sus mejores recuerdos, los momentos hermosos de su juventud. Se sentía, en cierto modo, más joven cada vez que los veía, cada vez que presenciaba el lazo tan estrecho que los unía.
—Son muy lindos juntos —comentó por fin—. Parecería que son tan perfectos que no tienen problemas. ¿Siempre ha sido así de fácil para ustedes? Quiero decir... son una pareja de chicos y eso... A veces no está muy bien visto y...
—Nos adaptamos rápido a esto. Yo verdaderamente quiero a Dante y creo estar seguro de que él también me quiere a mí. No faltan nunca las miradas típicas de desprecio o de asombro, pero uno aprende a no darle importancia. Hay demasiadas cosas bonitas en la vida como para estar prestándole atención a menudencias así —comentaba Nathan amigablemente.
—Con el amor, todo es más fácil —murmuró Dante con la mirada perdida, como si lo que acabase de decir no fuese más que un pensamiento que se había escapado desde lo más profundo de su corazón.
Esas palabras tan cálidas y frágiles hicieron que Glorianna comenzase a pensar aun más en su propia vida. Recordó los besos inocentes del verdadero amor, las primeras caricias de lo definitivo. Su vida había salido tal y como lo había planificado. Se había casado antes de los treinta con un hermoso vestido blanco y acentos rojos. Su hija había nacido dentro de la prosperidad del matrimonio joven y crecido siempre en un ambiente armonioso.
Entonces recordó cuando todo empezó a desmoronarse, cuando todas las cosas se hilaban unas con otras. Los problemas parecían enredarse como si un malvado gato jugase con la madeja que los contenía. Se vio obligada a hacer lo que creyó necesario, lo que pensó que sería mejor. Incluso cuando había pasado ya tanto tiempo, Glorianna seguía preguntándose si en realidad había hecho lo correcto.
—Y, ¿han pensado en casarse? Digo, ahora que ya es legal, supongo que al menos se lo habrán cuestionado.
Nathan pudo descubrir cómo el color se subía a las mejillas del rubio, dándoles un adorable tono rosado. Sintió su respiración un poco acelerada y sabía que el chico entre sus brazos comenzaba a ponerse nervioso.
—La verdad es que nunca lo hemos hablado seriamente. Me gusta creer que eso es uno de los temas que solo surge en algún momento, no se puede forzar —contestó Nathan.
—Cierto es. Estoy un poco nerviosa por lo de esta noche —confesó la pelirroja—. Espero que todo salga bien. ¿Se imaginan que no acepte? ¡Eso sería terrible!
A eso Nathan solo pudo esbozar una sonrisa de empatía. El pequeño Dante había cerrado los ojos y girado su cabeza solo para intentar organizar su mente. Tenía demasiados fantasmas dando vueltas por ahí y a Dante no le gustaba el desorden. Si iban a estar allí por mucho tiempo, que por lo menos obedecieran las reglas. Se aferró al brazo de Nathan para ayudarse a pensar con claridad.
Al llegar a la fiesta, ambos quedaron impresionados por la decoración. Todo un cementerio antecedía a la vieja cabaña a la orilla del lago donde se llevaría a cabo la celebración. En las puertas y ventanas podían distinguirse manchas de sangre, huellas rojizas y telarañas. Del techo colgaban murciélagos de cabeza, calabazas enormes iluminaban el sendero y, dentro de la casa, un mundo maravilloso se recreaba. Zombis, vampiros, hombres lobo, brujas y un sinfín de otras criaturas aterradoras interactuaban en la fiesta del terror.
Glorianna les mostró el lugar y también los presentó a diversos invitados. Una vez terminada su labor, les dejó libertad para disfrutar en la fiesta y se perdió entre los invitados. Nathan y Dante no se habían soltado de la mano. El primero estaba muy maravillado paseando sus ojos por toda la ambientación y el restante tenía miedo de perder de vista al otro.
De esta manera, Nathan arrastró con el rubio hasta su parte favorita: la mesa de la comida. Descubrieron que todos los entremeses eran muy terroríficos. Aquello debió haber costado una fortuna. Tenían diversas apariencias: dedos cortados, ojos flotando en jugo de frutas, bebidas que parecían brebajes... Era todo muy maravilloso. Allí también dieron con dos compañeros de trabajo de Nathan.
—¡Hey, chaval! ¿Qué tal? —decía uno, el más amistoso—. Menuda sorpresa verte por acá.
—Hola, Nathan —saludó el otro.
El de ojos verdes les dio un efusivo abrazo a ambos, como era costumbre en él, mientras Dante guardaba su distancia y sonreía. No quería meterse demasiado en las relaciones entre Nathan y sus nuevos amigos, pero eso al mayor no le importaba mucho.
—Él debe ser Dante, ¿cierto? —preguntó uno de ellos.
Nathan agarró a Dante por la mano y lo atrajo hasta sí. Los presentó formalmente. Ya les había hablado infinitas veces de él, así que no tuvo el menor reparo en tratarlo cariñosamente. A Dante tampoco le molesta, solo que, quizás, el mayor estaba siendo demasiado cariñoso sin darse cuenta. Le desordenada el cabello, pasaba sus dedos por sus mejillas y el rubio se veía obligado a cerrar los ojos para no perderlos. Intentó escapar, pero los brazos de Nathan lo aprisionaban.
Más tarde, cuando ya había escogido una mesa, se encontraron con otra conocida. Esta vez se trataba de la chica que había quedado perdidamente enamorada de Nathan desde la vez que este fue a buscar al rubio a su trabajo. Compartían la mesa, así que la chica solo hablaba y hablaba haciendo cada vez más preguntas acerca de Nathan. A ambos jóvenes aquello les causaba gracia y Dante no podía parar de reír cuando escuchaba las respuestas ingeniosas de su novio.
El interrogatorio de la compañera entusiasmada continuó hasta que se paseó por allí la chica que recibiría la proclamación, la hija de Glorianna. No se podía negar que compartía cierta similitud con su madre. No era pelirroja, pero sus facciones sí que parecían calcadas desde el rostro de la señora. Era una chica con un cuerpo bonito y, casualmente, iba vestida de La Novia Cadáver.
—Está hermosa, ¿cierto?
—Yo diría más bien que está espantosa —dijo Nathan con cara divertida—. ¿Lo pillan? Espantosa, Halloween... ¿No?
Tanto la chica como Dante rieron.
—Y, ¿de dónde conocen a Mel?
—¿A ella? Aún no la conocemos —reveló Dante—. Conocemos a su madre.
—Oh, a Glorianna. Es una mujer muy simpática.
Dante sonrió ante la afirmación. Pronto la conversación volvió a desviarse y el rubio perdió interés. Su atención recaía entonces en los rostros de los invitados, en el agradable ambiente de la fiesta. En la mesa de al frente había un simpático bebé vestido de payaso y su madre estaba embarazada de otro. Al fondo se reunía el grupo de los jóvenes que fueron a bailar y detrás de ellos estaba la barra. Después de todo, asistir a la fiesta no estaba tan mal como él pensó que sería. Se encontraba bastante alegre.
Al menos lo estuvo por unos minutos más, hasta que le pareció vislumbrar entre las luces de colores la silueta de un conocido. Paso firme, andar decidido, espalda recta y cabello alborotado. Hizo todo lo posible por no relacionarlo con Equis, pero su corazón no lo escuchó. Pronto comenzó a sentirse intimidado, incómodo, y se acercó más a Nathan. Este solo lo rodeó con un brazo mientras continuaba conversando. La cabeza de Dante comenzó a divagar alrededor del nombre de Equis y lo que este le provocaba.
Más tarde, durante el transcurso de la noche, el mayor sintió la furia del hambre. Se ofreció a buscar los platos de Dante y su amiga para luego traer el suyo. El rubio vio con impotencia cómo su novio se levantaba y se dirigía hasta el otro extremo del local. Durante el camino se topó con sus amigos y paró para dialogar con ellos. En poco tiempo, ya era imposible detectarlo entre tanta gente bailando.
Dante verdaderamente no quería quedarse solo en esa fiesta. Y quizás no estaría tan preocupado de no haber visto la figura de Equis por ahí. No estaba seguro, pero eso lo complicaba todo. Aquel chico nunca le inspiró confianza. Estaba convencido de que era un poco dramático y de que seguramente no pasaría nada, a lo mejor ni siquiera era él, pero no podía evitar sentirse intranquilo.
—Tienes un novio verdaderamente encantador —expuso su amiga, trayéndole devuelta a la realidad.
—¿Ah? —contestó aturdido— Oh, sí.
—Debes estar muy contento de tenerle.
—Por supuesto.
En eso, Glorianna apareció con la mirada acusadora, como si buscase a alguien. Cuando notó a Dante, se dirigió hacia él sin esperar más.
—Oh, señor Montgomery. ¿Será que puede ayudarme con algo?
El rubio se mostró receloso, pero las miradas de ambas féminas sobre él le obligaron a ceder. Siguió a la pelirroja atravesando el mar de gente. Durante el camino, intentaba ignorar el escándalo de la fiesta y escuchar lo que decía.
—Necesito que me ayudes a cargar unas cajas. Debemos pasarlas por la puerta de la cocina para que Melanie no se entere.
Al llegar hasta donde había varios autos reunidos, Dante recogió unas tres cajas y fue poco a poco caminando hasta donde le habían indicado. No dejaba de pensar en que Nathan podría ayudarle y así no tendría que dar más de un viaje, pero al buscarlo con la mirada no fue capaz de encontrarlo. Cuando hubo ya completado su tarea, el rubio ni siquiera pensó en buscar a Glorianna para avisarle. Se dirigió directamente a su mesa donde esperaba hallar al mayor.
En efecto, Nathan se encontraba allí conversando con la compañera de Dante y otras dos chicas que estaban demasiado cerca de él. El rubio llegó a la mesa en un abrir y cerrar de ojos y apartó a las chicas. De tan solo respirar cerca, pudo reconocer el alcohol en el aliento de Nathan.
—¿Qué has bebido?
No obtuvo respuesta más allá de una sonrisa y un beso en la frente.
—Nathan, ¿qué has bebido?
—¿Yo? Nada, nada —respondió con un tono inestable en su voz—. Adelante, come un poco, gatito albino.
—Nathan Fox, te he preguntado algo. Contéstame.
—Solo una cerveza. No te pongas así —contestó Nathan—. Come, come. Debes estar hambriento.
El de ojos verdes acercó con sus manos temblorosas el plato hasta donde estaba Dante. El rubio resopló y se lamentó haber aceptado asistir a la fiesta. Empujó el plato de mala gana y miró furioso a su novio. No le gustaba que se pusiera así en frente de personas desconocidas.
—Bueno, si no vas a comer, yo tengo que ir al baño —anunció Nathan—. Con permiso.
—Yo también iré.
—El baño es solo para una persona, gatito albino.
—No importa, te esperaré fuera.
Así lo hizo. Acompañó a Nathan hasta una puerta de madera que estaba cerca del bar. Cuando estuvo allí dejó de pensar que era buena idea lo que acababa de hacer. Quiso entrar al baño con Nathan. ¿Qué más daba? Eran novios, podía hacerlo. Para cuando lo pensó, ya el mayor se había encerrado. Esperó durante algunos minutos. Comenzó a desesperarse.
Se acercó un poco más a la puerta cuando escuchó a Nathan vomitar. ¿En qué momento se había puesto tan borracho? Le preguntó si estaba bien y el mayor le dijo que sí y le pidió solo un momento más. Fue entonces cuando comenzó lo desagradable.
Primero, uno de los señores que parecían estar pegados a la silla en la barra, estiró su brazo y agarró por la cola del atuendo a Dante.
—Oh vaya, me pareció ver un lindo gatito.
El rubio se ruborizó y de inmediato se puso furioso. Intentó soltarse, pero solo conseguía que el cinturón le apretase todavía más. Irremediablemente, tuvo que acercarse al señor. Este pasó una de sus manos por la cara del menor. El rubio apartó la cara.
—Veo que eres un poco tímido —continuó el señor—. Esos son los mejores. ¿No crees, Mike?
El mencionado le echó un gran vistazo a Dante. Lo analizó de pies a cabeza.
—Sí, son los mejores —afirmó mordiéndose los labios.
—Suélteme, por favor.
—¡Pero qué tierno! —dijo el señor.
—Veamos cómo ronronea este gatito —sugirió Mike, ronzándose su entrepierna con la mano en la que sostenía un cigarrillo encendido—. Ponte de rodillas, mariquita.
El de ojos azules se negó. Pensó que lo mejor era gritar el nombre de Nathan para que viniera a su rescate. Se dispuso a llamarlo lo más fuerte que podía hasta que fue interceptado por un golpe en el estómago que le dejó sin aire. Le siguió una patada barredora y el impacto contundente de sus rodillas contra el suelo.
—He dicho que te pusieras de rodillas.
El señor que lo había agarrado por la cola se colocó la gorra que estaba en el mostrador y agarró a Dante por su abundante cabellera, echando su cabeza hacia atrás.
—Mira esa carita, Mike. Esa boca se ve apetecible, ¿verdad?
—Tú quédate con la boca si quieres, yo encontré algo por aquí que me gusta más.
Inmediatamente, el rubio comenzó a sentir como las pesadas manos del hombre bajaban por su espalda, toqueteando descaradamente lo que no debían. Quiso escaparse, quiso encontrar la fuerza para salir huyendo de allí, pero el golpe lo había dejado prácticamente inmóvil. El acoso continuó por algunos minutos más. Entre golpes y manoseos, las lágrimas del joven habían empapado por completo su rostro. Nathan parecería que no iba a salir nunca de aquel maldito baño y la gente en la fiesta ni siquiera les prestaba atención.
—¿Cómo te llamas, preciosa? —preguntó el señor de la gorra, paseando sus dedos por los labios de Dante.
—M-muérete.
—¿Muérete? Ese nombre no me gusta —comentó Mike—. ¿Qué te parece, um... Perrita? Ese te cae más.
Un golpe preciso que sonó bastante doloroso derribó al hombre. Dante solo lo vio caer estrepitosamente al suelo. Sangre salía de su boca.
—¿Qué mierda hacen ustedes dos, asquerosos?
La voz sorprendió a Dante. Esperaba escuchar el timbre de Nathan, pero estaba seguro de que no era él. Giró su cabeza como pudo para ver de quién se trataba. Descubrió que a quien había visto hace un rato, efectivamente, era Equis.
Le extendió la mano al menor y le ayudó a ponerse de pie.
—¿Estás bien? Ve a sentarte.
—N-Nathan... Él está en el baño...
—No te preocupes por eso. Yo me encargo.
Dante no quiso permanecer mucho más tiempo allí. Cuando vio que Equis tomaba a ambos por la camiseta y los estampaba contra la barra misma, se retiró a toda prisa hacia su mesa. Todas las chicas se habían marchado, así que estuvo solo por unos momentos. Intentó tranquilizarse. Realmente, su paz duró muy poco.
—¡Dante, Dante! ¡Ven aquí! —llamaba Glorianna desde la puerta principal—. ¡Rápido, por favor!
Dante se acercó con desánimo hasta donde se encontraba la pelirroja. Estaba cansado, asustado, incómodo y verdaderamente quería marcharse a casa.
—Dante, necesito un enorme favor tuyo. Ya va a ser el momento de la proposición y necesito que vayas corriendo a buscar el anillo. Está en mi auto, en la guantera.
La mirada y la voz de la pelirroja de pronto le parecieron extrañas. Quizás era porque estaba aturdido, pero había algo en ellas que no reconocía. Recibió las llaves de Glorianna y tuvo que dirigirse a toda prisa hacia su automóvil.
Una vez dentro del vehículo, buscó exactamente donde se le había indicado, mas no halló nada. Justo al momento de alzar la cabeza para buscar a Glorianna con la mirada, unas manos desconocidas le agarraron por la garganta. Sintió un trapo en la cara que le adormeció de inmediato.
Una mordaza en la boca.
El sonido del motor arrancando.
Eso es lo último que recuerda de esa noche.
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¡Hola! Espero que les haya gustado este capítulo especial de Haloween ^^
Muchas sorpresas acontecieron en él. ¿Qué pasa con Nathan? ¿Quizás Equis no es tan malvado como parecía? ¿Por qué Glorianna había insistido tanto para que fueran a esa fiesta?
Y lo más importante, ¿qué ha sucedido con Dante?
Nos vemos pronto con el próximo capítulo ^^
Muchas gracias a todos <3
¡Un abrazo!
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