XXX
Una persona común y corriente, con una buena relación paterna y un buen contacto con su familia materna, no se hubiera extrañado de ver a las dos figuras con mayor poder en su vida esperándola en las puertas del colegio. En catorce de febrero, el día que se suponía que era únicamente para ella y su novio, William, no Scott. Una joven de su edad no brincaría de emoción ni correría a su encuentro, tampoco saldría corriendo. Se acercaría con naturalidad, diría" hola" y vería qué hacen esas dos personas paradas en la entrada de su escuela, lo más probable sería que fueran a tener una comida. El problema residía en que la relación padre hija era casi nula, por no decir que nunca fue buena, y la relación abuela nieta, aunque no estaba tan dañada, no era frecuentada como debía.
Intercambió una mirada curiosa con William. El semblante del muchacho se mantenía tranquilo, nada delataba en su apariencia algún tipo de nervios o temor. Will le dio una palmadita en la espalda, animándola, demostrándole que seguía allí para ella. ¿A dónde iría de todas formas? En la lucha por ser reconocidos como una pareja oficial, tenía que mostrar el mayor interés y amor hacia la más grande de las hijas de Bernard Lennox. Igual, Daisy lo mantenía en la mira, comprobando que fuera el indicado para Charlotte, al menos por el momento.
Bernard Lennox lo estudió con detenimiento, si sintió la mirada penetrante del hombre, nunca lo mostró. Un baño de seguridad lo cubría por completo. Charlotte se empapó de él, era demasiado contagioso, por no decir necesario. Dio un par de pasos, siempre enganchada al brazo de William, hacia los adultos. Saludó a su abuela, presentó a Will como su "único y verdadero novio", exactamente con esas palabras. Si el padre torció la boca, la sonrisa de su abuela opacó el gesto, pues se mostró muy animada, a pesar de ya saberlo por noticias que le llegaban a raudales. Que decir, ella había visto el numerito montado en Noche Vieja.
—Iremos a comer a Eiffel —dijo Bernard, intentando no sonar muy brusco—. Todos.
Charlotte estaba lista para ser enterrada bajo tierra, dentro de un ataúd y sin nada que avisara a la gente que seguía bien viva. Su abuela le dijo con una sonrisa que todo estaba bien, William no parecía verse afectado. Al contrario, las miradas que intercambiaba con Daisy eran de complicidad. Si tan solo Charlotte supiera lo que pasaba en la mente de ambos... se ahorraría dolores de cabeza. ¡No sabía el plan que traían entre manos! William le había dicho en una ocasión que su abuela iría a hablar con ella... ¿a esto se refería?
Apreciaba mucho los intentos de ayudar por parte de su abuela, pero si no sabía qué tanto conocimiento poseía en lo relacionado a las empresas, su padre y demás, Charlotte no sabría cómo reaccionar o qué decir cuando le pidieran sus opiniones o las palabras que diría cuando hubiera que defenderse por cualquiera de los dos bandos. Aun así no puso "peros" a las palabras de su padre. Un poco de suerte necesitaría. Deseaba que ese fuera el día en que todo terminaría.
Un poco de suerte.
Si no estaba de su lado... suspiró pesadamente, no quería seguir con la insistencia. Dejaría que las cosas se desarrollaran y poco a poco vería qué hacer, se decía intentando creerse sus palabras. En el fondo, dudaba de poder cumplirlas. ¿Por qué? Su autocontrol era limitado, nada le aseguraba no enredarse en una discusión cuando le tocaran el tema del compromiso. Ella defendería su relación con William diciendo que lo que ella quería era a él, no al chico Scott con quien la estaban obligando a casarse... en un futuro.
—¿A nombre de quién está la reservación? —preguntó una señorita, vestida de negro.
—William Gallagher.
Casi a la velocidad del rayo, Charlotte giró la cabeza. Pestañó un par de veces, perpleja. Algo se le estaba escapando de las manos. Las cosas no se estaban desarrollando como esperaba, esto era, que su padre fuera quién reservó la mesa, incluso su abuela hubiera sido aceptable, pero su novio... ¿en qué estaba metido William? Recordaba a William diciéndole que tuvo una plática con Robert, el padre de él. Sin embargo, no entró en detalles. Ahora se encontraban con Daisy y Bernard. La hora no tardaría en llegar, se tocaría el tema tarde o temprano. Eso esperaba Will, ese era el plan de Daisy.
—¿Has decidido la carrera que deseas estudiar? —preguntó de improviso la abuela, sin alzar la vista del menú recién llegado.
Charlotte se sorprendió por la pregunta, lanzó una mirada a su padre. No daba señal de estar prestando atención, pero sabía que era todo oídos.
—Me gustaría estudiar derecho —se atrevió a decir. Su padre levantó una ceja, Charlotte esperó algún comentario de su parte, pero algo le decía que lo estaba dejando correr.
Igualmente, recordaba que si se casaba con Scott podría elegir la carrera que deseara. Sobre sus muslos, cerró los puños con fuerza.
—Pero no creo que mi padre me deje... siempre se ha opuesto a que estudie algo que no sea medicina —agregó, probando suerte con sus palabras. Evitó hacer contacto visual con su padre, se volteó hacia Will y le regaló una pequeña sonrisa. Nuevamente puso su mirada en Daisy—. Mis primas... ¿qué estudian?
—Solie literatura y La Pequeña dejó psicología, se está tomando un año de descanso, entró a clases de italiano —dijo con la voz de una abuelita que lamenta mucho el rumbo que está tomando alguien cercano.
—Podría hacer eso —pensó, pero desechó la idea casi al mismo tiempo—. ¿Italiano? Tu hermana sabe italiano, ¿no?
—Alisson es una bomba con los idiomas —comentó William, deslizó su mano izquierda sobre la mano derecha de Charlotte, su piel rozó con la tela de la falda del uniforme. El puño fue cediendo hasta permitir que Will entrelazara sus dedos con los propios.
—Oliver domina muy bien el idioma, y unos cuatro más —habló por fin Bernard, la mirada puesta en la copa de vino que tenía en la mano.
El silencio incomodo se instaló prometiendo durar un poco más de lo pensado. Lottie pudo jurar que su abuela y su novio se hablaban telepáticamente por la mirada que se dedicaban, algo estaban tramando. Sobre todo la abuela. Se acomodó en su silla, se plantó y puso sus manos una encima de la otra sobre la mesa. Se aclaró la garganta antes de hablar nuevamente, usando su tono frio y dirigiéndole unos ojos de hielo. Bernard sabia por experiencia que lo siguiente era importante, ameritaba su total atención y medir sus palabras. Cualquier cosa que dijera podría ser usada en su contra.
—Siempre adulando a los Scott más de lo que deberías.
—No los adulaba, comentaba, Daisy, comentaba —se defendió—. Sé el motivo de la reunión, no lo retrasen más. ¿Creen que no sospecharía algo?
—Dado que lo pones de esa forma —Daisy soltó un largo suspiro—. Pones más fáciles las cosas. ¿En qué condiciones esta la empresa de los Scott?
Bernard la miró con desconfianza, dio un trago a su vino.
—Perfectamente bien, si me vas a decir algo que ya sé, ahórrate las palabras —Daisy abrió la boca para hablar—. Si, Daisy, están tan mal como nosotros.
—¿Entonces por qué haces el contrato? No habrá dinero... —intervino Charlotte. William se limitaba a tomar apuntes mentalmente.
—Con el proyecto se ganará suficiente dinero para pagar los gastos y todas las deudas.
—Están en la banca rota y te arriesgas —rezongó Charlotte—. ¿No pudiste haber hecho negocios con otro hombre? Uno que no pidiera mi mano, es un machista el chico, ¿sabías?
—La decisión ya está tomada, lo siento mucho chicos —por un instante casi se creyeron lo que había dicho. Un segundo necesitó la chica para sentirse burlada.
—No pienso casarme con él, quiero mi propia vida, decidir por mi propia cuenta, estudiar lo que quiero, ¿es mucho pedir?
—Charlotte...
—No pienso hacer lo que me dices —sentenció Charlotte, ignorando a William, quien le rogaba que se calmara. ¿Cómo calmarse si estaban hablando del tema como si él no estuviera? ¿Acaso no le dolía tanto como a ella?
Bernard la levantó de su silla, la condujo hasta la terraza del restaurante. Las personas que pasaban por la calle se interesaron en lo que estaba sucediendo, claramente el estado de ambos, Charlotte echando humo por todos lados y la cara de tres metros de Bernard, no ayudaban mucho, sino conseguían llamar toda la atención indeseada. El padre respiró profundamente un par de veces, hubiera se hubiera arrancado las entrañas de haber podido. Estaba consciente del daño que estaba haciendo, no lo suficiente en realidad. Con suerte y Charlotte lo perdonaría en unos cincuenta años, en ese momento tenía que sacrificarla para salvar al barco, salvarlos a ellos. Muy en su interior deseaba no tener que comportarse como el malo de la historia.
—Todo esta decidido, te casaras con Oliver Scott quieras o no y estudiaras lo que quieras.
—No me voy a casar con ese patán, es un machista y no lo amo —enfatizó las últimas palabras—. ¿Ves al chico de adentro? —señaló la ventana a sus espaldas—. Con ese si me casaría, no hoy, no mañana, pero si en unos años. ¿Has pensado poner los negocios separados de tu vida personal? Si propones un buen proyecto puede ser que te lo acepten personas que no son los Scott.
—Te lo pondré así, Charlotte —la joven se cruzó de brazos, lanzó un bufido—. No cooperes y te cancelaré las tarjetas, dejaré de pagar tus altas cuentas, tu departamento lo pondré a la venta y no pagaré tu universidad.
—¡No puedes hacerlo! —chilló furiosa. Se quería echar a llorar, jalarse los pelos uno por uno. Tenía que tratarse de un sueño, nadie le había dicho que tal cosa sucedería, no podía perder todo.
—Si puedo, está a mi nombre.
Ganas no le faltaron de darle una bofetada, sentarse a llorar y rogar por un cambio en su vida, las tres cosas al mismo tiempo. Una vez más la conciencia evitó que lo hiciera. Era su padre, no era ninguno de sus hermanos u Oliver. Estaba estrictamente prohibido hacer eso, solo conseguiría meterse en más problemas. Se comió todas sus emociones de rabia y dio la media vuelta, encaminándose a la mesa de regreso. Le fue fácil encontrar una excusa para salir de ahí, seguida de William. Daisy no se dejó engañar, la fina mascara que cubría a Charlotte era prácticamente transparente para ella. La conocía desde pequeña, sabía lo buena que era actuando y la facilidad que tenía para convencer a la gente, de igual forma, era muy emocional y cuando le tocabas una fibra sensible, lo único que podía hacer era escapar.
—No te preocupes, hijita. Fue un gusto verte. Y no te preocupes por tu padre, hablaré con él... me hubiera gustado que las cosas se desarrollaran de otra manera, ni siquiera pudimos empezar la plática que quería.
—Gracias, abuela.
—Hasta luego, señora —se despidió William antes de ir detrás de su novia.
En la esquina, aun a la vista de Bernard Lennox, William no pudo contener más las ganas y abrazó a Charlotte, sintiendo como se estremecía entre sus brazos. Sus piernas se convirtieron en gelatina y se soltó en llanto, aferrándose a la camisa del castaño. Nada bueno salía de comidas con su padre, pensó, dejando correr las lágrimas como un torrente. Prácticamente le había arruinado el día de San Valentín. Ahora tenía un sabor amargo en la boca, no quería nada que no fuera encerrarse en su cuarto. Si William quería ir sería bienvenido, aunque tendría que soportar a su novia de llorona.
—Tengo algo que quiero que veas —dijo William, sacándole las lágrimas de las mejillas. Charlotte asintió con un sonido nasal—. Linda, me duele verte así. Sonríe para mí, al menos. El día aún no está arruinado completamente.
—No escuchaste lo que me dijo...
—No lo escuché, tienes razón, pero me imagino qué fue. Nada bueno, ¿verdad?
—Nada.
—Vamos, conejita, no puedo dejar que mi novia este chillando todos los días.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro