Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

XXIX



Llevaban días planeando la fiesta más esperada del mes, sin contar la de San Valentín, que no se haría ese año por el número de parejas que pasarían la fecha a su manera. Felicia y Leonardo saldrían a cenar a Fantom's usando la cena gratis que había ganado el equipo de los chicos, nunca llegaron a ponerse de acuerdo respecto a la salida y decidieron cedérsela a Leonardo, quien ya tenía planeado llevar a su novia a cenar, sin saber a dónde exactamente. Y, aunque no hubieran compartido los planes malévolos que tenían para esa fecha, todos sabían que el pichoncito y la conejita pasarían una noche espectacular. Las chicas bromeaban entre ellas, ¿qué decían? Solo ellas lo sabían, se acercaban los chicos y se callaban.

Charlotte había descubierto, gracias a Pamela, que la casa de su padre estaría desocupada en esas fechas por un viaje de negocios de Bernard. Rosa, sus hijos y la misma Pamela pasarían esos días en el Caribe. Así que usando a sus hermanos de intermediarios, la fiesta por el cumpleaños de Kristina se realizaría en el último lugar que pensaron: la casa hasta unos años de Charlotte. Cabe decir que un par se opusieron, entre ellos Marcelino y William, ambos deseaban tener la menor cantidad de problemas después de los sucesos de la cena de Navidad, esa en la que Charlotte le regaló una hermosa cachetada a Oliver. Rogando un poco, se decidió que allí sería.

Se citó temprano, pero a distintas horas. A la seis de la tarde a los muchachos y media hora antes a las chicas.

—Disculpe, ordené un pedido de bocadillos y no han llegado —decía Charlotte al teléfono, bastante desesperada. Miró al reloj rogando que no llegaran puntuales los chicos—. Si... esos. No, eran para hoy —soltó un largo suspiro, vencida. Felicia le sonrió con nerviosismo—. Si, gracias, que lleguen rápido, por favor.

Colgó. Se dejó caer en una silla de la cocina.

—¿Qué dijeron? —preguntó una chica rubia, el cabello le caía por el pecho hasta la cintura. No iba con ellas a la escuela, sino la conocían de los clubes. Al igual que las tres, Helena Parker era asidua de esos lugares. Constantemente se le veía en las áreas VIP y rodeada de mucho movimiento.

—Los muy brutos, porque no hay otra palabra, tenían el pedido para mañana, no para hoy.

—¿Entonces...?

—Lo traerán... espero que llegue a tiempo.

—Tenemos botanas, dip y otras cosas para llenar los estómagos de los hombres —intervino Kristina, sin levantar la vista del pastel que decoraban ella y Felicia—. Además hay pastel...

—Y la casa está bastante dotada de comida para un batallón.

Charlotte rió ante el comentario de Felicia. Si, tenía razón, no debía de preocuparse. Algo no faltaba en esa casa y eso era la comida. La única adolescente de la casa era constantemente animada por su madrastra para invitar a sus amigas, hacer peliculadas un día sí y otro también. Otras veces era Rosa la que invitaba a sus amigas a cenar, toda la comida era cocinada en casa. Tenían un chef de primeras, casualmente tenía vacaciones los días que los señores Lennox no estaban. Lástima, sus creaciones eran pedazos de cielo.

Los minutos pasaron. Aprendieron muchas cosas. Primero que nada, los chicos no eran puntuales. Segundo, el número de baños era más que suficiente para que todas se cambiaran de ropa al mismo tiempo. Y tercero, nunca, por nada del mundo, debes de dejar un panque al alcance de un perro, por más lejos de él que hayas puesto la comida. El perrito siempre encontraría una manera para comerse lo que deseaba. Charlotte encontró la cocina con migas de pan de chocolate, el caniche miniatura de Paulina, de nombre Filomeno, miraba a Lottie con esos ojos que decían "no rompo un plato". Odiaba que la vieran con esa mirada, le era imposible castigarlo.

—Vamos, hermoso —lo levantó del suelo—. No has de comerte el pan de Feli.

El perrito bajó la cabeza, arrepentido.

—¡Lindurita! —exclamó Helena revolviéndole el pelo blanco—. Es un encanto, ¿a qué si? —decía haciendo muecas como si de un bebé se tratara, el pequeño animal ladró y dejó la lengua colgando.

—Es un principito —aceptó Charlotte, pasándole el animalito.

Filomento, vaya nombre para un perrito tan lindo, quería a Charlotte en la misma cantidad que Pete la odiaba. Quizá sería porque ella lo había alimentado por las noches desde su llegada a la casa, hasta haberse mudado. No se lo llevó por Pau... y porque no eran bien recibidos los perros en su edificio.

El timbre de la casa sonó, las chicas intercambiaron una mirada. ¿Quién de los chicos sería? ¿Leo? ¿Nicholas? ¿William? ¿Brad? ¿Algún otro? Como niñas pequeñas, se abalanzaron sobre la pantalla del interfón, desgraciadamente la pantalla parecía estar muerta dado que se mantenía en negro, aunque la prendieran y apagaran varias veces. A Kristina le dio un brinco el corazón, le aparecieron unas sombras rojas en las mejillas. Helena y Charlotte sonrieron en complicidad al darse cuenta. Uno de los invitados era del interés de Kristina, raro, casi un milagro. La animaron para dar la bienvenida a la persona, esperando que se tratara del "chico de Kristina" como lo nombraron en ese instante.

Minutos después apareció una masa de personas autoinvitadas, mezcladas con los chicos tan conocidos. Charlotte suspiró, se lo esperaba. Agradecía haber pedido suficiente comida para un batallón. Las personas se repartieron por el jardín, dispusieron de la música, los refrescos y las cervezas en las hieleras. Unos más se tiraron inmediatamente a la gran piscina. Las mismas chicas se separaron.

Al final, la única que quedó dentro de la casa fue Charlotte, convencida de que no llegaría a escuchar el timbre cuando llegara el encargo de bocadillos o quien era más importante, William.

Su celular vibró energéticamente. Curiosa, desbloqueó la pantalla y el mensaje de su chico apareció en pantalla.

Llegaré tarde.

Dos simples palabras. Una mecha se prendió dentro de Charlotte, ¿acaso no podía darle una explicación al menos? Se merecía algo más que dos palabras, doce letras. Molesta, respondió cortante. "OK." envió sin meditarlo. Inmediatamente llegó el hombre con los bocadillos.

—Disculpe las molestias —dijo el pobre repartidor, en su gafete se leía "Peter". Charlotte, dejándose llevar por los sentimientos en contra de William, le dedicó una mirada coquetona.

—No se preocupe, gracias.

A diferencia de otras fiestas, cuando estaba soltera, se aburrió como una niña en una fiesta de adultos. Intentó perderse bailando y olvidarse de su molestia tomando un poco de alcohol, claro que no le ayudó. Antes de empinarse una segunda botella, le fue arrebatada de la mano con la que sostenía el cristal. Alzó la vista, soltó un suspiro largo. Brad dibujaba círculos sobre la boca de la botella, el cabello rubio le goteaba y seguía chorreando, se notaba que apenas salió de la piscina fue a ver a su amiga.

—Vamos, dime que estoy intentando la salida fácil y que hago un número de algo tan sencillo.

—Tu misma lo has dicho —dijo Brad, se llevó la cerveza a los labios.

—¿No gustas acompañar a esta alma solitaria?

—Ay, Charlotte, no seas un circo. ¿Qué sucedió con William?

El rostro de la castaña se desfiguró en una mueca.

—Llegará tarde.

—Pero llegará.

—Tarde —repitió Charlotte, empeñada en tener la razón.

—Vale, tarde, pero llegará.

—Devuélveme mi botella.

—No.

—Brad.

—No.

Charlotte se cruzó de brazos.

—Maldito —murmuró desviando la mirada.

—Di lo que quieras, no pienso dártela —hizo una pausa—. Diviértete un poco, William llegará en un rato, ¿alguna vez no ha cumplido su palabra? —Charlotte negó con la cabeza—. Confía en él, no es que te esté engañando con otra —deseó no haberlo dicho al instante, el pecho de Charlotte se hinchó y sus manos se cerraron en puños, los nudillos quedaron blancos—. No lo haría, te ama.

Una de las sirvientas prendió las luces del jardín y la piscina cuando la noche cayó. Y William seguía sin aparecer, ya habían pasado dos horas desde su mensaje. ¿Qué tan tarde llegaría?, se preguntaba Charlotte en el borde de la piscina, movía las piernas dentro del agua. No estaba tan cálida como en verano, pero tampoco estaba tan fría como para morirse de frio. Estaba pasable, si estuviera de mejor humor estaría adentro.

La fiesta avanzaba ajena a Charlotte. La música estaba lo más alto posible, los vecinos no tardarían en llamar a la policía. El ambiente estaba animado, realmente se lo estaban pasando bien. La festejada siempre tuvo una sonrisa en los labios, pasaba mucho tiempo con un chico de gafas. Verlos tenía un efecto ligeramente tranquilizante para Lottie, un segundo se olvidaba de sus problemas. Ver a su amiga coqueteando con un chico era un milagro, el chico parecía estar en la misma situación que Kristina. Charlotte reconocía esa mirada enamorada donde fuera, si se viera en un espejo la encontraría en su rostro... todo el tiempo, a excepción de ese momento.

—¿William? —inquirió Charlotte tras contestar a la segunda vez que el chico llamaba.

—Querida, necesito tu presencia en la entrada —dijo Will, con un toque contagioso de alegría en su voz. Charlotte se miró las uñas desanimada—. ¿Charlotte?

—¿Eh? Si, voy... —murmuró sin muchas ganas.

Rodeó la casa, pasando a un costado de la cocina. Clare, una de las sirvientas, movió la mano en saludo. Charlotte le regresó el gesto esbozando una sonrisa lo más natural posible. Clare levantó el pulgar, la chica sospechó que ella sabía algo del plan de Will, ya que usualmente no se mostraba tan amigable. Se sintió culpable por haber estado molesta con él al verlo cargar un globo de helio amarrado a una caja envuelta en papel de regalo. Obligo a su mente a cambiar sus emociones de fastidio por la alegría que emanaba su corazón.

—Disculpa la tardanza, la costurera no había terminado a tiempo —le dio un beso en la mejilla. La miró de pies a cabeza, Charlotte se sintió desnuda, después de todo solo llevaba encima una blusa semitransparente y el bikini coral con puntos blancos. No hizo ningún comentario, se limitó a sonreír.

—¿La costurera? —inquirió, bajando la mirada a la caja—. ¿Te hiciste un traje?

—No, boba. Un vestido.

—¿Un vestido? —preguntó horrorizada—. No me digas que eres travesti.

—¿Traería una caja envuelta si hubiera sido para mí? —dijo burlón, señalándose con la mano libre. Charlotte se fijó en su camiseta suelta sin mangas , se dio cuenta que, al igual que ella, estaba listo para darse un baño en la piscina—. Vamos adentro. Quiero ver tu cara.

La reacción fue exactamente como William la esperaba. La de una niña pequeña abriendo regalos de Santa. Los ojos azules de Charlotte brillaron como focos, su boquita durazno se abrió sorprendida por el contenido. Antes de sacar la muñeca, le dio un beso en la mejilla con el cariño más profundo que le tenía. William no lo esperó e incluso se ruborizó, su novia no se dio cuenta, inmediatamente había centrado su atención a la muñeca. La sacó con cuidado cargándola de las axilas. Era de porcelana, delicada. Los ojos azul claro, como los de Charlotte. El cabello le caía por la espalda, rizándose en las puntas. El vestido rosa pastel era similar a uno que colgaba de la puerta del baño el día que jugaron Jenga, solo que con más detalles y encaje. Se parecía tanto a ella...

—Es hermosa, no tenías que... —dijo sin salir de su asombro—. Es perfecta. Gracias, Will.

—Un recuerdo por si algo sucede —la mirada de Charlotte se ensombreció.

—¿Si sucede qué exactamente?

—Algo.

—¿William?

—He hablado con mi padre, solo eso te puedo decir —se miraron con intensidad, Charlotte intentando descubrir las palabras que escondía.

Helena llegó corriendo a la sala, enrollada en una toalla para evitar mojar el suelo más de lo que ya lo había hecho. Insistió en que salieran a ver los fuegos artificiales que lanzaban Leonardo y Felicia, Lottie rodó los ojos, ese par siempre andaban jugando con explosivos cuando les era posible. No le extrañaba que tuvieran todo un arsenal repartido en bolsas.

El cielo se iluminaba por explosiones de colores, verdes, azules, morados, rojos... Will y Lottie cometieron el gran error de pararse cerca de la piscina. Fueron las primeras víctimas de Helena, quien, después de analizar a las personas a su alrededor, empezó su tan conocido trabajo para unir parejas. En el caso de este par en especial, romper aun más con el mal genio que casi no quedaba en Charlotte. En el caso de Kristina y el chico de lentes, para unirlos. En ambos casos solo necesitó dar un empujoncito.

Kristina tropezó, yendo a parar a los brazos del chico de lentes.

William y Charlotte... bueno, ellos no tuvieron tanta suerte de salir secos. Cayeron a la piscina en un golpe seco que dejó adoloridas sus pechos, sobre todo el de Charlotte. Salieron a la superficie riéndose, como Helena esperó, el mal genio de Charlotte había desaparecido por completo. Dejó que los brazos de William la encerraran y la atrajeran hacia él.

—¿Pensaste que no llegaría? —preguntó en un susurro, estaban tan cerca que sentían la respiración del otro.

—Bueno...

—¡Lo pensaste! —la acusó William haciéndose al ofendiste—. ¿Cuántas veces he de decirte que confíes en mí?

—Perdón —bajó la cabeza a su pecho.

—Sé que adoras mi six pack, pero me gusta ver tus ojos —dijo William, con un toque divertido. Soltó una risita socarrona al ver los colores llegar a las mejillas de Charlotte—. Antes, señorita Lennox, no te sonrojabas cada vez que un hombre te lanzaba cumplidos.

—Antes ninguno tenía mi corazón, señor Gallagher. Además, ¿cómo lo sabes? Solo me conoces de la escuela.

—Creí haberte dicho que había una diferencia en que me conocieras ebria y sobria.

—Habré estado tan borracha que no lo recuerdo.

—Tanto que pude haberte llevado a la cama —dijo William, pasando la mano por la espalda de Charlotte. La chica se tensó—. Tranquila, solo te robé el beso de tu vida.

Algo le decía a Charlotte que William no estaba mintiendo. En verdad estaba siendo sincero, cada segundo que pasaba estaba más segura de ello. La pregunta era ¿cuándo sucedió? Antes de poder hacer cualquier pregunta, William le advirtió que tomara aire. Segundos después ya se habían sumergido en el agua. Charlotte abrió los ojos, sintiendo el ardor común del cloro de las piscinas. William le sonreía ampliamente, la agarró de las mejillas y le dio un corto beso.

—Un día lo sabrás —le dijo poniéndole un dedo en la boca, una vez que habían regresado a la superficie—. Pronto. No desesperes, reina de caramelo.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro