XVII
Una vez que te emborrachas a más no poder pueden suceder cosas de las que te arrepientas. Por eso es recomendable no salir de tu casa si te vas a emborrachar... o simplemente no tomes, no quieres que te suceda lo mismo que a William. Esto es despertar en una cama que no es tuya, cubierto únicamente con una sabana. Le acompañaba el cuerpo cortado y un dolor de cabeza marca diablo, la resaca más linda de los últimos meses. Se dijo a si mismo que no volvería a tomar para alejarse del dolor de los corazones rotos, aunque se tratara de una chica como Charlotte.
¿Qué había sucedido? Era fácil imaginárselo. ¿La chica? Ni rastro de ella, solo dejó una nota firmada con sus iníciales, "PL". Maldijo en voz alta, saltando a recoger toda su ropa y salir volando de ahí. Los únicos que lo vieron salir fueron los trabajadores de limpieza del club, no le dijeron nada, ¿qué les importaría un adolescente calenturiento que pasó la noche, como muchos otros, dentro del local?
Pobre chico, suficiente ya tenía con haber besado a la hermana de Charlotte como para meter la pata por segunda vez estando fuera de sus cinco sentidos. Rezaba que Charlotte no se enterara. Le hubiera gustado saber bajo que condición había aceptado acostarse con esa mocosa, considerando que le irritaba su simple presencia. ¡Claro! Estaba borracho. Paulette sabía perfectamente que estando sobrio la hubiera dejando bailando sola sin importarle nada, porque así era, no le importaba la chica.
Lo dejo claro estando en la cama. Podría ser Paulette, pero lo que los ojos de William veían era a su hermana mayor, a Charlotte. La trato como reina creyendo que era la chica de ojos azules, le habló lindo y le dijo cuanto lo sentía por lo sucedido, repitió varias veces que la amaba. Su nombre fue lo que más se escuchó, Charlotte. Si sus ojos no le hubieran jugado esa mala pasada, nunca hubiera logrado seducirlo para llevarlo a la cama. Le frustraba no ser suficiente para William, había podido con muchos, ¿por qué con él no?
La amaba, fue su resolución. Amaba a su hermana y ella se interpuso en el camino. De haberlos dejado ir a su ritmo las cosas hubieran fluido con naturalidad, ellos a la larga pudieron haber estado juntos. Lo que hizo desencadenó una serie de eventos que fácilmente podían separarlos. Brad había salido de las sombras; William se emborrachaba, casi hasta morir; Charlotte... había regresado a las andanzas antiguas e intentaba eliminar todos los sentimientos hacia William. El único que podría salvarse de ese trió sería Brad, quien ama su música por encima de las mujeres. A William le daba unos meses de vida antes de terminar cometiendo la estupidez más grande del mundo y a su hermana... solo pensarlo le aterrorizaba la idea. Sabía a donde iba, por experiencia estaba al tanto de que podría morir en una de las carreras.
El resultado final que se hizo en su mente le asustaba. Dormir le fue imposible, William había caído horas antes, no duró mucho con la naciente resaca. Antes de tener que enfrentar preguntas del castaño, se fue del club. Ni siquiera había amanecido para cuando alcanzó el departamento de su hermana. Su alama no estaría tranquila hasta haber hablado seriamente de William con ella, con un poquito de suerte pondría la balanza a favor del chico...
Paulette esperó a la hora en que Charlotte ya tuviera algo en su estomago, con los días que pasó en su departamento sabía mas o menos cuando sería eso. La hora llegó, junto con un ataque de ansiedad que la mandó a la tienda más cercana a ingerir chocolates y carbohidratos. Al volver a comprobar la hora en su celular, se dio cuenta que ya casi era medio día. Entrando al edificio se encontró con un aumento de nervios, el miedo también se presentó. ¿Qué diría Charlotte? Para empezar... ¿la dejaría pasar?
—Señorita Lennox —la llamó el recepcionista—. Su hermana ha salido.
—¿Cómo a qué hora regresa?
—No sabría decirle.
—Okay... bueno, gracias —dijo regresando sobre sus pasos.
Se dijo que regresaría más tarde, por la noche.
—¿A dónde vamos? —preguntó Charlotte. A través de las ventanas veía la carretera, la flora cambió drásticamente. Las plantaciones adornaban de diversos colores el suelo, se extendían hasta el horizonte, allí se juntaba la tierra con el cielo sin luchar por el territorio como lo hacían varios países del mundo.
Brad iba a buena velocidad, dejando que la vista de Charlotte se deleitara de un paisaje tan bonito, pero que no todo el mundo sabía apreciarlo como era debido. Ella, con observadora que era, descubrió que a pesar de ser invierno los colores eran chillones, como de primavera. ¿De que eran las plantaciones? Brad tenía una vaga idea, al no estar seguro prefirió no hablar. En cambio, bajó las ventanillas de adelante. En compensación recibió una sonrisa por parte de Lottie, segundos después se acomodaba en la ventana. Entrecerró los ojos y siguió disfrutando de todo, sin olvidar la pregunta que hizo.
—Brad, me estas secuestrando —comentó—. ¿A dónde vamos?
—A comer ceviche mexicano —respondió. Charlotte lo vio con confusión, esa no era la mejor época para comerlo—. En el pueblito hay un restaurante mexicano de mariscos, mágicamente está abierto, parece que traen los peces de importación.
—¡Wow! ¡Que delicia! —exclamó Charlotte, haciéndosele agua la boca.
La comida se desarrollo entre risas y pláticas, además de cambios de platos. Charlotte repitió el platillo varias veces, tantas que Brad la acusó de "gorda".
—Por personas como tú me volveré anoréxica —amenazó la castaña metiéndose un bocado a la boca—. Esta delicioso —murmuró con los ojos brillantes—. ¿Por qué no me habías traído antes? De ahora en delante de prohíbo no decirme dónde hay un lugar con ceviche en invierno, ¡son escasos, Brad! Y a mí me encanta... lo sabes bien —agregó afilando los ojos.
—Para mi favor, hace una semana que lo descubrí —le sacó la lengua. Charlotte soltó una carcajada—. ¿Qué pasa? ¿Tiene algo mi cara?
—Tu lengua esta morada, Brad, mo—ra—da —siguió riendo como necia.
—Mi color favorito —bromeó el rubio.
—¡Oh, Dios! ¡Justin Bieber está aquí! ¡Que alguien me salve!
—¡No soy Bieber!
—¡Te gusta el morado, es su color favorito! —Brad se le quedó mirando en silencio, con los ojos afilados.
—¿Cómo sabes que es su color favorito? —preguntó diciendo lentamente cada palabra. Charlotte se ruborizó ligeramente, se encogió de hombros en un intento de desaparecer de su vista—. ¡¿Eres belieber?!
—¡NO! —Brad no se lo creyó—. Bueno, me gusta un poquito... ¡pero solo sus canciones! ¡Mi amor se sigue llamando Francisco Lachowski!
—Nada, nada, tu amor se llama William Gallagher y a nadie engañas —dijo Brad optando un tomo serio, lo que le indicó que iba a empezar un tema que ella no quería sacar, sino alejar. Molesta, se paró de golpe y salió del local sin previo aviso—. ¡Charlotte! —se volteó al mesero más cercano y le dio un par de billetes para pagar la cuenta, el cambio era para el mesero.
El local estaba justo en una intersección, de Charlotte ni rastro. Aquellos años de estar en el equipo de atletismo definitivamente le dejaron una agilidad inmensa, corría muy rápido y no dejaba que su condición física bajara. Brad no olvidaba lo que costaba alcanzarla estando en su máxima velocidad. Le quedaba esperar, en cuanto el frio rebasar el límite que era capaz de soportar, Charlotte regresaría por iniciativa propia al carro.
Charlotte dobló en la primera esquina que se encontró, fue bajando la velocidad hasta detenerse frente a un lote baldío. Cerca, vio un tronco incitándole a sentarse en él. Lo encontró cómodo, solo le faltaba un buen respaldo. Levantó la vista al cielo, lleno de nubes que amenazaban con dejar caer lluvia o nieve, no sabía diferenciar ambos tipos de nubes.
Ella misma estaba extrañada de su reacción, nunca esperó salir corriendo apenas le dijeran que amaba a Will. Que fuera Brad quien lo hiciera le daba un plus, eso también fue inesperado. Le hacía pensar que en vez de alejarlo de su mente, lo que hizo fue desearlo con mayor intensidad por cada día que intentaba ignorarlo. ¿Qué salió mal? En otras ocasiones usó el mismo método y funcionó como quiso. Aquí entre más tiempo pasaba lejos de él, por mejor que se sintiera, su subconsciente la traicionaba regalándole la visión de la sonrisa del chico o el recuerdo de momentos de ambos juntos.
William provocaba una bomba dentro de ella. Verlo la desconcentraba, estaba totalmente segura de que si no lo hubiera visto, no hubiera estado tan desconcentrada en la carera y hubiera ganado. Su voz preocupada la hacía estremecerse. Estar entre sus brazos la hacía sentir la mujer más segura del mundo. Todo lo provocaba un chico al que intentaba no querer tanto, consiguiendo lastimarse a sí misma. Por fin se había dado cuenta, ¿qué debía de hacer ahora? Mantener esos sentimientos sería su perdición, terminaría loca. Borrarlos parecía más difícil que ir y regresar del infierno con vida.
Rendida por el frío y su mente, regresó con Brad. Escuchó sus pasos y se volteó, al tiempo que dejaba salir de su boca una bocanada de humo. Las comisuras de sus labios se curvaron, justo como pensó, ella regresó hecha un cubito de hielo. Allí entraba él, le puso su chamarra sobre los hombros.
—Ya te habías tardado —murmuró, dándole una calada al cigarro.
—El frío se atrasó en llegar a mis huesos —comentó, sin quitar unos ojos curiosos del cigarrillo. Brad alzó una ceja en desaprobación cuando sus miradas se cruzaron, él no pensaba ser quien la introdujera con su amigo el cigarro—. ¿Cómo se hace?
—Sueña que te diré —rezongó sacando de su alcance el pequeño objeto—. No seré el culpable de que te arruines los pulmones.
—Si yo decido fumar será mi culpa —dijo Charlotte quitándole el cigarro de la boca—. A ver, dime como se hace —Brad rodó los ojos.
—Pones el cigarro entre tus dedos así —empezó guiando a Charlotte—. Y luego... —adelantándose la explicación, le dio Charlotte una calada. Se atragantó con el humo y empezó a toser—. Y eso es lo que sucede cuando no escuchas. ¿Te enseñaron a seguir las instrucciones?
—Si, pero nunca hice caso —confesó haciendo una mueca—. ¿Cómo les puede gustar eso? No es lo mío, prefiero los cigarros de chocolate.
—Eso no es un cigarro.
—¡Necesito una menta o algo! ¡Siento que mi boca esta del asco! —exclamó haciendo que Brad soltara una risita.
—Sube al auto, en el camino de regreso pasamos a una tienda.
Varias veces pasaron frente de una tienda, no fue hasta la última antes de salir a carretera que Brad se paró a comprar unos dulces para Charlotte. Ya se mantuvo tranquila, pensativa. La dejó ser, quería retomar el tema de sus sentimientos por Will antes de regresarla al departamento. El mejor momento fue estando a un par de cuadras, de esa forma no escaparía con la escusa de tener algo que hacer de suma importancia. Charlotte lo miró sin saber qué esperar, lo único que quería era saber por qué se detuvieron si aun no habían llegado.
—Te haré una serie de preguntas, no me respondas, solo piénsalas y si respondes "si" a alguna, piensa bien lo que vas a hacer.
—¿Okay?
—¿Piensas en William?
—¡Brad!
—¡Solo piensa Charlotte! —la chica gruñó, pero hizo lo que pidió. La respuesta fue un sí—. ¿Te pone nerviosa? —las chapas en sus mejillas dieron una respuesta pública—. ¿Te sientes segura con él? ¿Te gusta tenerlo cera? ¿Con tenerlo cerca eres feliz? ¿Te duele tenerlo lejos? ¿Podrías dejar de lado lo que sientes?
—¡Casi asumes que siento algo!
—Me baso en lo que he visto. ¿Te ves en un futuro siendo algo más que amigos? ¿Has pensado en él este día? ¿Estarías dispuesta a perderlo?
—¿Por qué estas preguntas?
—No quiero que cometas el mismo error que yo y dejes ir a la persona que más te importa. Ahora no la puedo recuperar, su corazón no me pertenece ya —respondió dándole una sonrisa de un amigo sincero—. Te arrepentirás si lo haces —agregó. Dejó a Charlotte con las palabras en la boca, piso el acelerador y se fijo nuevamente en el camino.
Se despidieron con pocas palabras, ambos estaban bien metidos en sus propios pensamientos como para centrarse en otra cosa. El recepcionista intentó avisarle a Charlotte de la visita que la esperaba en su departamento. Ella siguió de largo, no lo hizo a propósito, de verdad no escuchó la vocecita del hombre. Al ver a su hermana sentada en el sillón del pasillo con una revista en la mano, no pudo evitar preguntarse cómo la dejaron pasar si ella no estaba.
—Paulette —fue seca al llamarla—. ¿Qué haces aquí?
Su hermana se paró como un resorte. Dejó caer la revista al sillón.
—Necesito hablar contigo de lo que ha sucedido...
—No hay nada de qué hablar —dijo Charlotte, metió la llave y la giró.
—Si hay, por favor, escúchame —rogó, deteniendo la puerta de ser cerrada.
—Máximo diez minutos —se hizo a un lado para dejarla pasar.
Paulette cerró la puerta detrás de ella, olvidando la revista en el sillón. Charlotte le ofreció algo de tomar, la castaña no quiso nada. Charlotte era incapaz de beber algo sin que la otra persona tuviera su propio vaso en la mesa, así que le llevó lo mismo a Paulette. Se sentaron en la sala, una en el sillón y la otra en su eterna silla. Paulette intentaba no hacer contacto visual con Charlotte, su mirada pasaba de cuadro. No hablaba. Charlotte comenzaba a desesperarse. Paulette no sabía cómo empezar.
—Y—yo... lo siento mucho, mi intención no era que las cosas resultaran como están —dijo atropellando las palabras—. Tenía un plan al llegar a Gaché, hablé con Allison, la novia de Marcelino y hermana de Will...
—Si se quien es, sigue, sigue —pidió Charlotte.
—Conseguí que William fuera y recé para que se quedara, lo que sucedió. Quería hablar con él, solo eso, no lo iba a hablar ni acostarme con él. Pero las cosas no se dieron como quería y se me ocurrió un plan un poco más radical, pensé que saldría bien...
—A ver, a ver —intervino Charlotte calentando motores—. No solamente lo besaste, ¿pero también te acostaste con él?
—¡Si, pero no el mismo día! Ayer lo vi emborracharse en Gaché, las cosas ya estaban mal... pensé que no podrían estar peor y pues... nos acostamos.
—¡Paulette! ¡Eras la única a la que le había dicho que me gustaba!
—¡Ya se! Sé que hice mal, que tuve que haber dejado que todo sucediera como debía de ser —se apresuró a decir antes de que fuera echada del departamento—. Has de saber que William no me devolvió el beso hasta después...
—Dijo que llevabas mi perfume —comentó Charlotte tomando un trago de agua.
—Si, resistió mucho. Nadie lo había hecho, le había bailado y nada —Charlotte alzó una ceja en desaprobación—. Supongo que al final cedió... es un buen besador... —agregó casi sin darse cuenta, se arrepintió inmediatamente.
—Y bueno en la cama, he de suponer —parecía estar a punto de matarla ahí mismo. Se contenía de no lanzarle una letanía de groserías o empezar una pelea de golpes, rasguños y mordidas.
—Si... —Paulette abrió los ojos como platos. ¡No estaba ayudando en nada!—. ¡Pero juro que a la que veía no era a mí! No dejaba de decir tu nombre, de decir lo hermosos que eran tus ojos azules y lo mucho que te amaba. Era como si estuviera contigo. Charlotte —hizo una pausa, comprobó que la atención de su hermana estaba solo en ella—. Cuando lo vi en la barra estaba totalmente destruido, le estaba hablando a una persona desconocida de sus problemas amorosos.
Charlotte se quedó sin palabras. Paulette no parecía estar mintiendo, era pésima actriz. Se sintió mal por William, la estaba pasando peor que ella. Por otro lado, no solamente había besado a su hermana, sino habían compartido una noche juntos. Por más borracho que estuviera, por más que la hubiera visto reencarnada en su hermana y segurísimo de que era Charlotte y no Paulette, no se sentía capaz de perdonarlo tan fácilmente. Con lo que Paulette le dijo decidió esperar y ver si él hacia algún movimiento a su favor.
—No dejes que se destruya más —pidió Paulette por último.
La despedida no se dio, Paulette salió del departamento en silencio dejando a una Charlotte pensativa. Intentando calibrar completamente toda la información que le acababa de dar Paulette. Hizo que se sintiera mal. Las intenciones al principio eran buenas, las acciones no lo fueron. Eso fue lo que desencadenó todo el presente. Deseaba tener un consejero personal en ese momento, no sabía que hacer, excepto que no podía reclamarle a William haberse acostado con su hermana, siendo la misma Charlotte la que se había acostado con hombres en ocasiones anteriores.
Le daba un punto más a su favor, había estado borracho y no estaba en sus cinco sentidos. ¿Cuántas veces le había sucedido eso a Charlotte en los últimos meses de su relación con Brad? Unas cuantas. No, no podía culparlo. Sabía lo que Will debió de haber sentido.
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