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XVI


Los días pasaban, el sentimiento de haber sido lastimada no dejaba su pecho. Había intentado de todo, evitaba pensar en Will, lo ignoraba en la escuela, salía únicamente con sus amigas, nada de chicos. Se emborrachó dos veces en la soledad de su casa y fue a una película trágica. Hizo lo que se esperaba, hacerla llorar. Al menos si alguien le preguntaba por qué los ojos hinchados podría decir que fue a ver una película rompecorazones al cine y como era tan, pero tan sentimental, no pudo evitar terminar llorando como bebé pidiendo su comida.

Con todos sus intentos fallidos de desaparecer cualquier rastro tristeza y sentimientos hacia ese bastardo, como había empezado a pensar de William, no le quedó más que regresar a la rutina previa a conocerlo. Un poco de velocidad y fiestas sin medida la lograrían reparar, así había sido la vez que cortó con Brad. Funcionó perfectamente... hasta Will.

Hizo dos llamadas. Una a un contacto, la puso al día de todo lo que se había perdido. Las rupturas amorosas de los que frecuentaban a donde pensaba ir, las peleas que hubo mientras no estuvo y mil cosas más. La segunda fue a Felicia. La pelinegra la llenó de preguntas sobre su salud mental, pues pensaba que se le zafó la mitad de la cabeza. Como siempre, aceptó al final.

—Te veo ahí —dijo Charlotte bajando al estacionamiento, se dirigió a su motocicleta—. Tengo un cacharro que arreglar para esta tarde.

—¡¿Vas a correr?! ¿Estás loca? Terminaras matándote, la otra vez fuiste a parar al hospital —le recordó Felicia. Charlotte recordaba perfectamente bien esa ocasión en verano, no había vuelto a hacer algo tan loco desde ese día.

—Habré muerto a alta velocidad, ¿has sentido lo bien que se siente tener el aire chocando contra tu cara a esas velocidades? ¡Es una locura! ¡Y se siente genial!

—Solo no me hagas llamar a una ambulancia, que no pienso ir a verte luego al hospital —advirtió, Charlotte podía escuchar la risita que intentaba ahogar. ¡Claro que la entendía! Felicia igual había corrido un par de veces y ganado.

—No iré al hospital —refunfuñó Charlotte, metió la llave y la giró. El motor rugió con vitalidad—. Mi bebé esta muriéndose por correr —chilló, Felicia tuvo que alejar el celular.

—Y yo por desayunar... nos vemos en unas horas, linda —se escuchó el ruido de un beso, Charlotte le mandó otro.

Gran parte del día se le fue en ponerle aceite, gasolina... en general, poner la motocicleta apta para el reto de esa noche. Charlotte disfrutó cada minuto, la relajó no haber tenido a William ni un segundo en su cabeza. Por primera vez en unos cuantos días, no había llorado ni sollozado. Se animó diciéndose que ella podría olvidarse de él, que no era tan difícil. Su corazón se estrujó ante ese pensamiento. No dejó que ese dolor momentáneo le arruinara el día, cambió su atención a lo que vestiría.

—Mi chaqueta... de, mmmm... ¿dónde esta mi chaqueta de piel? —se decía pasando percha por percha. Quizá Paulette la había tomado sin su permiso, estuvo a punto de llamarle, pero la encontró perdida entre las chaquetas de mezclilla. Alzó una ceja, tuvo que haber sido su hermana. Ella no era desordenada en cuanto a su ropa, estaba ordenado por colores.

Paulette había dejado el departamento de Charlotte a los dos días del incidente. Intentó hablar con ella de lo sucedido, explicarle que su plan de unirlos solo había conseguido lo contrario; por obvias razones Charlotte la pasaba de largo, la ignoraba o le decía que no estaba de humor para hablar con ella. La hermana de diecisiete años solo conseguía que la culpa se fuera acumulando, Paulette tendría que aprender a vivir con eso... o buscar una forma más efectiva de enmendar sus errores, sin usar sus métodos retorcidos.

Charlotte debía de admitir que empezó a sentirse mejor a partir de que la chiquilla cruzó la puerta con todas sus pertenencias. Agradeció mucho que su padre no hubiera enviado a Paolo por ella, quería a su chofer solo para ella y sus hermanos, no estaba dispuesta a que le metiera ideas raras en la cabeza. A decir verdad, los cinco mayores que ella tenían sus propios autos, así que no necesitaban a Paolo. Claudio, Marcus y Máximo de vez en cuando utilizaban sus servicios, era en casos muy raros.

—Necesitaré una nueva... ya la tocó el diablo —murmuró refiriéndose a Paulette. Le pareció que la chaqueta le hizo ojitos—. Una noche no hará daño a nadie —dijo abrazando la prenda.

Siguió con la elección del vestuario. Unos jeans pegaditos negros, casi parecían su segunda piel. Una blusa de tirantes negra. Botas altas negras llenas de hebillas. ¡Todo negro! No es que se estuviera convirtiendo en dark o algo así, simplemente estaba con ganas de verse como la chica mala de las películas. Charlotte quedó lista una vez que se hizo una coleta alta, el maquillaje que se había puesto era tan simple que no corría el riesgo de corrérsele al peinarse.

"¿Ya estas saliendo?", decía una mensaje de hace cinco minutos de Felicia.

"Sip".

Las carreras se realizaban en un tramo de una carretera casi abandonada por las nuevas que acortan camino, por lo tanto tiempo, que es lo que un viajero desea a su favor. Estaba relativamente bien el pavimento, aun así no dejaba de estar dentro de la categoría de "peligroso" de las madres protectoras. Charlotte reconoce el deportivo de Felicia en el cacho de tierra fuera de la carretera que hacía de estacionamiento. Ella siguió manejando a baja velocidad. De tanto en tanto alzaba la mano enguantada a modo de saludo para aquellos que gritaban su nombre.

—¡Miren quien viene! —dijo un hombre, rondaba en la veintena, quizá veintiséis o veinticinco creyó Charlotte, sonriéndole de oreja a oreja. Él era su mejor contacto en las carreras, el mismo organizador desde cinco años atrás—. ¡Pensé que ya te habías olvidado de mí y mis carreras! Veo que has traído hasta aquí tu bellísima moto, ¿nos deleitaras con una carrera?

—¡Lucas! ¿Cómo olvidarlos? Tuve un poco de movimiento en la escuela y en la familia que me alejó del asfalto —se excusó sin querer decir que estuvo ocupada jugando a los enamorados con un mujeriego—. Una carrera, Lucas, una. No quiero excederme como hace unos meses, mi padre casi me corta la cabeza.

—Lamento escuchar eso... ¿Entonces te apunto en la primera o la segunda carrera de motos? —preguntó cambiando de deprimido a rebosante de energía en segundos. Charlotte no pudo evitar reír bajito.

—La segunda, tengo que buscar a Felicia... ¿la has visto?

—¿La pelinegra que siempre te acompañaba? —cuestionó con diversión—. En las gradas ligándose al campeón de la temporada, hasta ahora.

—Esta Felicia... la tendré que regañar —bromeó.

Resultó ser que la persona afortunada de haber conseguido que Felicia Rossi se pusiera a ligar con ella, era una de las personas con la que correría Charlotte. Platicaron un rato, siempre siendo Felicia la que más hablaba de ellas dos. A él no parecía molestarle, la hacía hablar y hablar. Charlotte sonreía por educación, algo le molestaba. Sentía unos ojos intensos sobre su cuerpo. Varias veces buscó a la persona sin tener buenos resultados.

—Aquí viene Brad —advirtió Felicia, con los ojos le señaló que venía a sus espaldas.

—¿Qué tal?, chicas, Seth —saludó Brad, chocó puño con el corredor—. ¿Y este milagro, Char? ¿Qué te trae por el bajo mundo?

Charlotte rio con ganas.

—Pues ya ves, no puedo estar lejos por mucho tiempo...

—¿Segura que estará bien que corras? —la castaña asintió nerviosamente. Ahora hasta ella empezaba a dudarlo de tanto que se lo decían—. Recuerda que puedes retirarte cuando quieras.

—Gracias, creo que necesito un poco de velocidad.

—A veces lo que se necesita no es velocidad, Charlotte —la contradijo viendo dentro de sus ojos azules, en ellos reconoció el dolor incesante de los últimos días y la necesidad de escapar de la rutina de todos los días.

Entendió, lo hacía para distraerse. No le quedaba de otra más que aceptar que corriera el riesgo, siendo él quien se llevaría el nerviosismo del momento y la preocupación que implicaba que esa chica corriera a tan alta velocidad. La última vez fue él quien corrió en cuanto salió de la carretera, por eso tenía un poco de miedo. Además de que sabía que esa chica no estaba en sus cinco sentidos desde la última vez que la vio, en el club.

—¿Qué me das si gano? —preguntó Charlotte dejando de lado el último comentario del rubio—. ¿Me llevas a cenar a donde quiera?

—Me parece perfecto, si no ganas invitas la cena —Charlotte se lo pensó antes de contestar.

—Más vale que gane —las bocinas llamaron a los corredores de la siguiente carrera—. Deséame suerte.

—¡Me conviene que pierdas! —gritó Brad con una amplia sonrisa en los labios carnosos.

Charlotte ya iba bajando rápidamente, brincando los escalones de dos en dos, tres en tres. Seth iba detrás de ella a paso ligero, muy seguro de sí mismo y recibiendo vítores conforme pasaba. Charlotte no permitió que eso la pusiera a temblar, ella ya se había aislado en su propia burbuja. Tomó su motocicleta y la puso en el carril que le correspondía, ignorando los gritos de los hombres ofreciéndole ayuda, viéndola como menos por ser mujer. Había que reconocer que su carril no era para nada el mejor de todos. Por un lado tenía la maleza, del otro a los demás corredores en sus carriles. Seth se puso en el carril aledaño, hizo rugir la motocicleta.

La chica pasó la mirada por las gradas, reconoció a Felicia con un cartel improvisado que decía "CHARLOTTE!!!! <3". Una risita se filtro por sus dientes, esperó no haber sido escuchada. La mueca que hizo Seth le hizo creer que no fue así.

Cinco minutos eternos venían por delante, los corredores checarían sus vehículos y se prepararían mentalmente. Charlotte lo hizo en uno, hizo sonar el motor, se puso el casco y apretó los guantes. El resto del tiempo lo uso para intentar encontrar el par de ojos que no la dejaban sola, parecían su sombra.

El aire la dejó o sus pulmones se negaron a procesar los gases. No supo cual de las dos cosas. Entre las primeras filas de la grada justo enfrente de ella, estaba el castaño de ojos verdes más guapo que nunca había visto. Un escalofrío la atravesó de pies a cabeza. Supo que se dio cuenta de que era observado, le sonrió con tristeza y remordimiento, fue casi doloroso.

¿Qué hacia William Gallagher allí?, se preguntó regresando la vista al asfalto. Él igual había estado sorprendido al verla, no sabía que ella frecuentara ese lugar. En otras condiciones la hubiera saludado, incluso la hubiera llenado de besos y ánimos...

Oh... la seguía queriendo. Era probable que el tiempo que los separaba por la actitud de Charlotte hacia él solo haya conseguido fortalecer sus sentimientos. Esa mirada significó mucho para él, se trataba de la primera vez que le mantenía la mirada. Ella no se dio cuenta, pero también fue la primera vez que dejó de estar pálida y recobró un tinte rosadito en las mejillas. Al menos seguía la flama prendida, no había conseguido apagarla, para la suerte de Will.

Recobrar la relación que tenían antes sería prácticamente imposible, pero estaba dispuesto a intentarlo. Si ella conseguía apagar esa flama de su corazón, él intentaría volver a enamorarla. Ya lo consiguió una vez, una segunda era posible.

—¡La carrera inicia en diez segundos! —anuncia un hombre desde el puente detrás de los motociclistas.

La cuenta regresiva inicia con un chirrido. 10... 9... 8... y así sucesivamente. Diez largos minutos en los que Charlotte intentaba frenéticamente concentrarse, dejar los pensamientos llenos de Williams fuera de su cabeza. ¡Casi lo conseguía! ¡Un día sin pensar en él! Que frustrante debía de ser... Al tres hizo sonar el motor, Seth a su lado le lanzó una mirada que celebraba una victoria sin ser ganada.

2...

He de ganar, pensó Charlotte bajándose las gafas.

1...

Will... ¡Por el amor al cielo, no pienses en el!, se gritó en su mente.

Y pisó el acelerador.

En menos de lo que esperó, rebasó el límite de velocidad y a los segundos, su propio record en velocidad ya había sido dejado atrás. Los de las gradas gritaban, ¿qué estaba sucediendo? ¿Cómo podía suceder? Charlotte iba al par de Seth, avanzaba él, ella iba más rápido para volverlo a alcanzar. Nunca lo rebasó.

Gracias al ruido producido por el viento, no se escuchaba nada y por el casco uno no podía ver si el otro hablaba o no. Charlotte estaba segura de que Seth estaría maldiciendo. Imagínate, una chica se alejó de las carreras, al regresar esta al mismo nivel que el actual campeón en uno de los distintos modos. Para alguien tan competitivo como Seth, eso era imposible. Él tenía que ganar, si no, quedaría mal ante los espectadores.

Wiliam ya se había parado cuando Charlotte llegó a la marca de cien metros. La seguía con ojos bien atentos. Aceptaba estar nervioso, no podía desechar el pensamiento de que podría sucederle algo yendo a esa velocidad tan suicida. Corrió hasta arriba de las gradas cuando Charlotte desapareció de su vista en el retorno. Fue ahí donde perdió varios metros quedando en segundo lugar por bastante. En el siguiente retorno los recobró con facilidad, ahora solo le quedaba acelerar en los últimos metros.

Un segundo es lo que se tarda en darle la vuelta a la suerte. Incluso menos. En dado caso, fue un segundo el tiempo que duró la breve distracción de Charlotte para que terminara perdiendo control de la motocicleta. Salió catapultada, gracias al cielo no fue hacia los demás carriles, sino a la maleza. Se vio a si misma girando en el aire hasta caer al suelo, acolchonado por todas las hojas y pasto. El miedo la mantuvo inmóvil, con los ojos cerrados.

Que no se moviera asustó a más de uno. William olvidó inmediatamente el incidente con Paulette y cómo le había gritado Charlotte, diciéndole que no lo quería cerca. Bajó las gradas como quien debe de proteger a su manada. Tras él llegaron Lucas, el encargado de la organización de las carreras, Brad y Felicia, la pobre chica estaba temblando del miedo de haber perdido a su mejor amiga.

—¿Charlotte? —la llamó William arrodillado a su lado, después de haber comprobando que su pecho seguía subiendo y bajando.

La chica se estremeció, hizo que Will se sintiera mal. ¿Ese efecto producía ahora en Charlotte? ¿Qué significaba?

—¿Brad? ¿Eres tú? —preguntó ella con un hilo de voz. No reconoció la voz de William, pensó el muchacho. Lo peor para él fue que pensara que era su ex novio, no lo esperaba a él, sino a Brad. Una daga al corazón diría Felicia poniéndose en el papel de drama queen.

—Aquí estoy, tranquila —se apresuró a decir, tomándole una mano.

—Hay que llamar una ambulancia —dijo William interrumpiendo el momento acaramelado que amenazaba con instalarse.

—¡Ni en mil sueños, William Gallagher! —exclamó Charlotte sin darse cuenta. Al menos le gritó, ya iban por un paso más—. ¡Estoy bien! ¡Estoy bien! ¡No necesito ningún doctor! Solo ayúdenme a quitarme esta porquería de mi cabeza, mis manos me tiemblan.

Lucas ayudó a que se incorporara con mucho cuidado. Le quitó los seguros al casco y se lo retiró lentamente. Lo inspeccionó, solo tenía ralladuras al no haber caído en la carretera. Fue suerte, ahora solo se sentía aturdida, tenia golpes, pero sobre todo sed. En ningún momento le dedicó una mirada de ningún tipo a William. Él por su parte sentía que ya no debía de estar allí, Felicia y los otros dos se estaban ocupando muy bien de todo.

—Entonces... ¿Cuándo quieres ir a cenar? —preguntó Charlotte esbozando una sonrisa tímida a Brad.

—Cuando quieras —respondió pasándole la mano sobre el pelo, con la delicadeza suficiente para no lastimarla.

—Mañana, pasa por mí. No creo que pueda manejar... ¿Dónde quedó...? Oh, ya la vi —murmuró viendo la motocicleta casi besando a un árbol, ella si necesitaría reparaciones urgentes.

—Por lo visto, la diablilla está bien —comentó Lucas, dejando salir un suspiro de alivio—. Vámonos a la enfermería, por más que no quieras te van a checar —le dijo viéndola directamente a los ojos. No era opción, reconoció Charlotte.

Cada deferencia que tenía Brad hacia Charlotte, cada sonrisa de ella que no era para el chico Gallagher, cada palabra que no se la dirigía a él, todos esos pequeños detalles lo iban deprimiendo más y más. ¿Tan rápido había podido olvidarse de William? Se veía feliz... y adolorida con Brad, quizá tenía algo de ventaja que se conocieran tan bien. William los veía como una pareja reunida, algo que varios pudieron haber esperado que sucediera después del juego de yo nunca, nunca. No podía soportar no ser él quien estuviera en el lugar de Brad, así que se ofreció a llevar la motocicleta.

Al terminar, se dijo, iría a sepultar sus penas en alcohol en algún club. Quizá decidiera Gaché por su barra libre.

Charlotte se esforzaba mucho para no mirar atrás, sabía que si lo hacía, sus ojos terminarían puestos en William. ¿Cómo estar molesta con alguien a quien quieres tanto, a quien ves casi todos los días? Imposible. Sin embargo, cosas como la que hizo son casi imperdonables. Iba anotando puntos a su favor con todo lo que hacía, como esa noche al llegar primero que nadie, hablar primero que nadie. Deseaba ver hasta donde llegaba para recuperarla, mientras tanto... seguiría como hasta el momento, aunque eso significara romperse aun más o terminar reviviendo los sentimientos hacia otra persona, porque lo que hacía Brad también contaba.

Y por más que no quisiera reconocerlo, estando con él lograba sonreír un poquito.


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