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VIII


Ambas mentes, sin saberlo, maquinaban un plan para salirse bien parados de aquel asunto. Fue Charlotte más rápida, con una mejor idea que la que se le pudiera ocurrir al acreedor del reto. Priscila la vio acercarse, con las manos preparadas para levantar el peso de su dueña, ¿qué haría Charlotte? Su mirada burlona y victoriosa, como siempre, la hacían esperar lo inesperable. Quizá eso era ser amenazada de muerte o algo similar. En cambio, la castaña se puso a su nivel, acercó su boca a la oreja de ella y susurró. Nadie escuchó, sea lo que le haya dicho, la puso colorada, clavó su mirada en William y luego la pasó a Charlotte.

—Bueno... como no me queda de otra, pues... otro reto —se llevó el dedo a la boca, pensativa. Charlotte regresó a su lugar brillante como una estrellita—. Que esté sin camisa el resto de la noche, hasta que se vaya —dijo afilando sus pequeños ojos, pareciendo una asiática.

—Eso hasta yo lo hago —susurró Brad a Charlotte, recién se había sentado ella y no le había prestado atención, así que lo repitió.

—No lo dudo —fue lo único que dijo. El comentario de Brad fue indiferente para ella, no deseaba verlo sin camisa al final de cuentas

William ni chistó, si había algo de lo que estaba orgulloso era de los frutos que dio haber hecho ejercicio en los últimos años. No solamente tenía un abdomen duro, sino marcado. Un perfecto six pack, la mera verdad y sin ser modestos. Él no lo era, se notaba en la forma en que se quitó la camisa en segundos, modelando para las chicas presentes. Dejó a un lado la camisa gris, la cual Priscila exigió para "asegurarse" de que no mandara por un tubo el reto, ¿quién se lo creía? Seguramente la guardaría por tener el olor impregnado de William Gallagher.

Priscila se lo comía descaradamente con la mirada, él, al darse cuenta, le regaló una sonrisa seductiva. ¿Qué habrá entendido ella? Charlotte rodó los ojos, fastidiada. Seguramente, pensó más de uno, que era la siguiente en su lista de chicas. Si alguien estaba en su lista de conquistas era con la que no se acostó, si acaso, claro.

—¿Qué le dijiste para hacer que quitara el reto? —preguntó William un par de rondas después. Ambas manos apoyadas en el suelo.

—Cosas de mujeres, una mentirita piadosa, obviamente.

Como debe de ser, William no se atrevió a preguntar más allá.

—Ha sido un gusto jugar con ustedes —anunció Charlotte incorporándose. Se volteó hacia Brad, quien se levantaba igual—. ¿Tienes un poco de vodka en tu lugar secreto?

—Y ahora tú, ¿para qué vodka? —preguntó sacado de onda.

—He arruinado una cena y me va a ir... ya te imaginas como, conoces a mi padre —omitió los insultos, solo acostumbraba decirlos estando muy molesta... o ebria.

—Ya veo, Piruet debe de tener —Brad y Charlotte salieron de la carpa de Coca—Cola que se rentó para la ocasión.

—¿Quién?

—Charlie —Charlotte pronunció un "ah" bastante largo, Brad se dio cuenta que no le interesaba ni en lo más mínimo.

Una mente como la de William, y mucha gente normal, pensaría al ver a unos ex juntos que es algo muy extraño. ¿Qué se espera cuando una relación se termina? Que no se vuelvan a hablar, que uno vaya en dirección contraria, que no se vuelvan a ver, que no se lleven bien, incluso que se odien, ¿no? Ellos, Charlotte y Brad, eran lo contrario. Por lo que había visto, ellos hablaban como dos viejos amigos, no existía una barrera entre ellos, no había peleas ni malas caras. Lo que más lo impresionó, por no decir que sintió un poco de celos, fue la urgencia y pasión en ese beso.

Aun se deseaban, la calentura del momento lo dejo salir.

Él lo sabía. ¿Ellos? ¿Seguirían teniendo sentimientos el uno por el otro? La castaña había dicho que cortaron por la música, no porque la fuente del amor se hubiera secado.

Charlie, alias Piruet, saludó efusivamente a Charlotte con un gran abrazo de oso. La levantó del suelo y luego la volvió a asentar en tierra firme. La vio como el padre ve a la hija que no ha visto en mucho tiempo. Piruet era un universitario muy orgulloso de ser gay, él era lo que todos llamarían "un desperdicio de hombre" por ser... ya se imaginaran como era físicamente. A diferencia de Brad, Piruet no hizo preguntas sobre el pedido. Sacó del saco con las baquetas una botellita de cristal, el líquido transparente bailaba contenido en ella.

—Dios te lo pagará con un buen novio.

—Amen a eso —soltó una risita burlona, el viento frío le despeinó el cabello, una mata rubia con mechas azul eléctrico—. ¿Qué le ha picado a ese chico?

—¿Ese? —inquirió buscando la mirada al objeto de la pregunta.

—El sin camisa.

—Hubieras empezado por ahí —comentó, dio un largo trago. El líquido le quemó la garganta, dejando a su paso una sensación de frescura que le encantaba. Terminaría ebria. Lo sabía y no le importaba—. Que el mismo te lo cuente —agregó recordando el momento, ahora, aunque fue solo unos minutos atrás, lo recordaba como un momento divertido—. ¡OYE GUAPO! —casi se cae de la silla en la que estaba cuando se volteó y ella empezó a reír como loca.

—¡¿Qué sucede, PRECIOSA?! —gritó a su vez—. La conejita solicita mi presencia, ¡waaw! —dijo cuando Charlotte le hizo una seña con el índice para que se acercara.

Haciéndose al modelo, se acercó al rincón lleno de instrumentos de la banda. El baterista, Piruet, estaba sentado en el banquito de la batería. Brad se mantenía parado. El bajista y el guitarrista secundario estaban más lejos, fumando un par de cigarrillos, alejados de los otros dos miembros. Y en el centro de todo, Charlotte Lennox.

—Eres un vanidoso. Cuéntale a Piruet como quedaste... sin camisa.

—Bien que te encanta verme —dijo antes de empezar con la anécdota—. ¿No te digo? Ya terminé y sigues con los ojos en mi bello abdomen.

Sus mejillas, vestidas con una ligera capa de rubor, se pusieron más rosadas. El de ojos verdes notó el cambio, no dijo nada, por una vez quería gozar de esa vista solo él. Adoraba molestarla desde el día que vertió su café en su sudadera, era tan fácil hacerla rabiar que usualmente olvidaba lo adorable que se ponía cuando se chiveaba, avergonzada se veía como la chica joven que era. Adoraba más esas reacciones de lo que sabía.

—¿Bello? ¡JA! Se queda corto ante el mío —dijo Brad separándose del tronco del árbol.

—¡Bradley Preston!

—¿Apostamos? —siguió William, ignorando completamente a Charlotte—. Ella será el jurado.

—Y Piruet.

—¿Él?

—Tiene buen gusto, es un gay de gustos exigentes —Piruet sonrió y agitó la mano desde su lugar, a lado de la silla vacía, que hasta hace unos instantes estuvo ocupando Charlotte.

—Bueno, empecemos —dijo sin darle mucha importancia, le devolvió el saludo al muchacho.

Brad se deshizo de la camisa. Modelaron enfrente de sus jueces e hicieron movimientos con los brazos en una demostración de quien tenía más músculo. Estaban bastante iguales, Charlotte no distinguía la diferencia, Piruet sí. Charlotte evitaba mirar por mucho tiempo, le era imposible mantener la vista completamente ajena de los cuerpos bien formados de ambos chicos.

Brad tenía un tatuaje nuevo en el pectoral derecho, un par de alas de ángel pequeñas. Inmediatamente recordó haber visto un algo de tinta negra debajo de la manga de William en día del accidente, cuando lo vio por primera vez. Lo alcanzó a ver. Iba en el bíceps. Los caracteres formaban una pirámide, tal como pensó en esa ocasión, no estaba escrito en un idioma que ella entendiera. Posiblemente era chino, coreano o japonés, no sabía reconocer uno de otro.

—Will, ¿Qué dice el tatuaje de tu brazo? —preguntó sin contener la curiosidad dentro de su mente.

Le echó un vistazo rápido, una de las comisuras de sus labios se curvó. Se acercó para que pudiera verlo mejor.

—Amor, fé y perdón en chino —nombró por orden de aparición—. Son... algo así como mis leyes: amar, tener esperanza, perdonar y pedir perdón.

—Eres más humano de lo que pensé —dijo Charlotte, dejando caer su puño derecho sobre la palma izquierda.

—¿Qué pensabas que era entonces? —preguntó juguetón—. ¿Un demonio del infierno? ¿Un ángel del cielo?

—¿Un acosador en potencia? —sugirió Brad poniéndose la chamarra encima. Will lo fulminó con la mirada.

—Un alienígena pervertido que le gusta ver bubis —alegó la chica. Su voz, que había sonado bastante bien hasta el momento, ahora parecía serpentear por los recovecos de su garganta. El resultado fue casi inentendible.

—Ya la perdimos —dijo Piruet, cerró su chamarra.

—Ya había durado mucho, ¿cuánto tomó? —siguió Brad llevándose las manos a los costados.

—Bastante, creo. Tomó vino en la cena que tuvo antes —comentó William, se hincó enfrente de ella. Le rozó la mejilla, ella no hizo nada, esbozó una sonrisa boba de enamorada. Una punzada cálida para William—. Está... está muy borracha.

—Me parece que si —corearon los otros dos.

—¡Noo lo esstoy! —balbuceó Charlotte.

Su intención fue levantarse como siempre, pero terminó tambaleándose. Ambos chicos se movieron rápidamente para ayudarla, consiguió el equilibrio por sí sola. Haciéndose a la ofendida, se dio la media vuelta. William y Brad la observaron con ojos expectantes por si tenían que correr a levantarla del suelo, iba zigzagueando. Intercambiaron miradas de complicidad y fueron a interceptarla, cada uno la tomó por un brazo, la arrastraron hasta una banca.

—¿A dónde crees que vas, corazón? —preguntó William, pasándole la mano por la cabeza con ternura.

—¿Pensabas que te dejaríamos en ese estado? —Brad le quitó el celular de las manos, lo desbloqueó con solo pasar el dedo, no tenía clave. Buscó a Paolo entre los contactos y llamó para que fueran por ella—. Lottie, ya viene Paolo por ti.

—Oh... teeengo sueeeeññooo —se quejó, se apoyó en el hombro de William—. Tienes la piel calientita —comentó sin saber realmente a quien se le decía, a William o a Brad. Tampoco le importaba mucho en ese estado de ebriedad. Will decidió ignorar su comentario.

—No hubiera llegado viva de tener que manejar.

—¿Crees que la hubiera dejado? La llevo yo antes, si es necesario —dijo Will viendo seriamente a Brad. Rodeó a Charlotte con su brazo. Para su satisfacción interior, Brad, el chico rubio ex novio de Charlotte, tensó la boca.

—Ya llegó Paolo, este wey es rápido —se puso de pie con estilo, se encaminó a buscar al chofer para que los ayudara con la bella durmiente.

Will, en cambio, se quedó a su lado. Con pequeños golpecitos en el hombro, la intentaba despertar con mucha paciencia, era increíble que se durmiera en un abrir y cerrar de ojos. Sus largas pestañas se agitaron rápidamente, la chica en si se agitó. William la soltó, poco a poco fue recordando vagamente dónde estaba, lo que estaba haciendo y quién era al que tenía enfrente. Se paró, dio unos pasos y se fue de lado, ahí estuvo William, nuevamente, sosteniéndola, esta vez por la cintura desde atrás. Él era más alto por unos diez centímetros, así que quedaba perfecto, incluso su delgada figura ajustaba muy bien en los brazos del chico. La blusa dejaba al aire un poco de piel, esa era la piel que William tocó al agarrarla. Caliente ante el tacto, ¿efecto de las manos frías? ¿Otra cosa? ¿Tenía las manos frías?

—¡Yooo puueeddoo ssssoolaaa! —se quejó, quitando las manos de William de su cintura. Él no dijo nada, era cuestión de esperar para que se volviera a caer. Lo hizo y fue ella quien lo llamó—. Noo... Wiiiilliiaaamm, veeen aaacá.

—Ya ves, me necesitas, niña tonta.

—Ja, ja, ja, muuy graacioooso, niño tonto. Haaasta borrrrraacha noo caiiigo en tuus jueeegos —medio dijo, una mano apoyada en el brazo de William y la otra intentando mantener el equilibrio.

—Me pregunto cómo lo haces. Eres la primera, eso frustra —aceptó frunciendo el ceño—. Mañana no recordarás nada de esto.

—Quiizzá. Oyeee, ¿no tienees caaloor? —balbuceó ladeando la cabeza tiernamente.

—No, de hecho tengo frio. No tengo camisa, recuerda.

Por segunda vez en la noche, Charlotte quitó el brazo de William de su cintura, el brazo que no sostenía ella. Sorprendido, se encontró con que ella se volteaba hacia él. Se le quedó mirando intentando comprender el significado de sus palabras. Sin más, así de la nada, le estampó un beso con sabor a vino tinto, vodka y cerveza común, todo mezclado. ¿Se verían por fuera como cuando el beso de Charlotte y Brad?, se preguntaba William pasándole una mano por la cintura, ajustándola más a él. Charlotte gimió en sus labios al sentir la mano congelada de William bajo su blusa, lo que calentó más al muchacho y lo hizo subir de intensidad al momento.

—Podríamos ir a una cama en estos momentos sin problema alguno —murmuró William sabiendo que eso nunca sucedería, al menos no esa noche.

—A la cammaa a doormiiir —repuso Charlotte, las baterías se le volvieron a bajar. Dio un gran bostezo.

—Antes le respondes las cuatro mil llamadas a tu padre —intervino Paolo apareciendo de entre las sombras, era su hobbie—. Tengo quince llamadas suyas. QUINCE, Charlotte, ¿cuántas tienes tú?

—Tenía cuarenta cuando te llamé —informó Brad a su lado.

—¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Ya me llevó el payaso! —empezó a gritar Charlotte histérica, intentó pasar entre los dos hombres, pero estos la retuvieron por los brazos.

—Está muy borracha —dijo Brad.

—Ya lo creo —le hizo eco William.

—Y tiene que llamar a su padre cuanto antes, borracha o no —los tres soltaron un suspiro. Charlotte hizo una mueca al escuchar la palabra "padre", su ella interna, la no ebria, gritaba con fuerza.

Le prepararon el celular: marcaron, pusieron el altavoz y Paolo sostuvo el celular, los chicos mantenían parada a Charlotte.

—¿Papi? —se escuchó un hilo de voz salir de la garganta de la castaña.

—¿Qué hora crees que es? —sin un "hola" como la otra vez. Charlotte se encogió de hombros, William no pudo evitar sentir pena por ella—. Debiste de haber ido directo a verme, lo sabes, Charlotte. Espero que no hayas ido corriendo a una de tus fiestecitas, ¿sabes lo que sucederá si me entero?

—Si, papá —respondió esforzándose por no alargar las vocales ni consonantes.

—Directito a un internado, aunque ya hayan empezado las clases. Me las arreglo —amenazó con el tono más severo que tenía, a Charlotte le dio un escalofrío.

—Si, papá.

—Mañana a primera hora en mi oficina —ordenó—. Hablaremos del fracaso en la cena.

—Si, papá —repartió al borde de las lágrimas, se tapó la boca—. Yaa moorí.

—Vamos, Charlotte, con mayor razón has de dormir un rato aunque sea, son las tres —dijo Paolo. Relevó a los chicos, se encargó completamente de ella.

Permanecieron en la acera hasta que la camioneta desapareció al doblar en la esquina. William con las manos en los bolsillos, recordando que Charlotte tenía con ella su chamarra. Brad abrazándose a sí mismo. Par de tontos, seguían sin camisa como modelos de Abercrombie desfilando, aprovechándose de sus cuerpos bien formados. Brad tenía puesta una chamarra, pero no era la gran cosa teniedo en cuenta que la tenía bien abierta. Rememoraban cosas distintas, se cuestionaban cosas distintas. Una llevaba a la otra y terminaban en el mismo lugar sin saberlo. Como dicen, todos los caminos llegan a Roma, William se recordó visitar en algún momento aquella histórica ciudad.

—Entonces... ¿Tu eres el ex? —Brad asintió.

—¿Y tu el favorito de la noche?

—Supongo... —dijo encogiéndose de hombros.

—Nunca duran, suerte con ello —dijo pasándose la mano por el cabello, se dio la media vuelta y se fue.

¿Creer o no creerle? Brad, por experiencia, sabía que no debía de creerle. ¿Pero y William? Ella lo llamaba cuando quería, cuando estaba aburrida, cuando era necesitado para algún fin. De otra manera era un ser invisible para ella. ¿Solo era algo pasajero?, se preguntaba William.

—No si puedo invertir la balanza —murmuró al viento—. Su conquista sería un reto.

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