(47)
Alec.
Caminaba al lado de Max y Rafael, en silencio, en su mano izquierda tenía su arco y en su espalda tenía la carcaj donde sobresalían sus flechas, mientras que los hermanos Bane llevaban su espadas en sus manos y en la otra una piedra mágica que irradiaba luz, más adelante iban Magnus y Isabelle que conversaban en voz baja, el moreno no había vuelto a dirigirle la palabra desde que se habían puesto en marcha, pero lo que no entendía el guerrero estrella es que Jace era la persona más importante para él y no podía dejarlo solo ni verlo lejos porque su amistad era tan grande para estar separados por mucho tiempo, a su amistad nadie lo entendería porque era único, y solo por la confusión de sentimientos del chico rubio no haría que su amistad se acabará.
—Lo he estado pensando por tanto tiempo, tú y Jace son Parabatai como nosotros— dijo Max.
Vio como ambos, el chico y su hermano se miraban con una sonrisa cómplice, ambos se trataban como cada lazo de hermano que había en el mundo, a veces peleaban o estaban horas sin hablar, pero se notaba que tenían un lazo donde ninguno podía apartándose del otro, y nunca andaba solo si no iban ambos, parecían quererse mucho.
— ¿Parabatai?
—Claro que si, son dos personas cercanas que reciben la oportunidad de la luna ser almas unidas como símbolos de su gran lazo, sucede con algunos que otros mortales ya que el lazo debe ser verdadero— respondió Rafael— yo y Max somos hermanos, pero ninguno puede estar sin el otro, si a Max le sucede algo entonces yo hasta podría volverme loco, no sentido literal, pero sufriría por aquello o en los momentos buenos yo estaré feliz por sus logros, nosotros siempre estamos para el otro, si nos separamos entonces tendríamos un vacío interno bien grande.
El ojiazul sonrió, entonces él y Jace eran Parabatai, lo sentía dentro de su pecho y no podía negar que los dos chicos Bane estuvieran en lo cierto, y que hubiera encontrado una nueva palabra para su amistad.
— ¿Y cómo se dieron cuenta de su lazo?
—Cada uno tiene forma diferente, yo y Rafa tenemos dos marcas que aparecieron de un día a otro.
Vio como Max subía un poco su remera para mostrar una marca de una runa en su cintura, algo que había visto en su estela dibujada y Rafael la tenía en su pecho.
—Cada uno tiene una forma diferente de conexión— siguió Max— tu oportunidad de ver si tú y Jace son Parabatai, la cual estoy muy confiando, es juntando tu marca con la de él, las de las lunas, si funciona estás runas van a aparecer en sus cuerpos y tendrás a tu Parabatai a tu lado.
Se quedó pensando por unos minutos, sin parar de caminar ¿Cómo iba a hacer eso? estaban yendo a la guarida de la luna negra, donde los oscuros debían estar esperándole, podían ser muchos y no sabía cómo podrían contra tantos, acercarse a Jace sería un gran desafío y ganar la batalla era algo que no se veía frente a sus ojos, en el camino solo se le ocurría parar y decirle a todos que dieran marcha atrás siguiendo el solo, pero era tan egoísta que no diría nada porque sabía que estaría muerto colocando un pie allá si iba solo.
—Su padre está muy molesto conmigo— susurró.
Llamando la atención de los chicos, habían entrado a un bosque donde la oscuridad le rodeaba y ellos solo tenían unas piedras mágicas en su mano que no alumbraba más que un metro, Magnus e Isabelle aún seguían sin darse vuelta, la preocupación le invadía, de eso estaba seguro.
—Claro que no, solo está preocupado, sus expectativas para esta misión son nulas, el hubiese dejado que tu amigo se pudriera con los oscuros— respondió Rafa— el nunca va a entender los vínculos Parabatai y porque todos estamos yendo a buscar una sola persona poniendo en riesgo nuestras vidas.
—Un Parabatai jamás se deja solo— siguió Max— y sé que si uno de nosotros hubiese pasado por eso, tú hubieras sido el primero en ir al rescate.
El ojiazul sonrió feliz por aquello, esos chicos que se había llevado una primera impresión no muy buena, ahora le sorprendía con aquello y estaba tan feliz de haberles conocido, porque era una parte importante de Magnus y podía ver reflejado en ello aquella lealtad que tenía el moreno, si algo le sucedía a alguno de ellos entonces él iba a vivir en agonía junto al padre.
—Gracias por su ayuda chicos.
Se detuvieron después de unas horas, donde Alexander sentía sus pies arder al no estar acostumbrado a caminar tanto, Magnus y Isabelle se habían vuelto hacia ellos apagando sus piedras mágicas, todos le copiaron en la acción quedando a oscuras.
—Hemos llegado ¿Ven aquella casa hermosa?— preguntó Isabelle— no se dejen engañar, allá dentro ahí oscuros que pueden estar esperándonos y la principal de todas, la luna negra a quien matando podemos conseguir dos situaciones, matar a todos los oscuros con ella o volverlos a la normalidad, pero no se crean, ella no dejarán atraparle, solo entraremos por Jace, tengan cuidado.
Vio a Magnus apartar sus hijos unos pasos hablando con ellos, mientras que el se quedaba con Isabelle, escuchando las palabras del moreno hacía sus hijos.
—Todo saldrá bien mis pequeños, esto es una aventura más, ustedes deben ir junto defendiendo sus espaldas, nunca separarse, estaré cerca para ustedes— dijo Magnus— no se separen de mi lado.
La mano de Isabelle en su hombro le sacó la atención de aquel momento, la miró queriendo abrazarle por el miedo que la rodeaba, si algo le pasaba a algunos de ellos él jamás se lo perdonaría y tenía miedo de que eso sucediera, de que alguno saliera herido por aquello.
—Solo ten un objetivo, buscar a Jace, nosotros cubriremos tu espalda, confío en vos hermano y sé que todo irá bien allá adentro— alentó Isabelle.
—Que optimista eres.
La chica se acercó a los niños para alentarlos a ellos también, quedando él y Magnus mirándose, le vio acercarse a pesar de que en su rostro había seriedad demostrando que estaba molesto, Alexander bajo la vista no queriendo mirarle por miedo a ver algo que no le gustaría.
—Solo trata de vivir y cuida a mis hijos, que son lo más importante para mí.
El ojiazul asintió reiteradas veces.
—Lo haré, claro que lo haré.
Magnus levantó su mirada y le dejo un casto beso en sus labios, cual el ojiazul saboreó para no olvidarse de aquello, queriendo besarle por más tiempo.
—Es hora— dijo Isabelle— antes de que sea tarde.
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