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(39)

Alec

No habían bajado del lugar, Rafael había caminado hasta una orilla del lugar, donde una mesa llena de armas estaba ubicada, Alec le miró cada paso, estaba tenso, nervioso y incómodo, Rafa se movía como alguien adulto, a pesar de que eran casi de la misma edad, pasos decididos y parecía hablar menos de lo que su cabeza pasaba.

No sabía si era un hijo mimado, que sí le afectaba que su familia se haya separado y ahora su padre estaba por tener una cita, no sabía si le agradaba, y eso lo colocaba nervioso hasta la punta de su cabello.

La mesa salió del lugar, y Rafael comenzó a tantear la madera, hasta que un huequito se hundió y pudo abrir lo que se trataba de una puerta.

—En casa hay muchos escondites, este es el mío, no me gusta que Max toque mis ropas o mi pertenencia— dijo Rafa— así que no sabe cuál es el lugar, es divertido verlo buscar mi tesoro.

El chico parecía querer romper la tensión, o solo estaba tratando de informar que no quería hacerle daño, Alec para no ofender al hijo de Magnus dejó escapar una pequeña risa, que no duró más de unos segundos.

—Te daré una vestimenta, no me importa si no es tu estilo, y si no te gusta, la usarás esta noche— avisó Rafa— y si no lo haces me molestaré, está ropa es importante para mí, si te niegas ganas mi odio.

La mirada del chico fue a parar a él, analizando si había entendido su comentario, Alec asintió reiteradas veces para decirle que le entendía. El chico metió parte de su cuerpo dentro y comenzó a sacar.

—Tienes una vestimenta muy animada, y rara— opinó el chico— si te vistes a tu estilo está noche, el restaurante será clausurado por tu estilo.

Salió unos minutos de ahí dentro mientras le tiraba una camisa de color bordo con puntos blancos y sonrió.

—Estaba bromeando.

Alec colocó de una forma ordenada la camisa entre su brazo intentando no arrugar aquella prenda, miró como Raphael traía en cada mano una cosa distinta, en uno un pantalón negro y en el otro unos zapatos oscuros.

—Esto combinaran con la camisa, después del corte y del baño veremos cómo queda.

Alec sintió un nudo formarse en su garganta, le hacía recordar tanto a Raphael Santiago, el nuevo recluta estrellas, trató de aclarar su voz pero no pudo, sintió las ganas de llorar.

— ¿Alexander?

El ojiazul volvió en sí y sonrió, tratando de no demostrar que se había puesto un poco nostálgico.

— ¿Estás bien?

— Sí, si estoy bien— respondió Alec— ¿Quién me cortará el pelo, iremos a una peluquería?

Raphael sacó una caja de madera de dentro de su escondite, y sonrió, está vez mostrando hasta su dientes, el ojiazul sintió un escalofrío recorrer su cuerpo por aquello.

—Por alguna razón estoy aquí, soy un estilista, y sabía que era el único que podría contigo— dijo Rafa— estás mirando a tu peluquero personal.

Lo dirigió hasta una de las mesas, donde desocupo de todas las armas y lo hizo sentar, Alec lo hizo sin quejarse mirando como Rafael empezaba a sacar las herramientas de peluquería.

—Sabes, papá me mira con tristeza desde que ha llegado, cuando le dije que sería encargado de acomodar tu pelo casi llora en la mesa— contó Rafa— y ahora tú también casi lloras, cuando te dije lo mismo ¿Qué sucede?

Alec suspiró y comenzó a contarle desde que había llegado al lugar, a aquella casa, muchas veces dando explicaciones de su vida pasada, como había conocido a Jem y a Tessa, y como conoció a Magnus, les comento de los otros dos huérfanos que habían ido con ellos y ahora cuáles eran sus destinos, sin perder ningún detalle del relato.

— ¿Entonces hay un chico llamado igual que yo, también estilista, en la armada de las estrellas?— preguntó Rafa— que fantástico.

Y el ojiazul le dio la razón, porque tenían tanto en común esos dos chicos. Se dedicó a sacar temas diferentes de conversación con el chico, y se dio cuenta que había opinado mal del hijo mayor de Magnus, que había supuesto algo antes de tiempo, porque Rafael era agradable y ahora lo veía.

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