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(28)

MAGNUS.

No quería entrometerse en lo que sucedía en el auto, no quería crear una tensión con su misión, con el chico a quien debía hacer ser feliz, se quedó callado escuchando como Alec explotaba de a poco sin algún sentido en concreto.

No estaba del lado de Jace, pero había presenciado aquella situación en el bosque cuando Sebastian había aparecido qué había sido un sentimiento que no podía decir, estaba en secreto con él.

No estuvo consciente de cuando Isabelle dijo las palabras, no había escuchado de lo que hablaban, pero cuando sintió la respiración de Alec desaparecer por unos segundos él se tenso.

— ¡Paren el auto!

Alec estaba tirado en su asiento, sus manos estaban apretadas y parecía querer desmayarse, el auto freno dando un golpe hacia adelante para después volver hacia atrás.

— ¡Fuera del auto Isabelle y Jace!— volvió a decir— ¡Fuera!

Después de un momento los dos obedecieron y salieron del auto, el se cruzó hacia el lugar del conductor y comenzó a mover las manos inquieto, Alec tenía los ojos blanco, estaba entre desmayarse y no, en su brazo donde la marca estaba dibujada, estaba de un tono rojizo.

—Cielos Alexander—susurró Magnus— reacciona, por favor hazlo.

Tomó con cuidado su brazo para girarlo y mirar que estaba sucediendo, cuando lo miró casi deja escapar un grito, pero no lo hizo, no quería alarmar a los dos chicos que estaban afuera. La marca estaba a centímetros de volverse negra.

—No, no me hagas esto Alexander.

Buscó con la otra mano desocupada en su cadera donde la estela estaba situada, no sabía qué hacer en situaciones así, pero tener esa estela entre sus dedos le daba esperanza a que Alexander podría estar bien.

El chico comenzó a convulsionar en su lugar, los mechones negros de su cabellera comenzaron a moverse hasta tapar su cara y sus manos comenzaron a buscar sus brazos para apretar, Magnus por la impresión comenzó a sollozar, mientras dejaba que la estela se soltará de sus dedos y cayera al suelo del auto.

—M—Magnus.

La respiración del moreno se comenzó a acelerar, no se acordaba de la vez que había sentido esa emoción en el pecho, ese susto que se había llevado cuando había escuchado el grito en el bosque ahora volvía a sentirlo con más fuerza, no quería ver a Alexander yéndose al lado oscuro, no podría vivir con ello.

Agarró el brazo otra vez y lo sostuvo con fuerza, ya que el cuerpo aún seguía convulsionando, dejó que su origen saliera libre, viendo como a su alrededor todo brillaba con una luz blanca, dejó que sus labios se pasarán en la marca escuchando como Alec gritaba con todas sus fuerzas.

—Calma, esto pasará, te lo aseguro— susurró.

No había usado sus dones desde muchos siglos, no quería volver a hacerlo cuando podía usar sus palabras y su encanto, todos en el reino de la luna le creían alguien travieso y una mente infantil, pero no era así, nunca fue así, le importaba Alexander, desde el primer momento que le habían dicho que sería su misión.

Subió dejando besos entre su brazo, sin abrir los ojos, sintiendo como el cuerpo del chico ojiazul se movía aún si calmarse, siguió subiendo hasta llegar a su cuello y no dio vuelta atrás, sintió como su mejillas ardían de vergüenzas pero siguió dejando besos, trataba de mover su cuerpo hasta quedar arriba del chico para poder seguir su camino de sus besos en cada parte de su cara.

<<todo pasará, solo es un susto. >> Se repetía una vez más.

Se sentó arriba de sus piernas y se separó un poco, no abrió los ojos pero pudo sentir como Alec se había calmado un poco, su cuerpo había dejado de convulsionar y sus manos ahora apretaban cada pierna del moreno, pero este no abrió los ojos para mirar, dejó que la respiración entrará por sus aires para después dejarlo que se salieran de sus pulmones y volvió a largarse, para finalizar el proceso y para sacarse las dudas que todo estos días lo habían atormentado.

¿A qué sabían los labios de Alexander?

Los labios del ojiazul estaban resecos, pero eran grandes y suaves, Magnus no se acordaba cuando había sido su última vez que había besado, hace siglos que había dejado de ser una persona para ser un guerrero y ayudante de la luna, pero había vuelto a sentir toda su mundanez cuando había tocado esos labios, comenzó a moverlos con lentitud sintiendo como Alec se ponía tenso bajo el, su primer beso, pero no paró.

Las manos del muchacho estaba vez se movieron a la espalda del moreno y este paso sus manos por su cuello. Alexander estaba bien, podía sentirlo, podía sentir su don recorrer el cuerpo del muchacho, le había salvado.

Sintió como este le apretaba más a su cuerpo y Magnus no opuso resistencia, acepto gustoso aquella intimidad que estaba teniendo, sus lenguas inexpertas jugando entre sí, sus labios aceptándose gustosos, encajando tan bien, podía sentir como Alexander dejaba caer una barrera en cada movimiento que hacían sus bocas.

Las puertas se abrieron y eso le hicieron separar, Magnus emborrachado por aquel beso miró perdido a su lado y vio a Isabelle como entraba y prendía el auto con rapidez para arrancar, atrás ya estaba Jace quien tenía la mirada por la ventana un poco tenso.

— ¿Qué sucede Izzy?

La chica le miró a él y después a Alec con una sonrisa divertida, pero se le fue cuando Alexander corrió la mirada.

—Los perros de los oscuros vienen detrás.

La chica volvió a mirar hacia adelante.

—Magnus— susurró Alec.

Magnus miró al chico ojiazul, y lo vio colorado, agarró su mano y miró la marca, ahora había vuelto a la normalidad, volvió la vista a su cara viendo como este está rojo de la vergüenza.

— ¿Qué?

—quiero irme hacia atrás.

Magnus comenzó a reír nervioso y se paró como pudo, después de tantas maniobras, un choque de caderas, risas nerviosas, y un toqueteo por no poder moverse, Alexander se pasó a los asientos de atrás.

—Por Raziel— susurró Magnus.

—No quiero polvos en mi auto— contestó con diversión Izzy.

Para después acelerar más.

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