Cuando Alec tenía pequeña edad, le gustaba mirar por la ventana mientras su madre relataba cuentos referidos a la luna, la historia de su vida en el mundo y sus objetivos que la llevó a convertirse a ella, le gustaba observar su figura cuando estaba en su periodo de estar llena, tan redonda y blanca que hacían que las pupilas no pudieran evitar dilatarse y un escalofrío cruzará por el cuerpo, tan brillante que ni la luz más brillante de la tierra podría igualar.

Le gustaba informarse de ella, de llenar de preguntas a su familia para saber más, pero solo recibía la misma respuesta: "Solo eran cuentos". Pero para su corta edad el solo quería creer que aquella muchacha que ahora era la luna estaba ahí arriba velando por ellos y sus sueños.

Sabía ir, después de que su madre se iba de su habitación por las noches, a la ventana, era costoso ya que aún era pequeño pero se la arreglaba para escalar y poder llegar para observarla, las estrellas las rodeaban y brillaban mientras ella se mantenía ahí intacta.

Estaban vigilando, estaban buscando más estrellas, estaban cumpliendo sueños y él quería ayudar.

Le prometía cada noche a ella, a través de la ventana, que haría todo para que su recuerdos estuvieran vivos, que creyeran en ella como él lo hacía.

Estaba fascinado, la luna estaba haciendo un bien y nadie veía eso por ella, los adultos se reían y no agradecían porque cada noche salían y volvían bien a casa, la luna los salvaba, los defendían y nadie la notaba. Ella era una guardiana.

Con cinco años de edad Alec pedía a la luna por la seguridad de las personas, de los animales, de las plantas que estaban muriendo por falta de agua.

Si nadie le agradecía por trabajar en sus pocas horas de aparición, él lo haría y así cuando llegará el momento de pedir el deseo ella no duraría en cumplirlo.