Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

• X •


Fue después de ese momento...

"Una vez deseé morir...

¿Puedes matarme?"

En qué recordé y vi muchas cosas. Dolía... y dolía mucho a pesar de no poder ver ese dolor. Me dejaba rendido, agotado mental y físicamente noche tras noche, cada vez más intenso. Y era en esa soledad oscura en la que todos dormían cuando yo deseaba desaparecer. Dormir eternamente y nunca volver a ver a nadie. No quería nada... aún no quiero nada.

Filiae siempre dijo que le pidiera un deseo... ¿Qué habría de pedirle si nada es lo que quiero?

Entonces Alex se congeló un momento con las pupilas contraídas aún abrazándome. Dejó de respirar y el mundo dejó de moverse. A lo lejos, afuera de la ventana, sus alas se extendieron como pintura luminiscente en el paisaje. No tenía ojos pero su cabrito me miraba mientras mordía su cabello blanco y largo como seda.

—Eliot, ¿qué es lo que deseas?

—Oh, jovencito. ¿No estás siendo codicioso?

Ambos callaron sin preguntarme porque mis ojos no reflejaban nada. Me puse de pie y brinqué de la ventana para que ella me tomara. Era algo que había comenzado a hacer, depositar mi fe en un hada de los sueños que nadie podía ver o invocar. Que vivía más allá de los cielos y complacía a un humano como yo.

Esa noche ha estado desvaneciéndose en mis recuerdos. No todo es claro. Caminamos por la ciudad, subiendo a edificios y paseando por los parques cercanos. Quizás fueron horas o días así, nadie decía nada. Yo debía haberlo notado en ese momento pero aún tenía mucho que pensar.

Fue cuando Solebát nos abandonó... Me pregunto, si él no se hubiera marchado persiguiendo una tienda de zapatos que vió en un anuncio tirado en la avenida tal vez habría sido diferente. Las cosas no hubieran terminado así.

—Eli, ¿qué deseas?

—Quiero que me maten.

Filiae no me miró.

Su rostro, porcelana iluminada por la noche, estaba clavado igual que siempre en las estrellas. Había algo en ella que me gustaba. Solebát dijo que a pesar de haber nacido en el reino dorado ella había cogido cariño a la ciudad Astroluna. Era un lugar parecido a la tierra, donde los fallecidos iban y recorrían sus hogares.

—Sí lo vemos desde aquí parece un mar —murmuró, refiriéndose al cielo nocturno—. ¿Recuerdas que te conté de un río en el lugar de los no-nacidos? También hay un mar, es transparente pero luce azul por las estrellas navegantes. Obviamente, ellos tampoco pueden nadar allí porque pierden sus memorias al ser absorbidos.

—¿Qué son esas estrellas?

—¿Has oído el rumor de que los muertos son estrellas? —Hablaba igual de seria que siempre.

—¿Quieres decir que cuando alguien muere se convierte en una?

—No. Cuando el muerto de Astroluna, el nivel debajo del reino dorado, decide detener sus lamentaciones y no sufrir con sus recuerdos se deja caer en uno de los ríos o nada en el mar... hasta que su cuerpo se disuelve como polvo brillante que le da forma de miles de estrellas. Ellos mantienen el flujo del universo. He allí el nombre Astroluna de la ciudad.

—Suena muy triste.

—Yo creo que es hermoso —giró a verme, torciendo su torso hasta tocar con los codos el césped. Su cabello estaba sobre mis piernas—. Eres alguien pesimista.

Justo después de eso dije algo que tampoco debía decir.

—Alex habló de esos lugares. Supongo que leían los mismos cuentos. —Mascullé, mordisqueando mis uñas—. También habló de una entidad extraña. Cuando comenzó a hablar de eso me picó la curiosidad y ahora sé mucho de ello. En el reino dorado habita un ser escalofriante, que no posee sentimientos por los humanos ya que nunca ha vivido, y a pesar de eso mantiene una buena posición por su don. Es capaz de manipular los sueños de las personas para encontrarlos o hacer que ellos hagan lo que este ser quiera. También dijo que tenía habilidades más allá del conocimiento humano, algunas como teletransportación y manipulación de objetos. Uno de los mejores invocadores de inteligencia y materia, también llamadas supellectileminteli. Tardé días en aprender ese nombre.

Filiae volvió a alargar el silencio, ella ni siquiera respiraba. La presión creció en mi pecho al igual que los sonidos de las campanas. Todo daba vueltas. Traté de mantenerme cuerdo y continué, serenamente con un tono monótono.

—¿Pero sabes qué? No importa que tan famosa sea esa entidad ni que capacidades posea... un monstruo no deja de ser un monstruoso aunque viva en un palacio y porte una corona. —Suspiré, acariciando su cabello—. ¿Conoces a esa persona?

—¿Qué te parecieron estos dos años? Si te gustaron, ¿por qué no permaneciste con ellos? —Cambió de tema, aún mostrándose indiferente.

—No importa cuántas veces tenga lo que quiero, vuelvo a lo mismo. Supongo que es porque realmente no quiero nada, pero eso ya lo sabes, por eso sigues repitiendo lo hermoso que es el mundo —hice una pausa seguida de una mueca—. Pero había algo diferente, por eso duró. Fue el primer deseo en el que pude conectar con la vida de cerca. Alex se sintió más real que yo.

—Más real que tú... —Murmuró, recargando su cabeza en mis piernas. El rostro de un maniquí que solo podía ver del otro lado del aparador—. Mira, ¿ves la estrella más brillante en el cielo? Sirio es una estrella lejos de mi hogar, la más brillante del cielo nocturno en la tierra. Brilla para sus habitantes y a algunos les cumple deseos. Está apartada de los humanos, pero es buena aún distante, y nunca les niega una petición.

Era cierto, ella hablaba de la tierra esperando que yo me enamorada de la vida. No podía soportarlo más.

—Filiae, ¿dónde estamos?

—En la tierra, por supuesto. —Susurró, tocando el césped con la punta de sus dedos semitransparentes. Si la hubiera tocado en ese momento quizás habría desaparecido.

—Filiae.

—¿Sí?

—Gracias por ser Alex.

—No fue nada. —Susurró nuevamente, moviendo el rostro hasta poner sus manos debajo y ver las luciérnagas en los árboles lejanos.

Solebát no volvió esa noche. Tal vez nos vió, pero se alejó al oír la conversación.

—Filiae, tengo algo pedirte.

Cualquier cosa que quieras ser o dejar de ser estoy aquí para cumplirla. —Asintió, formando una sonrisa nostálgica como la del primer día, sin gira su cabeza completamente a mí—. ¿Vivir o morir?

—Vivir. Quiero vivir. Déjame vivir.

Se reincorporó, llevando sus manos a la cabeza. Suspiró una y otra vez hasta que pudo volver en sí y hablar tranquilamente.

—¿Cuando te diste cuenta?

—Los trenes siguen sonando. Y Filiae, cuando nos encontramos yo tenía zapatos y mi sudadera. —Admití, recordando la primera noche hace tanto tiempo y hace nada—. ¿Fue como yo creo?

—No puedes, Eli. Ya no puedes. —Confesó, sin mirarme de nuevo. Solo debías voltear, Filiae, dejar de darme la espalda—. Pero aquí puedo seguir cumpliendo tus sueños, Eliot.

—No me llames Eliot —ordené, llevando mis manos a mi pecho—. Esto no es real, así que yo no soy un chico. Por eso no conectaba, ¿cierto? Aún veía todo tras la vitrina.

Traté de tomar su brazo pero volvió a apartarse.

"Cobarde. Haz el esfuerzo de mirarme".

—¿Dónde estamos, Filiae?

—Astroluna.

—Lo sospeché.

Me recosté completamente en el césped, a ver el océano de estrellas que se distorsionaba hasta ser una un sendero dorado con luciérnagas enormes. El bosque se abría para mostrar una cascada y los edificios modernos se transformaban en puentes levadizos con hoyos profundos. El mundo se transformó una vez más, y fue allí cuando me di cuenta de me había enamorado de él.

—Pero yo no debo estar aquí, ¿cierto? Te metería en problemas. —Bostecé. Vi como ella se encogía—. Demonio, me lo hubieras dicho antes de hacerme recordar. No debería estar aquí. Ahora recuerdo porque rogué esa noche.

—No sabía como hacerlo. Me informaron de tu presencia y nunca había trabajado con humanos, solo no-nacidos. Era algo nuevo. —De nuevo seria, como de costumbre—. Los sueños no fueron agradables...

—¿Cuánto llevo aquí?

—Un par de horas para los humanos. —Confesó.

Me puse de pie sacudiendo mis pantalones. Me había encogido y mis piernas tenían esa carne que se había ido. Sonreí el tocar mi rostro y le sonreí a ella que me miraba aún sin rostro.

—Eres el monstruo del reino dorado después de todo, claro que no podías decírmelo directamente —rechisté, tomándola de las manos para levantarla—. Pero supongo que no te conviertes en un monstruo si puedes hacer una cara como esa.

Hablaba de las gotas plateadas que salían de la forma de sus ojos. Un maniquí llorando arsénico, así lucía. No pude sentir lástima por sus lágrimas. No sentía nada por alguien que no lloraba por mí si no de su propia insensibilidad.

—Filiae, quiero algo de ti. —Admití, removiendo su cabello para tomarla del rostro. Asintió con fuerza—. Hablaste del cuarto lugar, el que no es llamado gloria. Sé que debo ir allí, moralmente es donde debo parar.

Asintió nuevamente. Volví a sonreírle, elevando la vista al ave de tres patas que volaba cerca de las luciérnagas.

Eli, pídeme un deseo. Pídeme los que quieras, te los cumpliré sin pedir nada a cambio.

Ese fue el día que duró años, cuando un ángel disfrazado de monstruo cumplió mis últimos deseos después de la muerte solo para jugar con mis emociones y entender mejor la complejidad del ser humano. Las mejores cosas no se pueden disfrutar en vida.

Sácame de este bucle. Aléjate de mí. Y déjame morir en paz, dueña de mis sueños.

Dicen que lo bueno muere joven, lo malo muere viejo, y lo triste comete suicidio. Son las reglas del "universo" y nadie puede cambiarlas, ni siquiera la hermosa luna azul, un cabrito, o ella. Ella... ella... ella...

"Una vez deseé morir... y un ángel lo cumplió para mí".

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro