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"Una Palabra"

Capítulo V:

Una palabra

Era como si regresara constantemente al punto de inicio, una vez más se encontraba recluida en su habitación —en realidad de él, bueno, la que él le había provisto— y una vez más se sentía desdichada. ¿Huir o no huir? Esa era la cuestión. Luego de que su mente se enfrió, Abi se vio obligada a repensar su situación porque, aunque le costara admitirlo, no tenía idea de a dónde ir. Podía pensar abiertamente y convencerse de que su única opción era morderse la lengua y asentir a todos los pedidos de William. O podía actuar como siempre, mandar todo al diablo y enfrentar las consecuencias solo como un Fletcher lo haría. El problema aparecería cuando Abi comparaba su presente con todas sus antiguas pataletas, si se equivocaba en ese siglo muy probablemente terminaría en la horca. O quizás peor, hasta donde ella recordaba era el momento de auge de las guillotinas y en realidad le agradaba su cabeza justo en el lugar donde la tenía.

Pero si se iba, tal vez encontraba una mejor opción. ¿Por qué debería aceptar a William como única salvación? Tal vez no estaba viendo la imagen completa, después de todo él la había salvado, vestido y alimentado, era normal que fuese un tanto exigente. No le pedía nada del otro mundo, solo que viviera encarcelada hasta que él lo dictaminase. Bien... no podía engañarse, su actitud era una mierda sin importar cuánto Abi quisiera disfrazarla. William tenía serios problemas, que muy seguramente serían de gran diversión para un psicólogo, pero a ella por el momento eso no le servía.

Entonces, ¿se quedaba con un necio dictador o escapaba para vivir a su suerte? Siempre había tenido buena fortuna, aunque nunca la había puesto a prueba de una forma tan radical. En el siglo XXI siempre podía apelar a su encanto inocente, pero, ¿en ese lugar podría? No estaba del todo segura, después de todo con William no parecía surtir efecto.

¿Y si todos los ricos eran igual de pomposos y estirados que él? Abi estaría en serios aprietos.

Lentamente se llevó una mano al cuello, tanteando la superficie suave de piel y no pudo evitar preguntarse cuánto le dolería un paso rápido por la afilada contundencia de la ley de esa época No tenía muchas ganas de adivinarlo, por el bien de su cabeza decidió ser un poco más tolerante, quizás el lord solo necesitaba ser tratado con un enfoque diferente. Sumisa, era la palabra que retumbaba en su mente y ella hizo una mueca, eso sería mucho más difícil de lo que pensaba. La idea de agachar la cabeza y mantenerse en silencio, se le hacía tan tentadora como la condenada guillotina.

Ese día no probó bocado, el desayuno ni siquiera lo vio y cuando Nikky le subió una bandeja con el almuerzo, ella prefirió ignorarla. No le agradaba parecer una niñita caprichosa, pero muy en su interior esperaba que William la llamara de una vez por todas para decirle qué haría de su vida. Era patético eso de tener que estar dependiendo de las decisiones de él, pero no podía quejarse. ¡Qué va! Ni siquiera tenía permitido quejarse con libertad. Tenía hambre, pero se mordería los codos antes de pedirle algo, esa era la comida de él y claramente le había gritado que ella no tenía derechos sobre ninguna de sus posesiones. En esa visión Abi incluía a la comida, al menos que William en persona le viniera a tirar sus sobras ella se mantendría firme en su posición. Si no fuese demasiado extremista se sacaría el vestido y se lo metería por... por donde no le da el sol. Ella no era una persona rencorosa pero estaba molesta, nadie podía negar que él no la hubiese provocado diciéndole aquello. Simplemente podría haberle dicho amablemente que no fuese a las caballerizas, pero, ¡no! William había mostrado su autoridad tratándola como a un perro, ve para allí, quédate quieta, no hables... solo faltaba "hazte la muerta" y el repertorio estaría completo.

—¿Señorita? —La puerta se abrió lentamente y Nikky asomó la cabeza rubia con algo de cautela.

—¿Qué ocurre? —preguntó escuetamente y perdió su vista en la ventana, renuente a ver la tristeza en los ojos de la otra chica.

Era muy probable que solo viniera para decirle que ya podía ir juntando sus trastos, porque Abi estaba segura de que William la echaría a la calle de un momento a otro.

—Vine a ayudarla a vestirse. —Abi se volvió con una ceja enarcada. ¿Acaso le iban a sacar el vestido? ¿Eso quería decir que iba a estar vagando por el siglo XVIII vestida como una loca? ¡Genial! No solo hacía un frío de muerte en ese condenado lugar, sino que cuando la vieran vestida de manera tan extraña seguramente la acusarían de bruja. ¡No! Eso era en la Inquisición, concéntrate Abi.

Cuando se ponía nerviosa normalmente la cabeza se le hacía un revoltijo de ideas, estaba casi segura que en ese siglo ya no se quemaba a la gente. Pero bueno, las opciones no eran atrayentes, ni menos dolorosas.

—¿No puedo quedármelo? En cuanto consiga dinero se lo pagaré. —Se había convencido de que no iba a pedirle nada a William y allí estaba, traicionándose con esas palabras. Rogando por un estúpido vestido, que para el caso la hacía sentir completamente incomoda y sin aire.

—Sí puede quedárselo —aseguró Nikky y ella soltó un suspiro por lo bajo—. Pero debe cambiarse para bajar... ese vestido no es adecuado para la cena.

—¿Para la cena? ¿Y por qué iba yo a bajar? —inquirió completamente confusa. ¿Es qué no le había dicho esa misma mañana que una dama no comía sola? ¿Acaso eso no se aplicaba a la cena? ¡Dios! Moriría antes de recordar tantas reglas.

—Pues... —Nikky entrecerró los ojos quizás igual de pérdida que ella, pero cualquier duda terminó por dejarla ir con una risilla alegre—. Milord pidió por usted y debe vestirse adecuadamente para cenar. —Abi quiso soltar una carcajada, eso significaba que solo salía de su encierro porque el lord había pedido por ella.

Presionó las manos en puños y tuvo que morderse la lengua para no replicar algo grosero, si seguía así terminaría ahogándose con su propio veneno.

—No quiero comer —sostuvo con una seriedad implacable, la otra joven se sobresaltó.

—Pero, lord Adler la espera a las ocho para la cena y tiene que ser puntual.

—Dile que no me siento con hambre. —La chica comenzó a perder su color y por un pequeño instante lo lamentó por ella. Pero Abi tenía principios y los mantendría.

—No puede desairar al marqués, una señorita no rechazaría una invitación formal —explicó como si con eso pudiera horrorizarla por su mal comportamiento.

—No se considera invitación formal porque nadie me invitó —replicó con actitud implacable, Nikky chasqueó la lengua.

—Yo soy su doncella, él me lo informó a mí y yo le traigo el mensaje.

—Y yo te pido que le des el mensaje, de que se puede meter su invitación en el...

***

—¿Qué cosa? —William apartó la vista de sus papeles y la concentró en su mayordomo.

—Nicole dice que la señorita Fletcher se siente indispuesta y no puede bajar para acompañarlo. —Él observó a la doncella de pie detrás de Darton con los ojos clavados en el suelo en actitud nerviosa.

—¿Qué le ocurre? —instó directamente a la muchacha.

—Yo... milord... ella...

—¿Qué? —Realmente no tenía paciencia para eso. ¿Y por qué la chica estaba tan nerviosa? Nicole era una de sus mejores empleadas y siempre podía contar con su honestidad, pero por alguna razón le daba la impresión de que estaba mintiendo—. Dime —pidió en tono tajante y ella tomó una gran bocanada de aire antes de soltar el discurso enviado por su señorita.

William subía los escalones de dos en dos, incapaz de creer que esa niña lo hubiese rechazado pero eso sería lo de menos, de no ser por las dulces palabras que había utilizado. Bufó, abriendo la puerta de la habitación de huéspedes de un bandazo y cruzó el umbral hecho una furia. Detestaba la impertinencia y esa chica desbordaba necedad, claro estaba que necesitaba ser educada. Y que le recordasen que ya no estaba en las colonias, su comportamiento de salvaje era inadmisible.

—¡Salga! —ordenó entre dientes al verla esconderse en el cuarto de baño—. ¡Ahora! —¿Acaso tenía la desfachatez de no querer enfrentarlo? No, claro, ella se limitaba a injuriarlo desde las sombras—. No sea cobarde. —Lentamente la puerta se abrió y ella emergió con la barbilla en lo alto, causándole una súbita necesidad de reír y maldecir al mismo tiempo. Solo esa muchacha mantendría su orgullo, incluso frente a la evidencia de sus errores—. Creo que me debe una respuesta —murmuró sin ninguna emoción en su voz, quería saber qué tan lejos era capaz de llegar.

—Ya te respondí.

—Una grosería —replicó dando unos pasos en su dirección, ella retrocedió hasta golpear la puerta con la espalda. ¡Bien!, pensó William, era mejor que le temiera de esa forma podría controlarla.

—Bueno tú también eres grosero conmigo —señaló apretando los ojos en finas líneas. Tenía carácter pero eso no era algo atractivo en una joven, la desdeñarían en los salones de baile hasta lograr que aquella particularidad se aplacara y la volvieran una más del redil.

—Y dígame en qué momento fui grosero...

—¡Ah, por favor! —exclamó con incredulidad, William arqueó una ceja y aguardó por su explicación—. Prácticamente me ladras órdenes y sabes a lo que me refiero, así que no pongas cara de inocente. —Él tuvo que esforzarse por reprimir una sonrisa, su primera impresión de Abi Fletcher había sido acertada. Era toda una fiera y no tenía problemas en enseñar las garras.

—Pues me disculpo por haberla importunado, no fue mi intención. —Ella lo observó con desconfianza, claramente sin tragarse su falsa modestia—. ¿Me complacería con el honor de su compañía durante la cena? —Abi dio un respingo y él en esa ocasión, no pudo ocultar la diversión que le causaba ver esa confusión en sus ojos.

—¿Para qué?

—¿Para qué, qué?—No estaba seguro de comprender su pregunta, normalmente nadie le exigía una explicación frente a su comportamiento.

Ese día había decidido que quería cenar con ella, después de todo necesitaban hablar sobre su futuro y trazar un plan. La idea de mantenerla a resguardo en su finca no era siquiera remotamente posible, la señorita Fletcher debía encontrar un lugar donde permanecer y él estaba dispuesto a presentarle una alternativa. Si era de su agrado, bien se la otorgaría, caso contrario se aseguraría de darle dinero para un billete en la diligencia de la mañana y que se volviera el problema de alguien más.

—¿Para qué quieres cenar conmigo?

—Para hablar. —Ella asintió lentamente y él dudó por un instante, ¿le estaba diciendo que sí a él o solo a su respuesta?—. Entonces la espero a las ocho... —Su afirmación paseó por el camino de la vacilación, tanteando el terreno. Lo que menos necesitaba era que la chica le saliera con alguna de sus tonterías de americana y le echara a perder los planes.

—A las ocho —aceptó y en ningún momento dejó de escrutarlo con sus extraños ojos. William sintió la urgencia de acortar aun más sus distancias y poder determinar su color, pero entonces sacudió la cabeza obligándose a pensar con claridad. No sabía qué era lo que despertaba su curiosidad, pero la señorita Abi representaba un enigma que muy en lo profundo quería y no quería descifrar.

***

—Con esto le robará el aliento —aseguró Nikky mientras tiraba de la faja de su vestido violeta, dándole los últimos toques a su atuendo y sin duda robándole el aliento a alguien en esa habitación.

—Se ve muy hermosa —añadió Catrina y Abi tuvo que admitir que se veía bastante bien, a pesar de la falta de aire. Se inspeccionó en el espejo, pasando los ojos por cada uno de los hermosos detalles en hilo dorado que decoraban las distintas capas del vestido.

¡Dios! En esa época sí que sabían darse lujos, aunque no tenía idea de dónde había salido esa prenda, ella pensaba que era completamente nueva. Y cada vez que le preguntaba a alguna de las mujeres por su procedencia, ambas respondían «es un presente de milord» y, bueno, Abi lo aceptaba, al menos temporalmente. Después de todo él se había disculpado, de manera extraña y al punto de que ella casi no le comprendió, pero disculpa al fin. Entonces se decidió por dejarse perder un poco en el juego, estaba allí y estar renegando por todo no la llevaría a casa, así que por el momento solo se podía limitar a aceptar las cosas. William era un ogro la mayor parte del tiempo, pero también podía mostrarse caballeroso y... bueno, solo caballeroso. Aún no le encontraba otra virtud, pero estaba a la caza de cualquier punto que pudiera sumarle.

A las ocho en punto descendió las escaleras con las dos mujeres que la habían acogido bajo su ala como a un pollito sin su madre, ambas preocupadas porque ella causara la impresión adecuada en el marqués. Le parecía algo estúpido sonrojarse o sentir impaciencia por conocer la opinión de Will, pero de alguna forma ellas habían logrado contagiarle su incertidumbre y emoción. De repente quería demostrarles a todos que era algo más que una burda y maleducada chica de las colonias. Esa noche iba a cuidar todos sus modales, utilizaría la servilleta y comería bocados como los de un pajarillo, iba a tener que hacer un esfuerzo extra pues ella nunca recibió educación de ese tipo pero se sentía capaz. Había visto las suficientes películas como para armarse una idea clara de lo que debía hacer, entre las cuales se recordó una y otra vez, no maldecir.

Una mano enguantada apareció en su campo visual y al alzar la vista se encontró con los ojos negros de Will, que la observaban furtivamente. Abi se dejó ayudar por su mano y terminó de descender con paso elegante.

—Luce usted muy hermosa esta noche.

Ella se obligó a hacer caso omiso de esas palabras, pero aún así no pudo ocultar un sonrojo.

—Seguro que te tienes esas líneas ensayadas —bromeó dándole una palmada en el brazo y para su sorpresa, William soltó una rápida carcajada.

—Pero es una de las pocas veces en que realmente quiero decirlas. —Abi lo observó de soslayo pero él estaba tan serio como de costumbre, con la vista proyectada hacia adelante y el rostro carente de emociones.

No le dijo nada, se limitó a dejarse guiar hasta el comedor hasta el momento en que él le apartaba una silla para que se sentara, Abi no podía sacarle los ojos de encima. Estaba actuando raro, de eso no le cabía duda, ¿pero sería sensato desconfiar? Su vista viajó hasta la vajilla reluciente, ella podría jurar que los detalles estaban hechos de oro auténtico sobre la porcelana más fina. Le daba un poco de pena meterse eso en la boca, no quería arruinar una reliquia. ¿O sería una reliquia en su tiempo? No tuvo tiempo de asimilar nada, pues el primer plato interrumpió sus pensamientos abruptamente. Entonces la duda golpeó su mente: ¿le habría envenenado la comida? ¿Por eso estaba tan alegre? Iba a matarla ¡Oh, Dios! Ella no tendría que haberlo insultado.

—Con respecto a lo que le dije antes... —vaciló un instante mirando la supuesta envenenada comida—. Lo siento.

—Pierda cuidado. —Abi terminó de cerciorarse: o William estaba drogado, o realmente tenía algo feo planeado para ella—. ¿No tiene hambre? —inquirió al notar que ella ni siquiera había tocado los cubiertos, Abi lo miró y luego a la comida. ¡Nah! Era una estupidez, él no la mataría de una forma tan boba. Qué va, él no la mataría y punto.

Tomó un primer bocado y masticó a conciencia como si con la lengua pudiera determinar qué parte era buena y qué parte no. Una vez que se convenció de que la comida estaba limpia, fue a chequear el vino con un sorbito, no muy segura chequeó unas tres veces más. Nunca se podía ser demasiado precavido, ¿verdad? Cuando terminó su inspección comió con completa tranquilidad, degustando hasta el más mínimo bocado que se había estado negando hasta el momento. Las huelgas de hambre no eran su fuerte.

—Pensaba que podíamos hablar.

—¿De qué?

—De usted... podría decirme algo de su familia, por ejemplo. —Abi frunció el ceño pensando, ¿qué podría decirle y no sonar como una desquiciada? «Oh, veras William mis padres me esperan en el año 2011, pero no te preocupes les envié una postal diciendo que estoy trescientos años retrasada». Quizás eso sería demasiado revelador.

—¿Algo como qué? —Tenía que hacer tiempo y mantenerlo preguntando cosas, de ese modo evitaría pisar en falso y la mentira saldría más fácil.

—¿Dónde están?

—En América.

—¿Ha venido sola?

—Sí.

—¿Está escapando de ellos?

—No.

—¿Está escapando de alguien?

—No. —Se sentía como una máquina dando respuestas monosilábicas y él cambiaba su expresión a cada instante que recibía una negativa.

Estaba claro que Abi no quería compartir mucho de su pasado y William quería saber. Solo esperaba que no la presionara mucho pues le soltaría toda la verdad y entonces terminaría sus días en un manicomio, completamente alejada de las velas que podían llevarla de regreso.

—No comprendo cómo pudieron enviarla aquí sola — murmuró dubitativo, como si solo esa parte de la historia fuese cuestionable. A decir verdad Abi veía fugas en todas partes, pero tal vez si se inventaba algún trágico cuento él se apiadaría de su dolor y pasaría de seguir indagando.

—Vine con mi tía... —Auch, pensó ocultando una mueca. Las mentiras siempre le salían como en automático y no era algo por lo que sentirse orgullosa. William hizo un ademán con la mano para que continuara—. Pero... —En ese instante notó que debía haber pensado todo con mayor detenimiento, ni siquiera sabía cómo decirle que se habían perdido o que les habían robado—. Cuando... cuando... nos dirigíamos a Londres... fuimos... —Tantos espacios en blanco delataban a los cuatro vientos que estaba mintiendo y para colmo lo estaba haciendo muy mal.

—¿Las atacaron?

Ella asintió. Uf, qué bueno que le había tirado ese salvavidas.

—¡Sí! Unos hombres en el camino. —Bien, pensó, retomamos la línea—Ellos... —Se cubrió la cara con una mano, ¡qué mala actriz era! Solo podía esperar que él no estuviese familiarizado con ese tipo de escenas dramáticas—. Ellos... se llevaron a mi tía... —Sacudió los hombros teatralmente, para enfatizar su dolor y temor al encontrarse en un lugar desconocido y completamente sola.

—¿Se la llevaron?

—Si... —gimió y no supo cómo, pero logró soltar un sollozo. Se llevó ambas manos al rostro, incapaz de sostenerle la mirada mientras decía todas esas sandeces. Él debía de ser muy crédulo como para tragarse su cuento. Mucho—. No puedo contactar con mis padres y... no sé dónde está mi tía.

Alzó la vista y la dirigió al rostro estupefacto de William.

—Tal vez yo pueda intentar encontrarla.

—¡No! —exclamó logrando que él la observara con una ceja en lo alto—. Es decir... sé que no podrá. —Oh aquí iba otra mentira. Abi frunció los labios en un puchero exagerado, empujándose más allá de su experiencia actoral como árbol en cuarto grado. Este era su momento y no habría ninguna Cassie Somerset que se quedara con el estelar—. Ellos... —hipó—, la mataron. —Y entonces fue cuando se consagró como ganadora del Óscar, pues rompió en un llanto melancólico que sin duda le hubiese otorgado la estatuilla.

En tu cara, Cassie Somerset.

—Pensé que se la habían llevado —comentó él seguramente encontrando las incongruencias en su dramática historia, Abi alzó la vista y tuvo el descaro de mirarlo incrédula.

—La llevaron y luego la mataron —explicó y con la servilleta borró rápidamente los vestigios de su falso llanto.

—Lamento oír eso. —William dejó de comer para inclinarse ligeramente en su dirección y ofrecerle su pésame. Abi boqueó estupefacta, no podía salir de su asombro, él realmente le había creído.

—Oh, sí, bueno... tengo que superarlo.

—Seguramente ha sido muy duro —aseveró con un tono de voz distinto, como si de alguna forma compartiera su dolor. Abi se sintió como una embustera, no quería mentirle tan descaradamente pero, ¿es que acaso podía decirle la verdad?

—No éramos tan cercanas —musitó tratando de aliviar la tensión del ambiente, por un segundo creyó ver una nota de autentico pesar en sus ojos y eso no le agradó nada.

—¿Y con qué motivo iban a Londres? —Las palabras rehuyeron de su mente gritándole «estás por ti misma». Abi abrió los ojos como platos y la boca se le congeló a la espera de una nueva mentira.

—Yo... emm... bueno... —¡Oh, Dios! «¿Dónde están las lágrimas?», se preguntó internamente mientras buscaba la mejor salida.

—¿Pensaba presentarse en la temporada?

Abi clavó sus ojos en él, seguramente le estaba dando una opción de escape, aunque ella no tenía idea de que rayos era una temporada. ¿Ya había Fashion Week?

—¿Sí...? —respondió más bien como una pregunta.

—Eso es perfecto, quizás ni siquiera tenga que ponerse en contacto con sus padres. —Soltó un suspiro por lo bajo, después de todo parecía que su fortuna había decidido hacer acto de aparición—. Puedo pedirle a mi madre que la tome bajo su ala, entonces podrá tener su temporada y quizás eso... la ayude a pasar por este mal momento.

—¡Eso sería genial! —aseguró recobrando su sonrisa, William le sonrió también.

Abi desbordaba de tranquilidad, la tía muerta después de todo no sería un impedimento para alcanzar lo que fuera que ella estaba buscando. Si Will la enviaba a Londres, ella podría buscar un empleo como uno de los que Nikky le había mencionado antes. La doncella sostenía que Londres era el lugar idóneo para subsistir cuando no se tiene más opciones y Abi iba a probar suerte allí. Incluso tal vez podría pedirle ayuda a la madre del marqués, se ganaría el sustento con el sudor de su frente y al siguiente año estaría de regreso en su hogar. ¡Pan comido!

—Todo arreglado entonces, enviaré una carta a mi madre para pedirle ese favor.

—¿Harías eso por mí?

—Sí, por supuesto, me aseguraré de que llegue a su destino —señaló con tono desenfadado. Abi sonrió, ella sabía que ese hombre no podía ser tan malo—. Podrá hacer su debut y entonces finalmente conseguir esposo.

—Sí... —Asintió aún ensimismada en sus pensamientos, pero en un segundo después su mente conectó con esa palabra haciendo que cada parte de su cuerpo se pusiera en tensión—. Aguarda, ¿qué dijiste? —le espetó clavando sus ojos en William, por un instante había creído oír... ¿esposo? 

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Críticas? Insultos? Comentarios?

Espero que les haya gustado, besos ^^

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