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"Un 17 de Febrero"

Bueno, hola! Lo prometido es deuda y como deudas ya tengo suficiente, pensé que mejor empezar a pagar xDD Ok, conté los capítulos que me faltan para terminar, así que después de este serían seis y un epilogo. Les diría que pongan atención a las fechas que se dicen a partir de ahora... título por ejemplo xDDD Y... nada más disfruten el cap.

Capítulo XXVII:

Un 17 de febrero

—Este es muy bonito, milady. —Abi arrugó la nariz desdeñando el sombrero que le enseñaba Nikky.

Llevaban alrededor de una hora rebuscando entre las distintas prendas y aún no hallaban la ideal. Luego de que Will partiera a atender sus reuniones, Abi tomó una decisión. Con Nikky pegada a sus talones, salieron en un rápido viaje al centro de Bath. Ella pretendía encontrar el vestido más bonito, quería que la cena de reconciliación fuese perfecta. Y para ello, ella debía estar perfecta. No solo el vestido indicado, sino también el sombrero, los guantes y los zapatos. Se iba a hacer lo que en su país se llamaba makeover, sabía cómo tentar a su hombre y no iba a tener reparos en utilizar todas sus armas.

—Tiene que ser algo que diga: ¡Tómame! ¡Soy tuya!

La doncella rio entre dientes y se puso en la diligente tarea de encontrar al sombrero parlanchín. Abi dio algunas vueltas en la tienda, todo lo que veía era muy bonito, pero no terminaba de convencerla. La dependienta se encontraba buscando también, al parecer cumplir los caprichos de una marquesa era de interés público. Seguramente si entraba alguien más, también se pondría a ayudarla.

—Esto es sumamente ridículo, se creen que una no tiene nada que hacer.

Ella se volvió sobre su hombro, del otro lado de una cortina de telas de muestra se encontraban dos mujeres.

Abi no tuvo que pensar mucho, reconoció la voz casi al instante. Entonces sintió que la vena de la frente comenzaba a palpitarle, no era prudente que se quedara allí. No quería cruzarse con esa mujer, no en su día especial, no después de que Will parecía querer perdonarla. Regresó sobre sus pasos, evitando que Elisa la viera y tomó a Nikky del brazo para guiarla a la salida.

—¡Milady! ¡My lady Adler!

Abi maldijo para sus adentros, estaba teniendo éxito en su retirada, pero la vociferación de la dependienta fue igual que llevar pirotecnias en el culo. Se volvió a regañadientes y al instante sintió la desdeñosa mirada de Elisa sobre su persona. No se dejó amedrentar, hinchó el pecho y sonrió de la manera más falsa que pudo encontrar.

—Creo que finalmente lo tengo ¡voilà! —La mujer le enseñó un hermoso vestido color rojo burdeos, con bordados en hilo dorado y un prominente escote. En verdad era el vestido indicado, pero frente a la mirada de Elisa, Abi no supo qué decir.

—Tal vez la marquesa, prefiera algo menos... vulgar. —A la dependienta se le borró la sonrisa que tenía y la miró afligida, como si acabara de ofenderla—. Por favor, mueva esos pies y trate de no indignar a la señora.

No supo por qué no dijo nada para defender a la mujer, Abi literalmente se había quedado muda. La señora desapareció con el vestido y ella por un momento creyó ver lágrimas en sus ojos.

—Lady Adler, que placer encontrarla aquí.

Abi salió de su estupor y se volvió para enfrentar a Elisa, se dijo que luego hablaría con la vendedora.

—Buenos días, lady Berenfor.

La dama de compañía de Elisa, se alejó de ellas llevando su atención a unos pañuelos y Nikky se distanció lo suficiente, como para no oír la conversación de las señoras. Para Abi eso era una regla estúpida, pues le confiaba casi todo a su doncella, pero Nikky estaba muy bien enseñada.

—¿Acaso no es una bonita mañana? —Abi asintió sin ánimos de fingir cortesía. Elisa dio unos pasos casuales, pero que curiosamente la situaron aún más cerca de ella— . El sol brilla, los pájaros cantan y las cartas finalmente parecen encontrar su destino. —Se limitó a fulminarla con la mirada, sabía que nada bueno iba a salir de ese encuentro "casual"—. ¿No es curiosa la forma en que las cosas parecen, simplemente... encajar?

—Seguro. —¿Qué demonios le pasaba? ¿Por qué no le salía alguna mordaz respuesta? Abi tenía una teoría, luego de fregarla tanto con Will, no quería darle más razones para que la llamara niña inmadura. Caer en la provocación de Elisa, solo la haría estar a su nivel y ella iba a ser mejor.

—Mi señora... —La mujer sonrió de manera que logró crisparles los vellos de la nuca—. ¿Acaso no nota la ridícula posición en la que se está poniendo?

—No sé de qué habla.

—¡Ja! Usted tiene sentido del humor, de eso no cabe duda. —Se silenció un segundo, para observar casualmente de un lado a otro—. O tal vez le gusta quedar como la tonta.

—¡No le permito! —masculló avanzando con los puños crispados. Pues no ceder a su provocación era una cosa, pero dejarse insultar era otra muy diferente.

—Tranquila, no hay necesidad de armar un escándalo. — Elisa rio nerviosa, verificando que no llamaban la atención. Y en esa ocasión, cuando posó la vista en ella, Abi sintió como la atravesaba con la mirada—. ¿En realidad creyó que interfiriendo el correo, evitaría que llegara a William? Pobre niña ingenua... —Soltó una carcajada hueca y Abi resopló entre dientes. ¿Cómo sabía lo de las cartas?

—No...

Pero Elisa la silenció agitando una mano frente a su rostro, en gesto petulante.

—William no tiene secretos conmigo, hace dos días me lo contó todo... mientras yo le brindaba el consuelo que su tonta esposa no puede... —Antes de que ninguna pudiera reaccionar, Abi alzó una mano y abofeteó con fuerza el rostro de esa zorra. Elisa abrió los ojos como platos y todas las mujeres presentes en la tienda, las observaban sin dar crédito a lo acontecido.

—Ni creas que puedes intimidarme estúpida —murmuró muy cerca de ella, Nikky llegó entonces a su lado y la tomó del brazo para guiarla al carruaje. Pero Abi no contaba con que Elisa la seguiría allí también.

—Tú eres la estúpida, por creer que en realidad lo posees. —Le clavó un dedo en el pecho para enfatizar sus palabras—. En ocho meses de matrimonio, no pudiste darle lo único que él desea. —Abi abrió la boca para responder, pero las palabras se le atoraron en la garganta—. Lamento arruinar tu cuento de hadas, pero William merece saber la verdad.

—¿De qué estás hablando? —preguntó con un hilo de voz.

—Que finalmente tendrá el heredero que tanto ha esperado y no es precisamente tuyo. —Abi sintió eso como un golpe en el estómago, pero se obligó a mostrar un rostro imperturbable—. ¿Por qué no nos haces un favor y desapareces? —Se llevó una mano al vientre y ella reprimió las ganas de abofetearla de nuevo—. Yo le daré lo que quiere... seremos su familia...

—¿En verdad crees que caeré en ese estúpido truco?

Elisa podía decir lo que quisiera, pero Abi conocía a Will, él sería incapaz de un acto tan vil.

—Puedes creerlo o puede que no, pero en cuanto le dé la noticia esta tarde... William no pondrá pegas. Jamás renunciaría a un hijo.

—¡Mientes! Él no tiene nada que ver contigo.

Elisa rio estridentemente, Abi sintió cómo por su garganta pasaba un trago excesivamente amargo.

—No seas tonta, sabes que los hombres solo buscan tener descendencia... ¿No pensabas que está enamorado de ti? — En esa ocasión su risa fue incluso más odiosa—. Si se casó contigo, es porque eres un vientre joven... pero resultaste ser una total decepción. —Elisa la tomó de las manos, su sonrisa burlona pasó a segundo plano y por un segundo, la observó con completa seriedad—. No es tu culpa, cariño, así es la vida de una mujer. Solo es útil para parir, es tiempo de que entiendas eso.

Abi se deshizo de su amarre de un tirón y la miró con los ojos chispeando rabia.

—No me importa lo que digas, no te creo nada.

La mujer soltó un suspiro cansino.

—Bien... si quieres pruebas... —Envió una mirada de soslayo a Nikky.

En todo ese momento la doncella se había mantenido junto a su señora sin emitir juicio. Pero en su rostro, se podía leer la cólera que le despertaba lady Berenfor. Esta le hizo una seña para que se apartara y la chica obedeció muy a su pesar, después de todo no podía ignorar la orden de una dama noble.

—Esta tarde William me visitará en mi mansión del centro, como lleva haciéndolo desde el mismo día en que se casó con Marian. Siempre vuelve a mí... —comentó en tono casual, como si eso la hiciera sentir orgullosa—. Podrás confirmarlo con tus propios ojos, a las cinco de la tarde... estará en Lilies Manor, para conocer la noticia de su futuro heredero. —Se encogió de hombros, fingiendo inocencia—. No te prometo asientos de primera fila, pero lo mantendré el tiempo que tú quieras ocupado en mi cuerpo. Solo para que no te quepan dudas...

Le volvió a sonreír, Abi solo podía mirarla con fijeza. No estaba dispuesta a creer ninguna de sus mentiras, pero entonces, ¿por qué sonaba tan confiada? ¿Acaso Will en verdad iría a su casa esa misma tarde? ¿La tarde de su cumpleaños? ¿La había dejado sola todo el día para poder ir con ella? No lo creía, no podía hacerlo. Will la quería, la amaba. Una voz en su interior le arrojó una sola pregunta: ¿La amaba?

Elisa pareció no tener más veneno que escupir y parodiando una reverencia se marchó con su criada, riendo placenteramente. Abi aún shockeada buscó con la vista a Nikky, y ésta la ayudó a subir al carruaje con la vista clavada en el infinito. El camino a casa fue igual que el traslado de un féretro al cementerio; doloroso, interminable... silencioso.

El reloj de la sala de estar marcaba las tres de la tarde, ella observó ausente las manecillas avanzar a otra hora de soledad. Muy en su interior había esperado que Will regresara para entonces, pero aún no había rastros de él. ¿Y por qué lo esperaba? Si Elisa decía la verdad, él seguramente estaría camino a la mansión de esa asquerosa mujer. Se negaba a caer en esa trampa, Will sería incapaz de algo así. Ella no se lo imaginaba clavándole un puñal por la espalda, él de entre todos los hombres sabía del dolor de una traición. No se la jugaría de esa forma, ¿verdad? Por alguna estúpida razón, conforme pasaban los minutos Abi iba encontrando menos respuestas a esa pregunta. Pues ella era muy consciente de algo, su esposo lo que más deseaba en el mundo era un hijo. Había estado dispuesto a aceptar al posible niño bastardo de Marian, solo para poder formar una familia. Y Noah se lo había dicho antes, Will deseaba ser mejor que su padre, deseaba una numerosa familia donde él pudiera enseñarles buenos valores a sus hijos. No se había enfadado con su mejor amigo cuando le arrebató a su mujer, se había encolerizado cuando le arrebató a su hijo no nato. Esas ideas la comenzaban a confundir. ¿Y si Will se había cansado de esperar un embarazo suyo? Él no le había dicho nada al respecto, pero Abi lo sabía, notaba la pequeña mueca que cruzaba su rostro cada mes que pasaba sin concebir. Entonces ¿Habría buscado cumplir su deseo de una familia con otra mujer? ¿Sería incluso posible que él no sintiera nada por ella?

«Tan solo quería una familia, Abi», el sonido de su voz hizo eco en sus cavilaciones. El día que Will le contó toda la historia de Marian, había concluido con esa frase. ¡Por Dios! Eso fue lo que le dijo antes de hacer el amor con ella por primera vez. Will quería una familia, quería un hijo y si Elisa se lo podía dar, él no dudaría en aceptarla. Se levantó del sillón abruptamente y corrió hacia los establos, ignorando el grito de sorpresa de la cocinera al verla pasar a la carrera. Llegó casi sin aire y sus ojos recorrieron las caballerizas, sin saber que buscaba exactamente.

—¿Milady puedo ayudarla?

Abi respingó volviéndose en dirección de Eze, que salía por una de las portezuelas con una cubeta bajo el brazo.

—Sí, necesito que me lleves a un lugar... y discretamente. —Él frunció el ceño, mirando por sobre su hombro, tal vez buscando alguna clase de ayuda—. Eze por favor, haz esto por mí.

El mozo tal vez logró notar la tensión en su voz, por lo que asintió sin demorarse en buscar el carruaje.

Cinco minutos después ambos se encontraban camino a Lilies Manor, afortunadamente Eze no había hecho preguntas y Abi estaba segura de no ser capaz de respondérselas, por lo que agradecía en silencio la discreción del joven de ojos celestes. No sabía qué esperar, no sabía por qué rayos había accedido a esa locura. Pero estaba segura de algo, si Will entraba en esa casa, ella lo esperaría en la puerta para obtener algunas explicaciones. No iba a ser un obstáculo en la felicidad de su marido, Abi sabía lo que él quería y si no era capaz de dárselo, al menos se retiraría de la batalla con la frente en alto. Aunque, a decir verdad, solo esperaba que todo fuese una enorme mentira, producto de la mente retorcida de esa mujer.

—Milady, ¿aquí está bien?

Ella descorrió la cortina del carruaje y espió por la ventana, a pesar de no ser aún las cinco de la tarde el sol de invierno ya casi no iluminaba nada. Aun así, fue capaz de ver la puerta roja chillona de la casa de los Berenfor justo al otro lado de la calle. Eze se había aparcado a unos cuantos metros y como un buen lacayo, incluso se había encargado de ocultar un poco el carruaje detrás de otros. De esa forma nadie los vería o reconocería.

—Estupendo —musitó ella desde el interior.

Él se volvió para mirarla por la ventanilla de comunicación, pero con una leve sonrisa se guardó el comentario que parecía deseoso de soltar. Estuvo sentada largo rato, observando el horizonte, preguntándole a Eze la hora cada vez que podía. Pues ya habían pasado diez minutos del momento acordado por Elisa, y Will aún no aparecía. Abi lentamente iba recuperando sus esperanzas.

Pero entonces el sonido disparejo de un único caballo tomando la empinada calle de tierra, captó su atención. No quiso mirar, aunque todo el tiempo lo supo. Era Will, en su flamante semental negro quien se acercaba a puro galope. Abi se quedó helada, viendo como la misma Elisa le abría la puerta, ataviada en un vestido que no llegaba a cubrirle la poca decencia que le quedaba. Si es que le quedaba alguna pisca. No supo cómo logró contener el fuego que rasgaba su corazón, allí los amantes se perdían en la oscuridad de esa enorme mansión y ella era fiel testigo. Las lágrimas se arremolinaron en sus ojos y presionando las manos en puños, se dispuso a esperar. Tarde o temprano, él saldría y entonces Abi le soltaría la rienda.

Eze suspiró arrellanándose en su abrigo, apretando la prenda alrededor de su cuello para no dejar que se le colaran las gotas de lluvia. En algún momento durante su espera, el cielo se había cerrado por completo dejando caer un aguacero en las asquerosas calles de esa ciudad. El mozo no se quejaba, pero al igual que ella también estaba cansado de esperar. Eran las siete de la tarde y Will no había salido, Abi ya había perdido esperanzas de verlo salir ese día. Pero estaba siendo una necia, arrastrando al pobre de Eze en su miseria. El joven pescaría un resfriado sentado en el pescante, mientras aguardaban a que el inminente fin cobrara proporciones catastróficas. ¿Qué sentido tenía esperarlo? Él regresaría a su casa eventualmente, pero Abi había tomado una decisión en esas horas de suplicio, cuando regresara no la encontraría allí.

—Vámonos, Eze.

El chico abrió sus ojos de par en par y ella odió el sentimiento que le transmitieron, incluso el mozo de cuadra sentía pena de ella.

***

—Llegamos —anunció él en cuanto se detuvo el carruaje, durante el viaje Abi mantuvo los ojos cerrados. Reprimiendo lágrimas o quizás, creyendo que de esa forma todos los malos recuerdos se esfumarían de su mente.

—Gracias por tu ayuda. —Le dijo mientras la ayudaba a descender—. Agradecería que esto quedara entre nosotros.

—Milady... —Parecía que por un momento iba a darle algún argumento para defender a su patrón, pero al igual que ella, Eze no halló palabras—. Sí, milady. —Y tras hacerle una reverencia se marchó, para guardar el carruaje.

Abi se dirigió al despacho de Will, no se tomó el tiempo de recorrer con la mirada la casa, no buscó a nadie, solo quería estar sola. Ya no sentía dolor, pues eso se reserva para las personas que aún tienen un corazón y el de ella se había quedado desperdigado por el camino.

Sobre el escritorio, encontró algunos de los papeles de él, todos desordenados escritos hasta en los márgenes. Algo tan típico de Will, solo él lograba entenderse en su caos y era así como ella lo amaba. Espontáneo, risueño, juguetón e incluso cabrón, ese era su Will. Siempre reservado con el resto, mostrando su autoridad de aristócrata implacable, pero con una suave chispa de picardía en su mirada. Adorable a su propio estilo, inflexible, pragmático, sarcástico y dulce a la vez, un ser con más de una expresión de bondad. Sonrió, recordando su mirada de sorpresa cuando por primera vez lo besó, su enfado el día en que se escapó, su humilde comprensión, aquel momento en los laberintos de la casa de Londres.

—¿Por qué, Will? —sollozó incapaz de mantener una voz firme.

Abi rompió en un llanto doloroso mientras con sus manos repasaba aquel lugar sagrado de su esposo. Su esposo, ¿había sido suyo en algún momento? Sin darse cuenta garabateó unas palabras sobre un papel en blanco, en el momento que las releyó Abi lo comprendió todo. No podía enfrentarlo, no sería capaz de mirarlo a los ojos en el instante en que la rechazara. Will tendría lo que deseaba, quería una familia, quería un hijo y Abi había fallado en esa tarea. Era todo, estuvo dispuesta a dejarlo todo por él, pero al parecer eso no había sido suficiente.

Se puso de pie abruptamente y con sus ojos repasó la estancia rápidamente, allí en uno de los candelabros parpadeaba una solitaria vela buscando inútilmente aplacar las sombras que la consumían. Abi la desprendió tomándola entre sus dos manos, ya había hecho eso con anterioridad y no había funcionado. No sabía que esperaba que ocurriera, pero el sentimiento de querer desaparecer de la faz de la tierra, cada vez cobraba mayores proporciones. Inspiró profundamente, las lágrimas caían descontroladamente por sus mejillas y no se molestó en secarlas.

—Deseo... —susurró incapaz de pronunciar el resto. ¡Oh, Dios! Exclamó con un grito interno, tan solo esperaba que por primera vez las cosas le salieran bien—. Deseo... regresar... al siglo XXI... —Y cerrando los ojos, dejó ir un último aliento enmascarando un grito de desesperanza.

***

William se terminó de abotonar la casaca, había logrado ver por la ventana como la lluvia golpeaba frenéticamente los páramos de Bath. Sería un regreso a casa un tanto húmedo. ¡Diablos! Su pobre caballo, se encontraba fuera a la intemperie.

—¿Entonces te veré mañana?

Él se dio la vuelta para llevar su atención a su anfitriona, Elisa Berenfor le sonreía coquetamente desde el dintel de la puerta.

—Sí, seguro —masculló con poco interés, mientras en su mente repasaba cada camino a la finca. No quería lastimar a su caballo, Dios sabía que Iker lo mataría si algo le llegaba a pasar al animal.

—No pareces muy feliz... —murmuró ella acercándose sigilosamente y pasándole una mano por el cuello, para arreglarle bien la ropa.

—Estoy feliz, en realidad me has sacado un peso de encima.

—Me alegra poder serte útil. —Will enarcó una ceja, pero pasó de dar un comentario al respecto—. De aquí en adelante debemos hacer las cosas bien.

—Sí, de acuerdo —aceptó rápidamente, pues ya llevaba demasiado tiempo allí dentro y simplemente quería regresar a su casa—. Bien, me tengo que ir.

Elisa hizo un puchero, pero finalmente accedió con un pequeño asentimiento. En ese momento las puertas de doble hoja se abrieron, para dar paso a una criada que parecía apurada.

—¿El señor se quedará a cenar? —¡La cena! Diablos, ya casi era hora de la cena y él aún seguía dando vueltas.

—No, no... ya me voy. —Se reverenció como pudo para las damas y aprovechando las puertas abiertas, escapó a tiempo de oír como Elisa le refunfuñaba algo a la joven.

A pesar de no querer presionar a su pobre caballo, Tornado según Abi, Will se sentía afanoso de llegar a su hogar. Había tomado los caminos más firmes, pero aun así era muy difícil avanzar con la lluvia pegándole en el rostro y el viento en contra. Se demoró casi una hora, en un trayecto que no le robaba más de treinta minutos en condiciones normales. Pero finalmente estaba en su casa, maldiciendo al mal clima, calado hasta los huesos y posiblemente con un inicio de pulmonía, pero en casa. Llevó a Tornado a la parte trasera y al llegar a las caballerizas, nadie lo recibió. Will brincó del caballo y metió medio cuerpo, en el compartimiento que pertenecía al mozo de cuadra. Ezequiel se encontraba repantingado en el piso, sin ningún interés de abandonar su cómoda posición para tomar su caballo. Will bufó y le arrojó las riendas al rostro, el muchacho lo ignoró categóricamente.

—¡Toma las riendas! —le espetó, con su voz dura.

Ezequiel lo miró entonces, enarcó una ceja y haciendo una mueca desdeñosa de un tirón se llevó al animal. William no podía creer esa actitud. ¿A qué venía eso? Ezequiel nunca había actuado de una manera tan reprobable. Seguramente el chico se había levantado del lado izquierdo ese día. Intentó no darle mucha importancia, Will no tenía razones para estar molesto. Al fin y al cabo, tenía una idea en su mente, la misma que lo había mantenido eufórico a pesar que el mundo estaba deseoso de borrarle la sonrisa.

Se dirigió al interior de la casa, Darton pasó a su lado sin tomar su casaca chorreante. Bien, quizás no lo había visto. Will subió las escaleras de dos en dos, chapoteando en el agua que llevaba en sus botas. Al llegar a sus habitaciones, ingresó dispuesto a deshacerse de toda su mugre pero... nadie lo esperaba allí.

—¡¿Jared?! —exclamó esperando que su ayuda de cámara, saliera de su cuarto contiguo. Nada—. Con un demonio.

Lentamente su buen humor amenazaba con esfumarse. Cogió del cordón de servicio, tal vez Jared estaría en la cocina a punto de cenar. Pasaron diez minutos, en los que él continuaba tiritando en su humedad y no había noticias de Jared. ¿Qué pasaba con el servicio en su casa? Salió echando humo por la boca y descendió las escaleras, como una furia. Estaba tan ensimismado en su molestia, que casi se lleva por delante a Nicole.

—¿Mi esposa? —Fue lo primero que le preguntó a la chica, pensar en Abi lo calmó considerablemente.

—No sé. —Y tras decir eso le dio la espalda para continuar con sus labores, Will abrió los ojos como platos. Esto debía ser una broma.

—¡¡Búscala!! —bramó haciendo que la muchacha se sobresaltara y saliera corriendo a cumplir su orden. Siguió su camino directo a la cocina, allí se encontró con Catrina, Nigel y Cristi, todos al verlo cruzar el umbral apartaron la mirada de una forma bastante descortés—. ¿En dónde está Jared?

—¿Quién sabe? —masculló Nigel poniéndose de pie, para luego pasar a su lado evitando por todos los medios rozarlo. Will dirigió su atención a su ama de llaves, pues ella era la encargada de llevar la casa en su ausencia. La mujer mayor, suspiró y también se puso de pie.

—Lo buscaré. —Fue lo único que dijo antes de abandonar la cocina, Will se encontró repentinamente solo con la cocinera. Y ésta tras ofrecerle una extraña mirada, se volvió para seguir trabajando en la cena.

Él se retiró sin decir nada, la actitud de todos estaba más que distorsionada. Sabía que muchos se habían molestado con él por haber peleado con Abi, pero conociendo los chismosos que eran, estaba seguro que estaban al corriente de que pensaba hacer las paces esa misma noche. Entonces, ¿por qué lo trataban como si tuviese la peste? Y no era solo desdén, estaban incluso irrespetando su título. Sin importar que tan afines a la causa de Abi fuesen, él seguía siendo su patrón, estaban en la obligación de atender sus demandas. Will no pensaba que fuese duro con ellos, pero al parecer debía comenzar a implementar otro método, o terminaría haciendo un motín como en los barcos. Su padre debía estar regodeándose en su tumba, siempre se burlaba de su flexibilidad con los criados, al parecer estaba en lo cierto.

—No la encuentro.

Por un segundo, no relacionó esas palabras con nadie. Pero al volverse notó que Nicole lo observaba desde el pie de las escaleras, con el ceño fruncido y los brazos cruzados al pecho.

—¿Cómo que no la encuentras?

—La busqué en los pisos de arriba y no está.

Fue su turno de fruncir el ceño, Will le indicó a la joven que siguiera buscando y le dijera al resto de los empleados que hicieran lo mismo. Al menos esa orden Nicole no se la refutó. Él se dirigió a la biblioteca, olvidándose de que aún estaba mojado. Las palabras de la doncella de Abi, lentamente iban socavando en su interior y por alguna razón, sintió un frío en su pecho que nada tenía que ver con su estado actual. Avanzó por los pasillos de la mansión, notando que repentinamente todo pareció cobrar vida a su alrededor. Las criadas corrían de aquí para allá, Darton daba órdenes a los hombres para que salieran a buscar fuera, mientras que Catrina y Nigel se encargaban del piso inferior.

William abrió la puerta de la biblioteca de par en par, pero desafortunadamente encontró el lugar desierto. Sin perder tiempo se dirigió a la portezuela, que conectaba con una de sus salas de estar, allí tampoco había nadie. ¡Con un demonio! ¿Dónde podía estar Abi? No quería ponerse paranoico, pero el mal presentimiento que había sentido antes, estaba apoderándose de su mente racional. Y eso no le ayudaba, tenía que pensar claro si quería dar con ella. Su mujer no estaría fuera con esa tormenta, por lo que debía haber alguna habitación en la que no habían buscado. ¡El estudio! A ella le encantaba pasar el tiempo leyendo en su despacho, seguramente estaba allí. Sonrió encaminándose a paso apresurado, pero al ingresar tan solo vio la espalda de Nicole, quien se encontraba ligeramente inclinada sobre su escritorio.

—¿Nicole? —preguntó dando unos vacilantes pasos en su dirección, la chica no se movió.

Parecía estar congelada en esa posición. Él le rozó con una mano el hombro y fue cuando pareció reaccionar, de un brinco se dio la vuelta y lo miró aturdida. Sin decir palabra salió corriendo del despacho, pero William no pasó por alto el detalle de las lágrimas que surcaban su rostro. Estuvo dispuesto a seguirla, para descubrir qué rayos la había puesto en ese estado. Pero al darse la vuelta, notó que Nigel la había interceptado en la puerta y ahora la doncella de su mujer sollozaba en el pecho del que una vez fue su mejor amigo. Will no atinó a decir nada frente a esa escena, pero por alguna razón algo guió su mirada de vuelta al escritorio. Y a partir de ese momento, ya no supo distinguir o no quiso distinguir nada más.

Lo intenté y te fallé... lo único que deseo es que seas feliz. Abi.

—Espero que ya estés satisfecho.

William pestañeó varias veces, incapaz de quitar los ojos de esas simples pero tan crueles palabras. A su derecha estaba Nigel, leyendo al igual que él la nota de su esposa. Will lo miró sin comprenderlo, pero él se limitó a chasquear la lengua y tomando a Nicole del brazo salió del despecho, dando un fuerte portazo. No se molestó en detenerlo, no se molestó en repréndelo por su conducta, en realidad ya nada le importaba. Tomó el papel entre sus manos y caminando como un poseso, se deslizó contra una pared hasta que sintió el piso debajo de él. Sin saber por qué, el lugar comenzó a parecerle excesivamente pequeño. Se llevó ambas manos a la cabeza, presionándose los ojos para evitar estallar en cólera. Abi, su Abi... se había marchado, lo había dejado. Ella que junto al altar le había prometido estar con él por siempre, también le había fallado.

No era posible, nada tenía sentido. ¿Por qué haría eso? ¿Por qué después de que le había dado todo de sí? Will tiró la cabeza hacia atrás, impactándola duramente contra la pared, sin embargo, no sintió dolor. Pues el verdadero sufrimiento estaba en su interior, sin ella él no volvería a estar completo. Abrió los ojos sin ver nada en realidad, no sabía que esperar a continuación, no tenía un plan y su mente se negaba a pensar. Notó que junto a su pie, algo destacaba tímidamente sobre la alfombra azul. Will se recargó en sus brazos, para alcanzar el objeto. Una vela, una triste vela blanca. La apretó ligeramente sin poder determinar qué rayos hacia allí tirada pero tampoco le importó. Con un brusco movimiento, la arrojó contra la pared esparciendo sus restos por la amplia habitación. Luego hundió la cabeza entre sus rodillas, como un niño temeroso del mundo. Y sin siquiera notarlo, sintió cómo una primera lágrima rompía su resistencia autoimpuesta hacía tantos años. Una sola idea cruzó por su mente, tenía que encontrarla y traerla de vuelta, aunque en el intento se le fuera la vida.

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Entonces, espero que sepan comprender que esto tenía que pasar eventualmente. O sea... bueno, nada, mejor los dejo que saquen sus conclusiones. Siempre es un gusto hablar con ustedes, besos ^^ 

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