"Último Grito de Esperanza"
Hola gente, ¿cómo los está tratando el domingo? Yo la verdad es que me aburría y pensé; ohh hay que subir nuevo cap. y acá estoy. Espero disfruten de la lectura y mil gracias a todos los que se aventuran diariamente en mis historias, para mí es un gusto saber que disfrutan de mi locura y que esto se vuelva algo compartido xDDD
Capítulo XX:
Último grito de esperanza
—¿Estás emocionada? —Abi alzó la cabeza un tanto distraída y Zulima no pudo evitar mirarla con extrañeza. Era la única chica que no se ponía a saltar de felicidad, al recibir una invitación formal.
—Mucho —susurró luego de lo que pareció una eternidad, ella fue a sentarse a su lado y la tomó de una mano amigablemente.
A pesar que llevaba poco tiempo conociéndola, la señorita Abi le inspiraba confianza, además de que era capaz de hacer sonreír a Will. Algo que incluso a ella, le costaba de tanto en tanto.
—¿Qué ocurre? —instó con verdadera preocupación, esa mañana había corrido a su habitación para enseñarle la nota que le habían enviado. Pero para su sorpresa, Abi no había reaccionado como ella esperaba.
Lord Arbush, no solía ponerles atención a las nuevas postulantes, razón que tan solo logró acrecentar su entusiasmo. Abi había logrado con solo un baile, conseguir que un excelente partido la invitara a pasear en calesa. Aun así Zulima no logró despertar su júbilo, quizás ella estaba interesada en alguien más y eso podía comprenderlo.
—No ocurre nada. —Intentó ofrecerle una sonrisa, pero ella no se creyó su pobre actuación.
—Has estado rara últimamente y ahora que deberías estar preparándote para tu paseo, te encuentras sentada observando la ventana... no me digas que no ocurre nada, no soy tan tonta.
—Es solo que... no sé muy bien qué hacer. —Zulima arqueó una ceja, sin entenderla por completo.
—¿A qué te refieres específicamente? ¿A lord Arbush? ¿A qué atuendo deberías llevar? ¿Qué clase de temas podrían hablar? ¿O a qué tanta confianza lo vas a dejar tener? —Abi se giró para mirarla horrorizada.
—¡No sabía que tenía que pensar en todas esas cosas! — exclamó dejándose caer en la cama con exageración, Zulima soltó una pequeña risilla—. ¿Qué le digo?
—Pues no estoy segura, hiciste algo en el baile que llamó su atención, continúa usando esa técnica. —Le sonrió para mostrarle su apoyo, pero Abi soltó un bufido.
—No quiero gustarle —confesó repentinamente y ella se arrodilló en la cama para mirarla a los ojos, la otra lentamente se incorporó hasta volver a sentarse—. No quiero gustarle —repitió, como si la primera vez no hubiese sido suficiente.
—Pero es un excelente partido. —Zulima no sabía muy bien que decir en esa situación, si ella hubiese recibido una invitación de ese hombre o de cualquier otro, también se sentiría desdichada. Ella ya había escogido a su futuro esposo y no estaba dispuesta a aceptar nada menos, pero, ¿cuál era la razón de Abi al rechazo? —. ¿Acaso estás interesada en alguien más? —Ella se encogió de hombros y pasó de responder, pero algo en sus ojos le dijo que había dado en el clavo—. ¿Quién?
—Nadie... —balbuceó Abi con poca credibilidad.
—Oh vamos, puedes confiar en mí. No le diré nada a mi madre, es más puedo darte algunos trucos para hacer que Thomas Arbush, no se fije nunca más en ti.
—¿Puedes? —Zulima sonrió complacida, por la reacción suscitada en su interlocutora.
—Solo si me dices de quién estás enamorada...
Mientras caminaba por los jardines buscando un banco donde diera el sol, Zulima dejó pasear la vista por los rosales. Hacía mucho tiempo que no se acercaba a sus flores, pues Lady Adler creía que cuidar un jardín no era tarea de una dama de su clase. Pero era algo que ella disfrutaba, aun así tenía que escuchar los consejos de su madre. Si se atrevía a contradecirla, solo acrecentaría las ansias de casarla con alguien y enviarla lejos. Lo que ella menos quería era encontrar un esposo. Los viejos y rechonchos duques, condes y marqueses de Londres, jamás lograrían despertar nada en su interior. Primero tendrían que atarla a una carreta y llevarla hasta la iglesia, antes de casarla con alguno de ellos. Zulima no era estúpida, sabía que no debía apuntar por debajo de su clase. Pero eso reducía mucho sus expectativas, los hombres con títulos elevados, eran viejos o ya tenían un buen número de matrimonios encima. Y ella no quería eso, no quería a un lord que en tres años ya no pudiera correr, quería a alguien vital, alegre, apuesto. Quería a...
—Sir Nigel —murmuró al notar quien se inclinaba ligeramente sobre su rosal, él se volvió al oír su voz y le expuso una deslumbrante sonrisa.
—Bonjour belle. —Zulima contuvo un pequeño suspiro y sintió cómo las mejillas comenzaron a arderle.
Eso necesitaba, tan solo dos palabras de él para sentir fuego en cada partícula de su cuerpo. Desde que tenía siete años, Nigel monopolizaba cualquier recuerdo suyo.
El primer día que lo vio supo que se había enamorado, no necesitó que él le devolviera la mirada, no necesitó oír su voz. Fue amor desde el momento en que ella supo cómo darle nombre a ese sentimiento. Conforme pasaban los años, Zulima intentó hacerse de un lugar en su corazón, pero todos sus intentos fueron en vano. Nigel la veía como a una niña, como a la pequeña hermana de Will. Y ella comprendió amargamente, que jamás lograría borrar esa idea de su mente. Había tenido que soportar viéndolo ir y venir con su hermano, y todas esas tontas mujeres. Ninguna había significado mucho para él, al menos eso era lo que ella creía, luego de que se fue a Bath le fue difícil seguirle la pista. Tanto Will como Nigel, disfrutaban con la atención que recibían de las damas y ella pasó toda su adolescencia, tratando de aprender de ellas. ¿Qué hacían para que él las mirara? ¿Qué ropa utilizaban? ¿Cómo sonreían? Copió cada uno de sus gestos, cada una de sus miradas y aun así, seguía siendo invisible para él.
Ahora que lo tenía de regreso en Londres, tenía pensado demostrarle que podía ser una mujer real. Pero siempre que estaba en su presencia, exageraba mucho o hablaba tonterías. Logrando acrecentar la imagen que él tenía de ella: que aún era una niña.
—¿Zuli te encuentras bien?
Sacudió la cabeza obligándose a pensar.
—Sí. —Nigel no pareció muy convencido, pues la miró con un gesto entre preocupado y cariñoso. ¡Estupendo! Era la misma mirada que obtenía de Will—. Yo busco un lugar donde leer. —Alzó el libro que tenía en las manos y él asintió sin quitarle los ojos de encima.
—No te molesto entonces. —Ella lo vio darse la vuelta y sintió ganas de gritarle que la molestara, que no había inconveniente. Pero una vez más las palabras correctas, rehuyeron de su boca.
—Soy una estúpida.
—¿Y eso? —Dio un brinco para encontrarse con su hermano a sus espaldas—. ¿Por qué eres una estúpida? — preguntó William con curiosidad.
—Porque tomé este libro que ya había leído. —Quiso exponer una sonrisa, pero esta se perdió en medio de su actuación forzada—. Voy a regresarlo. —Al pasar junto a Will, este la detuvo por la muñeca.
—Dime que va mal... —Zulima se quedó muda, pensando una respuesta que la librase de ese enfrentamiento.
—Nada... solo que extraño a Abi.
Will frunció el ceño confundido y ella soltó un suspiro por lo bajo, sabía que mencionar a Abi lo desviaría del tema.
—¿Por qué la extrañas?
—Hoy lord Arbush la llevó de paseo a Hyde Park y no tengo con quién hablar, eso es todo.
—¿Thomas? —Ella asintió notando como la mirada de su hermano, parecía cobrar un brillo particular.
Entonces supo lo que veía en él y una sonrisa picarona surco sus labios. Tal vez podía utilizar esto en su favor.
—Le dije a Abi algunas cosas para espantarlo, si las hace bien, Arbush no será un problema. —El rostro de Will pasó de perplejo a meditabundo.
—¿Por qué harías eso?
—¿Por qué no hacerlo? Después de todo quiero que seas feliz. —Will se cruzó de brazos y se golpeó el labio con el dedo índice.
—¿Abi te dijo algo?
—Lo necesario —respondió tratando de mantenerse seria.
—Mmmm... ¿Con qué me va a salir? —preguntó atrapando rápidamente la dirección de la conversación, Zulima y William no necesitaban decirse todo, sus gestos a veces hablaban por ellos.
—Solo necesito información. —Will arqueó una ceja y aguardó a que ella continuara—. Sobre Nigel.
—¿Qué con él? —Ella rodó los ojos, si había algo que aprendió a hacer desde muy pequeña era a ocultar sus sentimientos por Nigel. Estaba claro que Will, ni se imaginaba lo que podría llegar a querer.
—¿Qué clase de mujer le gusta? —Por un segundo su hermano pareció pensar con detenimiento sus palabras, luego súbitamente pareció caer en el juego.
—¡Oh, no! Ni lo sueñes...
—¡Pero Will! —protestó, tratando al menos ser escuchada.
—Él no es para ti —sentenció con su mejor voz autoritaria, ella lo ignoró—. Ese hombre es mucho más grande que tú...
—¿Y tú no eres mayor para Abi? —Él le apuntó con un dedo a modo de amenaza, pero por un segundo no supo cómo replicar.
—Es... eso... es diferente.
—¿Qué tiene de diferente? —Lo increpó cruzándose de brazos, él la fulminó con la mirada y tras masajearse la sien con los nudillos, pareció calmarse un poco.
—Escúchame bien pequeña, no te vas a acercar a Nigel. —Ella abrió la boca para responder, pero él la silenció con un ademán—. La diferencia es que yo soy tu hermano y tengo la decisión final, si tengo que casarte con un cerdo lo haré antes de verte a su lado. ¿Entendido?
Zulima dio un paso atrás ligeramente afectada por la tajante amenaza de su hermano. Will nunca la trataba así, nunca le había prohibido nada. Y ahora se estaba poniendo en plan autoritario, justo en el momento en que ella más necesitaba de su apoyo. Sabía que convencer a su madre no sería fácil, pero en verdad esperaba que su hermano favorito la ayudara.
—Eres un maldito egoísta —musitó con las lágrimas oscilando peligrosamente en sus ojos—. Yo quiero tu felicidad. ¿Por qué tú no quieres lo mismo para mí?
—Nigel no te hará feliz —masculló rudamente, logrando que la primera lágrima se desprendiera de sus húmedos ojos—. Zulima, eres joven, bonita... puedes tener a cualquier hombre. Por favor, no hagas que me enoje contigo...
—Pero yo lo quiero a él... —susurró sin ánimos de dejarse amedrentar. Había esperado toda una vida por esa oportunidad. Y por la tozudez de su hermano, ella no la dejaría pasar.
—¿Acaso él...? —comenzó y ella notó la amenaza en sus ojos.
—¡No, por supuesto que no! Él ni siquiera lo sabe... —Se apresuró a decir, antes de que William encontrara una razón para matar a Nigel.
—Zulima es mejor que sea así, si en algún momento te le insinúas, juro por Dios que te vas a arrepentir. —Y sin dejarla replicar, se dio la vuelta para darle tiempo de juntar los pedazos de su corazón hecho trizas.
Se dejó caer junto a su rosal y soltó una lágrima tras otra, como si de esa forma pudiese cambiar su destino. Estaría obligada a ser infeliz, estaría obligada a callar sus sentimientos. Nunca podría sincerarse con Nigel y él nunca sabría que ella estaba destinada a permanecer a su lado. Una mano le rozó el hombro pero ella no hizo ningún intento de detener su llanto, sintió como la abrazaban y el familiar aroma llenó sus pulmones, sin que pudiera evitarlo. Él la tomó por la barbilla, obligándola a enfrentar su mirada y tras luchar inútilmente, se dejó vencer.
—Yo... —murmuró, pero cada palabra se atoró en su garganta afectada por el llanto.
—Lo sé —respondió acariciando sus mejillas, para limpiar las marcas que el dolor había dejado—. No llores más... — ella sacudió la cabeza, notando que oír su voz despertaba más su sufrimiento.
—No puedo evitarlo...
—No me gusta verte triste. —La acercó a su pecho para que terminara de descargar su angustia, Zulima apretó las manos en su casaca, mientras le oía murmurar una nana francesa. Ella reposó la cabeza en su pecho y cerró los ojos, dejándose acunar como una niña pequeña, el tono sosegado de su canción parecía ser como un bálsamo para su alma.
—Quiero... —Él se detuvo para oírla, pero ella no encontró fuerzas para completar la frase.
—¿Qué quieres, Zuli?
—A ti. —Al instante sintió como se ponía en tensión y el amarre con que la sostenía junto a su cuerpo, perdía intensidad.
—No vuelvas a decir a algo así.
Zulima se apartó para mirarlo fijamente, Nigel tenía el mismo gesto sombrío de su hermano.
—¿Por qué no? Es lo que siento, es lo que quiero... — Nigel sacudió la cabeza en una contundente negación.
—No, no es lo que quieres...
—¿Cómo puedes saberlo? —Lo cortó ella en un exabrupto.
—Porque no es correcto, ¿sí? Olvídalo...
Pero Zulima no estaba dispuesta a olvidarlo, ¿por qué nadie tomaba en serio sus palabras? Estaba cansada de que todo el mundo pensara que era una niña inmadura, ella tenía claro lo que quería y se lo iba a demostrar.
—No me importa que sea correcto o no —espetó seriamente.
Y tras soltar un amplio suspiro, lo tomó por la pechera y lo atrajo sin reparos hasta sus labios. Nigel intentó retroceder pero ella no le permitió apartarse, hasta que notara que había crecido y que podía ser una mujer completa para él. El contacto boca con boca pareció quedarse suspendido en el aire, Zulima buscó profundizar el beso pero no encontró respuesta del otro lado. Entonces lo comprendió y lentamente fue liberando su mano, había sido una estúpida al pensar que podría obtener algo de esa forma. Nigel había recibido miles de besos y el de ella, una estúpida inexperta, no sería nada especial. Finalmente se terminó apartando y al ver la expresión en sus ojos, no pudo más que levantarse y echarse a correr.
—¡Zulima, espera! —gritó él, pero ella no hizo caso y siguió hasta que su pie golpeó con fuerza la esquina de la fuente.
El dolor pareció elevarse desde ese punto a cada parte de su cuerpo, pero extrañamente lo que más dolía era el continuo palpitar de su corazón. Nigel la tomó del brazo, para ayudarla a incorporarse y ella se sacudió con vehemencia. Ya había tenido demasiadas humillaciones por un día. ¿Qué otra cosa podía pasar?
—¿Estás bien?
Sólo necesitó ofrecerle una mirada, para darle a entender que su pregunta estaba fuera de lugar.
—Déjame —musitó tratando de mantener algo de su orgullo, que tras el beso fallido y la caída, había quedado tan perdido como su decencia.
Nigel posó ambas manos a cada lado de su rostro y ella no encontró más opción que mirarlo. Antes de que pudiera decirle que olvidara todo, él se inclinó en su dirección muy lentamente. Zulima contuvo el aliento y pudo notar cómo la respiración de él parecía haberse acelerado considerablemente.
—Nigel... —murmuró y en esa ocasión, el roce fue ligero, suave e inquisitivo. Él no había sido agresivo como ella, no la había forzado a mantenerse en contacto con su boca y aun así, Zulima no pensaba en ningún otro mejor lugar en donde estar.
Una de sus manos viajó hasta su nuca, instándola a alzar la cabeza y ella lo hizo sin proponérselo. Los labios de Nigel empujaron contra los suyos, buscando la entrada a su boca. Zulima dejó ir un suspiro en ese momento, al sentir como su lengua tocaba la suya, con movimientos perezosos y tiernos. Como la suave caricia de un pétalo. Un leve gruñido reverbero en la garganta del Sir, mientras posaba una mano en su cintura para atraerla más contra su cuerpo. Zulima presionó las palmas en su pecho, disfrutando la sensación que despertaba el roce de sus músculos en sus inexpertas manos. Él parecía estar reconociendo cada húmedo rincón de su boca y ella solo podía obligarse a mantenerse despierta. De no estar sostenida por su cuerpo, muy probablemente sus piernas no la habrían soportado. Había soñado con ese momento por muchos años y en su corazón, sabía que la realidad superaría cualquier deseo infantil. Aunque nunca llegó a imaginar que los labios de Nigel tuvieran la capacidad de hacerla olvidar del mundo. Él se apartó finalmente y se apoyó ligeramente sobre su frente.
—No es correcto —murmuró y ella sonrió divertida por la teatralidad de su aseveración.
—¿Y qué?
Nigel la observó por un instante con seriedad, pero la sonrisa terminó ganando la partida.
—Tus hermanos van a matarme.
Zulima alzó una mano y le apartó el cabello que cubría sus dulces ojos dorados.
—Yo voy a defenderte. —Nigel soltó una carcajada y la rodeó con los brazos, para dejarla una vez más pegada a su pechera.
—Ah petite, vas a creer que estoy loco pero... voy a confiar en ti.
Ella no lo creía una locura, difícil sí, imposible nunca.
—Voy a cuidar de ti, lo prometo.
Él bajó la cabeza para mirarla con seriedad.
—Tú no tienes que cuidar de mí... una mujer... —Alzó la mano y la posó en su boca, antes de escucharlo decir que la obligación de cuidar de otro, era simplemente para los hombres.
—No soy una mujer convencional y ciertamente, tú no eres el hombre más común... necesitas que cuiden de ti...
Nigel le besó la palma causándole cosquillas.
—Bien, pero solo si me concedes el mismo honor.
Ella asintió alegremente y le rodeó el cuello con los brazos, para así poder alcanzar sus labios. En esa ocasión, Nigel no opuso ninguna resistencia y dejó que lo besara, como ella lo había soñado desde el primer día. Así y solo así, serían sus besos de ahora en adelante. Perfectos... soñados.
***
—Esto comienza a darme nauseas. —Ailim rio por lo bajo y tomó a su esposo del brazo, para alejarlo del jardín. Aún no sabía cómo lo había detenido a su lado frente a la escena que tuvieron que presenciar—. Debería ir a buscar mi espada...
Ella rodó los ojos.
—No, nada de espadas.
—Pero... —apuntó con una mano en dirección de Nigel y Zulima, la frustración prácticamente se podía palpar en su voz—. Mira eso, tan solo tiene dieciocho años.
—¿Y qué? Pensabas que presentándola en la temporada, no tendría momentos robados con algún pretendiente. — Tuvo que ahogar una carcajada, frente el asqueado gesto de Iker.
—Al menos yo no tendría que presenciar dichos momentos —masculló prácticamente jalándola por el camino de piedras.
—Oh, cariño, te preocupas mucho. —Él se volvió en su dirección, para mirarla con los ojos en finas líneas. Si había algo que fastidiaba a Iker, era que lo acusaran de interesarse por su familia.
—¿Tuviste algo que ver con esto?
—¿Yo? —instó sorprendida por el súbito cambio.
—Sí, tú, Zulima nunca había mostrado interés por Nigel... y ahora repentinamente...
—¡Momento! —Lo cortó en medio de su absurdo divague—. Que tú nunca lo hayas notado, no significa que no existiera. Y no, querido, no tuve nada que ver.
Él no pareció creerle por completo, pero dejó ir el tema finalmente.
—¿Qué hay de William?
Ailim sonrió con picardía.
—¿Has visto su expresión cuando Zulima le dijo lo de Arbush?
—Por qué sospecho, que en eso sí tuviste que ver. —Se encogió de hombros con inocencia—. Ailim, ¿qué hiciste?
—Nada... —Pero la mirada de Iker la obligó a decir la verdad—. Bien, quizás dije muy cerca de Thomas que Abi era una gran heredera rusa...—Su esposo de cruzó de brazos y arqueó una ceja con suspicacia—. ¿Qué? No es mi culpa que él este a la caza de chismes.
—Y luego me dices tramposo a mí —murmuró jalándola de la cintura para seguir su camino, Ailim cerró los ojos apoyando la cabeza en su hombro y mentalmente se anotó un punto a su favor.
***
Al ver que se aproximaban a la mansión, Abi soltó un amplio suspiro. A pesar de haber actuado tal y como Zulima se lo había indicado, todo parecía avivar el interés del lord. Ella estaba fatalmente confundida. ¿Qué diablos quería ese tipo? Había hasta incluso maldecido en un momento y él le había respondido que le agradaban las mujeres con carácter. ¡Y una mierda! Pensó Abi en ese instante. No se daba una idea de por qué se comportaba de esa forma. Si no sonara demasiado loco, ella pensaría que estaba bajo un hechizo o algo similar. En cuanto la calesa se detuvo, ella estuvo a medio segundo de brincar y aguantar lo que sea que le deparara en el suelo. Desafortunadamente Arbush, se movía rápido y al segundo estuvo abajo, extendiéndole una mano para ayudarla a descender.
—Gracias —musitó apartando su mano lo más rápido que pudo y sacando su abanico del ridículo, a modo de mantenerse ocupada con sus movimientos—. Lo he pasado...
—Yo también me he divertido mucho.
Eso no era específicamente lo que ella iba a decir, pero toda la tarde había sido igual. Él tipo parecía creer que ella era tan estúpida, como para no ser capaz de completar sus propias frases.
—Bien, hasta luego. —Él volvió a tomarla de la mano para darle un beso y Abi no supo cómo se contuvo, pues el contacto le pareció eterno y el guante, no lo suficientemente resistente.
—¿Puedo visitarla en dos días? —Abi arqueó una ceja, dos días no serían suficiente para recuperarse de su compañía.
Sin duda necesitaría un mes, un año o un siglo. Hizo una mueca, para demostrarle que no estaba muy a favor de ese plan, pero fingió pensarlo un segundo.
—Tomaré eso como un sí. —Eso fue la gota que rebasó el vaso, esa frase pertenecía a Will y ella no la soportaría de un idiota como Arbush.
—Lo siento milord, pero preferiría que no. —Él no se inmutó por su negativa, sino que sonrió para terminar de confundirla.
—Me agradan los retos.
Por supuesto. ¿Qué otra cosa se esperaba? Sí ella lo golpeaba en ese momento, el diría algo como: me agradan las mujeres agresivas.
—En realidad...
—Pienso que esta reunión ya se ha extendido. —Una voz detrás de ella salió en su rescate, Abi estaba a punto de soltarle una retahíla de insultos bien adornados. Dios todo poderoso le había enviado a su ángel a callarla. Arbush miró al recién llegado, con una mezcla de alegría fingida y odio mal enmascarado.
—Lord Adler —saludó de la manera más fría posible.
—Lord Arbush. —Will le correspondió con la misma cínica actuación—. La señorita debe ingresar ahora.
—Lo comprendo —masculló Thomas sin quitarle los ojos de encima a Will.
Ella no sabía que había un límite para las citas horrorosas, pero estaba más que complacida de dar por finalizada esa.
—Señorita Abi. —Arbush le obsequió una reverencia y tras saludar a Will, se retiró.
En ese momento ella sintió que volvía a recuperar el ritmo de su respiración, no repetiría algo así ni en mil años. No importaba cómo la castigaran, no pensaba salir con otro de esos hombres.
—Vamos. —Will la jaló del brazo, pero no la guiaba al interior de la casa, sino al laberinto. Ella se dejó llevar, aunque algo en su impersonal amarre la hizo fruncir el ceño. Cuando se detuvo para mirarla, los ojos negros del marqués parecían estar a punto de echar chispas.
—¿Qué?
—¿Qué demonios hacías con ese? —Abi puso los ojos en blanco, no pensaba que la recibiría de esa forma, pero en verdad que verlo cabreado tenía su encanto.
—Pues... me invitó, acepte... ya sabes, lo usual. —Hizo un gesto con la mano, a modo de enfatizar lo tonto que le parecía el asunto. Después de todo, ese paseo no podía considerarse una cita. El idiota de Arbush, no la había dejado hablar, no la había dejado pensar, no la había dejado hacer nada. Eso sin duda era más una salida individual, que de a dos.
—¿Lo usual? —Al parecer Will no lo veía de la misma forma—. Arbush es un idiota. ¿Por qué aceptaste su invitación? Ahora piensa que puede cortejarte...
—Yo le dejé claro que no quería verlo otra vez.
—Eso no es lo que cree. —Will alzó la voz en ese momento—. Estabas coqueteando con él...
—¡Claro que no! —Si lo único que le había faltado, era patearle la entrepierna para desanimarlo.
—¡Claro que sí! —Abi frunció el ceño y Will le arrebató el abanico de la mano, sacudiéndolo delante de sus ojos.
—¿Qué? —instó perdida.
—Agitar el abanico mientras un hombre te habla, es coquetear.
Y tras decir aquello tiró el abanico a un lado, Abi abrió los ojos como platos. ¿Cómo rayos esperaban que ella supiera eso? Hasta el momento, creía que servía para espantar moscas.
—¡Yo no lo sabía! —Will bufó, obviamente sin creerle—. Te lo juro, no lo sabía. —Él sacudió la cabeza y su ceño se relajó un poco, pero esa expresión la asustó incluso más que la otra.
—Hay muchas cosas Abi...
—¿Qué?
—Muchas cosas que no sabes, muchas cosas que no sé de ti... —Ella sintió que el corazón se le congelaba en el pecho, Will tenía un gesto de pesar en la mirada que le indicaba una sola cosa. Quería dejar de estar entre sombras, quería la verdad—. Abi. —Will la tomó por los brazos obligándola a enfrentarlo—. Dime... confía en mí, por favor solo dime lo que quieres que haga.
—Yo... no sé —balbuceó con la voz en un suave susurro.
—He sido honesto contigo, cuando me pediste honestidad te la di. Espero que tengas la misma consideración conmigo... —Will rozó con sus labios su frente y luego la liberó—. No sé cuánto tiempo más voy a poder esperar. —Él se volvió para regresar a la casa, pero Abi lo detuvo de la casaca en ese instante.
Cuando sus ojos se volvieron a encontrar, ella sintió el palpitar de su corazón en la garganta. Pero ya no había vuelta atrás, Will tenía razón. Ella no estaba siendo justa con él, merecía la verdad a pesar de lo que esto pudiese significar.
—La verdad es que... nací en 1993...
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Pues ahí queda, ya me dirán qué creen de este pequeño arrebato de Abi. Saludos para todos ^^
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