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"Última Oportunidad"

Hola, cómo los trata la vida? Espero que bien... bueno, no planeé nada para decir acá y esto de improvisar se me da fatal. Así que les dejo un nuevo cap. ya sé que todo viene medio triste, pero es que no decido si el final tiene que ser feliz o no xDDDD 

Capítulo XXIX:

Última oportunidad

—¿Piensas comer o tendré que darle tu cena al gato?

Abi frunció el ceño mirando al animal en cuestión, que a su vez la observaba retadoramente.

—Un segundo —pidió tapando con una mano el teléfono. Había estado llamando a muchas partes la pasada semana, como para dejar ir todo por una simple cena.

Luego de que Jules y ella descubrieran esa información casi nula sobre la prematura muerte de Will e Iker, Abi se había puesto en la tarea de hallar la verdad. Cualquiera pensaría que ya estaba obsesionada, pero ella no se creía capaz de dejar todo correr. No hasta saber qué había ocurrido luego de su partida. Era bastante difícil encontrar personas especializadas en esa época en concreto y en esa familia. Pero Abi tenía la idea fija de hablar con el profesor responsable del libro que ella y su amiga habían hallado en la biblioteca. El hombre parecía estar escondiéndose en el fin del mundo, pero lo positivo era: que estaba vivo y en su país.

—Si... —respondió para la secretaria con quien hablaba. Tomó lápiz y papel, luego de cuatro días de idas y venidas, finalmente había conseguido encontrarlo. Sonrió de oreja a oreja y tras agradecerle un millón de veces a la mujer, colgó.

—¿Y bien?

—Lo encontré —dijo con gesto victorioso, Jules le arrebató el papel de las manos y leyó la dirección.

—Esto está a más de cinco horas en auto.

Abi rodó los ojos y le palmeó la cabeza a la chica, como si se tratara de un niño quejumbroso.

—Por favor, intenta hacer un viaje de cuatro días en carruaje y luego me dices... esto es un juego —farfulló logrando que su amiga frunciera el entrecejo molesta.

Atravesar Texas bajo su abrasador sol de mediodía, era una hazaña a los que pocos se atrevían. Pero Abi estaba curiosamente acostumbrada a la sofocante atmosfera de su ciudad natal. Adoraba los kilómetros y kilómetros de casi desértico paisaje, regado aquí y allá por algún animal lo suficientemente valiente o estúpido, como para salir fuera en esos momentos. Jules conducía como una maniática, a decir verdad eso era algo que no echaba de menos ni un poquito. Lo bueno de eso, era que llegarían antes de lo previsto a la cita con el profesor de historia que tenía un gran conocimiento de la época que ella había abandonado. Tan solo esperaba que estuviera dispuesto a compartir dicha información y que no le anduvieran con evasivas.

Llegado ese momento, Abi ya tenía las emociones bastante caldeadas. No resistiría regresar con las manos vacías, debía averiguar qué le había ocurrido a Will. Aún no sabía para qué, pues no es como si pudiera regresar y salvarlo de tan oscuro final. Pero quizás su mente lograría descansar en paz una vez que lograra poner fin a toda esa historia. Otra cuestión, era que estaba casi segura de nunca ser capaz de cerrar ese ciclo de su vida. Y eso la entristecía enormemente. Había tenido tanto tiempo para meditar las cosas, que había llegado a la conclusión de que una vez más se había apresurado y tomado, muy posiblemente, la opción del cobarde. No enfrentó sus problemas, prefiriendo huir cuando más firme tuvo que haberse puesto. Lo había echado a perder, cuando quizás no todo era como ella lo imaginaba, y por estúpida ahora nunca se quitaría la duda. Regresó convencida que el amor de su vida no la amaba, ¿y si no había sido así? ¿Y si había una explicación? Preguntas como esa la mantenía largas noches en vilo, sería imposible retomar una vida que no le pertenecía, pero aún más imposible era dejar la otra atrás.

—Cuando lleguemos hundiré mi trasero en hielo.

Abi sonrió al mirar a su amiga, que se retorcía en el asiento para despegarse los pantaloncillos de los muslos. Ella no se quejó, el simple hecho de poder sentir el roce de sus prendas interiores era demasiado bueno como para gimotear. Los vestidos y todo eso eran muy bonitos pero también muy poco prácticos. Envestida en sus tradicionales jeans cortados y su camisa a cuadros, se sentía finalmente como ella misma. Se arrebujó mejor en su asiento y se bajó los lentes de sol, ese prometía ser un viaje largo.

La universidad de Austin, era la más grande de todo Lone Star y era la sede central de varios investigadores y profesores especializados. Jules y ella fueron recibidas de muy buena gana. Pues su amiga —quien le había enseñado a mentir a ella— había inventado una bonita historia sobre estudiantes y una tesis. Algo a lo que ningún profesor se niega jamás, es a ser nombrado o citado en una tesis de posgrado. Por lo que básicamente el tipo no tuvo de otra que aceptar. Benjamín Louren, era un hombre mayor, Abi le calculaba más de sesenta y cinco. Vestía con los clásicos jeans gastados, chaqueta de cuero con flecos y botas que emulaban la piel de una serpiente, por supuesto que también el infaltable stetson.

Ella se sonrió al verlo, en realidad le recordaba a su padre. Frente a esa idea su sonrisa se borró automáticamente.

—Buenos días, señoritas. —El hombre las esperaba en un despacho atiborrado de diplomas, libros y reconocimientos.

Ellas se presentaron, repitiendo como loros su cuentito. Benjamín sabiendo lo que buscaban, les había apartado algunos libros que él consideraba importantes. Abi no estaba para leer, pues lo que quería saber eran detalles más bien específicos. Así que sin rodeos increpó al hombre de buenas a primeras.

—Nosotras leímos uno de sus libros, en él mencionaba al último marqués de Adler, por la línea familiar de los Warenne.

—Ah sí, lo recuerdo... en uno de mis viajes a Inglaterra, escuché la historia de la familia y no pude contenerme de conocerla más a fondo.

Abi frunció el entrecejo, ¿qué podría haberle llamado la atención? Para ella, Will y su familia eran bastante comunes, bueno descontando el hecho de que fueran aristócratas. Pero en esa época, casi la mitad de la población londinense lo era.

—¿Qué descubrió? —instó Jules entrando en la conversación. Benjamín entrecerró sus pequeños ojos grises, las pobladas cejas blancas casi se unieron con este gesto.

—Pues... había una leyenda sobre esa familia, se remonta a la época de las Cruzadas. —Se golpeó la nariz con la punta del índice, seguramente pensando—. Dicen que el primer Warenne formó parte de las filas del Príncipe Negro, desde entonces se hablaba de que ellos tenían trato preferencial con los reyes. Esto solo causó descontento, pues era de conocimiento general que Simón Warenne era un sádico y que mataba sin reparos, ya que nadie lo censuraba.

Jules la observó enarcando una ceja, Abi se hizo una idea de lo que podría estar pensando. Pero que Simón fuese como fuese, eso no determinaba nada acerca de Will.

»Los mismos hombres de Simón se revelaron y él mandó a ejecutar a todos, incluyendo a sus familias. Según se cuenta, el último hombre al que Simón mandó a cortar la cabeza... lo maldijo a él y a toda su estirpe. Diciéndole que ningún hombre Warenne viviría más de treinta y cinco años, de modo que nunca llegarían a lograr amplia descendencia.

—¿Por qué? —interrumpió ella, dado que tranquilamente podrían tener hijos antes de los treinta y cinco, y la maldición no surtiría efecto.

—Bueno en esa época, se acostumbraba a tener gran cantidad de hijos. Dado que la tasa de mortalidad infantil era muy alta, los hombres normalmente intentaban procrear casi durante toda su vida... pues nada le aseguraba que uno de sus hijos llegaría a una edad adulta útil. Si un hombre moría a esa edad, era muy probable que los hijos que tuviera hasta ese momento, fuesen demasiado pequeños como para sobrevivir sin un protector. Las mujeres no podían trabajar en la casa y a su vez en los niños, menos sin un hombre que las sustentara.

Asintió comprendiéndolo mejor, era una pena que por la culpa de Simón todos corrieran con esa suerte.

—¿Qué tiene que ver eso con el ultimo marqués?

Benjamín sonrió frente a la impaciente pregunta de Jules.

—Resulta que la maldición parecía ser real, pues desde la muerte de Simón a los treinta y cinco años exactos, los descendientes hombres de los Warenne morían antes de alcanzar dicha edad. Pero siempre lograban que uno de ellos continuara perpetuando el nombre, al menos hasta Iker Warenne... quien no logró tener hijos.

—¿Y qué hay de William? —Sabía que debía esperar, que debía escuchar la historia entera, pero no podía refrenarse. El profesor la miró con algo de sorpresa, seguramente no se esperaba que ellas supieran algo así.

—William Warenne, había sido marqués antes que Iker, era el hermano mayor de esa familia. —Ella asintió, mostrándose un poco más paciente—. Bueno en realidad, no, tenía otros hermanos pero murieron demasiado jóvenes... si no me equivoco con tres años. —Abi recordó cuando Will le contó de su hermano Gabriel, y al segundo las imágenes de las tumbas en el panteón se hicieron presentes en su mente—. Gabriel y Sabrina —corroboró él echando una rápida miradita en un viejo libro—. La historia de William fue la más oscuras de todas, al momento de investigarlo me encontré con varios puntos ciegos.

—¿Por qué?

—Amm... había varias cosas de las que no se podían discernir si eran mitos o verdades. —Hizo una pequeña pausa, para soltar un suspiro—. Por una parte estaba la historia de su primera esposa, que murió de una manera extraña llevándose consigo al que podía ser el primer heredero.

—Marian —susurró Abi, y Benjamín asintió sonriendo.

—Luego hubo una segunda esposa y su historia es incluso más enredada. —Ella se tensó y sintió la presión de la mirada de Jules en su perfil—. Las fuentes de la época, dicen que la esposa americana del marqués fue asesinada.

—¿Asesinada? —inquirió en un exabrupto. ¿Cómo que asesinada? Ella se sentía bastante viva en ese momento.

—Sí, William fue acusado de la muerte de su segunda mujer y llevado a juicio por eso. —Abi enmudeció y por un largo segundo, solo pudo mirar a ese hombre con los ojos abiertos de par en par—. Abigail desaparece de la finca en febrero de 1766 y William es acusado formalmente en abril, él muere en ese mismo mes.

—¿¿Qué??

Jules la tuvo que tomar del brazo para que no saliera eyectada contra ese hombre. ¿Qué demonios era toda esa mentira? ¿Will matarla a ella? ¿En qué estupideces estaban pensando esos idiotas?

—Discúlpela, a veces se compenetra mucho con la historia...

Benjamín no parecía muy convencido, pero luego de que Abi retomara su lugar en la silla él lució más relajado.

—¿Lo mataron? —preguntó con un hilo de voz. Si lo habían matado por su culpa, Abi saltaría de un puente, o quizá no, pero podía pensar en otra opción.

Era una estupidez que lo acusaran de su muerte, bueno de su no muerte, pues ella no estaba muerta. Aunque pensándolo bien, una mujer desaparecida muy posiblemente daría a creer eso como única opción viable. Pero, ¿por qué culpar a Will?

—Eso es lo más confuso, William es detenido y apresado por el corregidor... pero acuerdan que espere el juicio en su hogar, ya saben, como prisión domiciliaria. —Ellas asintieron, conteniendo el aliento para no interrumpirlo—. Llevaba cinco días detenido cuando llega el momento de presentar los alegatos, pero para entonces él desaparece.

Benjamín se encogió de hombros, dando a entender que los detalles de esa desaparición se le escapaban.

»Por supuesto que es buscado por todas partes, pero nadie sabe dónde está. En un principio se creyó que Iker y sir Nigel, un amigo personal de William... —Abi puso los ojos en blanco, amigo eso podía ser discutido—. Ayudaron al marqués a escapar, dado que lo más probable era que fuese hallado culpable y eso significaba la horca.

Algo en su interior profirió un fuerte gemido, la idea de que le hicieran daño a Will parecía incluso lastimarla a ella.

—¿Y por qué dice que es confuso? ¿Eso no ocurrió?

El profesor negó mirando a su amiga.

—No, porque William apareció dos días después de su supuesta huida... —Lo observaron expectantes, Abi por alguna razón sintió que lo que seguía no iba a gustarle—. Una de sus criadas lo encontró en su despacho, muerto.

Entonces ya no pudo contener el creciente dolor que estaba formándose en la base de su pecho, Abi soltó un sollozo logrando que los presentes la miraran contrariados.

No le importó, Will había muerto, había muerto dos meses después que ella lo dejara. Ya todo le daba lo mismo.

—¿Cómo murió? —Oyó que preguntaba Jules, a pesar de estar sentada a su lado, las palabras de su amiga le parecieron lejanas, ajenas.

—Lo primero que se pensó fue que se había quitado la vida. —No, eso era imposible, su Will nunca haría algo así. Él no se suicidaría, no maltrataría el cuerpo que ella tanto amaba—. Dando a entender que era responsable de la muerte de su esposa y que por eso, la culpa lo hizo tomar ese camino.

Ella sacudió la cabeza, mientras las lágrimas abrían surcos en sus mejillas. De algo estaba convencida y era que él no se rendiría, nunca se daría por vencido.

—Pero luego de varios años... se conoció la verdadera causa de muerte. —Abi lo miró tras un velo de lágrimas, con una mano se limpió como pudo y Benjamín amablemente le ofreció un pañuelo. Ella agradeció la buena disposición de hombre, quien la veía llorar por la muerte de un caballero que llevaba 250 años de esa forma—. Claro que ya era tarde para exonerar a William, durante casi cien años se lo creyó como un asesino, a pesar de que el cuerpo de su mujer nunca se halló.

—¿Qué le pasó?

—Lo mataron —respondió de forma sintética. Abi no supo si eso era mejor que lo anterior.

Que Will no se hubiese quitado la vida, era un gran alivio, pero que alguien más lo hubiese hecho era frustrante.

—Cuando la criada lo encuentra; y es algo de lo que se tiene información de primera mano, pues la misma chica relató el momento en su diario. Ella dice que el marqués estaba recostado sobre el escritorio, con una copa en la mano. Se descubrió que William tenía cierta aflicción por los licores finos...

—Brandy.

—Exacto —musitó en concordancia—. Al parecer su asesino lo sabía y de manera muy conveniente se encargó de poner una dosis letal de veneno en la bebida. Cuando William lo bebió no tuvo mucho tiempo, su muerte fue casi instantánea.

—No puede ser... —susurró ella con la voz apenas audible—. ¿Quién haría algo así?

—Nunca se supo, como dije antes... en un principio se pensó que había sido suicidio. Cuando se descubrió la verdad, ya era tarde para investigar, el culpable estaba tan muerto como William. —Benjamín chasqueó la lengua, claramente disconforme con el final—. Al menos se logró limpiar el nombre, de un buen hombre...

Eso no era suficiente para ella, tal vez sin importar cuánto intentara descubrir de los últimos meses de Will, ella nunca estaría en paz consigo misma.

—¿Qué hay de Iker?

Abi estaba tan ensimismada en su dolor, que se había olvidado de él. Afortunadamente tenía a Jules a su lado, para recordarle que había algo más que Will en su mundo.380

—Iker asume el título de marqués y en un viaje de la finca señorial a Londres, sufre un accidente. Su carruaje pierde el control y tanto él como su mujer mueren, casi en el acto. El título pasa a otro descendiente, pero ya no es Warenne.

Abi sintió que los pulmones le colapsarían, no solo había descubierto que habían asesinado a su esposo, sino que en un solo año, todo lo que ella había amado en el pasado se había esfumado en el aire. Iker, Ailim, Will... todos, su familia, esos que la habían aceptado con los brazos abiertos. Ahora ya no estaban, los había perdido y no tendría posibilidad de recuperarlos. ¿Qué sería de ella a partir de ese momento? ¿A dónde iría? ¿A quién pertenecía? ¿Dónde quedaba su corazón en toda esa encrucijada?

***

Bath; Inglaterra.

10 de abril 1766.

Luego de dar un profundo trago abandonó su copa en el alfeizar de la ventana, otro día de lluvia. Will se preguntaba si vería el sol antes de morir. Luego de cinco largos días de encierro, ya ni se molestaba en conocer la razón de su acusación. No le importaba quién lo estaba acusando, no le importaba si su camino terminaba en la horca. De lo único que se lamentaba, era no haber hallado a Abi antes de que todo eso ocurriese. No iba a ser capaz de disculparse con ella, de decirle todo lo que se venía guardando desde hacía tantos meses. Pensó en escribirle una carta, pero no tenía un destino adonde enviarla. Quizás ella nunca se enterara de su muerte y tal vez era mejor así, no soportaría que su Abi guardara un recuerdo como ese de él. Solo esperaba haberle obsequiado un solo momento de felicidad, con eso Will se iría conforme. Estuviese donde estuviese, fuese donde fuese, él era conocedor de una sola verdad y eso era lo que le importaba.

Había disfrutado de su único año a su lado, la había amado y se había sentido amado, entonces no tenía por qué sufrir. Debía aceptar su muerte con una sonrisa. Debía sonreír para ella, para que supiera que él se despedía del mundo feliz, ya que la vida le había regalado un tiempo a su lado. Aún no quería morir, sentía que había tantas cosas por hacer. Pero si le dieran a elegir entre una muerte rápida o una vida entera sin Abi, él ya sabía qué escogería. A pesar de estar blasfemando, le daba lo mismo. Dios no había sido indulgente con él, le había dado lo más importante de su vida y se lo había quitado justo cuando Will comenzaba a creer en los finales felices. Que ingenuo había sido, estaba destinado al fracaso, estaba escrito que él perdería siempre a un paso de la meta. Y por un segundo con Abi a su lado, creyó que había escapado de su destino pero tan solo lo había evadido. Ahora lo entendía y casi lo aceptaba, sería todo más fácil si pudiera dirigirle unas últimas palabas a su esposa. Entonces se daría por bien servido.

—¿William? —La puerta se abrió lentamente y él se giró para observar al recién llegado.

—¿Te levantaste temprano? —preguntó a tiempo que se ponía de pie para servirse otra copa de Brandy. Estaba recluido en su propia casa, como un mísero ladronzuelo pero al menos no le habían quitado su Armagnac.

—¿Has intentado dormir en esa posada? Las ratas están entrenadas, para dejarte desnudo en cuanto cierras los ojos. —William intentó sonreír frente a la ocurrente visión, pero prefirió no gastar tiempo ni esfuerzo en nimiedades. Iker tomó asiento en una tumbona otomana y lo observó con el ceño fruncido—. ¿Tú qué tal dormiste?

¿Dormir? Se preguntó él en su fuero interno, ya hasta se había olvidado cómo hacer eso. Respondió dando otro sorbo de su bebida, afortunadamente Iker sabía leer entre líneas. Llevaba visitándolo toda la semana, Will aún no sabía por qué ya que ninguno era buena compañía para el otro. Su hermano estaba enfocado en encontrar a la persona responsable de su acusación, incluso había dispuesto a todo su personal en la tarea, pero William no quería ver a Iker batiéndose a duelo por su causa. Por lo que internamente deseaba que no tuviese éxito en su búsqueda. Prefería morir él antes de que algo le ocurriese a Iker.

Por supuesto que su hermano no lo veía como un sacrificio y en ese punto, se alzaban sus discusiones. Le pedía que dejara las cosas tomar su curso y él se negaba a escucharlo, pero Will tenía una buena razón para no querer verlo involucrado. Después de todo él tenía que regresar a Londres, alguien debía hacerse cargo de su madre, de su hermana y de Ailim. Las mujeres de la familia no se podían quedar sin un hombre para protegerlas. No era conveniente que Iker se estuviese buscando una razón para morir, suficiente con que tenía que lidiar con su propia muerte como para estar preocupándose por su hermano. Entendía que no quisiera verlo en la horca, pero si ese era el caso, Will no quería verlo atravesado por una espada.

—Madre te envía esto... —dejó una carta sobre la mesa, pero él no hizo intento de alcanzarla. Una vez más regresó a su lugar en la ventana y apreció la lluvia en silencio.

—¿Por qué estás aquí, Iker? —No tenía sentido hacerse el desentendido, su hermano parecía incómodo y Will tenía una leve idea de la razón—. ¿Ya anunciaron un día?

No hubo respuesta, por lo que se volvió para captar la expresión de su interlocutor. Iker se observaba las manos, renuente a enfrentarlo.

—Esta tarde te llevarán para dar a conocer la acusación, luego de eso...

William aguardó pero él no continuó, aunque no era necesario que lo hiciera. Luego de que se presentaban los alegatos, el juez, el cardenal y el corregidor se encargarían de dictar la sentencia. Eso significaba que en tres días estaría muerto o libre, para cómo iban las investigaciones la primera opción era la más viable. Estupendo, acababa de conocer su veredicto y aun ni siquiera había iniciado su juicio.

—Dejé una carta para madre y Zulima, me gustaría que se las dieras.

Iker finalmente lo miró, lucía exhausto y resignado. A Will se le encogió el corazón al verlo, nunca habían tenido una relación muy cercana. Pero él siempre había respetado a su hermano menor, siempre lo había visto como un gran hombre y sabía que sería un excelente marqués. Iker haría honor a su apellido, a pesar de que él se estuviese yendo como un asqueroso asesino a la horca. Esto no determinaría la entereza de su hermano, Will sabía que Iker saldría adelante.

—En mi recámara... allí dejé mi testamento...

—¡Por Dios, William! —Se puso de pie abruptamente sobresaltándolo, Will observó cómo su hermano iba de un lado a otro sin poder calmarse—. No quiero oírte hablar así —pidió deteniéndose frente a la chimenea.

—Estoy siendo práctico...

—¡Y una mierda! —Iker se volvió para enfrentarlo, por un momento se quedó paralizado bajo su escrutinio. Parecía lamentarse por algo, pero Will no supo determinar que veía en sus ojos—. Nigel y yo estuvimos hablando... —Ya no le había agradado para donde iba eso—. Podemos tener un barco en puerto, esta misma tarde...

—No —se apresuró a cortarlo, su hermano hizo caso omiso de su negación.

—Puedes escoger el destino, si quieres las Américas pues allí será... ¿Quieres Francia, Rusia? Te enviaremos a cualquier parte lejos de esa horca...

—No, Iker.

—¡William no seas necio!

—He dicho que no, ¿acaso huir me hará lucir menos culpable?

—¿A quién le importa cómo luzcas? No estamos hablando de honor, William, hablamos de tu vida...

Will sacudió la cabeza en una clara negación, comprendía, Dios sabía cuánto lo comprendía. Pero él no era culpable, sabía que de todas formas iban a matarlo, pero escapando solo confirmaría la acusación.

—¿Tú escaparías para que todos te creyeran un cobarde asesino? —Iker no respondió, se limitó a resoplar entre dientes—. No es solo por honor, Iker, es por entereza. Marcharé a esa horca con la frente en alto, porque soy inocente...

—¡Yo lo sé! —exclamó en un exabrupto—. ¡Rayos lo sé! Pero a ellos le importa un bledo, te quieren muerto... ¡William, déjanos ayudarte!

—No voy a escapar —espetó resuelto—. Así no funcionan las cosas, no puedo huir de mi destino... así lo dispuso Dios.

Iker se presionó los párpados con una mano, cuando volvió a mirarlo sus ojos estaban ligeramente humedecidos.

—Dime que tu decisión no tiene nada que ver con ella. —No necesitó decir nombres, Will sabía a quién se refería.

Por supuesto que pensaba en Abi, pero no estaba aceptando todo eso porque pensaba que de esa forma iría con ella. Sabía que Abi no estaba muerta, si estaba dando un paso al costado era porque dejaría que un poder supremo juzgara sus errores. Sabía que su vida sin Abi sería una tortura, pero eso no significaba que quisiera morir. Aún mantenía la fuerte convicción de que ellos se volverían a ver, bueno, quizás ya no tanto. Después de todo, una vez muerto ya no habría vuelta atrás.

—No me estoy dando por vencido... es que ya estoy cansado... —susurró casi en una súplica—. Ya no deseo seguir con esto. Quiero irme en paz conmigo mismo, quiero saber que tú cuidaras de todo, quiero asegurarme de que si la encuentras le digas todo lo que yo no pude... —En ese momento la voz se le quebró—. Lo lamento, Iker, pero no voy a escapar... no quiero esconderme por el resto de mi vida.

Su hermano caminó hasta detenerse a su lado y le colocó tímidamente una mano sobre el hombro.

—Sabes que de todos eres mi favorito, ¿verdad?

Will sonrió amargamente y al alzar la cabeza para mirarlo, una lágrima fugaz terminó por fundirse en su boca.

—De todos los hermanos extraños que pude tener, me alegro que me hayas tocado tú.

Iker dejó ir una ronca carcajada y por un instante se quedaron así, admirando el vacío que se extendía más allá de su ventana.

El reloj que descansaba en la chimenea, emitió sus ocho campanazos. Iker lo observó ceñudo y Will siguió la dirección de su mirada, en cualquier momento algún guardia lo obligaría a irse. A esas horas ya comenzaban a despertar y no le permitían tener visitas por más de una hora.

—Ya debo irme.

—Lo sé —convino con gesto solemne. Que estuviese a un paso de la muerte, no significaba que debiera mostrarse asustado. Eso no era digno en un caballero. Iker le golpeó una vez más la espalda y Will cerró los ojos, tal vez esa sea la última vez que pudiera sentir el peso de su mano. Si esa tarde lo llevaban, no volvería a poder hablar cara a cara con Iker, al menos no a solas.

—Según nuestra madre, llegaste a este mundo a las ocho de la mañana en punto. —Extraña forma de despedirse, pensó, pero tratándose de Iker ya nada lo sorprendía. Su hermano se metió la mano en el bolsillo y luego le extendió el puño cerrado, Will colocó su palma abierta por debajo aguardando. Entonces Iker dejó caer una pequeña vela blanca, él la observó con una ceja enarcada sin comprender—. Es diez de abril, feliz cumpleaños.

—¿Gracias? —preguntó y agradeció a la vez, haciendo girar su regalo entre los dedos—. Creo que olvidaste el pastel.

Iker rio brevemente.

—Espero que eso no sea requisito —respondió enigmáticamente.

—¿A qué te refieres?

—Bueno... —Volvió a guardar sus manos en los bolsillos—. Hemos agotado casi todas nuestras posibilidades, pensé que dado que no tenemos nada que perder... —Se encogió de hombros, para terminar su frase. Will lo miro a él y luego a la vela.

—¿Esperas que...?

—Yo no espero nada, solo digo que no deberíamos dejar cosas libradas al azar. —Iker se dirigió lentamente hacia la puerta, sin apartar la vista de él—. Supongo que es una cuestión de fe...

—Iker yo...

—Buena suerte, William. —Y tras ofrecerle una sonrisa, cerró la puerta detrás de sí.

Will sonrió con aspereza, era extraño que Iker supiera la historia de Abi. Hasta el momento él pensaba ser el único que conocía ese cuento. Abi le había dicho que había llegado a él, tras pedir un deseo en su cumpleaños número dieciocho. ¿Sería posible? ¿Una vela podría llevarlo a donde estaba ella? Él no solía creer en esas cosas, respetaba las creencias de su mujer, pues aunque siempre se burlaba de ella. Will le respondía con completa honestidad, cuando ella le preguntaba si le creía. Siempre le creía, siempre creería en ella. Abi pensaba que se burlaba, pero no era así. Quizás le costaba imaginarse las cosas que decía, pero sabía que ella confiaba en su palabra y por eso él no dudaba. Si Abi decía venir del futuro, él nunca se atrevería a negárselo.

Lo que ella nunca comprendió, es que él estaba dispuesto a poner su vida por sobre cualquiera que intentara contrariarla. No le importaba de donde viniera, la quería a su lado. Pero al parecer eso no había sido suficiente, su amor había sido deficiente y por eso la había perdido. ¿Acaso si pedía un deseo este la traería de regreso? Eso sería injusto, teniendo en cuenta que ella no quería estar con él. Quizás debería pedir ir con ella, volver a verla.

Tomó la vela y se acercó lentamente a la chimenea, donde la prendió con facilidad. La vio chisporrotear tenuemente, se sentía un poco tonto haciendo eso. Pero Iker tenía razón, no es como si fuese a perder algo con intentarlo. La colocó delante de sus ojos, observándola con inseguridad. No estaba muy seguro de qué pedir, quería ir con ella pero no para obligarla a regresar, tan solo quería tener la oportunidad de explicarse. Luego podría regresar y morir en paz, solo quería verla una vez más, un día más y entonces la dejaría de molestar. Cerró los ojos, pensando en Abi, viendo sus bonitos ojos, su sonrisa, su brilloso cabello rojizo, sus delicadas facciones. Toda ella era perfecta, deseaba tenerla entre sus brazos un día más...

—Por favor un día más... llévame con ella. —Y con un lento suspiro dejó que su recuerdo se apoderara de todo su ser. Allí iba su última oportunidad.

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Ok, es todo por ahora... ¿opiniones? Espero les haya gustado. 

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