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Sé Mi Héroe

Mil perdones por la demora, en serio voy a intentar ser más constante al momento de actualizar la historia, espero que todavía tengan ganas de leer. Saludos ^^

Capítulo IX:

Sé mi héroe

Habían pocas cosas que fastidiaran a Conner Mckinley, entre ellas podría contarse una mala racha en un juego, que su caballo favorito corriera con pereza cuando él le apostaba en grande y por sobre todas... el grito de una mujer. Se disculpó con sus compañeros de juego y arrojando las cartas sobre la mesa se incorporó en toda su estatura. El hombre completaba su atuendo con unos hombros anchos, manos grandes y fuertes hechas para el trabajo y la faena. Nadie podría cometer el error de llevarle la contraria al escocés, pues sus ojos y pistola eran las que mandaban en ese pueblo olvidado por Dios.

—¡Suficiente lord Berkeley! —exclamó acercándose con lentitud a los pies de la escalera, en donde detuvo al hombre que agarraba a la muchacha escandalosamente.

Él, como la gran mayoría de los presentes, había sido testigo de los recientes acontecimientos. Y mientras sus hombres se encargaban de arrastrar al calabozo al ratero de Noah, Conner decidió pasar por alto el resto y dejar que el lord se cobrara como quisiera. Era de conocimiento general que Philip Berkeley solo buscaba una excusa para deshacerse de su hermano bastardo y Noah había cometido el estúpido error de exponerse. La vida de la chica le importaba poco o nada, pero cuando uno de sus Highlanders le informó que la muchacha viajaba con un caballo bastante conocido, tuvo que obligarse a poner un alto al bochorno.

—Vamos Conner, esto no es de tu incumbencia — masculló Philip, apretando el cuerpo de la jovencita con impaciencia.

—Milord baje a la muchacha, ella no tiene deseos de acompañarlo.

—Pronto le darán deseos ya verás... —Aprisionando una nalga de la chica la hizo soltar un chillido—. Ya ves... está con ganas de gritar mi nombre.

—Yo no me arriesgaría a eso Berkeley... —murmuró enviándole un mensaje claro. Quizás la chica no era más que una ladrona y teniendo en cuenta que acompañaba a Noah, eso no lo sorprendería. Pero también estaba la posibilidad de que...

—¿Qué quieres decir? —instó Philip repentinamente interesado.

—Que lo mejor para usted esta noche milord, es que regrese a su hogar y olvide a esa muchacha. —Su trabajo era mantener al menos en relativa calma ese infierno... y que los nobles de la región se atacaran entre ellos, no lo dejaría exactamente bien parado frente a sus superiores.

—Mierda. —Tras leer la advertencia implícita, el hombre soltó a la muchacha y abandonó la taberna dejando detrás de sí un camino de blasfemias matizadas. Conner observó a la chica que se abrazaba a sí misma y no apartaba los ojos de él.

—Señorita... —Intentó tomarla del brazo para guiarla a una mesa, pero ella huyó de su mano como un conejo asustado—. No pienso aprovecharme de usted, solo deseo hablar.

—¿De qué?

—No lo sé... digamos de la razón por la cual está causando tanto alboroto en mi pueblo, o quizá podría explicarme qué hace usted con un caballo que no le pertenece.

—Eso puedo responderlo yo. —La voz que irrumpió lo obligó a volverse en redondo, liberando a la muchacha de la presión de sus ojos azules.

—Lord Adler —saludó inclinándose en una respetuosa reverencia.

La muchacha aprovechó su descuido para correr a un lado del marqués que la atrapó con un gesto posesivo. Conner arqueó una ceja con curiosidad.

—Disculpe mi impertinencia, pero al ver a uno de sus caballos en manos de una jovencita...

William Warenne soltó una rápida carcajada instándolo a callar.

—Mi prima americana deseaba visitar el pueblo y tomó un caballo, olvidando llevar un lacayo con ella.

—Está lejos de Bath, milord. —William mantuvo una sonrisa, aun así Conner notó el brillo particularmente molesto en sus ojos.

—También extravió el camino... no pretendo ser duro con ella, después de todo es solo una mujer. —Ambos soltaron carcajadas al unísono y la chica pareció dispuesta a decir algo, pero el marqués la detuvo en seco.

—Pues me alegra entonces no tener que reportar un incidente, milord, señorita... —Con una sutil reverencia se dispuso a regresar a su juego.

—¡Conner! —Él se volvió observando al caballero con interés—. No recuerdo que el rostro de ella estuviese marcado. —El escocés bajó la mirada al piso, notando a dónde lo llevaría esa conversación—. ¿Quién? —instó atravesándolo con esa mirada tan negra como su alma.

Lord Adler intimidaba, muchos sabían que hacía unos años había decidido abandonarse haciendo que su rabia consumiese todo lo que lo hacía un buen hombre. Conner recordaba los tiempos en que podía contar con William como un amigo y excelente compañero de andanzas, ese hombre parecía haberse extinguido junto con su esposa muerta.

—Milord...

—¿Quién? —repitió tajante.

—¡Fue Philip Berkeley, milord! ¡Él quiso aprovecharse de la señorita! —Ambos dirigieron su mirada al pequeño que había gritado desde el descanso de las escaleras. El jovencito le envió una sonrisa desafiante a Conner y este soltó un bramido exasperado.

—Gracias —susurró William lanzándole una moneda.

—Milord, no es necesario... —Intentó protestar, pero este no oiría de razones. Él y todos los presentes lo sabían, Berkeley había cruzado una línea y el marqués estaba en su derecho de exigir una compensación por ello.

—Es mejor que no intentes nada, Conner, sabes tan bien como yo lo que tengo que hacer.

Asintió muy a su pesar, él lo había intentando... de eso nadie podía culparlo.

***

—Vamos. —Aún con su mano alrededor de la cintura de Abi la instó a que se moviera, ella parecía confundida y sumida en un silencio extraño. Will se dirigió al posadero en un intento de aplacar la rabia que sentía en ese instante—. Necesito una habitación.

—Milord, la señorita ya rentó una.

Extrañado, bajó la mirada hasta la chica que sostenía pegada a su cuerpo pero ella no se inmutó. Solo Abi Fletcher lograría rentar una habitación sin tener un penique encima.

—Bien entonces, ¿dónde? —El hombre frunció el ceño por el tono petulante de su pedido, pero si tenía planeado responderle se lo dejó bien guardado.

Rápidamente tomó un manojo de llaves, luciendo un tanto nervioso al momento de entregarle la que correspondía. Will soltó un bufido, impaciente.

—Gracias —le espetó una vez que tuvo la llave, desplegando una fría sonrisa.

Notó la pequeña dificultad al intentar subir las escaleras, dándose cuenta que Abi lo abrazaba de un modo que podría acarrear habladurías. Will carraspeó, apartándola un tanto. Él no tenía planeado brindarle consuelo, ella había sido tan estúpida como para ponerse en riesgo y por más culpa que él sintiera por haberse considerado un mal caballero tampoco estaba de parabienes para hacer de niñero de nadie, ¿por qué debería jugar de soporte para su temor?

La miró de soslayo y ese fue un grave error por su parte, pues ella le obsequió una mirada vacía, carente del calor normal que prodigaban sus extraños ojos.

Will abrió la puerta y tomándola del brazo la empujó al interior de la habitación, Abi continuó en silencio mordiéndose el labio inferior al parecer a un segundo de perder el control. Pero él ya lo había perdido.

—¿En qué demonios estaba pensando? —masculló procurando mantener un tono de voz bajo, el enmudecimiento de la chica solo logró acrecentar su frustración. La sacudió por los hombros, buscando una respuesta—. ¿Cómo se le ocurre...? ¡Pequeña niña estúpida!

—Ya no te pedí que vinieras... —susurró y él tuvo que hacer un esfuerzo para no darle una bofetada.

—No, tienes razón. Tal vez debería dejar que la encierren en un calabozo para que aprenda dónde está su lugar. — Ella alzó la vista del piso y sus ojos parecieron un mar azul perdido tras un velo de lágrimas. William apretó los puños, él estaba enfadado y no podía dejarse amedrentar por una mirada arrepentida—. ¿Es que pensaba que no me daría cuenta? ¡Robó mi caballo! ¡Mintió y se escapó, después de que hiciéramos un trato!

—¡Tú no me quieres allí! —replicó ella, mostrándose indignada.

—No cambie el tema, no quiera victimizarte cuando sabe que todo fue su error. —Solo ella se pondría en el plan de querer culparlo a él—. Admita que lo que hizo fue una estupidez.

—¡Sí, lo admito! —exclamó sorprendiéndolos a ambos por su repentina sinceridad—. Pero tampoco puedo estar en tu casa siendo persona no grata, lo lamento pero no suelo estar cómoda cuando me tratan como un perro callejero... —Will apretó los ojos en finas líneas y soltó un suspiro audible, antes de acercarse a ella.

—Déjame ver —pidió en tanto que la tomaba del rostro para examinar el golpe. Ella parpadeó de un modo llamativo que él no supo interpretar.

—No es nada. —Abi intentó apartarse, pero él la sostuvo con firmeza—. No me duele.

—No. Seguramente lo que más te duele es el orgullo. — La atrajo hacia sí luchando con la tentación de reír frente la actitud beligerante de la muchacha. El golpe se había hinchado y estaba un tanto amoratado, Will no tenía nada con que limpiarle la sangre del labio por lo que no pudo hacer mucho por ella—. Ahora vete a dormir, mañana regresaremos a primera hora del día.

Se dio la vuelta dispuesto a dejarla sola.

—¿Y qué hay de Noah?

Él la observó con una ceja en lo alto.

—¿Quién es Noah?

—Él me ayudó, es... mi amigo. —Su afirmación le sonó un tanto dudosa, pero pasó de hacer algún comentario—. Y lo hirieron, unos hombres lo sacaron a las rastras del...

—Tu amigo ya está muerto —espetó retomando el camino hacia la salida.

—¡No! Estaba vivo, lo sé...—Will sintió como Abi lo tomaba por el brazo y a regañadientes se volvió para enfrentarla—. Búscalo...por favor.

—No.

—Por favor —repitió, como si esperara con esas palabras activar su compasión.

—He dicho que no. —Colocando una mano sobre su hombro la giró para ponerla en dirección a la cama—. Vete a dormir.

—¡No! ¡Noah está herido, él me ayudó y necesita mi ayuda! —Abrió la puerta haciendo caso omiso a sus gritos—. ¡Will!

—¡Bien! —bramó perdiendo la paciencia—. Voy a buscarlo solo para que cierres esa maldita boca de una vez. —Y tras decir aquello fue testigo de la amplia sonrisa que se dibujó en los cincelados labios de la muchacha. Estupendo, había logrado lo que quería.

Al salir de la habitación fue murmurando maldiciones por lo bajo ¿De aquí a cuándo él se prestaba para detective? No le interesaba mezclarse con el mundo, el mundo lo aborrecía, él aborrecía al mundo. La relación entre ellos se mantenía en paz en esos términos, pero no, ahora gracias a la señorita Abi él debía volver a contemplar la vana posibilidad de que ya no estaba tan aislado.

—Fabio.

—¿Milord? —El lacayo prácticamente se materializó de la nada, eso eran años de fiel servicio.

—Quiero que vayas a la finca de los Berkeley, pide una audiencia con el conde... —Fabio lo observó un tanto dudoso.

—¿Ahora, milord?

—Sí, ahora y si no quiere recibirme, dile que envíe a su padrino... lo arreglaremos de una forma u otra. —El hombre asintió con solemnidad y una sonrisa socarrona surcó sus labios.

—Berkeley jamás se batiría con usted milord, todos saben que es un cobarde. —Will también estaba al tanto de aquello y normalmente él no era propenso a iniciar duelos.

Pero Berkeley había insultado su nombre al intentar aprovecharse de Abi, a pesar de que la chica realmente no era su familia. Había dicho a Conner que era su prima y si no exigía una satisfacción, él quedaría como un cobarde frente a todos los clientes de esa asquerosa posada. Está de más decir que detestaba cuando se metían con lo suyo y al aceptar responsabilizarse por Abi, ella pasó a ser algo de su posesión al menos en la práctica. La señorita Fletcher no tenía a nadie que la protegiera y él había aceptado inconscientemente cuidarla desde el mismo momento en que salvó su vida. Entonces fuese ella o no su familia, él debía responder la agresión pues era una mujer y estaba bajo su cuidado.

—Esperemos que no tengamos que derramar sangre — murmuró en respuesta aunque la idea no se le hacía para nada contradictoria.

Will era un cazador nato, pero la posibilidad de batirse pocas veces se presentaba de una manera tan tentadora.

—Entonces parto ahora mismo. —Fabio compartía su mismo deseo de ver entrechocar espadas, hacía mucho tiempo que no disfrutaban de un buen espectáculo. Aunque Will sabía que Berkeley no sería un gran oponente y que probablemente optara por la salida de los cobardes.

—Una cosa más. —El lacayo se detuvo mirándolo intranquilo—. ¿Has oído algo de algún Noah?

—Se que Conner planea colgar a un ratero con ese nombre, está en el paredón en este momento. —Will asintió dejándole marchar y bajó las escaleras a paso sopesado. ¿Un ladrón? ¿Abi se había hecho amiga de un ladrón? Eso sí que dejaba asuntos para pensar.

El paredón era el sitio donde se exponía a la lacra de la sociedad, normalmente los rateros, piratas y pilluelos pasaban una noche completa atados de brazos y piernas contra una gran pared. Allí el pueblo era libre de descargar su furia contra ellos, sin temor a represalias. También exponían a los ladrones de mayor renombre y se anunciaba su ejecución, si eran encontrados culpables.

Will recorrió el lugar observando los rostros mugrientos, las sonrisas desdentadas y los ojos perdidos. No podía precisar cuál de todos era Noah, pero si debía guiarse por las palabras de su lacayo sería uno que estuviese en vías de extinción.

—¿Noah? —preguntó al guardia que custodiaba a los prisioneros, el hombre le apuntó un cuerpo que yacía inerte con la ropa ensangrentada en la parte media de su camisa. Will estaba casi seguro de que había atinado en su primera predicción y Noah ya formaba parte de las filas de condenados al infierno. Se acercó para observarlo con mayor detalle y no pudo reprimir un estremecimiento cuando el prisionero levantó la cabeza—. Con un demonio... —masculló entre dientes procurando recobrar la compostura y una vez logrado su cometido no pudo apartar los ojos de Noah—. Mi Dios...

—No exactamente —respondió el otro con una sonrisa penosa y ese acento francés que lograba exasperarlo—. William —saludó inclinando la cabeza a modo de parodiar una reverencia.

—Nigel —replicó él, mientras analizaba a aquel esperpento que tiempo atrás había sabido ser su amigo.

***

Dormir había estado más allá de sus posibilidades, ella normalmente no tenía problemas en ese campo pero la cama en la que había pasado la noche era una triste réplica de una real. El colchón tan fino como una lonja de jamón, no lograba evitar que se le incrustaran los resortes en la espalda y ella sospechaba haber contraído tétanos. Jamás había pasado un noche tan terrible, le dolía el rostro, la espalda y hacía más de una hora que no sentía sus pies.

Reacia frente a la idea de afrontar el frío, se arregló lo mejor que pudo sin quitarse las mantas de encima. No se aventuró a orinar en la pequeña vasija que esperaba en el ropero, pues había visto algunos dudosos materiales flotando en su interior y prefirió no arriesgarse. Trató de no moverse mucho y no tocar nada, solo aguardaba sentada a los pies de la cama porque algo ocurriese. Muy en su interior quería colgarse del cuello de Will y no soltarlo hasta que estuviesen sanos y salvos en su casa.

La noche anterior había intentado cerrar la boca y dejar que él le dijese todo lo que tuviese que decirle, pero no se había podido contener. Cuando la llamó estúpida, fue como si hubiese activado su necesidad de autoconservación. Y ya no pudo tragarse las palabras, aunque muy dentro de él sabía que se merecía sus insultos y su desdén. No lo culpaba, se culpaba a ella misma, tendría que haber luchado cuando las cosas se pusieron negras. Tendría que haber ido ella misma a buscar a Noah, pero de hacerlo habría conseguido que Will la aborreciera aún más.

Mientras cavilaba todas sus posibles disculpas, llamaron a la puerta. Abi se sintió muy tranquila al ver a Ezequiel del otro lado, pero él le ofreció una reverencia y su brazo. Cuando ella intentó entablar una conversación, el mozo la ignoró con premeditada frialdad y Abi tuvo que reprimir las ganas de gritar. Se había ganado el odio de todos, ¿qué había hecho? Después de todo Will tenía razón, ella sí era una estúpida.

Ezequiel la guió hasta una mesa en la parte inferior en donde la esperaba un desayuno y Will.

—Bueno días.

—Buenos días —respondió él escuetamente mientras bebía de una taza con desinterés.

Abi no sabía cómo iniciar la conversación, quería saber de Noah, quería saber si Will aún continuaba molesto, quería saber tantas cosas y nada parecía salir de sus labios.

—Wi... —Se detuvo para corregirse, a sabiendas que de ese momento en adelante iba a tener que ganarse la confianza y el derecho de tratarlo como amigo—. Milord... —Él le dirigió una mirada rápida para darle a entender que tenía su atención—. Me preguntaba si había podido encontrar a Noah...

—Sí, lo encontré. —Abi aguardó que continuara, pero él la iba a hacer sufrir antes.

—¿Y?

—Y van colgarlo esta tarde por ladrón. —Ella abrió los ojos como platos y el pequeño trozo de pan que se estaba por comer, impactó contra la mesa con suavidad como si estuviese en cámara lenta al igual que el resto de su anonadado cuerpo.

—¡¿Cómo?! —Su voz se elevó unas octavas mientras se incorporaba de un salto—. ¿Por qué?

—Ya decía yo que esa actitud no iba durar... —murmuró él ignorando sus preguntas.

—¿Dónde está? —Will volvió a beber de su taza y Abi sintió como si estuviese a punto de estallar, él lo estaba haciendo apropósito sabiendo que la estaba torturando con su actitud desabrida—. ¡¿Dónde está?! —repitió arrebatándole la taza de la mano. Él soltó un bufido y giró su rostro en dirección de la ventana, Abi siguió su mirada y sin aguardar salió de la posada como alma que lleva el diablo.

Sus pies prácticamente volaban por la tierra y ya no pensaba en el frío, solo podía concentrar su vista en esa enorme pared. Un grupo de reos estaban colgados por las manos recibiendo insultos y escupitajos de las personas que pasaban por allí camino del mercado. Ella no tuvo que buscar mucho, pues Noah destacaba entre ellos con su cabello rubio brillando con luz propia y su altura prominente.

—¡Noah! —le llamó y él al segundo alzó la cabeza para observarla, se veía bastante maltrecho con los ojos henchidos y estaba casi completamente cubierto de sangre.

A Abi se le hizo un nudo en la garganta. ¿Cómo era posible que fuesen a colgarlo? Ella nunca erraba en sus juicios y en su interior presentía que Noah era un buen hombre. Se acercó lentamente ignorando al guardia que le dirigió una mirada de advertencia. Hizo ademán de acariciarle el rostro pero no encontraba un lugar de donde tomarlo sin temor a ahondar su agonía.

—Dios... ¿Qué te hicieron?

—No se preocupe por mi mademoiselle, estoy en paz con el señor... Pardonne mes péchés...—susurró sin que ella encontrara algún sentido a sus palabras. No podía soportar verlo sufrir de esa manera, ella no lo conocía pero sin importar lo que hubiese hecho, no era justo que lo asesinaran de una forma tan inhumana.

—Vamos. —Unas manos la tomaron por los hombros, pero Abi se negó a ceder bajo la presión de Will.

—No puedes dejar que lo maten... —Se volvió para observarlo fijamente—. Will... es un ser humano, no puedes dejar que lo cuelguen.

—Yo no tengo poder sobre esas cosas —respondió evitando mantenerle la mirada, Abi apretó los puños sobre su pecho procurando soportar el picor de las lágrimas.

—Por favor... haz algo... —rogó con la voz quebrada, la simple idea de que asesinaran a Noah le causaba nauseas. ¿Cómo era posible que realmente pensaran exhibir una muerte como algo triunfal?

—Abi, es un ladrón, un traidor... —Él se detuvo al notar que nada podría convencerla de acceder a tal atrocidad—. No puedes pretender cambiar las reglas, él supo a lo que se arriesgaba y aun así no se arrepintió.

—No es malvado, pueden castigarlo de otra forma... no matándolo. —¿Es que Will no sentía piedad? Era una persona al fin y al cabo, y nadie debería tener el poder sobre la vida de otro individuo—. Will... —Abi no pudo evitarlo en ese momento y las lágrimas se derramaron de sus ojos con rabia, no era tristeza... era desesperación o quizás decepción.

Pues el marqués parecía ser un hombre educado y refinado, pero no mostraba ni un ápice de empatía por otro ser humano.

—Yo no seré cómplice de esto —aseveró, tomando las sogas que ataban a Noah y comenzando a tirar de ellas en un intento de liberarlo. Will la tomó por los brazos y la apartó antes de que llamaran la atención del guardia.

—¿Te has vuelto loca mujer? —Él la aprisionó entre sus brazos y aunque ella se sacudió para quitárselo de encima, no tuvo éxito.

—¡Suéltame!

—Abi, shh...tranquila. —Luego de constatar que sería imposible escaparse de su amarre, Abi se obligó a contener su creciente frustración—. Tranquila... —le murmuró él al oído, haciendo que ella hundiera la cabeza en su pechera y llorara con furia. Will la apartó tomándola del rostro y la observó por largo rato mientras la dejaba derramar su angustia—. Voy... a ver qué puedo hacer por él.

—¿En serio? —Algo parecido a una sonrisa quiso aparecer en sus labios, pero cualquier indicio se esfumó en su inicio.

—Regresa a la posada y espera en la habitación hasta que mande a buscarte, ¿entendido?

Ella solo había escuchado la primera parte, pues no le dio tiempo a terminar al abalanzarse sobre él, para plantarle un beso que dejó a ambos perplejos. El roce había sido rápido, incluso algo que rayaba en lo absurdo pero Abi estaba segura que la suavidad de sus labios no se la había imaginado.

—Gracias —musitó apartándose con el rostro completamente rojo. Will no se movió de su lugar y se quedó mirándola como si la viese por primera vez—. Ya me marcho... ¡gracias!


2- Es un término que se utilizaba en la época para referirse a los Escoceses, su signifi­cado puede ser variado, pero el más común es «montañés»

3- En francés significa: «Perdona mis ofensas» lo que Noah está haciendo en ese momento es rezar.

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