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"Moondance"

Afff lo sé, les doy permiso de cortar mi cabeza desde el ángulo que crean más conveniente u_u 

Perdón por la demora, espero que todavía haya gente con ganas de ver cómo sigue esto. Saludotes 

Capítulo XVI:

Moondance

—Levanta la cabeza, tus pies no irán a ninguna parte. — Abi dejó ir un bufido entre dientes y alzó la cabeza, cuando la fusta de la marquesa se posó debajo de su barbilla—. Eso es, mantén firme la espalda... ¡No! Muévete cuando se te indique, tú no guías. —Ella estuvo a punto de soltar una maldición pero se contuvo y a fuerza de voluntad, intentó acompasar sus pasos a los de Iker. Él seguía tan serio como al principio de la lección.

Abi había cometido el descuido de decirle a Zulima que no sabía bailar. Cuando dicha información llego a oídos de Rosalie, esta insistió en que Abi tomara algunas clases. Al principio se mostró animada, pues iba a aprender algo nuevo. Pero luego de una hora de estar siendo arrastrada por el salón principal, en brazos de Iker, toda emoción se esfumó. Aunque el conde ni siquiera la miraba, ella sentía la tensión latente en sus venas. Era como si esperara que de momento a otro, él la expusiera delante de todos. ¿Cómo? No lo sabía, pero ese punto ciego lograba acrecentar su angustia. Para colmo de males, no lograba atinar un maldito paso decente. Habían iniciado con una cuadrilla, que al menos no requería de un constante contacto con el compañero. El minué fue menos doloroso, pero cuando llegó el momento de aprender el vals, Abi se congeló.

Iker era un bailarín innato, se movía con gracia y la sostenía de la manera más impersonal del mundo. Cuando Rosalie le había pedido ayuda, Abi llegó a pensar que se negaría pero contra todo pronóstico, él terminó accediendo. Quizás para mortificarla con la constante amenaza de que siempre estaría allí. Ella intentaba mirar a cualquier parte exceptuando al hombre que la guiaba, Zulima le dirigía una que otra sonrisa, pero se mantenía bastante concentrada en la melodía que tocaba en el pianoforte. Y Nikky se limitaba a marcarle el compas con el dedo, indicándole cuando era momento de girar, cuando de detenerse o cuando acercarse. Aun así y con toda esa ayuda, Abi llevaba cuenta de los pisotones que se había llevado Iker y se contentaba sabiendo que él, aun no le reclamaba.

—Lo siento —murmuró al notar que su pie se deslizaba por encima de la bota del conde.

—No te disculpes Abigail, una dama no da cuenta de sus errores al momento de bailar. —Abi asintió en dirección de la marquesa, aunque no había entendido que demonios le había querido decir—. La pista y tú deben ser una.

Iker soltó un sonido suave por entre sus labios, Abi notó que acababa de reírse, el muy condenado se estaba burlando de ella.

Puso todo de sí para llevar a cabo esa maldita tortura. ¿Cómo era posible? En su época era una de las mejores bailarinas, aunque a decir verdad jamás había probado suerte con el vals.

—No te encorves de ese modo, parece que cargas los pecados del mundo en tu espalda. —En esa ocasión la risa de Iker fue más evidente, incluso la melodía de Zulima se vio ligeramente interrumpida, cuando la chica se llevó una mano a la boca reprimiendo una carcajada. Abi se tiñó de un rojo profundo, era imposible concentrarse con todas esas miradas encima de su persona.

—Tal vez tenga mayor suerte con sir Nigel. —Todos dirigieron su vista hacia Iker y Abi no pudo reprimir la emoción al oír esa idea, en realidad le apetecía intentarlo con Noah, o con el jardinero. Quien sea antes que con él.

El conde la liberó entonces y antes de que ella pudiese notarlo, se encontraba atrapada en las expertas manos de su amigo. Abi le sonrió ampliamente, aparentemente acababa de entrar y seguramente había visto su deplorable actuación.

—No sé hacer esto —confesó en cuanto estuvieron en posición y la melodía llenó la sala.

—Iremos despacio. —Él ejerció una ligera presión en su espalda media y la instó a deslizarse, Abi intentó ir con la corriente pero aún no lograba moverse con la gracia que Zulima le había mostrado antes. Era imposible, jamás manejaría el arte del vals, algunas tenían facultades y otras simplemente guardaban dos pies izquierdos.

—Oh, perdón... —susurró para su acompañante de modo que lady Adler no la oyera, Noah sacudió la cabeza restándole importancia pero Abi solo lograba frustrarse más.

Lo soltó un instante para quitarse el cabello del rostro, estaba completamente desalineada y él lucia tan limpio, parecía relucir como un penique nuevo. Noah estaba en su salsa y Abi era como el patito feo, el vals al parecer solo lo dominaban los cisnes.

—Abigail no muevas las caderas, no es época de apareamiento. —Nadie pudo soportar la risa frente a ese comentario, aunque Noah e Iker intentaron mantenerse regios, unos pequeños espasmos les recorrían el cuerpo.

—Madre por favor... —se quejó el conde aunque sin muchos ánimos de callarla, la marquesa se encogió de hombros con elegancia. ¿Cómo era posible? Incluso hasta un gesto tan mundano, ella lo hacía lucir como el acto más solemne.

Noah la detuvo unos segundos y la miró fijamente a los ojos pero ella no tenía ganas de enfrentar su mirada, ya tenía suficiente humillación por ese día.

—Déjame llevarte Abi, si opones resistencia jamás funcionará.

—Lo intento... —Era patético pensar que realmente lo estaba intentando y no obtenía resultados. Siempre giraba en sentido de las agujas del reloj, incluso sabiendo que el movimiento se realizaba hacia la derecha.

—El vals no se trata de seguir una serie de pasos, se trata de sentir la unión entre los bailarines. —Noah le ofreció su mano izquierda y Abi posó la suya encima—. Ahora cuando me mueva, acompáñame a recorrer la pista. No tengas miedo, sin importar lo que tú hagas el hombre siempre se acoplará a tu ritmo. —Ella asintió y él simplemente la hizo caminar con la mano en alto, para hacer un reconocimiento del terreno. Luego de hacerla girar posó una mano bajo su omoplato y manteniendo cierta distancia, adquirió la posición de baile—. Mira siempre a los ojos de tu pareja —señaló en cuanto la vio bajar la vista a sus pies—. Te prometo que el piso se quedará allí hasta que finalicemos.

—Bien, hagámoslo. —Noah hizo el primer desplazamiento y Abi logró seguirlo sin dificultades, aunque sus movimientos eran un tanto patosos estaba comenzando a entender los momentos de giro y apertura.

—¿Sabes? Este baile se inició en Austria. —Él intentaba darle conversación, pero ella se veía demasiado ensimismada en su desempeño—. Se extendió rápidamente por Italia, pero los franceses somos los que realmente le dimos un uso práctico.

—¿Uso práctico? —preguntó sin poder contenerse, aunque eso logró que perdiera el paso ligeramente. Noah la sostuvo y soltó una carcajada por lo bajo.

—Aún no estás lista para el vals francés, Abi.

—No estoy lista para ninguna clase de vals. —Él la hizo girar en ese momento y Abi se soltó de su mano estúpidamente.

Por inercia sus pies parecieron continuar el giro y repentinamente, fue detenida por unos fuertes brazos. Ella soltó un suspiro por lo bajo, por un segundo había llegado a pensar que acabaría su viaje en el piso, pero para su buena fortuna la había atrapado...

—Creo que es mi turno —murmuró él con algo de humor decorando su timbre, ella alzó la cabeza para encontrarse con los cálidos ojos negros de Will—. Espérame en el centro de la pista. —Lo vio apartarse para entregarle su casaca a Iker y aunque no quería pisar a Will también, no encontró fuerzas para declinar su pedido.

Se detuvo en el centro, con las miradas de todos puestas en ella, la música inició en el instante que él comenzó a dirigirse hacia ella. Abi pasó saliva con dificultad, se veía tan imponente, tan masculino, avanzando con paso seguro y deteniéndola anclada al lugar, tan solo con sus ojos. Will le ofreció su mano izquierda y ella vaciló notoriamente.

—No puedo —susurró avergonzada, él le hizo una seña a Zulima para que detuviera la melodía y la tomó por la cintura para acercarla.

—¿Confías en mí? —Le preguntó pegando sus labios a su oído, Abi asintió casi imperceptiblemente—. Entonces cierra los ojos y deja que yo me encargue.

Ella se apartó para regalarle una escéptica mirada.

—¿Que cierre los ojos? —Sacudió la cabeza para enfatizar su negación—. Ni hablar.

—Para que puedas lograr el perfecto desplazamiento, tienes que olvidarte de las cosas que estás rodeada. Piensa que estamos solo tú y yo, solo eso importa. —Will la atrajo tomando la posición inicial—. Cierra los ojos, no dejaré que nada malo te pase. —Abi sintió la resolución con la que hablaba, estaba tratando de trasmitirle seguridad y para ser honesta, funcionaba.

Cerró los ojos lentamente y la melodía volvió a llenar el salón. Will no tuvo que decirle que se moviera, no tuvo que darle ninguna clase de señal, aunque él marcaba la pauta parecía que ambos se movían al mismo tiempo. En el primer giro en que sus cuerpos se despegaron, Abi pensó que tropezaría, pero el encuentro con su mano la detuvo con firmeza. Su tacto no era impersonal como el de Iker, no era amistoso como el de Noah, Will parecía traspasar su vestido con el calor de su mano. Ninguno de los dos llevaba guantes y eso la hacía consciente de las fuertes manos masculinas. Al principio no había comprendido de qué iba aquel baile, pero él tenía razón, no se trataba de lucirse para el resto sino de disfrutar uno mismo. Los movimientos parecían pasar a un segundo plano, cuando lo único que ella anhelaba tras cada giro, era encontrarse entre sus brazos una vez más. Comprendió a lo que todos se referían, cuando comparaban el vals con flotar entre nubes. Pues sus pies parecían deslizarse sin tocar el suelo, había aprendido a pasar el peso de la punta al talón y viceversa, logrando el perfecto balance. Cuando dejaron de moverse y la música cesó, Abi no quería abrir los ojos, no quería romper aquel momento mágico.

—Magnífica —musitó él antes de darle un besamanos y liberarla.

Ella lo miró fijamente pero Will se apartó en el instante que Rosalie y Nikky llegaban para felicitarla. No hizo caso de ellas, siguió a Will con la mirada hasta que este desapareció de la sala por completo.

Abi se alisó el vestido con las manos, luego de que Nikky terminara de atar la faja. Tras echarse un largo vistazo en el espejo, tuvo que admitir que ese vestido obraba milagros. La doncella le colocó una gargantilla dorada que terminó de completar su atuendo. Zulima podía decir que el blanco no era el mejor color del mundo y puede que tuviese razón. Pero su vestido, tenía los detalles justos en dorado, que parecían hacerla brillar con cada paso que daba.

—Luce usted hermosa —comentó Nikky admirando su trabajo terminado, pues todo el crédito se lo llevaba ella. Había logrado que su peinado no fuese demasiado ostentoso, la había maquillado con sombras a juego y la había vestido como una princesa.

—En realidad te luciste esta vez, Nikky. —La joven bajó la vista al piso, avergonzada por el cumplido. Sin importar cuánto tiempo pasara a su lado parecía que aún no se acostumbraba a ella. Abi iba a darle el título oficial de hada madrina, la chica sin duda hacía milagros con sus bordados, sus arreglos de última hora y sus fascinantes peinados.

—Se robará la atención de todos los hombres. —Abi arqueó una ceja con suspicacia, esa idea no se le hacía para nada graciosa.

Quería estar bonita, pero no precisamente para todos esos desconocidos. Esperaba escuchar de una sola boca un cumplido y estaba casi segura de que no llegaría. ¿Era muy estúpido querer que Will la notase? Ella se había decidido a no intentar conquistarlo, pero cada segundo que pasaba a su lado su resolución flaqueaba. Y entonces se encontraba queriendo vestirse y actuar como una dama de esa época, solo para que él se fijara en ella. No debía, sabía que era incorrecto, pues tarde o temprano iba a tener que regresar a su hogar. ¿Pero cómo evitarlo? Maldición, él monopolizaba sus pensamientos a cada instante. No podía mentirse a sí misma, diciendo que quería ayudarlo a ser feliz. Pues claro que quería eso, pero ella también quería ser parte de esa felicidad. ¿Era un pensamiento demasiado egoísta? ¿Estaba bien desear a alguien que había nacido 250 años antes que ella?

—¿Abi estás lista? —La puerta se abrió entonces dejando ver la rubia cabeza de la marquesa. Ella soltó un amplio suspiro antes de enfrentarla, Rosalie la escrutó seriamente y Abi sintió que estaba a punto de saber, si pasaba a la segunda etapa o se quedaría entre las indeseadas—. No me equivoqué contigo —espetó sonriendo ligeramente para luego darse la vuelta. Abi observó a Nikky confundida y esta le obsequió unos pulgares arriba.

—Ya es hora. —La doncella le puso la capa en los hombros y la anudó suavemente alrededor de su cuello—. Recuerde... no baile más de dos piezas con cada hombre, no querrá que nadie tenga trato especial. —Asintió a tiempo que se colocaba los guantes—. Y solo un vals, una señorita digna jamás se arriesgaría con un baile tan escandaloso.

Abi frunció el ceño. ¿Para qué rayos lo había aprendido entonces?

—¿Qué tiene de malo? —instó sin poder comprender el daño que hacía una danza tan bonita.

—Pues es demasiado personal para ser bailado con alguien que no se conoce aún, por eso las debutantes solo bailan uno y si es posible con un hombre de la familia. De modo tal que se enseñe al público, pero no dé lugar a rumores. —No hizo comentarios al respecto, pero estaba a punto de meterse debajo de sus mantas y dejar todo ese asunto para... nunca.

—No estoy lista para esto.

—Oh, claro que lo está, tan solo recuerde esas cosas. — Nikky le entregó su abanico y Abi lo observó con pesar.

—¿Algo que advertirme con respecto a esto? —La joven rio entre dientes.

—Simplemente no lo mueva rápidamente delante de un pretendiente. —Ella no logró preguntarle por qué, ya que la doncella se encontraba empujándola a través de la puerta—. Mucha suerte. —Y entonces recorrió el pasillo hasta las escaleras, notándose repentinamente hiperventilada.

Aún estaba a tiempo de volver, podía decir que le dolía el estómago o la cabeza. No, mejor no, quizás y hasta que intentaran curarla con sanguijuelas. Prefería mil veces exponerse a la alta sociedad londinense, que verse cara a cara con uno de esos chupasangre.

Al alcanzar la escalera Zulima se le unió a su derecha y Rosalie a su izquierda. Ninguna comentó nada con respecto al vestido de la otra, pero Abi se quedó maravillada con el atuendo de la joven. Era de muselina y tenía pequeños bordados en color turquesa, después de todo sí había podido llevar algo de color. La marquesa, ataviada en seda azul, descendió antes que ellas y fue recibida por lord Richard al final del camino. Zulima le sonrió antes de adelantarse para tomar la mano de Noah, quien en esa noche sería su acompañante. Abi buscó con la mirada a Will y cuando notó que no estaba allí aguardándola, sintió que algo en su interior se desmoronaba. Bajó la vista al piso con resignación y se acordó internamente: distancia, tratando de levantarse la autoestima.

—¿Por qué tan seria? —Su corazón dio un brinco y por un instante creyó haberlo imaginado. Pero no era así, Will estaba extendiéndole una mano y sonreía ligeramente. Abi terminó de descender ayudada por él y una vez que todos se reunieron en la entrada, ella observó a su acompañante.

—¿Qué esperamos? —Will se inclinó en su dirección para susurrarle la respuesta.

—A Iker y su esposa. —En ese instante la puerta principal se abrió y el conde ingresó a la casa con paso decidido.

—El carruaje está listo —anunció dirigiendo una rápida mirada en su dirección, Will le ofreció su brazo y salieron detrás de Richard y Rosalie. Justo en el camino de piedra, había una persona parada de espaldas a la entrada. Al sentir movimiento, ella se volvió y desplegó una enorme sonrisa para Iker, que la tomó por la cintura en cuanto la alcanzó—. William, te presento a Ailim, mi esposa. —Will se reverenció ligeramente para la condesa y esta le respondió del mismo modo.

—Es un placer. —Ella le extendió la mano para que le diera el correspondiente beso y luego le dirigió un asentimiento a Abi a modo de saludo. Will tenía una extraña mirada en ese momento y mientras sostenía la mano de Ailim, parecía renuente a dejarla ir. Abi no supo por qué razón sintió un pequeño golpe de envidia. ¿Por qué la miraba así? Bueno sí, era bonita. Tenía una hermosa melena caoba y sus ojos azules, parecían dos fuentes de la más cristalina agua. Pero tampoco era para tanto.

***

—Lord Richard y la marquesa de Adler —anunció la voz fuerte desde la entrada, mientras el resto de las parejas aguardaban ser nombrados. Era bastante tonto, pero tenía cierto encanto eso de que todos supieran quienes se unían a la fiesta. Will le presionó ligeramente la mano y ella respiró profundamente. Habían viajado separados, ella con las mujeres y él con los hombres, pues como Zulima y ellas eran solteras, debían llegar aparte. Solo Iker y Ailim podía llegar juntos, pues ellos ya estaban casados.

—El conde y la condesa de Pembroke. —Al oír sus nombres Iker y su mujer avanzaron por el amplio pasillo, para descender las escaleras que guiaban al salón.

—Tranquila. —Will le guiñó un ojo y lo que menos pudo hacer Abi, fue tranquilizarse.

—El marqués de Adler y la señorita Abigail Fletcher. — Dio un respingo cuando la voz la llamó, no quería ir, no aún, primero Zulima.

Pero nadie podía oír sus suplicas mentales, antes de darse cuenta Will la hacía avanzar hasta las escaleras. ¿Y si caía delante de todas esas personas? ¿Y si se pisaba el vestido? ¿Y si...? Se tuvo que detener en su gorgoteo mental, cuando tuvo delante de sus ojos esa fantástica escena. Las personas moviéndose de un lado a otro, algunos observando en su dirección esperando su entrada, otros ni reparando en ellos. Abi se quedó pasmada, el salón era enorme y estaba adornado por gigantescas arañas que centellaban con la luz de las velas. Ninguna película, podría representar correctamente ese lugar, pues era como sacado de un sueño.

—Esto es hermoso... —susurró anonadada, Will soltó una leve risilla y para cuando Abi reaccionó, ya habían llegado al final.

—Sir Nigel Berkeley y Lady Zulima Warenne. —Ambos se volvieron para ver la entrada de Zulima y Abi no pudo evitar captar la expresión de Will. Él parecía tranquilo al ver a su hermana junto a Noah pero, ¿qué tanta cercanía soportaría?

Conforme avanzaba la noche, Abi iba ganando más confianza. La tarjetita que colgaba de su muñeca, estaba decorada por la firma de una buena cantidad de hombres. Entre ellos, Noah, Will, Richard e incluso Iker. Siempre que un hombre quería apartar un baile con ella, debía pedírselo y si accedía, Abi debía dejarlo firmar su tarjetita. Era un buen método pues en cierta forma, ella siempre era la que terminaba escogiendo.

Gracias a que había ingresado con un marqués del brazo, su nombre había adquirido cierto respeto, por lo que Rosalie le había prohibido bailar con personas sin título. ¿Curioso, no? Abi no sabía reconocer quien tenía título y quien no, pero la marquesa le había presentado a un vizconde y a un baronet, sea lo que eso sea. Ambos habían firmado su tarjetita y aunque el último había sido mortalmente aburrido, le había pedido una segunda pieza. El vizconde era bastante guapo, nada que ver con Will, pero tampoco podía estar comparándolo con todos sus "posibles" pretendientes. A ella le interesaba poco eso, solo debía actuar y al parecer lo hacía bien. Tanto Zulima como ella llevaban un buen ritmo, no muy ostentosas pero siempre atendidas correctamente. Aunque frente a todo ese glamur, ella no podía dejar de buscar a Will por el salón. Él había bailado tan solo con ellas, con su madre y con Ailim. Abi notó cierta complicidad mientras estos últimos ocupaban la pista, Ailim reía por los comentarios de Will y a Abi lentamente comenzaba a crecerle la vena de envidia. Él nunca le hacía chistes a ella.

Un poco abrumada por toda esa escenita decidió salir a tomar aire en la terraza. Con las manos apoyadas en la balaustrada de mármol, apreció el hermoso jardín, que se escondía entre luces y sombras bajo una enorme parra. Abi descendió las escalinatas sin poder contenerse a echar un vistazo, había algunas parejas al comienzo del caminito pero ninguno le puso particular atención. Fue a tocar la fuente que coronaba el centro del jardín y a pesar de que el frío parecía un constante compañero, se relajó mojándose un poco las mejillas con el agua. No estaba segura del porqué de ese repentino calor, pero tampoco estaba dispuesta a analizarlo. Alguien se aclaró la garganta detrás de ella y Abi dio un respingo, antes de volverse.

—¿Admirando la luna? —instó él dirigiendo una rápida mirada al cielo despejado, Abi se incorporó pues aún seguía un tanto inclinada sobre la fuente.

—Me sentía un poco sofocada allí dentro. —Pasó por su lado y se detuvo fingiendo interés en una florcita—. Tú parecías estar pasándotelo bien. —Él soltó una musical risilla y posó la mano sobre su flor.

—Sólo cumpliendo mi deber —musitó sin apartar los ojos de la flor. Abi arqueó una ceja. ¿Su deber era entretener a la mujer de su hermano?

—Pues no te detengo, sigue con lo tuyo. —No intentaba sonar como una novia celosa, pero aun así no pudo evitarlo. Will finalmente la observó y su gesto serio la confundió.

—Eso me aburre. —Su mano lentamente se deslizó de la flor hasta su mejilla y Abi contuvo el aliento. ¿Por qué no llevaba guantes? ¿En qué momento el calor de su mano se había vuelto tan familiar para ella?—. ¿Tienes frío? —Él estaba a punto de sacarse la casaca, cuando ella lo detuvo rápidamente.

—No tengo frío, en realidad tengo calor. —Will arqueó una ceja frente a esa aseveración, pero lo que sea que hubiera estado por decir, terminó por callarlo. Él bajó la vista hasta sus manos que aún lo sostenían de los hombros, pero ella no hizo ademán por apartarse.

—No tienes ningún vals apartado —señaló repentinamente y Abi notó que estaba leyendo su tarjetita.

—Aún nadie se lo ha ganado. —Will rio una vez más, haciéndola desear decir algo gracioso solo para volver a oírlo.

—Entonces, ¿no tengo que pensar que lo reservabas para mí? —¿Dónde rayos había quedado eso de distancia? Él estaba coqueteando abiertamente, pues que le pusiera carita de angelito no era algo normal. Abi prefirió guardar silencio y él la tomó de la mano para adquirir la posición de baile—. Tomaré eso como un sí.

—No se oye música aquí —contrarrestó ella, a pesar de que estaba más que animada a bailar con él debajo de esa media parra.

—Ese desafío es incluso mayor, seguiré tu ritmo. —Abi sonrió sacudiendo la cabeza y en esa ocasión Will se dejó guiar por ella.

Los pasos no eran tan precisos como cuando él la llevaba, pero era incluso más divertido de esa forma. Se dio cuenta que debía pensar en alguna canción, pues sino sus desplazamientos carecían de sentido. Así que concentrada en esa tarea, pensó en la única canción que ese lugar y ese momento, le inspiraron. La luz de la luna, la naturaleza rodeándolos, un baile prohibido, no podía ser más específica. Estaba tan ensimismada en no errar el paso, que hasta había cerrado los ojos y cuando los abrió, lo encontró mirándole la boca fijamente.

—Así no puedo —se quejó y él pestañó repetidas veces como saliendo de un trance.

—Estabas cantando. —Abi negó con vehemencia, aunque quizá si había soltado una que otra línea en voz alta—. No conozco esa canción. ¿Cómo se llama?

—Moondance —balbuceó un tanto avergonzada por su elección, Will colocó dos dedos debajo de su barbilla y la obligó a encontrarse con sus maravillosos ojos.

—«Una noche fantástica, para el romance» —citó él y ella se sonrojó notoriamente, ahora descubriendo qué era eso que le subía tanto la temperatura.

—Yo no la escribí —se excusó con su voz en un leve susurro, él lentamente se inclinó más en su dirección y Abi comenzó a perder sus facultades mentales.

Si abría la boca, diría una estupidez por lo que prefirió no decir más. Will le rozó los labios con delicadeza y se apartó lo suficiente para captar su reacción, Abi se pasó la lengua para saborear aquel inocente beso. Y él la tomó por la cintura pegándola a su cuerpo, la boca de Will colisionó contra la de ella y ya no hubo espacio para palabras. No cuando parecía que se fundían en los labios del otro, ella gimió sin poder contenerse y él la movió hasta apretarla contra un árbol. El cuerpo de Abi parecía acoplarse a los músculos fuertes de Will y sus manos se encontraron a cada lado para entrelazarse en un apretón, que no tenía intenciones de separarse. Él la dejó respirar luego de ese salvaje beso, en que recorrió cada parte de su boca con una lengua ávida de juego.

—Tienes que enseñarme esa canción —le pidió con una sonrisa, antes de volver a engullirse de sus besos.

Abi rio contra su boca y le tiró ambos brazos al cuello, para de esa forma tenerlo lo más cerca posible. Por ese momento eran solo ellos y la luna como única testigo de su pequeño arrebato de lujuria. Quizá después de todo, sí era una buena noche para el romance. 

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