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"Los Condes de Pembroke"

Hola de nuevo, espero que estén con ganas de leer un capítulo más de esta historia. Gracias por la paciencia de todos xD

Capítulo XVII:

Los condes de Pembroke

—¿William? —Por un segundo sintió que se le congelaba el corazón, Abi pasó de cien grados a cero en menos de un parpadeo. Will suspiró pesadamente contra su cuello, antes de despegarse de ella—. Zulima te busca para el vals. —En un principio no se animó a mirar a Iker, pero sabía que él la estaba fusilando con la mirada. Will le presionó una mano y ella alzó la vista en su dirección.

—Tengo que ir —asintió y cuando sus dedos se escaparon de los suyos, se sintió como un cachorrito abandonado en el parque. Will le ofreció su brazo pero en ese momento, Iker se adelantó y le ofreció el suyo.

—Yo me encargo de escoltarla, tú ve. —El marqués frunció el ceño ligeramente pero terminó por ceder, le obsequió una última sonrisa antes de perderse escaleras arriba.

Abi intentó avanzar pero Iker no la acompañó, por lo que se vio retenida en ese lugar apartado, con él. Por un segundo pensó en gritarle a Will que regresara, que no la dejara sola, pero tampoco iba a mostrar debilidad. El conde no podía saber que la intimidaba.

—Tal vez le gustaría arreglar antes su... —Y con el dedo índice le rozó el labio inferior, ella se apartó de su tacto soltando un bufido. A pesar de que no tenía un espejo, se las ingenió para poner su atuendo en condiciones de salir una vez más a la pista, hasta ese momento había notado que Will había estado un poco inquieto con sus manos. En cuanto se sintió conforme volvió a entrelazar su brazo con el de Iker—. La dama repentinamente enmudeció.

—¿Qué quieres que diga? —Él arqueó una ceja y una sonrisa sarcástica surcó sus labios.

—No me malinterprete señorita Fletcher, no tengo nada en contra de que las personas sacien sus necesidades. —Ella no se dejó inmutar por ese comentario mal logrado y le mantuvo la mirada con firmeza—. Pero hay algo que me tiene confundido, usted no quiere un esposo... ¿Qué quiere de mi hermano entonces? —Abi se quedó de piedra ¿Cómo rayos sabía que no buscaba esposo?—. Tal vez mi primera impresión fue errada y lo que usted busca, se puede solucionar con alguna cifra. Aunque no estoy seguro de cuánto estará cotizando...

—Eres un bastardo —masculló entre dientes y no supo cómo logró contenerse de abofetearlo allí mismo.

—¿Por qué? Por sacar la conclusión correcta, una mujer que se comporta como usted en un lugar tan concurrido, solo tiene un nombre. —Iker le sonrió al notar que ella no replicaba, pero, ¿qué podía decir? «No, idiota no soy una prostituta, solo vine del futuro». ¡Sí claro, ya!—. No se moleste en venderme su actuación de joven afligida...

—Yo no... —Él sacudió una mano delante de su rostro para silenciarla, eso logró que su ira fuese en aumento.

—Puedo decir tres cosas sobre usted: miente respecto a su tía muerta, miente al decir que llegó recientemente de América y miente con eso de querer ser candidata... Ya le dije que puedo ver cuando alguien está engañando y usted da todas las señales. —Abi contuvo la respiración. ¿Cómo se defendía? ¿Qué podría decir para que él no la delatara?—. Me importa un bledo de dónde viene o hacia dónde va, en lo que a mí concierne usted puede ser la reencarnación del diablo, me da igual. —Él le apuntó con un dedo a modo de amenaza. Como si eso fuese necesario, a este punto Abi comenzaba a temblar tan solo con oír su voz—. Solo manténganse a una distancia segura de mi hermano, no la quiero cerca de él.

—Yo...

—No me importa oír sus razones, si quiere acostarse con él hágalo y luego lárguese. Marian era una zorra y usted es una embustera, para mí ambas opciones son prescindibles.

Iker la jagarró en ese momento para guiarla al interior. Abi aún no salía de su estupor, pero se logró recobrar como para al menos, tratar de esgrimir una defensa.

—No tengo malas intenciones. —Él la miró de soslayo y por un segundo pareció menos intimidante.

—Quizás no, pero a la larga usted causara un daño mayor...

Al llegar a la terraza notó que alguien le sonreía dándole la bienvenida, Abi sentía que había perdido la capacidad de fingir una buena sonrisa, por lo que ni siquiera hizo el intento. Luego que Iker le dijera aquellas cosas, caminaba como si fuese un autómata. Sus ojos estaban fijos, en aquella figura femenina embutida en un vestido verde, pero no lograba dirimir de quién se trataba. Pues la cabeza aun le seguía dando vueltas. Y el muy condenado que la acarreaba del brazo, lucía un gesto de triunfo que a ella tan solo le inspiraba pensamientos homicidas.

—Aquí están ya —exclamó la mujer, al tiempo que Abi dejaba de querer asesinar al conde con los ojos y se resignaba a que la súper visión, no venía incluida en el paquete de viaje en el tiempo.

—Aquí estamos —confirmó él, soltándola de repente para tomar a la otra joven por la cintura. Ailim rio de manera encantadora, como las princesas de cuentos de hadas, que logran que hasta un eructo pareciera de lo más dulce. Ella rodó los ojos y buscó en el piso un hoyo profundo para saltar.

—Cariño, porque no vas a buscarnos unas limonadas. — Iker sonrió de medio lado y aunque le costó admitirlo en su alma, Abi no pudo negar que el maldito se veía bien haciendo eso.

Iker era detestable, extraño, intimidante, sombrío, malicioso y... bueno, la lista de adjetivos desagradables podía continuar. Pero a pesar de todas esas cosas, era bien parecido. ¡Que Dios la perdonara! Pero ella no podía mentir, frente a algo que estaba por demás obvio y eso solo acrecentaba su irritación. Porque era contradictorio, su rostro de ángel caído no se conllevaba con el vacío que reflejaban sus ojos. Aún no había hecho un juicio justo de Ailim, no habían hablado hasta ese momento y en verdad Abi se había dejado llevar por apariencias. Si se había casado con Iker, ella no podía ser muy normal, seguramente algo no le funcionaba como era debido. ¿Estaba haciendo un prejuicio? Tal vez, pero la otra había estado demasiado amistosa con Will y eso ya le restaba puntos.

—Lamento haberlo enviado a interrumpirlos, pero aquí hay muchos ojos curiosos. —Abi abrió la boca sin ser capaz de que saliera sonido. ¿Ailim había enviado a Iker? Bien, oficialmente entraba en su lista de enemigos. La cual encabezaba Iker y la compañía de seguros de su automóvil... Ahh repentinamente sintió cierta nostalgia al recordar su Escarabajo.

Sacudió la cabeza regresando en sí, muchas veces se había quejado de su vehículo pero comparado con los de la época, ella prefería una y mil veces a su viejo, destartalado y sobre todo, lento Escarabajo.

—No sería prudente que alguien los viera... —continuó la condesa, completamente ajena a lo que acontecía dentro de su cerebro.

—No, por supuesto. —Aunque no tenía ánimos de hablar, tuvo que admitir para sus adentros de que Ailim llevaba un poco de razón.

Si alguien que no fuese de la familia los descubría, eso le traería problemas a Will. A ella le daba igual, si la sociedad le colgaba el cartel de «zorra» qué más daba, después de todo tenía asuntos más importantes que tratar. Como por ejemplo hacer que el conde no la echara de patitas a la calle. Iker había tenido el descaro de decirle que se revolcara con Will y que luego desapareciera... Ok, la primera opción hasta se le había hecho tentadora, pero si en alguna ocasión decidía acostarse con él, estaba casi segura que sería incapaz de irse luego.

—Sé que parece un necio y a veces es bastante directo al hablar, pero no le pongas mucha atención. —En ese momento, ella no pudo evitar observar perpleja a la esposa del conde. Que se lo dijera Noah, Zulima, Richard e incluso Will, era una cosa. Pero que la misma Ailim le dijera que ignorara a Iker, eso sí que no se lo había esperado—. Siempre quiere tener la razón, pero en esta ocasión creo que yo llevo las de ganar. Solo tuve que verlos juntos un segundo, para notar que están hechos el uno para el otro.

—¿Qué? —Su desconcierto iba en aumento conforme oía las palabras de la joven. Ailim soltó una leve carcajada que enmascaró correctamente, detrás de su abanico.

—Pierde cuidado Abi, tu secreto está a salvo conmigo y si Iker hace lo que hace, es que intenta ser un buen hermano. —En esa ocasión ella tuvo que ahogar las ganas de reír con ironía—. Aunque te suene poco probable, él no es mal hombre...

—¿Quién no es mal hombre? —interrumpió una voz firme, Abi observó al recién llegado con ojos en rendijas, tratando de ver aquello que Ailim señalaba.

—Tú, cielo —respondió la condesa plantándole un beso suave a su esposo, Iker pareció bajar sus barreras el tiempo que duró ese contacto.

Abi lo notó menos tenso e incluso sus rasgos parecieron más juveniles, eso lo había logrado un simple beso.

—Por favor Ailim, me esfuerzo por crear una imagen aquí. —Ambas rieron brevemente por la ofendida actuación del conde. Y Abi se sintió como una traidora, minutos antes ese hombre la había acusado de embustera y en ese momento reía por uno de sus comentarios. ¿Cómo era posible?

—Bien, esfuérzate en otro lado, Abi y yo necesitamos hablar. —Él arqueó una ceja y terminó por encogerse de hombros con desinterés. Ailim le dio un golpecito en el trasero cuando se retiraba y el conde se volvió para atravesarla con sus ojos verdes. Por un instante Abi llegó a pensar que él mostraría las garras, pero contradiciendo todas las apuestas, le envió una sonrisa que escondía más de mil palabras—. Como te decía, él tan solo...

Ailim se silenció repentinamente, al captar con la mirada la misma escena que Abi admiraba. A unos metros de ellas, Zulima y Will hablaban animadamente, esa parte no era para nada sorprendente. Lo que le llamó la atención fue aquella otra mujer que los acompañaba, una rubia despampanante que se colgaba del brazo del marqués, como si este fuese algo de su posesión. Por alguna razón presintió en el alma que esa mujer, solo eran malas noticias.

—Lady Elisa Berenfor. —Abi asintió lentamente, sin apartar los ojos de esa tal "Elisa". Su ajustado corpiño y su exagerado maquillaje, tan solo parecía gritar una cosa, «soy gratis». ¿Qué demonios hacía colgada de su Will? ¿Y por qué él no la apartaba? Seguía hablando con ambas mujeres, como si esa puta no le estuviese murmurando cada respuesta al oído.

—¿Cuál es su historia? —preguntó sin evasivas, aunque no conocía a Ailim, estaba casi segura que era tan amante de los chismes como toda mujer.

—Bueno, antes ella y William solían tener algo. —Por supuesto, esa familiaridad no se daba de un segundo al otro. Estaba claro que la mujer se sentía con potestad de tratar de esa forma a Will, porque lo conocía de hace tiempo—. Pero cuando él se casó con Marian, Elisa se molestó mucho porque no la quiso tener como amante.

Abi abrió los ojos como platos y se obligó a mirar fijamente a Ailim.

—¿Cómo sabes eso?

—Oh linda, todo el mundo lo sabe. —La condesa bebió un trago de su limonada y volvió a retomar la línea de conversación—. Elisa no oculta sus deseos por William, cuando Marian murió, ella esperó pacientemente a que el marqués decidiera regresar a la sociedad. —No solo era zorra, era arrastrada—. Pero se llevó una decepción, pues luego del periodo de luto William se exilió al campo y esta es la primera vez que se presenta tras la muerte de la marquesa.

—Y veo que no quiere perder el tiempo —murmuró contra su vaso, engullendo el líquido frío en un intento de apaciguar su rabia. Esa mujer en verdad era competencia, lo que Ailim le había despertado antes fueron celos infantiles. Pero Elisa, había sido amante de Will y lo quería de regreso en su cama—. Sobre mi cadáver...

—¿Qué? —Abi negó ligeramente, deseando no tener la lengua tan larga. Sin notarlo había expresado sus pensamientos en voz alta.

Ailim la observó por un segundo y luego posó su vista en la pista, al igual que ella. Abi tuvo que soportar ver cómo Elisa coqueteaba con su marqués, hasta que afortunadamente Zulima lo sacó a bailar.

—Acompáñame a la salita de las damas.

—Rosalie dice que debo permanecer visible... —se excusó ella, aunque prefería perderse de allí por largo rato, de modo de poder hacer descansar a su sonrisa. Pues si dejaba de sonreír, la marquesa le enviaba una mirada que podía hacer temblar al hielo.

—Bueno, pero ella ahora esta entretenida —señaló Ailim, mientras le apuntaba a la madre de Will perdida entre cientos de sombreros y risas estridentes. Las damas refinadas se habían reunido a despolvar los rumores, eso tenía para largo. Abi terminó por acceder y siguió a la condesa que se abría camino entre los asistentes, con completa confianza. En cierta forma a ella le hubiese gustado tener su seguridad, Ailim estaba bien posicionada y hacía que las personas a su alrededor la respetaran por ello.

—Demonios —susurró en un momento y rápidamente entrelazó un brazo al suyo. Abi la observó un tanto confundida, pero al ver quién se acercaba a ellas prefirió retener su duda.

—¡Condesa! —exclamó falsamente la recién llegada y le plantó un beso al aire, que al parecer iba con destino a la mejilla de Ailim.

—Lady Elisa. —La sonrisa forzada de ambas, estaba tan bien entrenada que Abi se preguntó, cuánto le tomaría a ella esgrimir una igual—. Permítame presentarle a la señorita Abigail Fletcher.

Elisa le rozó la punta de los dedos al saludarla y por supuesto que Abi no se dejó tocar mucho tiempo, por esas pezuñas.

—Es un placer, he oído hablar de ti. —Las palabras parecía pronunciarlas con cierto acento, pero no era ni la mitad de bueno que el de Noah—. Eres toda una original. —Era la segunda vez que la llamaban así y aún no sabía qué significaba, pero por alguna razón en boca de Elisa, le supo cómo un insulto—. Pero claro, con un escolta como el que trajiste... ¡Querida! Que afortunada, me sorprende que William haya accedido a regresar de esta forma.

—Pues Abi es buena amiga mía —respondió Ailim afianzando su amarre—. Y mi cuñado, simplemente no pudo negarse a un pedido especial de su hermano. Ya sabes que Iker hace lo que sea para complacerme. ―Era más que evidente que Ailim intentaba provocar a Elisa, pero la otra mujer a pesar de fruncir ligeramente el ceño, mantenía la sonrisa—. Además que tan solo ver a Abi, Will supo que era la mejor compañera para hacer su regreso.

—Por supuesto, si es tan guapa y tiene tanto éxito... pronto estará en boca de todos. —La última frase había sido una tajante advertencia, Abi prácticamente se tuvo que limpiar el veneno que le había escupido.

—De eso que no te quepa duda, con el apoyo de mi familia... —Ailim hizo marcado énfasis al nombrar a su familia, a pesar que nadie en la mansión la conocía realmente. Ella para todos los Warenne era la esposa de Iker, parecía que no tenía nombre—. Abi arrasará en la temporada.

¿Por qué decía eso? Ella no tenía intención de arrasar con nada, aunque el rostro agrio de Elisa valía su peso en oro.

—Entonces espero verlas en la cena de los Arbush, aunque al parecer al conde no le gustan mucho esos menesteres. — Abi pudo sentir cómo Ailim se tensaba ligeramente frente a ese ataque, aunque no había comprendido por completo el porqué—. Tal vez quiera mantenerte a resguardo, ya sabes cómo pueden ser las damas inglesas. —La condesa asintió lentamente y sin apartar la mirada de Elisa respondió.

—Por supuesto que Iker no quiere que salga mucho, pues le preocupa que toda esta agitación nos haga... mal. —Y fingiendo un rostro angelical, posó una mano sobre su vientre de forma protectora. Elisa no pudo ocultar su asombro, frente a ese gesto y Abi menos.

—Claro eso es muy importante. —La tensa réplica de la otra mujer, fue la clave para dar por finalizado ese encuentro—. Me ha dado gusto encontrarlas, pero debo hallar a mi hermano. Señoras... —Con un asentimiento se despidió de ambas y Abi al instante se volvió en dirección de su compañera.

—¿Acaso estás embarazada? —Ailim soltó una carcajada y la escoltó hasta el saloncito.

—No, claro que no. Pero ella no lo sabe...

—¿Y si se lo dicen a Iker? —preguntó alarmada, de alguna forma temiendo que el conde se molestara por esa mentira. Al parecer no era muy permisivo con esas cosas.

—Estoy esperando que se lo diga, será graciosísimo ver su rostro.

—¿Y si se enfada porque es mentira?

—No se enfadará, Iker me ayudará a mantener mi mentira, para eso es mi esposo. —Ailim le guiñó un ojo con complicidad y ella no pudo más que verla con asombro, era muy diferente a lo que se había imaginado.

La condesa era sin exagerar, una mujer con carácter y tenaz. Cada segundo que pasaba, esa pareja la sorprendía un poco más.

—No estoy tan segura —reflexionó en voz alta, incapaz de ocultar su aversión hacia Iker. Sí, Ailim parecía amable y trataba a su esposo con mucho júbilo. Pero Abi conocía el lado oscuro de ese hombre y le costaba trabajo pensar, que se prestaría a los juegos de su mujer.

—Abi, te daré un consejo. —Ailim la enfrentó, para que no escapase de su mirada casi turquesa—. No dejes que Iker te intimide, es terco y no quiere admitir que yo tengo razón. Pero una vez que vea tu potencial, notarás que puede llegar a ser un gran aliado. —Ella lo dudaba seriamente, pero por ese instante se dejó convencer de que su futuro, no tenía una nube negra encima.

Quizás si se ganaba la confianza del conde, podría pasar lo que restaba de su año sin problemas. Pero, ¿qué tan verdad era aquello? ¿Estar bien con Iker la salvaba de algo? ¿O el hecho de que Will fuese parte de este mundo, la crearía otra clase de impedimento?

***

El día que precedió al baile, tanto Zulima como ella tuvieron una gran sorpresa al bajar las escaleras. El recibidor de la mansión se encontraba adornado por flores, cartas, hermosos arreglos y una que otra cajita de terciopelo. Pretendientes le había llamado Zulima. La chica le explicó que luego de la primera noche, todo el que se hubiese interesado por alguna candidata, era libre de enviarle algún presente. Ambas habían recibido su buena dotación de tonterías, Abi casi se desternilla de risa al leer una oda que habían escrito para las pestañas de lady Warenne. Algunas cosas eran extremadamente cursis, otras debía admitir que eran un elaborado detalle. El vizconde de Soule, cuyo nombre era Thomas Arbush, le había enviado unos pendientes en forma de gota. Abi nunca se había sentido el centro de las miradas de los hombres y en cierta forma, era genial tener toda esa atención. Normalmente en la escuela, su mejor amiga Jules era la que acaparaba los suspiros masculinos. Pero en esa ocasión, ella tenía pretendientes.

—Esta es tuya —dijo Zulima entregándole una única flor lila de la cual colgaba una tarjeta del mismo color. Abi la inspeccionó con desinterés y cuando leyó la firma, se quedó pasmada. Volvió a releer como temiendo que las palabras fuesen a desvanecerse, pero no, allí estaban aún.

«¿Puedo tener otro Moondance contigo? Will.»

Estuvo a un segundo de gritar «¡Sí!» allí mismo, pero se contuvo pues aún estaba Zulima y Nikky a su lado. Se excusó de manera estúpida y subió a trote las escaleras, necesitaba estar a solas con sus pensamientos y babear en privado. Se pegó la flor al pecho y suspiró bobamente, parecía una niñita enamorada feliz porque el chico popular se fijó en ella. Y hasta por un instante le pareció que revivía la escuela, aunque a decir verdad, recibir atención de Will era mil veces mejor. Él quería verla de nuevo, no se echaba para atrás como la vez anterior. Will había decidido dar el primer paso y, ¡qué va! Ella no sería la que se acobardaría. Al llegar al pasillo, llevaba en la cara una sonrisa estúpida y si alguien la hubiera visto en ese momento, pensaría que le estaba entrando a las drogas. ¡Dios! Se detuvo abruptamente, al notar como su corazón parecía correr una maratón dentro de su pecho. No era posible que él tuviese ese poder sobre ella, ni siquiera estaba ahí y Abi ya estaba hiperventilando. Alguien la tomó del antebrazo sacándola de su estupor, cuando reaccionó se vio arrastrada al interior de una habitación. ¡Mierda! Se había distraído un segundo.

—¿Qué...? —inquirió tratando de soltarse, pero sus palabras murieron en su boca. Abi se vio repentinamente asaltada por un beso arrebatador, no se molestó en mirarlo, pues el aroma de Will era simplemente inconfundible. Le devolvió el beso con avidez, permitiendo que él la apretara un poco contra la puerta y cuando sintió que sus pulmones exigían aire, lo liberó.

—Buen día. —murmuro él deslizando su boca por el contorno de la mejilla hasta alcanzar el lóbulo de su oreja. Abi contuvo un gemido y de no haber estado apoyada en su cuerpo, muy probablemente se habría derretido hasta chochar contra el piso.

—Bu... —Pero el resto quedó en la nada, Will le marcó un camino con la lengua, susurrándole caricias al sensible hueco de su clavícula para luego depositarle un tibio beso que la hizo vibrar por dentro.

Un segundo después se apartó dejándola deseando más, Abi enredó una mano en su cabello y lo atrajo una vez más hasta su cuello. Él pareció comprender su necesidad, pues al rozarla con sus labios, abrió la boca para mordisquear ligeramente la suave piel.

—Dulce Abi. —Ella se obligó a pensar cuando le habló, aunque en verdad quería que no se detuviera—. Esta noche te esperaré en el laberinto. —Will se inclinó hasta tomar su labio inferior entre sus dientes y ella soltó algo similar a un ronroneo—. Di que sí. —Pero por más que quiso hablar, se vio momentáneamente interrumpida, Will se apartó para aguardar su respuesta y ella se quedó en blanco.

Sus ojos y sus besos lograban borrarle hasta las ganas de hablar, eso sí que era un milagro.

—Tomaré eso como un sí —terminó por decir él y tras plantarle otro rápido beso, abrió la puerta para dejarla salir. Abi sentía las piernas flojas y si logró encontrar el camino fue porque él la guiaba, cuando dejó de sentir la mano de Will en su espalda, lentamente fue recobrando la cordura. De pie en el pasillo pestañeó varias veces y la sonrisa boba, volvió a surcar sus labios. Pero entonces sintió que alguien más compartía ese momento de gloria, Abi se giró hacia su derecha y se encontró a Iker observándola con un gesto indescriptible. Ella se paró firme, pues sabía lo que él estaba pensando. Acababa de verla salir del cuarto de Will, completamente atontada y con los labios hinchados por los apasionados besos. Aun así recordó el consejo de Ailim y le sostuvo la mirada, sin dejarse intimidar.

—Puedes mirarme lo que quieras, no te tengo miedo — espetó con firmeza y él asintió en silencio.

Los brazos cruzados al pecho y la sombra que lo cubría parcialmente, le daba un toque sombrío y rudo, pero Abi conocía a su esposa y según ella, Iker no era una amenaza. Pero viéndolo como lo veía en ese momento, Abi comenzó a tener sus dudas.

—¿Por qué no toma mi consejo y se larga de esta casa? — Abi avanzó hasta su lugar, pero Iker ni siquiera pestañeó por su pequeña muestra de soberbia.

—No me iré hasta que te convenzas de que no soy una mala persona.

Él se inclinó ligeramente, apabullándola con su altura.

—¿Acaso no nota su falencia? —inquirió con los ojos en rendijas—. Su problema radica en un solo punto...—Abi no comprendió a qué se refería, pero no mostró desconcierto, sino que arqueó una ceja con incredulidad.

—¿Cuál? —Su voz reflejaba desinterés, como si lo que él dijera le diera exactamente lo mismo. Luego de hablar en la fiesta con Ailim, esta le había dado algunas pautas de cómo tratar a Iker y el juego de persuasión, normalmente le sacaba confesiones.

—El tiempo. —Entonces cualquier máscara defrialdad se le escurrió hasta los tobillos, Abi sintió que empalidecía y elconde se apartó lentamente, satisfecho por la reacción que había suscitado enella. 

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