"Llegaste Tú"
Así que... viendo que el otro día los dejé esperando mucho, decidí dejar el nuevo cap hoy. ¿Acompañamos a Will a nuestro siglo, gente? xDD Espero les guste el cap y nada... ya me dirán (honestamente me tengo que buscar una nueva frase, esa ya está gastada. Es que soy tan original xDDD)
Capítulo XXXI:
Llegaste tú
«El año 2012». Las palabras de Abi se repetían en su mente una y otra vez, pero él aún no le encontraba sentido. Pues todo lo que veía a su alrededor le parecía muy similar a lo que veía en su casa en el año 1766. Una valla de madera delimitaba el terreno, había una construcción de piedra delante de sus ojos, no más alta que el castillo de Nigel en Francia y el pasto aún parecía ser verde. Exceptuando al anciano petrificado, todo parecía bastante normal.
—¿Will?
Él bajó la vista para observar a su esposa, esta lucía una expresión entre divertida y preocupada. Pero qué va, era hermosa a pesar de las sombras que oscurecían tenuemente sus párpados, a pesar de lo rojizos que se veían sus ojos, incluso a pesar de que su cabello fuese un completo disparate. Su mirada se quedó prendida de su boca, ella le hablaba pero su cabeza no estaba para atender palabras. La tomó por la nuca y le plantó un beso acallador, diablos nunca se cansaría de saborearla. La necesitaba tanto que estaba dispuesto a tomarla allí mismo, con los ancianos de piedra como únicos testigos.
—¡¡Will!! —exclamó casi en un chillido, aparentemente el recato salió a relucir y ella rápidamente le apartó las manos de su trasero. Él aún no se explicaba cómo habían llegado allí, hubiera jurado que todavía la sostenía del rostro—. Compórtate. —Lo regañó, dando un paso atrás para poner distancias.
—Eres mi esposa, tienes que cumplir con tu deber.
Abi enarcó una ceja con incredulidad, él sabía que ese argumento le valía nada a su mujer.
—¿Es que acaso no sientes curiosidad? —le instó impaciente, como aguardando que él comenzara a dar volteretas porque había llegado a un nuevo siglo. Eso lo tenía sin cuidado, la quería a ella... que iba a importarle donde estuviesen.
—Puedes mostrarme tu cuarto si quieres. —No sentía particular curiosidad, pero se imaginaba que en ese lugar podía descubrir los secretos de América.
—Ah William, se supone que eres un caballero. —Su indignación, solo logró acrecentar sus ansias de tirar la diplomacia por la borda. ¿Qué acaso los americanos no eran unos salvajes? Él estaba dispuesto a aplicar ese dicho: A donde fueres... pero al parecer Abi tenía otros planes.
—¿Y qué quieres mostrarme esposa mía? —En esa ocasión ella sonrió conforme, Will puso los ojos en blanco y sonrió muy a su pesar, si quería enseñarle su mundo ¿por qué no aceptar?
Sólo tenía ese día para dedicárselo por completo, él era muy consciente de lo que ocurriría a las ocho de la mañana del siguiente día. Su deseo no había sido permanecer allí, había pedido un día y estaba casi seguro de que eso obtendría. Jamás llegó a creer que una vela podría obrar tal milagro, pero como bien era sabido, las cosas buenas siempre acarrean su dosis negativa. Estaba dispuesto a sacarle jugo a ese cumpleaños, quería que Abi fuera feliz, quería complacerla de todas las maneras posibles y luego... Y luego aceptaría lo que el destino tuviese planeado para él. No podía darse por mal servido, había pedido volver a verla, había deseado su perdón y había obtenido ambas cosas. Entonces no podía quejarse, como tampoco escapar de lo que lo aguardaba en la finca. Pero eso sería preocupación para más tarde, ese era el ahora y lo único que tenía permitido pensar ese día, era en ella.
Alguien carraspeó notoriamente llamando la atención de ambos, Will observó a la recién llegada de manera inquisitiva. Notó que la joven llevaba ropas extrañas, era la primera vez que veía a una mujer vestida en un atuendo tan masculino. Entonces se volvió a mirar a su esposa y sus ojos casi saltan de sus órbitas, no había reparado en su vestimenta antes y eso había sido un terrible error. Se quitó la casaca apresuradamente para echársela encima de los hombros, ella protestó pero él la obligó a cubrirse. ¡Por amor del cielo! ¡Ella estaba casi desnuda!
—¡Will hace calor! —Le importaba una mierda el calor, se estaba exponiendo para cualquier pervertido que tuviese la dicha de pasar a su lado.
—¿Dónde está tu ropa? —inquirió ignorando a la otra joven. Abi continuaba removiéndose para soltar los botones de su casaca, pero Will la sostenía con firmeza.
—¡Tengo ropa! —apuntó, mostrándole aquel trocito de tela que no hubiera servido ni para tapar a un crío. Will sintió ánimos de reír, eso debía ser una broma. Sus piernas estaban completamente desnudas y un pequeño... ¿Qué rayos era eso?
—¿A eso llamas ropa? ¿Dónde está tu vestido?
—Aquí vestimos así... —Con razón eran unos salvajes. ¿Qué hombre sano podría subsistir cuerdo en ese lugar? —. Estos son shorts.
—¡Demasiado cortos para lo que recomienda la prudencia! —masculló entre dientes, cogiendo la casaca por los faldones lo más abajo que pudo. Afortunadamente Abi no era muy alta y esta llegaba a cubrirle hasta la mitad del muslo. ¡La mitad del muslo! Casi su muslo entero estaba al descubierto—. Ni las cortesanas enseñan tanta piel, Abi.
Ella rodó los ojos, por un segundo sintió que se contenía de reír. Reírse de él, como si estuviese diciéndole alguna ridiculez.
—Eres un mojigato —murmuró avanzando por el jardín hasta situarse junto a la otra dama—. Will déjame presentarte a mi mejor amiga del alma, Jules Levis.
Él se inclinó diligentemente frente a la joven y esta le ofreció su mano, la cual él tomó para educadamente rozarla con sus labios.
—Jules, él es William: mi esposo.
—Es mono —espetó la señorita Levis, mirándose la mano con curiosidad. Abi asintió como si compartiera con su amiga información privada.
—Él solo les estrecha la mano a los hombres.
—Ahh...
Will enarcó una ceja, ¿acaso esperaba un apretón de manos? Definitivamente eran unos salvajes. ¿Cómo rayos instruían a sus damas en las colonias?
—Ven. —Abi lo tomó del brazo para guiarlo al interior de la casa, no le permitió explorar mucho pues parecía estar con prisas.
La señorita Levis los seguía de cerca, hablando de algún asunto que involucraba a otra dama y un cuento de hadas. Él no puso mucha atención, pues en un instante Abi lo condujo por unas finas escaleras que exponían en sus paredes un conjunto de pinturas. Will se detuvo para rozarlas con un dedo y descubrir su textura, no era algo que hubiese visto antes. Normalmente los pincelazos del pintor eran bastante perceptibles al tacto, pero extrañamente no logró descubrir qué tipo de arte era.
—Son fotografías.
Él se volvió notando que Abi y su amiga lo observaban fijamente con una sonrisa en los labios.
—¿Fotografías? —inquirió confuso, ya que el término no le era familiar.
—Sí, se toman con una cámara... —Ellas se pusieron en movimiento—. Te lo mostraré.
—Voy por la cámara —anunció la señorita Levis, subiendo el resto de los escalones de dos en dos.
—¿Qué es una cámara? —No le agradaba parecer un tonto, pero cada segundo se sentía más desconectado de las cosas. Aunque la casa de Abi lucía por el exterior igual que cualquier otra, en el interior había un sinfín de pequeñeces que él nunca antes había visto. Repentinamente recordó una de sus conversaciones, en realidad esa vez se había quedado prendado del asunto por largo rato. Ya que estaba allí, era mejor dilucidar de una vez por todas aquel misterio.
—Es algo que...
—¿Tienes una radio? —la interrumpió, olvidándose momentáneamente de lo otro. Ella soltó una risilla y le indicó que la siguiera una vez más. Al llegar al segundo piso, reapareció la otra joven y antes de que pudieran pensar nada, ella disparó una luz blanca que casi lo deja ciego.
—¡Jules! —Abi regañaba a su amiga, mientras él intentaba recuperarse de su momentánea ceguera—. ¿Estás bien?
—¿Qué rayos fue eso?
—Una cámara... —La explicación no le bastó para comprender qué era ese artefacto, pero desde el primer instante comenzó a odiarlo.
Mientras Abi discutía con su amiga, él se mantenía entretenido con la radio. En cuanto la vio supo lo que tenía que hacer, ellas lo habían dejado en la habitación de su esposa para que se entretuviera. Ni que fuera un crío para necesitar entretenimiento. De todos modos allí había cientos de cosas extrañas, pero Will tan solo tenía atención para la radio. La había hecho funcionar gracias a unas baterías. Pero Abi también le había explicado que podía ser utilizada con electricidad, él notó los cables que salían de la parte trasera y se preguntaba cómo podría conectarlos a la electricidad. Esa parte su esposa se la había saltado, diciendo que más tarde se lo diría. Pero él no tenía paciencia y quizá tampoco mucho tiempo para más tarde, quería saberlo ya. Llevaba alrededor de quince minutos quitando partes y poniendo otras tantas, de momento ya había averiguado cómo funcionaban las baterías. Su única mala idea fue llevárselas a la boca para reconocer sus componentes. Sabían horrible y le habían hecho cosquillas en la lengua, pero no había sido una sensación agradable, en realidad aún le picaba. Al menos había aprendido algo, las baterías no van en la boca. No fue tan estúpido como para probar el cable, sabía que eso debía ir en otro lugar.
Giró la cabeza en todas direcciones y sin poder evitarlo, sus ojos viajaron hasta el candelabro que funcionaba sin velas. Eso era un estupendo descubrimiento, una luz que nunca se apagaba y que se encendía con solo presionar una tecla. Se puso de pie en la cama y extendió los brazos para tocar aquella fuente de calor. Y tras observarla unos minutos determinó que también funcionaba con electricidad, pero, ¿cómo llegaba desde la tecla en la pared, hasta la luz en el techo? Buscó las respuestas en las paredes golpeándolas suavemente, para luego descubrir que había un camino hueco por el cual seguramente pasaba la electricidad. Debía introducir el conector de la radio allí y eso debía hacerla funcionar. Al menos era lo que le resultaba más lógico.
Retiró la tapa que cubría los laterales de la tecla y pudo ver que en ese lugar se ocultaban más cables. Quizás el de la radio, debía ir pegado a ellos. Tomó a la susodicha y la acercó tocando con las patitas de metal los cables. Aguardó, pero nada ocurrió. Seguramente se había olvidado de algo, pero ¿qué? Posó su vista en las patitas de metal y en los cables, una y otra vez buscando la conexión entre ambos. No podía ser tan difícil, alguien había inventado aquel diseño, por lo que él era completamente capaz de hacerlo funcionar. Suspiró pesadamente y lo intentó una vez más, golpeando los cables aquí y allá, hasta que en un momento al rozar las dos partes soltaron una chispa y repentinamente las luces se apagaron.
—Ups...
—¡¿Will?! —Pasaron unos minutos, que fueron los que Abi y su amiga se tomaron para encontrarlo. Ambas lo miraron contrariadas y él llevó la radio hacia su espalda, para que no descubrieran lo que le había hecho—. ¿Qué estabas haciendo?
—Yo... probaba.
Jules observó el revoltijo de cables que antes estaban bien ocultos junto a la tecla y luego frunció el ceño.
—Tu esposo está jugando con la electricidad, Abi, creo que dejó al barrio entero sin luz.
Ella sonrió y él bajó la cabeza, avergonzado, no había pretendido causar problemas.
—Lo lamento.
—No te preocupes, Will, ella solo exagera. —La joven rodó los ojos antes de retirarse, Abi se acercó a él y lo tomó por la barbilla para que la mirara—. ¿Te has divertido?
Se encogió de hombros.
—Quería saber cómo funcionaba. —Y aún quería saberlo, le envió una retadora mirada a la tecla. Había ganado el primer encuentro, pero él era un hombre perseverante. Abi le quitó el radio de las manos y se dirigió a una de las paredes, donde le enseñó otra tapa. Esa tenía unos pequeños orificios, en donde Abi introdujo las patas de metal.
—Si hubiese electricidad, funcionaria. —Will asintió ensimismado, era un diseño por demás formidable y ahora ya conocía su secreto—. Pero no es conveniente que toques eso... —Ella se volvió para ofrecerle una mirada seria—. Es peligroso y puedes hacerte daño.
Él puso los ojos en blanco, Abi sería una estupenda madre algún día, no pudo evitar pensar que él no podría ser testigo de eso. La atrapó de la muñeca y la atrajo hacia sí en un rápido movimiento, quizás no estaría mucho tiempo a su lado, pero de algo estaba seguro y era que haría de ese momento algo eterno para ambos. Ella lució un gesto ligeramente contrariado, pero luego pareció leer en su rostro sus intenciones y sonrió.
—Will... —Le acarició la mejilla y él cerró los ojos disfrutando su suave aroma—. Debemos quitarte esa ropa.
—Estoy de acuerdo —murmuró hundiendo la nariz en el hueco de su clavícula, allí su piel le sabía a miel.
—No, Will... no me refiero a eso. —Lo apartó lo suficiente para mirarlo—. ¿No tienes calor? —preguntó asiéndolo de la solapa del chaleco.
Él bajó la vista hacia sus manos y luego la regresó a sus ojos. A decir verdad sí se sentía bastante vestido, pero también sucio y desalineado. Rayos, unos minutos en América y ya hasta se olvidaba de su decoro, no podía acercarse a la dulce Abi; apestoso, sudado y barbudo. Sus manos parecían las de un vagabundo, junto a la blanquecina piel de su esposa.
—¿Dónde puedo asearme?
—Por aquí. —Abi lo condujo a una puerta lateral en la que un cartel, anunciaba en letras rojas «Danger», él se preguntó cuál sería el peligro allí y se planteó seriamente regresar por su espada—. Jules encontró algo de ropa de su novio, creo que te quedara bien.
—¿Su novio?
Ella lo miró sonriendo.
—Sí, ya sabes, algo así como... mmm, su prometido.
—¿Y por qué un prometido dejaría ropa en la casa de una dama? —¿Acaso ese hombre se pavoneaba desnudo enfrente de su mujer? Dios esto cada vez le gustaba menos.
—Es complicado —musitó ella sin decirle nada en verdad. Will enarcó una ceja, pero se contuvo de expresar su opinión, al fin y al cabo él no sabía cómo funcionaban las cosas en el mundo de su mujer.
Pero había varios asuntos que le planteaban interrogantes. ¿Se habría sentido Abi de esa forma en su época? En ese momento comprendió porque muchas veces ella parecía tan despistada o poco ortodoxa. En ese siglo todos tenían un espíritu demasiado liberal o quizás ellos eran muy conservadores, sea como fuese era un gran logro que ella se hubiese adaptado a su tiempo en un solo año. Abi era toda una luchadora y por eso Will sabía que una vez que todo eso terminara ella saldría adelante. Tenía que convencerse de eso o no lograría llegar al final del día sin desear fundirla a su cuerpo y llevarla de regreso con él.
—Ok, ¿entendiste?
La miró, aparentemente llevaba largo rato explicándole algo y estando tan tonto como estaba, él no había oído nada. Asintió y ella tras depositarle un beso en los labios, salió del pequeño cuarto para dejarlo completamente solo.
Will descorrió una cortina y observó del otro lado, encontró un tubo brilloso y algunas palancas. ¿Qué rayos debía hacer con eso? Se volvió dispuesto a buscar ayuda, pensaba admitir que no había estado poniendo atención y esperaba que su mujer se apiadara de él. ¡Pero vamos! ¿Qué clase de caballero sería corriendo tras las faldas de su esposa? Él podía con eso, había enfrentado hombres el doble de su tamaño, había asesinado animales salvajes con nada más que una flecha. Esto debía ser un juego de niños, necesitaba limpiarse y para eso tan solo debía conseguir agua. Alguna de esas palancas iba a facilitársela o él se pondría a cavar un hoyo en el suelo para obtenerla. Eso al menos sería más digno.
Intentó cogiéndolas, pero no cedieron bajo su fuerza, luego las empujó hacia adentro y ellas ni se inmutaron. Presionó los dientes con frustración y descargó un puñetazo a las malditas cosas, entonces un chorro de agua le golpeó la cabeza.
—¡Ja! ¿Quién dice que la violencia no funciona? —Se echó para atrás, saliendo del pequeño compartimiento y se despojó de su ropa.
El agua caía como una constante cascada, él se acuclilló siguiéndole la dirección y notó como al golpear el suelo, esta terminaba por perderse en un pequeño orificio. Era un diseño muy ingenioso, de esa forma no era necesario cargar una tina y si el agua se ensuciaba o enfriaba, uno solo debía verla escaparse por el orificio. Estuvo largo rato tratando de memorizar ese prototipo, los tubos de metal salían de la pared, pero él se imaginaba que dentro habría un circuito más fino. Tal vez Abi lo dejara echarle una miradita más tarde, en ese momento debía asearse. Por lo que decidido dejó su análisis a un lado y se introdujo bajo el agua
—Con un demonio... —masculló aguantando el repentino golpe de calor.
Se retiró de un salto, notando como el diminuto cuarto rápidamente se llenaba de humo. Seguramente era su carne quemada la que levantaba tanta humareda, aunque no olía como humo sino más bien lucía como... vapor. No importaba, no podía utilizar esa agua para bañarse, se quedaría calvo antes de poder meter medio cuerpo bajo la cascada. ¿Quién podría soportar ese martirio?
—Oh, vamos William, ellos lo soportan —gruñó ya previendo el dolor. Y cerrando los ojos se adentró una vez más. Es por ella, es por ella, se repetía una y otra vez, tratando de terminar lo antes posible.
***
—¿Abi no crees que se está demorando mucho?
Ella suspiró, pues pensaba exactamente lo mismo. No se daba una idea de lo que Will podría estar haciendo allí dentro, llevaba más de una hora escuchando caer el agua de la regadera. ¿Qué lo haría tardar tanto? No quería ponerse a pensar idioteces, después de todo más de la mitad de las cosas que estaban en ese baño eran extrañas para él. Quizás no debió dejarlo solo, pero sabía que si se quedaba allí, lo que menos haría sería ayudarlo a bañarse. Se acercó a la puerta para dar unos suaves golpecitos en la madera.
—¿Will todo bien allí?
—Mmm... si...
Observó a Jules por encima de su hombro, esta negó ligeramente dándole a entender que tampoco sabía cómo proceder.
—Cariño, ¿necesitas ayuda? —Entonces la puerta se abrió una pestaña y los ojos negros de Will aparecieron entre medio del vapor que salía del interior. Él la tomó del brazo empujándola hacia adentro y ella soltó una pequeña risa por la urgencia de su acto. Lo miró un segundo, estaba completamente desnudo y tenía la piel de los hombros muy roja, al igual que sus mejillas—. ¿Qué ocurrió? —instó alarmada.
—Eso no importa —respondió enviándole una caustica mirada a la ducha. Abi tuvo que poner mucho de su voluntad para no recorrerlo con la vista una vez más.
—¿Por qué no te vestiste? —preguntó rigurosamente. ¿Desde cuándo era tan recatada? Bajó la mirada en un rápido parpadeo. ¡Oh, su hombre! Will estaba desnudo, eso debía ser agradecido a los dioses no cuestionado.
—Esas cosas... no confió en esto. —Levantó el par de bermudas que habían tomado prestadas de Jony, eran de última moda con bolsillos en los laterales y se utilizaban a las caderas. Ella pensaba que a Will le sentarían de maravilla, pues tenía piernas esbeltas y atléticas que sin duda esa prenda sacaría a relucir incluso más que sus ajustados calzones.
Extendió una mano para revisarlas, quizás tenían algo mal.
—¿Por qué no?
—Ese artilugio podría ser peligroso para cualquier hombre.
Ella enarcó una ceja sin comprender, jamás en su vida habría supuesto algo por el estilo. Will le señaló la cremallera al notar su desconcierto y Abi tras pensarlo un segundo, soltó un leve sonidito de acierto. Luego no pudo evitar romper en una estridente carcajada, él se cruzó de brazos haciendo un mohín y ella tuvo que sostenerse del lavabo para no desternillarse de risa.
—¿Le tienes miedo a una cremallera? —preguntó aun conteniendo los espasmos de su cuerpo—. Sabes, la mayoría de los hombres, no tienen problemas porque suelen utilizar esto... —Quitó del montón de ropa un par de bóxers—... como barrera entre la cremallera y sus partes nobles.
Will le arrebató la ropa de las manos y frunció el ceño contrariado.
—Esto no me deja respirar —murmuró claramente irritado, su expresión valía su peso en oro. Abi presionó los labios, no quería acrecentar su malestar burlándose—. Es demasiado ajustado, la ropa de esta época atenta contra la necesidad natural de procrear.
—Will, te aseguro que los hombres se siguen reproduciendo, la cruzada que emprendieron las cremalleras y los bóxers... simplemente no surtió efecto. No te harán ningún daño...
Él bufó sin encontrarle gracia a su broma, Abi resistió el impulso de besarlo apasionadamente. Se veía tan lindo con los labios fruncidos en un berrinche, que por un segundo pareció emular a un niño de cinco años.
—Quiero mi ropa —musitó dando un golpecito en el piso con su pie. Ella se acercó lentamente y tomó una toalla limpia.
Sin emitir ni una palabra comenzó a secarlo desde los pies, subiendo suavemente por sus musculosas piernas, sin omitir ninguna parte de su cuerpo. Will soltó un suspiro entre dientes y Abi siguió frotando su torso con delicados círculos, lo rodeó para secarle la espalda procurando ser extremadamente cuidadosa en la parte que estaba ligeramente sonrojada. En un momento logró que respingara en su lugar, pero eso no la disuadió de apretarle un poco más el trasero.
—Abi... —murmuró con voz ronca, ella no hizo caso de la advertencia en su timbre y siguió desempeñando su tarea de forma diligente. ¿Acaso creía que era de madera? Era imposible que no reaccionara atrevidamente frente a su desnudez, extrañaba su cuerpo, su calor, la sensación de su piel fresca rozando la suya. ¿Por qué debía fingir? Lo deseaba y por lo que podía notar, él también.
Sin apartarse de su espalda, paso las manos hacia adelante... la toalla quedo olvidada en alguna parte de su revoltijo de ideas. Contorneó sus pectorales, rasgando los pezones con sus uñas. Will llevó una de sus manos hacia atrás pero ella no le permitió que la alcanzara, lo tomó por las muñecas y lo obligó a ponerse de frente contra la pared más cercana. Masajeó su tensa espalda, Will respetó lo establecido y le permitió que lo disfrutara a gusto. Ella pegó su cuerpo al de él, acariciándole el bajo vientre con tortuosa suavidad. Will gruñó algo entre dientes y ella rió, plantándole besos fugaces a cada sector enrojecido de su piel. El pobrecillo se había quemado y era demasiado orgulloso para admitirlo. Y eso a ella le fascinaba, su esposo era un caballero duro, en todos los sentidos de la palabra. Deslizó sus manos hacia abajo, haciéndose de la parte más sensible del cuerpo de su hombre y este gimió algo ininteligible. Todo su ser vibró, se sentía como alguien que descubre tierra inexplorada; posesiva, arrolladora, embriagada.
—Te amo... —le susurró cuando él hecho la cabeza hacia atrás, presa del deseo, Abi incrementó la velocidad en los movimientos de su mano hasta que Will la cogió de la muñeca obligándola a detenerse.
Sin que su cerebro registrara la acción, se encontró de espaldas contra la pared y con los ávidos labios de Will demandando un beso lánguido y placentero. Abi gimió dentro de su boca y él luchó unos segundos con los botones de su jean, pero la urgencia lo volvieron todo un experto. En lo que a atuendos femeninos refería, Will era el alumno más aplicado. La alzó en vilo en cuanto la hubo despojado de sus escasas prendas, Abi recordó la primera vez en que se encontraron en una situación similar y sonrió frente a la expectativa. Lo amaba entonces, ella lo sabía, sabía que con él sería perfecto y sería para siempre. En sus brazos no había temores, solo la idea de que una vida nunca sería suficiente para tenerlo a su lado. Él estaba allí y eso era lo único que le importaba. Y mientras dejara que su corazón la guiase, ella no se sentía capaz de errar el camino.
***
No había planeado encerrarse todo el día en el cuarto, le habría encantado llevar a Will de paseo para que conociera la ciudad y su siglo. Pero había sido imposible resistirse a la demanda de sus cuerpos, él siempre había sido un amante formidable pero ese día parecía insaciable. Abi tuvo que pedir un tiempo fuera para poder comer algo y mientras almorzaban, él se mostró curioso e impaciente. Parecía tener una extraña fijación por la electricidad, a pesar que ella le había explicado que no era prudente estar metiendo mano en esos asuntos. Aun así, Will quería saber cómo funcionaba, también habían pasado gran parte de la tarde estudiando el diseño de la regadera. Él pensaba que podría hacer una, claro que con distintos materiales pero que juraba tendría el mismo efecto. Aunque también había admitido que necesitaba pensar una forma de regular la temperatura del agua. Se mantenía completamente escéptico con el asunto de la ropa, no le agradaba la que le había obligado a usar y tampoco le gustaba lo que ella llevaba. Pero si manifestó su agrado por las bragas, argumentando que eran mucho más prácticas para todos los involucrados, su opinión vacilaba en lo que refería al brasier. Will y ellos, habían tenido un enfrentamiento épico, afortunadamente su marido era persistente. Ella se limitaba a reír y disfrutar de sus muy variadas conversaciones, el sonido de su voz era como un arrullo para sus oídos. Abi dudaba que algún día se cansara de sus historias, de su sarcástico sentido del humor o de sus pícaras sonrisitas.
Lo observó durmiendo a su lado, ya había caído la noche y Will parecía un ángel satisfecho con el mundo. Ella se había regañado por no sacarle el mayor provecho a ese día, pero luego recordó que habría un mañana y un pasado mañana. Will estaba a salvo en su siglo, la historia seguramente habría cambiado pero solo por si acaso lo checaría más tarde. Él no se había mostrado muy dispuesto a contarle qué había acontecido luego de su desaparición. Abi sabía algunas cosas a rasgos generales y le encantaría oír todo de sus labios, pero quizás eso lo incomodara. Ella aún no se daba una idea de cómo decirle lo de Iker.
Le acarició el cabello casi por inercia y él murmuró algo por lo bajo, Abi le dio un beso en la mejilla y luego buscó su lugar justo encima de su corazón. Los acompasados golpeteos lograron sumirla en el inconsciente y ella lo aceptó con los brazos abiertos. Había sido un largo día, pero sin duda el mejor de los que podía recordar. Will estaba a su lado, ¿qué podía salir mal? Con esa idea retozando su mente, se durmió, la mañana siguiente ella le diría todo lo que se había callado hasta el momento. Él merecía saber lo que iba a ocurrir, Abi solo había dilatado ese enfrentamiento porque no quería verlo triste. No en su cumpleaños al menos.
—Buenos días.
Ella abrió los ojos y lo primero que vio fue el sonriente rostro de su esposo, a tientas le rozó la mejilla con una mano y él se la llevó a los labios en un tierno gesto.
—Hola... —susurró tratando de desperezarse. Por el rabillo del ojo captó la ventana, el sol comenzaba a alzarse en el horizonte. Abi sintió que no había dormido lo suficiente, pero Will estaba sentado a su lado completamente vestido ya. ¿Cuántas mañanas la había despertado de esa forma? Nunca había reparado en lo mucho que extrañaba esos pequeños detalles—. ¿Vamos a desayunar?
Sus ojos se ensombrecieron ligeramente y Abi no supo cómo interpretar esa reacción. Se incorporó hasta que ambos estuvieron frente a frente, lo tomó por la barbilla instándolo a mirarla.
—¿Qué ocurre? —Él no respondió, sino que se limitó a esbozar una sonrisa. Pero esta no había logrado borrar el gesto sombrío en su semblante, Abi se estremeció, sabía que algo no iba bien y se negó a dejar el asunto—. Will háblame.
Las teorías comenzaron a golpear su mente aún adormecida, ¿se habría arrepentido de su deseo? ¿Querría él regresar? ¿Habría descubierto lo de Iker? El silencio que Will había adoptado, lograba contrariarla más. Abi se obligó a pensar, a recordar todo lo que había investigado en esa última semana. Entonces, repentinamente, algo hizo eco en sus cavilaciones y por extraño que sonara, ya no se sentía tan segura de que Will estuviese realmente a salvo.
—Will...
—Abi —la interrumpió él a la vez cubriéndole la boca con un dedo, ella no quiso comprender la expresión de su mirada. No podía ser cierto, él...
—¿Qué deseo pediste? —murmuró sintiendo el escozor de las lágrimas en sus ojos, Will se mantuvo callado—. Will, ¿qué deseo pediste? —insistió esta vez con mayor vehemencia.
—Te deseé a ti, mi vida... —dijo con una sonrisa. A ella le fue imposible devolverle el gesto. En su mente se reavivaron los vestigios de aquella conversación con el profesor de historia. William había sido acusado en abril de 1766 y había desaparecido el mismo día en que se presentarían los alegatos, para luego reaparecer dos días después sin vida.
—Oh, no... —susurró llevándose una mano a la boca, un quejido escapó por entre sus labios apretados y Will la cogió contra su pecho para atraparla entre sus brazos—. Will no...—gimió incapaz de contener el creciente dolor que se levaba en su garganta. Quería gritar, quería golpear, romper, patear, quería exigirle a alguien por esa injusticia. Pero no pudo hacer nada, solo abrazarse a él con fuerza tratando de alguna forma grabar cada parte de su cuerpo en ella—. ¿Por qué?
—Pedí un día y eso fue lo que obtuve, de saber que me traería a tu lado habría pedido la eternidad. —Él la apartó ligeramente—. Lo siento, Abi, lo siento tanto... no confié en tu palabra y...
Ella lo silenció, no quería disculpas ni lamentaciones, pues en ese momento había tomado una decisión: no lo dejaría ir.
—No me importa nada, no te irás de mi lado.
Will frunció el entrecejo, parecía dolido, pero volvió a estrecharla haciendo caso omiso de su confesión.
—Pase lo que pase...
—¡No! —espetó ella con resolución—. No te despidas, porque no te irás... ¡No te dejaré ir! —Will le depositó un beso en la frente y ella le golpeó el pecho con impotencia. No le hacía caso, él la estaba dejando y no podría soportarlo, no de nuevo—. Will por favor... —rogó aunque no a él en verdad, sino a lo que sea que los había puesto en esa situación. Ya no sabía a quién acudir, se quedaría sin su amor. ¿Quién podría castigarlos de esa forma? ¿Por qué?
—Te amo, Abigail Fletcher, desde el primer día que llegaste a mi vida... fuiste como una respuesta a mis súplicas. —Will clavó sus hermosos ojos negros en los suyos y ella tuvo que luchar con las lágrimas para poder verlo realmente—. Me hiciste el mejor regalo que jamás pude desear, me salvaste... me otorgaste amor y esperanza, cuando había dejado de creer que algo tan bello podría pasarme. —Él le limpió las mejillas con sus pulgares, pero no había fuerza que la ayudara a remitir en su llanto—. Hiciste de mí un hombre completo y por eso no pude desear otra cosa que tenerte a mi lado aunque sea una vez más. Mi deseo era obtener tu perdón, pues ya me habías dado todo... mi ángel, lo único que me haría completamente feliz es nunca tener que decirte adiós. Pero no puedo negar que si he de morir en este instante, lo haría con una sonrisa en el rostro, porque sé que no importa dónde; nada borrará la marca que dejaste en mí... ni lo siglos, ni las distancias... ni la muerte.
Abi se acurrucó junto a su pecho, aferrándose con fuerza de sus ropas. Sintió como lentamente el abrazo de Will perdía intensidad, aun así no fue capaz de abrir los ojos.
—No te olvides de mí, amor... —Entonces sus manos se deslizaron a través del aire, Abi se dejó caer en el piso soltando un grito desesperado.
—Te... amo... —susurró entre sollozos, pero Will ya no estaba allí y ella se había quedado reducida a un mar de lágrimas, dudaba que algún día pudiese llenar el vacío que produjo su partida en su corazón. En realidad, dudaba de si aún tuviese siquiera un mísero corazón.
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Después de esto voy a cambiar mi nombre y mi nacionalidad. Les prometo que todavía no se terminó. Falta darle una vuelta más de rosca a todo esto y... amm eso. Nos vemos ^^
Si tienen twitter agreguen:@Tammy_TF88 dejo la canción de Abi y Will por ahí. :D
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