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"La Marquesa de Adler"

Hola!!! Espero que me hayan echado de menos, seguro que sí. Y si no, bueno déjenme vivir con la ilusión. Pues nada, acá les dejo un nuevo cap. como se darán cuenta ya volví y vamos a seguir con esto y pronto con más historias. Hay que disfrutar las vacaciones y escribir, ¿no? Buena lectura. 

Capítulo XXIV:

La marquesa de Adler

Con un beso imaginario selló la carta antes de entregársela a Iker, él sonrió divertido por ese dramático acto y Abi se limitó a obsequiarle un ceño fruncido. Pues no le hacía ninguna gracia tener que comunicarse con Will de esa forma. La misiva partiría ese mismo día para llegar a Bath el diez de abril, al menos eso auguraban ellos. Si no se presentaba ningún inconveniente para el mensajero, tales como robo, accidente, tormenta, etc. Will recibiría sus felicitaciones a tiempo. A ella le habría encantado estar a su lado entonces, pero sabía que era imposible. Él estaba atendiendo sus negocios, mientras Abi fingía entretenerse con los preparativos de la boda.

No es que no estuviese entusiasmada o expectante, pero con Will tan lejos su mente no dejaba de querer ir a su lado. Ese diez de abril, su amado cumpliría veintiséis años y ella debía felicitarlo por carta. No podría abrazarlo o darle un obsequio, ni siquiera podría oír su voz o cantarle un feliz cumpleaños. Nada... solo una triste carta, que no llegaba a expresar ni la mitad de lo que ella quería en verdad decirle. Pues no podía irse en palabras, después de todo si la susodicha no llegaba a destino alguien más podría encontrarla y no podía ponerse en una situación comprometedora. A pesar que Will era su prometido, aun no estaban casados por lo que no podían darse tantas libertades. Todo esto a Abi le sonaba como la peor tontería del mundo, pero esa había sido la vida que había elegido. Debía intentar comprender esa época y todas sus excentricidades, incluso las que amenazaban con volverla loca.

El conde colocó el sello oficial de la familia Warenne y entonces la carta estuvo lista. Abi tomó asiento en el amplio sofá junto a Ailim y ambas continuaron con su tarea de costura. El tan renombrado ajuar estaba tomando forma, pero no gracias a ella. Pues todo el crédito se lo llevaban Zulima, Ailim y Nikky. Lo único que Abi logró hacer correctamente fue no volverse una molestia y servir el té al horario deseado.

—¿Qué tal? —instó la condesa alzando una delicada prenda violeta, Abi la inspeccionó con ojo crítico y terminó asintiendo dando su visto bueno. Ellas tenían la cortesía de pedir su opinión, a pesar que Abi nunca veía nada que le desagradara.

—¿Qué es? —preguntó con inocencia, Ailim rio suavemente.

—Es un albornoz... —explicó poniéndose manos a la obra una vez más, ella suspiró captando la atención de la condesa—. ¿Qué va mal?

—Nada... solo...

—Extrañas a William. —Asintió pues era estúpido negarlo—. Estoy segura que él también te echa de menos, pero debes comprender que no puede desatender la finca... —Ella lo sabía muy bien, pues en esos días no había dejado de oír de las muchas tareas que ocupaban la vida de su prometido.

Will no solo era miembro del parlamento, sino que también atendía la finca familiar, llevaba a cabo negociaciones con varios hacendados con respecto a sus caballos de carreras y también tenía el comercio de sus navíos. Este último era algo completamente independiente de las ganancias por su título, era mérito propio que había alzado de la nada y del cual se sentía muy orgulloso.

En pocas palabras, sus barcos se encargaban de llevar materia prima de las Américas a los distintos puertos ingleses y rusos. Al menos eso era lo que Abi había comprendido, tanto Iker como Richard se tomaron el trabajo de explicarle y ella lentamente comenzó a entender la magnitud de lo que acababa de aceptar. El hecho de que un enorme brillante centellara en su anular izquierdo, no logró intimidarla tanto como saber la posición que ocuparía una vez casada. Así es, antes de irse a Bath, Will se había comprometido oficialmente con ella. Abi se sorprendió bastante cuando luego de la cena para despedirlo, él tomó una de sus manos y delante de toda su familia le ofreció el anillo. Sus palabras habían logrado que les saltaran las lágrimas a todas las mujeres presentes y ella obviamente no fue menos. «Cada uno de sus destellos, será un latido que compartamos juntos...» No recordaba el resto, pues después de eso su mente ya era gelatina y solo deseaba decir "sí" para toda la vida.

Sabía que en su época las personas no le daban tanta importancia a un compromiso y que los hombres ya no eran tan románticos. Al menos no los que ella había conocido, pero no podía opinar por el resto, eso sería un pensamiento injusto. Pero ese día llegó a pensar que solo Will tenía la capacidad de hacerla vibrar con cada frase, sin importar que tan absurdas o cursis sonaran para el resto, a sus oídos eran perfectas.

—¿No podrías... —observó sobre su hombro, verificando que estaban solas— hacer ese truco... para que pueda ir con Will?

Ailim se inclinó en su dirección como compartiendo un secreto.

—Eso solo funciona en cortas distancias, Bath es muy lejos y me temo que no tengo tanto alcance —susurró con una pequeña mueca, Abi aceptó aquello muy a su pesar.

No podía presionar a la pobre Ailim, tampoco quería ponerla en aprietos. Finalmente había descubierto por qué Iker era tan sobreprotector con su esposa, al parecer en un principio solo se había casado con ella para salvarla de ser condenada por brujería. No era la Inquisición, pero aún en esa época la gente seguía creyendo en esas cosas y no tenían reparos en acusar.

Desafortunadamente en el caso de Ailim, quien la acusó estaba en lo cierto y de no ser por la intervención de Iker, la condesa hubiese corrido con un destino bastante escabroso. La muerte de una mujer desconocida no era algo que importara mucho por lo que nadie haría demasiado esperpento al respecto. Al oír esa historia, Abi fue consciente de la suerte que tuvo al encontrarse con Will, pero no pudo ocultar por completo su sorpresa. Ailim parecía querer mucho a Iker pero, ¿qué había de él? ¿Se había casado con ella para salvarla o también la amaba? No expresó su duda en voz alta, por temor a ser indiscreta, pero eso no significaba que dejara de pensar en el asunto.

—Bien... supongo que tendré que conformarme con la carta. —Ailim no respondió y su vista se perdió momentáneamente en la ventana. Muchas veces Abi la notaba perdida en alguna ensoñación y a pesar de que se tenían bastante confianza, ella aún no lograba romper esa última barrera—. ¿Pasa algo? —instó preocupada, la joven sacudió la cabeza y se volvió en su dirección con una sonrisa un tanto forzada. Abi frunció el ceño y la condesa dejó ir un suspiro, comprendiendo la razón de ese gesto.

—Nada, solo que... —La puerta se abrió en ese momento interrumpiéndola y Abi se mordió el labio para no soltar una maldición, sabía que ella no volvería a retomar el hilo de la conversación.

—La carta ya partió —anunció un sonriente Iker que al notar la expresión de su esposa, pareció repentinamente preocupado. Pasando por su lado, tomó asiento junto a Ailim y la instó a mirarlo a los ojos—. ¿Qué va mal? —La condesa continuó con la vista fija en sus manos, renuente a enfrentarlo—. Ailim... ¿qué va mal? —insistió él impaciente.

—No sé —susurró con aspereza logrando que Iker frunciera el ceño en gesto disconforme, se volvió notando que tenía público y tras soltar un suspiro se retiró.

Fue entonces cuando Abi se acercó a su nueva amiga y tomó una de sus manos para trasmitirle su apoyo. Aunque no sabía qué ocurría, ella también fue consciente de su cambio de actitud pero no sería como Iker, Abi averiguaría qué era aquello que la incomodaba.

—¿Me dirás lo que ocurre...? —Aguardó una respuesta en vano—. ¿Es sobre Will? —Ailim negó casi imperceptiblemente—. ¿Es sobre Iker? —En esa ocasión la joven se encogió de hombros, por lo que Abi supo que se trataba de él—. ¿Algo malo?

—Quizás... —Un pequeño estremecimiento corrió por su espalda.

—¿Qué?

La condesa le dirigió una fugaz mirada y Abi notó que tenía los ojos lacrimosos.

—No estoy segura... ocurrió cuando salió de la habitación, sentí... sentí mucho frío... algo que parecía soledad y dolor. No sé que es Abi...

Ella tampoco lo sabía y como no supo cómo responder, la tomó entre sus brazos con afecto. Ailim se abrazó a ella y sollozó en silencio, por lo que Abi decidió en ese momento vigilar a Iker con mayor detenimiento. Cualquier cambio o variación, sería rápidamente advertida por ella. Aunque no tuviese ni idea de lo que tenía que buscar. Ailim se apartó entonces y con su mano buscó rápidamente el talismán azul que colgaba de una pulsera. Tras frotarlo un segundo este adquirió un particular brillo opaco, como si el azul claro se hubiese profundizado hasta convertirse en algo casi negro. Abi vaciló un instante antes de preguntar.

—¿Qué es?

—Es un talismán mágico, mi abuela me lo obsequió cuando nací... siempre me ayuda a encontrar a personas como yo... o...

—¿O? —La apremió ella en cuanto la otra se silenció.

—O a Iker.

—Pero no necesitas encontrarlo, él está aquí —respondió apuntando la puerta por donde se había retirado el conde.

—No lo busco a él. —Esas fueron sus únicas palabras, antes de despedirse con premeditada impaciencia.

***

Alguien alguna vez, tuvo la ocurrencia de decir que una boda era un momento mágico. ¡Sí, ya! Estaba más que claro que ese individuo nunca tuvo que planear una. En los últimos dos meses, su vida se había convertido en un completo caos. Desde prueba de vestido, hasta elegir el color de los macarons que se serviría en la recepción. Todo debía ser observado, juzgado y finalmente aprobado por ella. Claro que tenía ayuda, pues Rosalie se había tomado la molestia de encargarse de los detalles más engorrosos. Aun así la mujer no podía ponerse el vestido por ella, no podía enseñar el anillo en cada fiesta, reunión de té o cotillón. Eventos a los que se veía obligada a asistir, dado que de esa forma daba a conocer su próxima unión con el marqués. Era de vital importancia que la sociedad conociera sus movimientos, incluso su casamiento sería anunciado en los periódicos europeos y ejemplares serían enviados a América. Deben de estar preguntándose, ¿para qué tanto esperpento? Pues ella se preguntó lo mismo y la respuesta que obtuvo fue algo así: las personas que hacían negocios con Will, debían conocer la situación del hombre al que le confiaban sus productos. Un marqués que se mostraba deseoso por continuar con su estirpe (una palabra un tanto fea para hablar de sus futuros hijos) era digno de mayor confianza porque demostraba entereza y alguien proclive a mantener compromisos.

Todo eso a ella le importaba poco mientras Will la quisiera, pero en cierta forma sabía que haciendo esas tonterías lo ayudaba a él. Varios comerciantes se sentían más cómodos negociando con un hombre de familia, que con un joven soltero. Eran las costumbres de la época y Abi no podía hacer más que intentar comprenderlas. Lo hacía por el simple hecho de llegar a ese momento, ese instante en que sabía se unirían para siempre. Había soportado las distancias, había soportado que la tuvieran de un lado a otro, lo había extrañado a más no poder. Pero ese día todo el sudor y lágrimas, tendría su recompensa. Se casaría con Will en menos de una hora y las mariposas en su estómago, ya tenían el tamaño de un avión jumbo.

—¿Todo listo? —inquirió una voz del otro lado de la puerta, Abi suspiró echando una última mirada a su aspecto.

Su vestido no era blanco, pues la tradición de blanco pureza, se limitaba al momento de conseguir pretendiente. En la boda se podía escoger lo que una desease y en cierta forma era mejor, pues como bien dijo Zulima: no a todas le quedaba el blanco.

Ella había optado por un vestido color champagne, con hilos dorados decorando el corpiño y una faja al mismo tono. Lo único que resaltaba en su aspecto, era su pequeño ramo de flores. A pedido exclusivo del novio, estas eran unas lilas de tallo largo. Toda la decoración estaba centrada en la gama de los violetas, pasando por cada una de sus variaciones, según Rosalie esa había sido la única condición de Will al momento de dejarla planear la boda. Abi no sabía qué obsesión tenía con ese color, en verdad ella se inclinaba por los colores más chillones... algo como rojo tal vez. Pero no iba a proponer ese color para ser utilizado, al fin y al cabo tenía un poco de sentido común. Y si Will quería violeta, pues se merecía tener algo de participación en el asunto y a ella no se le ocurrió nada mejor.

Tomó otra bocanada de aire y abrió la puerta, del otro lado se encontró con Noah e Iker, ambos acomodándose sus bien anudadas corbatas. Lucían estrepitosamente apuestos en sus trajes formales y ella rio al verlos tan serios.

—Oh, chérie, hoy usted tiene luz propia. —Noah le ofreció una reverencia cortés.

—Sin duda —concordó Iker—. Mi hermano es muy afortunado, ha logrado atrapar a un ángel.

Que él le ofreciera un cumplido ya era razón para que Abi se sonrojara, pero que fuese uno tan bonito hizo que sus mejillas refulgieran de vergüenza.

—Ya basta... me apenan —murmuró tomando el brazo que cada uno le ofrecía, ellos se limitaron a reír. Sabían muy bien cuanto la incomodaban los halagos, después de todo aun no podía acostumbrarse a esa natural grandilocuencia con la que todos los hombres parecían contar.

El camino a la iglesia lo hizo en una calesa, acompañada por Rosalie y Ailim, las mujeres que ya habían estado o estaban casadas en la familia. Según la tradición ellas debían preparar a Abi para lo que se venía, debían señalarle todos los puntos que una mujer casada tenía que manejar y también hablarle de la noche de bodas. En ese momento ella solo intentó no despotricar de la risa, eran tan cuidadosas y refinadas, que lograron sacarle todo lo divertido al sexo. Se preguntaba cómo las chicas aceptaban casarse después de eso, pues hasta parecían intentar desanimarla al respecto.

Dios todo poderoso se apiadó de ella y cuando se encontró a solas con Ailim, esta le murmuró un "disfrútalo" y Abi supo que lo anterior había sido una cortesía actuada. En la iglesia todo su nerviosismo le cayó como un cubo de agua helada, la tranquilidad que había logrado capturar en el viaje se le escapó huyendo a todo galope. En ese instante era ella y su temor, dos némesis que no podían convivir en esa iglesia. Sabía que debía calmarse, que los nervios eran parte del paquete, pero no podía pensar en otra cosa que pegar la vuelta y dejarlo para otro día. ¿Podía llamar y decir que estaba enferma? ¡No! Eso no era la escuela, no era algo de lo que podía simplemente arrepentirse, Will la esperaba allí dentro y ella debía ser valiente. Quería a ese hombre, lo quería para siempre y esta era la única forma de asegurarse que eso ocurriese. Iker la tomó del brazo sacándola de su entumecimiento muscular y a pesar de que lucharon unos segundos, él logró romper su resistencia.

—Tranquila —murmuró a tiempo que la escoltaba por los antiguos pasillos—. Terminará antes de lo que piensas.

Ella lo observó con una ceja enarcada y él le ofreció una alentadora sonrisa. Abi hizo de tripas corazón e inflando el pecho caminó junto al conde con resolución. Pero cuando cruzaron la puerta que guiaba a la nave principal, él la soltó y ella se volvió tan pequeña como una pulga.

Todas las miradas estaban sobre su persona, no prestó atención a la decoración, fue consciente de los rostros sonrientes y los rostros críticos. Esos últimos que muy seguramente estuviesen regodeándose a sus costas; tuvo que hacer caso omiso de ellos y centró su vista en el altar. Allí de pie en su hermoso traje de gala negro estaba su Will, listo para ser servido como plato principal—tan sexi el condenado—al igual que el resto de los asistentes, esperaba a que ella iniciara su caminata por el pasillo. Pero había algo en sus ojos que lo diferenciaba de los demás, él le transmitía más que confianza, a su lado parecía estar la paz y la felicidad. Abi solo supo que era a donde pertenecía y sin que pudiera notarlo, se vio repentinamente moviéndose en su dirección. Una suave música sonaba de fondo y él sonrió contagiándole la sonrisa. Al llegar a su lado, Will le extendió una mano y ambos se volvieron para mirar al cura. Ella tembló en sus zapatos, a sabiendas que allí iniciaba todo. Él le presionó con ligereza la mano y Abi le dirigió una rápida mirada. «Para siempre» gesticuló con su boca, sin emitir un sonido y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas, pero aun así respondió con un claro asentimiento. No había dudas, que ese era el lugar en donde la verdadera magia ocurría.

***

Pasaron horas en las que ella fue de mano en mano, cientos de personas querían felicitarla o simplemente bailar con ella. Abi no había probado bocado y casi ni había visto a Will, dado que él también era víctima de todas esas atenciones. Llegado un momento tan solo quería encontrar una cama y meterse allí hasta el año 3000. Estaba mortalmente agotada y la fiesta estaba en su apogeo, lo que significaba que aún quedaban varias horas de sufrimiento. Halló una silla solitaria y no dudó en dejarse caer en su suavidad, en pocos segundos alguien la arrastraría a la pista y ella no iba a poder negarse. Abi cerró sus ojos, disfrutando del pequeño momento de tranquilidad y fue entonces cuando sintió que la observaban. Con renuencia desplegó los parpados y se encontró con una sonrisa en donde le fue imposible hallar verdadera alegría.

—Su gracia —musitó la mujer a modo de saludo. No es que estuviese burlándose de ella, al casarse con Will automáticamente se hizo acreedora del título de marquesa y era la costumbre llamar a una marquesa «Su gracia». Así como a los reyes se los llamaba «Su majestad» y esas cosas.

—Lady Elisa —respondió ella, poniéndose de pie para corresponderle el saludo.

—Permítame ofrecerle mis felicitaciones. —Las palabras más falsas que había oído en toda la noche, pero a pesar de que Abi no quería invitar a esa zorra tuvo que hacerlo. Ailim le había señalados que no debía dejarse intimidar por la presencia de una antigua pretendiente. De esa forma mostraba que estaba más que segura respecto a su matrimonio y que ningún fantasma del pasado podía llegar a crearle problemas.

—Muchas gracias —espetó forzando una sonrisa del mismo modo que lo hacía Elisa—. Sé que William y yo seremos muy felices, me gustaría que todas... —envió una significativa mirada a la pista—, tuviesen la suerte de encontrar a alguien tan perfecto, como mi Will.

Luego de pasar tanto tiempo junto a Ailim, había aprendido algo más que solo ser refinada. La condesa le había transmitido, esa fuerza de carácter que la instaba a hacer comentarios ácidos, pero no directos.

—Es un pensamiento muy noble el suyo. —Abi asintió sin borrar la sonrisa y Elisa apretó los ojos en finas líneas, antes de acortar significativamente sus distancias—. Tal vez pienses que ganaste, pero esto no es más que el comienzo.

Se apartó entonces, y ofreciéndole una rápida reverencia se alejó con la frente en alto como si acabara de noquear a su rival. Ella se limitó a fulminarla con la mirada y en cuanto Elisa estuvo fuera de su campo visual, se permitió soltar un bufido molesta. Una mano le rozó la cintura y ella dio un respingo antes de volverse.

—Eh, ¿qué ocurre? —Al encontrarse con sus ojos negros, la paz volvió a inundarla. Le valía una mierda lo que Elisa dijera, sabía que podía confiar enteramente en Will.

—Nada... solo que estoy un poco exhausta.

Él la atrajo lentamente contra su cuerpo y Abi cerró los ojos, al sentir los labios de su amado.

—¿Quieres retirarte ya? —preguntó, y ella lo observó confundida.

—¿Qué pasa con toda la gente?

Will rio por lo bajo, posando su boca junto a su oreja.

—A quién le importa.

—¿O sea que podemos irnos y ya?

Él asintió al parecer divertido por su extrañeza, pero es que Abi no comprendía. Esas personas eran sus invitados y hasta donde ella sabía, los novios debían permanecer allí hasta que el último ebrio decidiera retirarse.

—Vamos —le indicó poniendo una mano en su espalda baja, ella se encogió de hombros y lo siguió.

En cuanto salieron del salón principal, escuchó aplausos y entonces lo comprendió; todos ellos sabían lo que seguía a continuación y no pudo evitar sonrojarse.

—Debimos esperar hasta que se marcharan.

Will la observó con una amplia sonrisa.

—¿Qué hay de divertido en eso? —Abi rodó los ojos, no le hacía gracia, ahora sus proezas sexuales eran de conocimiento nacional—. Todos se quedan hasta que la pareja se retira, es la razón por la que asisten a una boda.

—Son todos unos pervertidos.

Él soltó una sonora carcajada frente a su indignación.

—¿Por qué? Este es un momento de entrega mutua, el hecho de que me acompañaras sin ninguna vacilación, demuestra que te casaste conmigo por propia voluntad y aceptación. —Ella no supo cómo responder a ese argumento—. Al vernos salir juntos, saben que ahora nos perteneceremos mutuamente y ese acto es el verdadero compromiso... más allá de los juramentos ante Dios, está el que nos hacemos a nosotros mismos.

Abi sonrió, siempre había una explicación para todo o tal vez él buscaba formas para suavizarle las cosas. Sea lo que fuese, logró que los aplausos de los pervertidos incluso le sonaran alentadores.

No pensó mucho más después de eso solo siguió caminando, pero cuando Will se detuvo se vio obligada a alzar la vista de sus pies. Estaban en el pasillo, enfrente del dormitorio de él. Repentinamente Abi sintió la garganta seca, sí era estúpido pues ella ya había estado en esa situación con él. Pero en esa ocasión todo había sido un revoltijo, ella ni siquiera se había deshecho de su ropa y la idea de mostrarse como Dios la trajo al mundo la intimidaba. ¿Qué tal si no era lo que Will quería? No, eso era bobo, Will la aceptaría sin importar qué. Además, no es como si tuviese algo por lo que avergonzarse, aunque sí deseó que sus senos fuesen un poco más grandes, pero eso le había dado el todo poderoso y con un eso había aprendido a vivir.

Él empujó la puerta y la dejó entrar a ella primero, Abi notó la amplia cama cubierta por un edredón negro y por primera vez reparó en la decoración. Algo bien masculino, en donde se podían incluso ver las armas de Will. A él le gustaba cazar con todo tipo de artefacto, desde armas de fuego hasta arco y flecha. Sin duda alguna la habitación era un claro reflejo de su esposo y ella lentamente se aventuró en sus dominios. A pesar que él no residía en esa casa, las cosas se mantenían inalteradas pues se respetaba mucho las posesiones de todos los hijos en las mansiones familiares. Abi rozó la punta de una espada y se sorprendió de lo afilada que estaba.

—Ten cuidado —apuntó Will a sus espaldas y ella apartó la mano instintivamente—. Si quieres levantarla hazlo por el mango...

Asintió, no era que él le impidiera tocarla, solo le estaba mostrando la forma correcta.

—No es necesario —respondió girándose para mirarlo, no estaba muy segura de cómo continuar, por lo que se quedaron momentáneamente en silencio.

Will sonrió y caminó hasta detenerse delante de ella, con una mano la instó a romper la barrera que había inconscientemente alzado. Abi no pudo precisar en qué momento se había cruzado de brazos, pero él sintió esto como un inconveniente.

—Si no estás cómoda... —Ella sacudió una mano para callarlo.

—No, no es eso —contestó de forma atropellada—. Es que... no sé qué... —Terminó por decir y para evitar seguir hundiéndose con las palabras, avanzó hasta que no hubo más que sus ropas en medio. Y tomándolo por la levita, lo atrajo hacia sus labios sin perder el tiempo. Era mejor que Will se ocupara de ellos, pues bajo su dominio Abi solo lograba soltar tonterías.

Él la besó suavemente, como si tuviera la vida para reconocer cada centímetro de su boca. Su contacto se veía limitado en ese solo punto, ella quería que la abrazara que la pegara a su cuerpo y que la amara de una vez. Pero Will no tenía prisas, incluso parecía divertido por su impaciencia. Abi enredó la mano en su cabellera, obligándolo a seguir su ritmo y él le correspondió solo un segundo, entonces ella se apartó soltando un bufido.

—¿Qué te pasa? —Lo increpó sin reparos de mostrarse indignada. Will la tomó por la cintura, recuperando su antigua posición.

—No voy a correr en esta ocasión —admitió con un deje burlón y en ese momento hundió el rostro en su cuello, marcando con sus labios un camino descendente hasta el valle de sus senos.

Abi no pudo evitar gemir bajo el roce privado de su lengua y sintió la urgencia de tocarlo de una forma incluso primitiva. Sus manos viajaron al cuello de Will y a pesar de los nervios, logró eficazmente quitarle la corbata para luego pasar a los botones de su levita. Will dejó que ella le deslizara la prenda por los brazos, sin apartase de sus labios, como si romper ese contacto fuese algo penalizado. Abi concentró su atención en quitarle cada parte de su atuendo, que para su desgracia también incluía un chaleco.

—Debí cambiarme antes —susurró ayudándola en la titánica tarea, él terminó por quitarse la camisa dejando al descubierto su trabajado torso. Y Abi se quedó embobada, era mucho más perfecto de lo que recordaba.

Su cuerpo atlético y ligeramente bronceado, competía con los mejores modelos de su época y sin duda les sacaba ventaja. Los músculos de Will no era producto de horas en un gimnasio, él era más que un hombre de palabra era la personificación de la masculinidad. Incluso las pequeñas cicatrices en sus brazos realzaban su belleza, dándole un toque de realidad que ninguna película podría imitar. Era el verdadero caballero del siglo XVIII, sexi de aspecto refinado, pero sin perder la hombría y... era suyo. Un extraño sentimiento de posesión la invadió, Will era su esposo. Finalmente podía pensar en él de esa forma y no pudo más que regodearse en su propia dicha.

—¿Y negarme este espectáculo? —inquirió divertida recuperando el hilo de la conversación, él le dirigió una extrañada sonrisa. Tenía las manos en la pretina de su pantalón, dispuesto a quitárselo y fue cuando la notó devorándolo con los ojos.

—¿Acaso esto te gusta? —preguntó curioso, Abi asintió frente a su confusión.

—De donde yo vengo, lo llamamos striptease... —Se apartó entonces para sentarse a los pies de la cama, quería tener la mejor vista posible—. Se suele hacer con algo de música de fondo, pero creo que tendrás que improvisar— Will quiso avanzar pero ella lo detuvo con una mano en lo alto—. No, no... desde allí...

—No estoy seguro de comprender —murmuró vacilante, esperando una indicación.

—Bueno... debes quitarte la ropa. —Él asintió y volvió a su tarea—. Pero despacio... —dijo ella y Will soltó una carcajada, antes de aceptar.

—Luego tú harás lo mismo para mí, ¿verdad? —Le dirigió una esperanzada mirada y Abi rio.

—Necesitaré un ejército para salir de este vestido... —Él hizo una mueca que casi le rompe el corazón—. Pero, ¿qué te parece si hago algo más por ti?

Will asintió y Abi notó lo rápido que comprendió el concepto del striptease, se desvistió para ella de una manera que ninguna palabra podría definir, incluso podría ser tachado de indecente. Pero en esa habitación, Abi decidió que todo estaba permitido desde el mismo instante en que las puertas se cerraron. Repentinamente se encontró hiperventilada y completamente sonrojada, pero no hizo ademán de apartar la mirada. Si Will con ropa era el monumento a la belleza, sin ella era como la consagración de todos sus pensamientos pecaminosos. ¡Dios lo tenga en la gloria! Exclamó mentalmente, era tan perfecto.

—Ven aquí. —Era como si un hilo imaginario la llevara a su lado.

Will la tomó por los hombros y lentamente la puso de espaldas. Abi quería besarlo o violarlo, pero sabía que primero necesitaba salir de aquella pesadilla de ropa. Los dedos de 308

Will primero jugaron por su cuello y entre besos y mordidas, fue desatando los amarres del vestido. En cuanto el corpiño fue liberado, esté oscilo por su cuerpo hasta convertirse en no más que un montón de telas bajo sus pies. Will pasó su atención al corsé y con movimientos expertos se deshizo de él en tiempo récord.

Abi se dio la vuelta entonces, tan solo llevaba su camisola de seda y él la tomó con ambas manos por el rostro, para guiarla sin reparos hasta su boca. Ella sintió la dureza de su cuerpo encontrarse con la suavidad del suyo y fue como el roce más vivido de toda su existencia. Le recorrió el pecho con las manos, tratando de grabar en sus palmas la totalidad de su musculosa fisionomía. Will paseó por su espalda, hasta que sus manos se toparon con la curvatura de su trasero y sin reparos la presionó contra él, para hacerla consciente de su deseo. Abi gimió contra su boca y él la alzó en vilo, llevándola hasta la cama. Permaneció sentado a su lado, mientras su vista se perdía por la entera longitud de sus piernas semidesnudas.

—Eres tan hermosa—susurró al tiempo que deslizaba una mano por debajo de su camisola y lentamente fue subiéndola, hasta pasarla por encima de su cabeza.

Fue entonces cuando no hubo barreras entre ellos, Will se posicionó sobre su cuerpo tomando una vez más su boca con impaciencia. Abi lo abrazó notando que las distancias ya no podían acortarse más, sintió la lengua de él quemando un sendero hasta hacerse de sus sensibles pezones. Ella murmuró una súplica al viento, mientras lo sentía saboreando cada milímetro de piel desnuda.

—Will... —gimió su nombre, buscando con sus manos el camino más directo a su cintura.

Él soltó un gruñido frente a la íntima caricia y Abi lo empujó para tumbarlo de espaldas. Le había prometido algo a cambio de striptease y ella era mujer de palabra. Besó su pecho, para ir lentamente descendiendo por su cuerpo y notó el momento en que Will, contuvo el aliento. Sus labios rozaron la cara interna de su muslo, su abdomen plano y una vez más se perdió en la totalidad de su hombría.

Abi lo oyó gemir y murmurar en más de una ocasión su nombre, alzó la vista para captar su expresión. Él también la miró entonces y le ofreció una mano para llevarla una vez más a hacia arriba, Will la apretó contra su cuerpo por un largo segundo en el que el tiempo pareció detenerse. Luego con la respiración aún enturbiada por el deseo, tomo sus labios en un lánguido beso y con un repentino movimiento cambio sus posiciones. Abi rio musicalmente, pues en ese momento él era el que se mostraba impaciente. Will le acarició la pierna y la tomó por el tobillo obligándola a doblarla, luego repitió la misma acción con la otra, sin romper en ningún momento el contacto de sus bocas. Fue entonces cuando Abi sintió la lenta penetración y en un instintivo acto, envolvió sus piernas alrededor de su cintura. Will se retiró, para volver a penetrarla con mayor profundidad y Abi lo mordió sin querer, al intentar contener un gemido. Esto no pareció importarle, pues él se limitó a besarla con delicadeza, como dejándole claro que quería que se entregase por completo. Y así lo hizo, Abi dio rienda suelta a la parte más censurada de su mente y se dedicó a amarlo de la forma en que su cuerpo lo deseó.

Sin restricciones, Will y ella esa noche fueron uno, y a la vez fueron todo aquello que quisieron ser. Allí no había una dama y un caballero, no eran un marqués y su esposa. Solo eran dos amantes que en esa cama, decidieron confesar cada uno de los pecados de su cuerpo.

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Para todos esos que querían escena de sexo, malditos pervertodos! Espero que esta los haya dejado satisfechos y... bueno, sin son menores... ¡Qué hacen acá! xDDDD Saludos ^^

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