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"El Secreto del Marqués y el Sir"

Bien! Hola! Acá estoy con un nuevo cap. me alegro mucho que más personas se vayan sumando a esta locura del pasado. Espero que todos disfruten de la lectura y... nada, todo comentario, voto, saludo, es bien recibido xDDD 

Capítulo XII:

El secreto del marqués y el sir

¡Idiota, idiota! Pues no había otra forma para definirse a sí mismo, sino como el mayor idiota en la faz de la tierra. ¿Quién demonios lo mandaba a infringir sus propias leyes? Esto era lo que ocurría cuando iba en contra de sus principios, sabía que no debía acercársele, sabía que cometería un error. Y, ¡Dios! Tamaño error el suyo, la había besado. ¡No! Eso sería poco, si él prácticamente se la había engullido y ella había respondido con el mismo apetito. Algo que lo tomó por sorpresa en realidad, pero que no iba a analizar en detalle, pues entonces se preguntaría, ¿dónde rayos Abi aprendió a besar de esa forma? Y esa no era una pregunta segura, no para a él, no en ese momento que estaba a un segundo de partirse la cabeza contra la mesa.

Había corrido con suerte esos días, apartado de ella, de Nigel y de todo lo que pudiera ser un problema futuro. Pero fue tan estúpido como para bajar la guardia, si desde el mismo día en que se cruzó con Abi su vida ya estaba fregada, la suma de Nigel en la ecuación terminaría por enloquecerlo. Debía deshacerse de ambos, tanto Abi como Nigel prodigaban más que dolores de cabeza. Él estaba tranquilo en su mundo, solo se preguntaba, ¿a que Dios había molestado para que lo siguiera castigando? No podía lidiar con ellos, no podía lidiar con nadie. Abi representaba una tentación carnal, una que no sentía desde hacía ya un tiempo. Luego de Marian jamás pensó en mujeres, era como si parte de su cuerpo se hubiese muerto pero ¡Demonios!, en ese momento se estaba traicionando a sí mismo, la cercanía de esa chica lo había revivido.

Tenía que alejarse o terminaría haciendo una estupidez, pero aunque intentó poner distancia su curiosidad fue aún mayor y entonces... Ah, ¿de qué valía analizarlo? Estaba hecho y muy en lo profundo quería hacerlo una vez mas o quizás veinte. Pero no era correcto... debía enfocarse, una vez que Abi estuviese con su madre ya no habría peligro. Él no se le acercaría y con suerte la chica encontraría alguien, ¿y si no? No tenía respuesta para esa pregunta.

—¿Llamó? —La puerta se entreabrió ligeramente y Will respiró profundamente recuperándose de su primera batalla mental, para afrontar la segunda parte.

Abi era la tentación carnal y la persona que tenía enfrente, era la tentación que terminaría convirtiéndolo en pagano. Nunca había sentido un deseo tan profundo de lastimar a alguien, pero Nigel encabezaba todas sus listas. Si iba a irse al infierno, muy seguramente se encargaría de arrastrarlo con él.

—Pasa y siéntate —indicó con la voz apagada, algo que se le daba cada vez más naturalmente. Jamás habría pensado que podría llegar a convertirse en alguien como su padre. Pero los años y los malos tratos a los que lo enfrentó la vida, lo endurecieron a tal punto que ya ni recordaba el momento en que veía a Nigel y sentía algo de felicidad—. Necesito hablar contigo.

—Dígame. —Sin importar qué, aún se sentía extraño que él lo tratara como su señor cuando nunca habían existido diferencia entre ambos.

—Quiero que estés listo para partir, mañana saldremos a Londres. —Nigel no pudo ocultar su asombro al oír sus palabras, seguramente lo que menos se esperaría sería una invitación a la gran ciudad. Y Will se enorgullecía internamente de ser el responsable de matar sus esperanzas.

—¿A Londres milord? ¿Por qué? —Pero se mantenía cauteloso, maldito francés siempre quería estar un paso delante de él.

—Bueno necesitaré un ayuda de cámara y tú estás disponible, Droit?

—Oui... —respondió casi al instante logrando que Will riera internamente.

—Todo listo entonces. —Y tras soltar aquella frase, aguardó.

Conocía muy bien a Nigel y necesitaba de segundos para hacer las conexiones, estaba a medio camino de la salida cuando se volvió para observarlo con el ceño fruncido. Frente a ese rostro Will tuvo que ahogar las ganas de carcajear.

—¿Qué ocurre con Jared?

Se hizo el desentendido mientras apilaba un monto de papeles de su escritorio y tras un largo minuto de silencio, lo miró.

—Oh, Jared irá en una semana, cuando tú no puedas continuar tus deberes. —El gesto de desconcierto de Nigel, valía cada libra pagada por ese miserable ratero.

—¿Por qué no podría? —instó plantándose delante del escritorio con los brazos pegados al pecho.

—Porque luego de que lleguemos a Londres, tendrás una semana para disfrutar de la ciudad. Un barco te esperará en el puerto para llevarte de regreso a Paris... ¿Qué no te lo dije? —preguntó con fingido asombro y tras darse un golpecito en la frente, continuó—: Me he puesto en contacto con los franceses, al parecer tienes algunas deudas pendientes allí... y bueno, me ofrecieron una buena cantidad para que te envíe de regreso... —Sonrió ampliamente, notando como los colores subían y bajan por el rostro estupefacto de Nigel—. Creo que te tienen un lugar reservado en la Bastille. —Al terminar de hablar admiró lo que la información había causado en su interlocutor, era la primera vez que podía disfrutar del silencio frente a un francés.

—Non, non... merde —murmuró Nigel—. Comment pourriez-vous?

—¿Realmente quieres saberlo? No tengo que darte explicaciones, te has ganado lo que mereces.

—¿Me salvaste de la horca, para entregarme a unos torturadores?

—He de admitir que la horca hubiese sido demasiado rápido, me fascina la idea de verte sufrir más de diez minutos. —Nigel abrió la boca para contestar pero aparentemente se había quedado en blanco—. Además tienes una deuda con tu patria, ¿y qué clase de hombre sería si no te obligo a pagarla?

—¡Tú odias a los franceses!

—Pero mi odio hacia ti, es aún mayor. —William tomó el abrecartas y se puso a jugar con él, mientras aguardaba una reacción. Solo una palabra que lo obligara a soltar toda esa presión que hacía tanto tiempo venía acumulando. Nigel siguió el movimiento de sus dedos con un gesto ilegible.

—Has perdido el juicio... —Terminó por musitar y para sorpresa de Will, la aseveración no logró perturbarlo del todo.

—Tal vez tengas razón, lo he perdido hace mucho tiempo. —Se encogió de hombros con desinterés, la locura parecía ser un patrón natural en su familia.

—Realmente necesitas ayuda, William, de todas las estupideces que dices o haces, esto... —Lo observó con suma atención, sin perder su regocijo interno—. ¿Por qué me haces esto?

Will recuperó su seriedad y lo atravesó con la mirada.

—Por tu culpa lo perdí todo, la única forma de recuperar algo de mi paz es causándote el mayor daño posible. —La rabia depositada en sus palabras, no llegaba a reflejar todo lo que había tenido que vivir por culpa de Nigel.

—Por ella... —aseguró aunque para oídos de Will sonó como pregunta.

—Por ella —remarcó con rudeza, mientras cerraba la mano con firmeza alrededor del mango del abrecartas.

Nigel notó aquella acción y demostrándole que no tenía miedo, apoyó ambas manos sobre el escritorio de roble. Will no pudo evitar recordar cuanto admiraba a ese hombre y la entereza que siempre había demostrado, incluso cuando aún era un muchacho.

—¿Crees que a la señorita Abi esto le parecerá correcto? —Él tensó la mandíbula ligeramente al oírlo pronunciar el nombre de Abi y por supuesto que el atento Nigel lo notó, al momento una sonrisa complacida surcó sus labios.

—No sé por qué piensas que su opinión me importe. —El francés soltó una carcajada entre dientes, haciendo que su presión alrededor del abrecartas aumentase.

—Hipócrita —masculló en un intento de continuar con la provocación, William no cedió—. Juras lealtad a una mujer muerta, pero no tienes reparos en saborear a una viva... — La sonrisa se Nigel se ensanchó y William se puso de pie abruptamente.

Tomándolo por el cuello lo empujó hacia abajo hasta que su rostro dio contra la superficie de roble. Posicionó la punta filosa del abrecartas en su labio y con la mano que sostenía su cuello, ejerció presión hasta que al otro se le dificultó el respirar. Nigel abrió la boca a regañadientes y Will apretó el filo contra la lengua de esa maldita rata.

—Si repites eso otra vez... —siseó aguantando las ganas de cortar, al menos la punta de su viperina lengua francesa—. Te juro que desearás correr hasta la Bastille, no me tientes Nigel porque no saldrás vencedor. —Y tras decir eso lo soltó como si el contacto con su piel, fuese la peor de las torturas.

Nigel se incorporó alejándose rápidamente del escritorio mientras que con una mano en su cuello, se masajeaba allí donde él lo había capturado.

—¡Estás enfermo! —bramó dirigiéndose a la puerta, Will sonrió dejándose caer en su sillón—. Hazte un favor William, enciérrate para el resto de tu vida... nadie tendría que soportar el suplicio de tenerte a su lado. —Una vez que hubo atravesado el umbral se volvió para otorgarle unas últimas palabras—. Si te acercas a Abi otra vez, te juro por Dios que sabrá todo lo que ocultas... —Will lo fulminó con la mirada pero no respondió—. No dejaré que la hundas como hiciste con Marian.

***

Abi y Nikky aguardaban al pie de las escaleras completamente listas para partir. Sus vestidos aunque de distintas telas y diseños, eran encantadoramente adorables. Ella nunca pensó que podría acostumbrarse a esa clase de ropa, pero para el momento ya hasta había olvidado cómo era calzarse unos buenos jeans. Aunque sí echaba de menos sus bragas, pues la ropa interior de la época la hacía sentir demasiado libre y picaba en esos lugares de roces esporádicos. En ese momento había un añadido en su atuendo y era un pequeño sombrerito en turquesa pálido, que hacía juego con su vestido. Catrina también le había confeccionado un ridículo en el que llevaba sales, un pañuelo y su abanico. Según la mujer, eran elementos indispensables para un viaje, pues una dama nunca podría estar completa sin su ridículo correctamente aprovisionado. Tratando de buscarle alguna conexión con su tiempo, logró dirimir que el ridículo era igual que un bolso de su época. Solo que más incómodo de llevar y mucho más adornado.

Nikky esbozó una sonrisa al ver a Noah, él también se había arreglado para la ocasión. Llevaba una casaca negra de terciopelo, un chaleco bordado color borgoña y unos pantalones de piel de ante, a los que ellos llamaban "calzones". La primera vez que oyó ese nombre, Abi se echó a reír pero luego aprendió que ese era el nombre de esos pantaloncitos ajustados. Will la precedió casi al instante con Darton pegado a sus talones, estaba ocupado abotonándose los gemelos, por lo que Abi se dio todo el momento del mundo para mirarlo en detalle. Los calzones de Will eran color beige, llevaba unas botas hasta las rodillas un poco más lustrosas que las de Noah, su chaleco tenía intricados diseños de bordado en dorado y su casaca marrón oscura terminaba de completar su atuendo. Estaba más que apuesto, estaba para servirlo en la cena.

—¿Estamos listos? —inquirió dirigiendo una rápida mirada en su dirección, Abi asintió y Catrina respondió con un elocuente ¡Sí! Mientras apretujaba a Nikky entre sus brazos. La muchacha solo reía y asentía a cada pedido, observación o reclamo de su madre—. Bien, andando. —Will encabezó la fila y Noah terminó por cerrarla, Abi notó algo extraño en sus ojos dorados, por alguna razón no se mostraba tan alegre como de costumbre.

En el momento en el que el marqués se dispuso a darle las órdenes al cochero, ella entrelazó su brazo con el de Noah y le sonrió de medio lado.

—¿Qué ocurre? —le preguntó tratando de capturar sus ojos, él la esquivó correctamente centrando su mirada en el carruaje.

—Nada. —Pero no la engañó con esa respuesta, desafortunadamente no logró sonsacarle palabra alguna pues él se liberó de su brazo para ayudar a Eze a subir las maletas. Aun así lo guardó para más adelante, sabía que algo lo estaba molestando... Noah simplemente no era la clase de persona que podía catalogarse como reservada.

Partieron un día lunes con el sol retozando en el horizonte, para sorpresa de Abi, Noah no viajó con ellos dentro del carruaje, sino que Will lo obligó a sentarse en el pescante a un lado del cochero. Ella se había molestado mucho pues sabía que hacía demasiado frío fuera, pero tuvo que terminar por rendirse al ver que Noah accedía sin protestar. Con Nikky hablaron de todo un poco, agotando los puntos en común que tenían para discutir. Will era el monumento a la serenidad, mientras ellas se mostraban ansiosas, cansadas, hambrientas, impacientes y por sobre todo: acalambradas; él se entretenía observando la ventana. Abi había intentado su técnica pero a los cinco minutos, descubrió muy a su pesar que la imagen se repetía una y otra vez sin brindarle ningún entusiasmo. No se daba una idea de cómo hacía él para no cambiar de posición o quejarse. Sabía que ella no era la única incómoda, pues Nikky, aun siendo de esa época, también se sacudía como una cría que quiere llegar a Disney antes de la cena, por lo que Will representaba todo un misterio para el resto de los cautivos de ese carruaje.

Cuando ella le preguntó cuál era su secreto, él respondió que había hecho viajes mucho más largos y que ir de Londres a Bath, era tan común para él como ir todos los días a los establos. Al ver que sus jóvenes pasajeras se incomodaban a cada mínimo golpecito, Will llamó al cochero a través de una ventanita y le pidió que buscara una posada. Pasó otra media hora hasta que se detuvieron y al descender, Abi se extendió en toda su longitud sintiendo el dolor, hasta por los músculos de Will y Nikky.

—Tendrían que haberme advertido... —rezongó llamando la atención de todos—. No traje nada para dibujarme la raya de...

—¡Abigail! —exclamó Will cortándola a media frase, Noah y Nikky ahogaron una carcajada, y ella se sintió complacida al ver a su amigo sonriendo nuevamente.

Pasaron esa noche sin muchas dificultades y tras un desayuno apresurado, partieron una vez más. Su segundo día en la carreta fue incluso más martirizante, Will no se molestó cuando ambas chicas se quitaron las botas y extendieron los pies hasta su asiento. Él tan solo sacudió la cabeza con una media sonrisa y perdió la vista en la ventana. Tres horas después de ese acontecimiento, Abi estaba planeando la mejor forma de deshacerse del corsé sin que sus compañeros de viaje lo notaran. Will en ese momento estaba dormido y Nikky cabeceaba amenazando una muy pronta caída, ella no era de la clase de persona que dormían siestas por lo que utilizaba ese tiempo libre para pensar. Había conseguido soltarse algunos amarres, pero las ballenitas de metal se le estaban clavando en las costillas, Abi en su pensamiento blasfemó con ganas, «ese artefacto sin duda lo inventó un hombre cornudo para castigar a su esposa», para ella era claro que por culpa de una fulana, el resto de las mortales debía afrontar el suplicio. Con las manos fue enredando las tiras hasta que se quedó con varias partes de tela enganchada en los dedos, jaló aún con mayor fuerza y el sonido de algo desquebrajándose despertó a uno de sus compañeros. Will la observó con una ceja enarcada, ella aún tenía la mano metida por detrás y el vestido un tanto arrugado en la parte de la espalda.

—¿Qué haces? —preguntó somnoliento y Abi le sonrió con picardía.

—Es solo un sueño vuelve a dormir... —le susurró y él tras fruncir el ceño, se arrellenó en su lateral para volver a atrapar el tan anhelado inconsciente.

Tercer día: «A todos los pasajeros del expreso infierno con destino a Londres, les recomendamos mantener las manos y pies aferrados al objeto sólido más cercano. Puede que experimentemos unas ligeras turbulencias, producto de los cientos de baches que surcan nuestro camino. Favor de cerrar la boca y taparse la nariz, en todas las ocasiones que el caballo decida evacuar... Muchas gracias». Abi se imaginaba escuchando eso en un altavoz y sonreía.

Pero no podían culparla, ese viaje enloquecería al ser más sensato del universo. Aunque Will les había advertido sobre el camino, las lluvias habían causado un particular desastre y el avance era mucho más lento que lo habitual. No que eso la reconfortara mucho, dicho sea de paso.

—¿Will cuánto falta? —Él había dejado de responderle luego de la vez cincuenta, pero Abi no se rendía, era una suspicacia pensar que ella dejaría de preguntar hasta no oír el celestial "llegamos".

—Poco —murmuró él sin mirarla, ella se volvió para enfrentar a Nikky.

—Tengo una idea, juguemos algo. —Ambos la observaron con gestos insoslayables—. Yo diré una letra y ustedes dirán la primera palabra que se les ocurra, pero debe comenzar con esa letra y ajustarse a mi especificación. Cuando uno de los dos no sepa qué palabra decir, pierde y es el turno del otro de escoger letra. ¿Bien? —Ninguno de los dos le respondió pero Nikky sonrió mostrándose dispuesta y Will se quedó viéndola, así que ella pensó que también se sumaba—. Deben decir un verbo con la letra C.

—Correr —señaló Will casi al instante, Nikky frunció el ceño pensando.

—Caminar... —Terminó por decir y le obsequió una sonrisa triunfante a Will, quien pareció captar el desafío en ese gesto.

—Muy bien... ahora deben decir: un adjetivo con M.

—Masculino. —Él volvió a responder primero haciendo que Nikky bufara por su lentitud en el proceso.

—Me...Mediano.

—Ahora con R.

—Rápido. —Nikky comenzó a frustrase al no dar con una palabra y Will soltó una carcajada.

—¡Ridículo! —gritó una voz afrancesada desde el exterior y Abi recibió una mirada del marqués instándola a continuar.

—Ok...verbo con T.

—Tirar.

—¡Tomar!

—Tocar —Abi resopló entre dientes, esa había sido fácil pero Will aún continuaba respondiendo antes que todos.

—Bien ahora quiero... adjetivos con V. —En ese momento ella pensó que los había atrapado pues incluso Will se silenció hundido en sus pensamientos.

—Valiente. —Aun así fue una vez más el primero en responder.

—¡Vivo! —Noah le siguió unos segundos después, en ese caso Nikky no encontró respuesta y la competencia se volvió algo entre el marqués y el sir.

Luego de buscar más de mil veces distintas cosas para hacerlos perder, Abi se rindió. Ambos conocían un centenar de palabras y ella no dio abasto, aunque ninguno de los dos quería que se detuviera e incluso obligaron a Nikky a escoger letras por largo rato. No hubo ganador, se daba parejo en los momentos en que Will se demoraba en responder y Noah lo rebasaba. Abi se dio cuenta de que los amigos buscarían cualquier excusa para competir, pero ella no sería la mediadora.

Había amanecido una vez más y con ese nuevo día, llegó una buena noticia para su dolorido cuerpo. Estaban a pocas horas de llegar, Abi ya no sabía qué posición buscar pero se mostró mucho más alegre dado que sabía que el martirio acabaría. No propuso ningún otro juego por temor a desatar la tercera guerra mundial, o mejor dicho la primera pues aún no ocurría ninguna. Había descubierto que podía hablar con Noah a través de la ventanita, pero no era lo mismo que tenerlo cara a cara. Y eso implicaba sentarse a un lado de Will, algo que la traía un poco incómoda. Luego de su ardiente beso, él casi no la miraba a los ojos y ella no sabía precisar porqué. Tal vez sí lo hacía, pero se negaba a aceptar el hecho de que él considerara ese beso un error.

—¿Tu madre vive sola en Londres?

Recién en ese momento se había percatado de que no sabía nada del lugar a donde iba o de las personas con las que viviría. Estaba tan acostumbrada a Nikky, Will y Noah que no había pensado en Lady Adler. ¿Y si era una tirana? ¿Sería esa la razón por la cual Will era tan serio y sombrío? La idea de tener que enfrentar a una verdadera marquesa la hizo estremecer, hasta el momento las personas que se había cruzado en ese tiempo habían sido casi todos amables. Pero en Londres residía la alta sociedad y aunque Will fuese refinado, Abi sabía que no era demasiado estricto en cuestiones de etiqueta. Pero quizás su madre sí, y ella no tenía ni idea de cómo tratar con alguien así.

—No, mi hermana y mi abuelo viven con ella. —Sonrió un poco más relajada, Will tenía una hermana. Claro que nunca se la había mencionado pero era bueno saberlo, al menos podía usarla de referente. Pues de algo estaba segura y era que esa chica no era mayor que Will.

—¿Tienes solo una hermana?

—Un hermano y una hermana —respondió con aplomo, al parecer no muy interesado en el tema.

—¿Cómo se llaman? —lo aguijoneó ella, tratando de no llegar a una casa llena de extraños y ni siquiera poder precisar el nombre de las personas que la correrían de una oreja por maleducada.

—Iker y Zulima. —Abi intentó no parecer demasiado desconcertada, en realidad esos nombres no le sonaban muy peculiares. Aunque el de la chica parecía una versión antigua de Zulema, en cuanto al del chico... bueno, ese sí que la había dejado muda.

—Lindos... —musitó con la idea de llenar el silencio—. ¿Y tu madre cómo se llama?

—Rosalie. —Ese al menos le sonaba familiar y por alguna razón sintió que una mujer llamada de esa forma, no podría ser tan malvada.

Pretendía seguir interrogando a Will pero cuandolas calles dejaron de ser de tierra para volverse de duro adoquín, Abi supo quehabía llegado el momento. Ambas chicas se pegaron a las ventanas y conexclamaciones de asombro, fueron devorando con los ojos la tan aclamadaLondres. 

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